El 20 de noviembre de 1975 moría el
dictador. Unos días antes, el 14 de noviembre, el Consejo de Ministros,
presidido por Juan Carlos I, aprueba un decreto para prorrogar la
congelación salarial acordada en 1973, estableciéndose topes salariales
en la negociación de los Convenios Colectivos en un momento en que la
inflación alcanzaba un 19%. Como ocurre actualmente, la burguesía
española trataba de que el peso de la crisis recayera sobre la clase
trabajadora, contando para ello con el aparato represivo y dictatorial
del franquismo.
El punto de partida. La lucha contra el Decreto de Congelación Salarial.
Tras la decisión del Consejo de
Ministros del 14 de noviembre, y al calor de las luchas que se venían
desarrollando desde hacía varios años y que estaban suponiendo la
descomposición acelerada del régimen franquista, los trabajadores en
Madrid iniciaron una escalada de huelgas y movilizaciones que culminó,
en la práctica, en enero de 1976 en una huelga general que afectaría a
400.000 trabajadores.
Al día siguiente de la aprobación del Decreto
de Congelación Salarial, los 11.000 trabajadores de la Standard-ITT en
Madrid van a la huelga exigiendo su retirada e iniciando una lucha para
rebasar los topes salariales impuestos por el Gobierno en la negociación
de los convenios colectivos. Dichos convenios eran negociados en el
seno del Sindicato Vertical, organización franquista que agrupaba tanto a
los trabajadores como a los empresarios. Aunque las altas instancias
del Sindicato Vertical se mantenían bajo el control del régimen
franquista y por tanto al servicio de la patronal, desde hacía años a
nivel de empresa, e incluso a nivel sectorial o provincial, la labor
desarrollada en la clandestinidad por el Partido Comunista, a través de
las CCOO, había permitido alcanzar a los militantes comunistas una
influencia decisiva en cientos de fábricas y sectores. En las elecciones
sindicales de 1975, más del 50% de las candidaturas fueron copadas por
miembros de CCOO, a pesar de larepresión de la dictadura para acabar con
ellos.
El proceso huelguístico iniciado en la Standard, empresa
emblemática en la lucha de las CCOO madrileñas, rápidamente se extiende:
el 4 de diciembre se produce una reunión en la sede del Sindicato
Vertical en Getafe con 250 representantes de las principales empresas
del metal (CASA, Kelvinator, Siemens, etc.) con la finalidad de
coordinar las luchas que se habían iniciado a partir del 15 de
noviembre. Se acuerda convocar huelgas y movilizaciones para los días
10, 11 y 12 de diciembre, paros a los que se sumara el sector de la
construcción, que desde hacía meses celebraba semanalmente asambleas con
la asistencia de 750 representantes de distintas empresas y obras.
Las huelgas de diciembre. Lucha sindical y lucha política.
A partir del 10 de diciembre las
principales empresas del metal, principalmente en Getafe, comienzan los
paros, produciéndose inmediatamente los primeros despidos y sanciones,
en algunos casos llegando a afectar a la totalidad de la plantilla. En
muchas empresas los trabajadores, que comienzan los paros una vez
iniciada la jornada de trabajo, permanecen en las fábricas. CASA,
Kelvinator, Intelsa y otras empresas son desalojadas por la policía,
procediéndose a un cierre patronal que llega a afectar en enero a 75.000
trabajadores madrileños. Mientras el derecho de huelga estaba
completamente prohibido, los empresarios tenían la capacidad de cerrar
sus empresas ante cualquier supuesta amenaza para la producción, dejando
sin sustento a decenas de miles de familias trabajadoras como medida de
presión para quebrar su voluntad.
Como consecuencia de la represión
rápidamente las consignas económicas se transforman en consignas
políticas en contra de la dictadura, por la amnistía, por la retirada de
las sanciones y la readmisión de los despedidos, y por el derecho de
reunión, manifestación y huelga, así como el establecimiento de
sindicatos de clase democráticos. La huelga del metal, a la que se suma
la construcción, del 10, 11 y 12 de diciembre, genera rápidamente un
amplio movimiento de solidaridad. Los trabajadores de la banca se unen
con paros de una hora, así como seis empresas de seguros, la Telefónica,
cinco editoriales, empresas del textil y de químicas. En Getafe, donde
radican las principales empresas del metal, se convoca una huelga
general para el 16 de diciembre, apoyada masivamente por el conjunto de
la población. Getafe queda completamente paralizado, realizándose
colectas de alimentos, mantas y dinero en apoyo de los huelguistas,
muchos de ellos encerrados en Iglesias donde se realizaban las
asambleas. El 17 de diciembre incluso van a la huelga los taxistas. En
esta primera oleada huelguística participarán 150.000 trabajadores,
siendo la antesala del proceso generalizado que se vivirá a partir de
enero.
El Metro de Madrid marca el camino.-
A la vuelta de las vacaciones navideñas
el conflicto da un salto adelante. El 5 de enero se reúnen en asamblea
los trabajadores del Metro de Madrid, decidiendo iniciar a partir del
día siguiente una huelga indefinida. El 6 de enero no circula ya un solo
tren. El impacto de la huelga en el conjunto de la población es
inmediato, generándose una ola de apoyo y simpatía a una huelga que
aparece como un auténtico desafío frente a la dictadura. Los
trabajadores exigían que una parte de la subida de las tarifas acordadas
por la empresa repercutiera en una subida de sus bajos salarios, así
como que la Seguridad Social fuera a cargo de la empresa, y que la
jornada laboral pasara de las 44 a las 40 horas. Durante los días que
duró la huelga un aspecto decisivo fue la celebración diaria de
asambleas, en una parroquia del Barrio del Pilar tras ser desalojados de
las cocheras, donde los trabajadores decidían democráticamente los
siguientes pasos a dar. Finalmente el 10 de enero el Gobierno procede a
la militarización de la empresa, siendo sustituidos los trabajadores por
soldados del Regimiento de Zapadores Ferroviarios.
Huelga general en Madrid.-
A partir del 12 de enero, tras la
militarización del Metro, se entra en la semana decisiva de la lucha,
cuando junto a los sectores en huelga desde diciembre, se suman
progresivamente otros hasta producirse en la práctica una huelga general
en Madrid entre el 12 y el 18 de enero que llega a afectar
simultáneamente a 400.000 trabajadores.
En Telefónica, Correos y
Renfe, la huelga, iniciada en Madrid, se generaliza al conjunto del
estado. En el caso de Correos y Renfe, el Gobierno acuerda también la
militarización amenazando a los trabajadores con sentarlos ante un
Consejo de Guerra en caso de que no se reincorporen a sus puestos de
trabajo. La construcción inicia la huelga el 12 de enero, asediando
10.000 trabajadores la sede del Sindicato Provincial, exigiendo su
reapertura para que se puedan reunir los trabajadores, y pidiendo el
reconocimiento como interlocutor de la Comisión Asesora, y no los
Jurados de Empresa, en este caso copados principalmente por elementos de
la dictadura. La huelga de las empresas del metal se endurece,
especialmente en Getafe, convocándose el día 16 de enero por las
asociaciones de amas de casa una huelga general a los mercados,
boicoteando ese día la compra de productos.
La huelga se extiende
como un reguero, Torrejón, Alcalá de Henares, San Sebastián de los
Reyes, Alcorcón, Móstoles, así como nuevas fábricas y sectores, banca,
seguros y artes gráficas. En el caso de la banca, a diferencia de
diciembre, la huelga abarca toda la jornada laboral, afectando a 32
entidades y produciéndose ocupaciones simbólicas de las entidades que
acaban con desalojos violentos por parte de la policía.
A finales de
enero el movimiento huelguístico comienza a remitir abriéndose
negociaciones por parte de los empresarios, aunque exigiendo que dichas
negociaciones se produzcan por sector y por fábrica, y no a nivel
global, excluyendo reivindicaciones políticas y reivindicaciones
económicas que pudieran poner en cuestión la supervivencia del sistema
capitalista. En la línea de su estrategia a favor e una ruptura pactada,
los dirigentes del PCE y CCOO que no querían transformar la lucha
huelguista en una crisis revolucionaria, aceptan este repliegue, justo
en el momento en que las huelgas de Madrid se extiende al conjunto del
estado, teniendo uno de sus puntos álgidos la huelga general de Vitoria
del 3 de marzo, donde son asesinados cinco trabajadores por la policía.
La lucha revolucionaria arranca conquistas históricas.
La lucha obrera en Madrid durante los
primeros meses de 1976 y la que se produce en otras partes del Estado
tuvo, a pesar de los límites que impusieron sus dirigentes, hondas
repercusiones. Para empezar, subidas salariales tremendas: por ejemplo,
en la construcción donde se consigue una aumento del 40%. Pero junto a
una mejora de las condiciones de los sueldos y de trabajo, la burguesía
siente en aquellos meses, tanto en Madrid como a nivel estatal, que el
poder se les escapa de las manos, y ante el temor de perderlo todo se
ven forzados por la clase trabajadora a realizar concesiones políticas.
Abandonan el viejo edificio carcomido de la dictadura y el Gobierno de
Arias Navarro cae sustituido por el Gobierno Suárez… Hoy, cuando tratan
de arrebatarnos esas conquistas, solo un temor similar y la contundencia
en la lucha por parte de los trabajadores, permitirán derrotar los
salvajes planes de ajuste del PP y los capitalistas.
VICTOR TAIBO.
(Memoria Histórica)
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