30 de abril de 2011

PRIMERO DE MAYO: DIA DE LUCHA DE LA CLASE OBRERA.

Mañana la clase obrera conmemora el PRIMERO DE MAYO, día de lucha internacional de los trabajadores. Desde los medios de comunicación burgueses, se ha intentado distorsionar, año tras año, el verdadero significado de esta fecha. Lo presentan como una jornada festiva, para fomentar el consumismo. Este año lo han anulado casi completamente fomentando el Día de la Madre.

Luego lo presentan como un día más, donde los trabajadores asisten a las manifestaciones en la que grupos de jóvenes, a los que llaman despectivamente “Ni-Ni” que presentan como muy violentos, (Ni estudian Ni trabajan, cuando es el sistema
el que les niega esos derechos) se dedican a enfrentarse con la policía, que son las noticias que luego reflejarán mayoritariamente.

Muy a pesar de esas campañas de “desinformación”, el día Primero de Mayo no puede perder un ápice de su carácter de lucha reivindicativa, precisamente en los momentos
actuales donde se está produciendo un fuerte deterioro de las condiciones sociales y laborales a las que nos enfrentamos los trabajadores en casi todo el mundo, como estamos viendo en la oleada de movilizaciones y revoluciones que se están produciendo en el Norte de África.

Estos análisis están encaminados, no a demostrar lo que históricamente fue esa fecha, que puede consultarse en cualquier manual de historia, sino en profundizar en los análisis del por qué están ocurriendo esos ataques, cuyas causas hay que buscarlas, primero en la crisis estructural del capitalismo, pero también en la falta de firmeza en las direcciones de los sindicatos y partidos de izquierdas, como críticamente trataremos de expresar seguidamente.


La tendencia a la degeneración de los sindicatos en la época moderna es un hecho. Cada vez se fusionan y se vinculan más con el aparato del Estado burgués. Eso no es exclusivo de los socialistas, comunistas o anarquistas, sino que es una característica común a todos ellos que deja huérfanos de dirección al movimiento obrero.

El imperialismo que es ya un oligopolio que funciona como un monopolio, ha eliminado la competencia a gran escala y aplica una política económica centralizada que tiende a la fascistización. Esos grupos de archimillonarios que dirigen los poderosos monopolios financieros, amos absolutos del complejo militar industrial y petrolero, se han encaramado en la cúpula del poder político y someten a todos los gobiernos a una dictadura férrea en beneficio de ese poder antidemocrático que opera desde las sombras de los despachos de clubes secretos como el Club Bilderberg o la Trilateral.

Los sindicatos más importantes se ven amordazados y subvencionados por la propia banca, que les marca directa o indirectamente la hoja de ruta que tienen que asumir, sino quieren verse enfrentados a un adversario capitalista centralizado por la derecha extrema, y al movimiento obrero por la izquierda, es decir a las potenciales fuerzas que representan la contra-revolución fascista por la derecha o la revolución socialista por la izquierda.

De ahí la necesidad que tienen los sindicatos que mantienen posiciones reformista (sin reformas posibles), de someterse y adaptarse a las exigencias de la propiedad privada, luchando a favor de la recuperación económica en líneas capitalistas, prestándoles su cooperación y apoyo a las burguesías respectivas.


No dudamos de los deseos utópicos de esas direcciones reformistas, cuya burocracia mantiene el programa de mejoras, cuya tarea principal es la de considerar al Estado como un agente imparcial, con la falsa ilusión de debilitar a los monopolios en las mesas de negociaciones, para conseguir lo imposible, cual es debilitar la dependencia de los monopolios y que se vuelquen algo a su favor.

En momentos de recesión aguda como la actual, esas posiciones que pretenden armonizar, a través del pacto por el pacto, como pretende la burocracia obrera, que luchan desesperadamente por conseguir algunas migajas de los astronómicos beneficios del capitalismo imperialista que nunca alcanzarán con esos métodos de pegar el culo en una mesa sin utilizar a la vez las movilizaciones de masas, son una pura “utopía”.

Los errores de esa direcciones sindicales consisten en una comprensión incompleta de la realidad, no habiendo querido asumir el cambio de ciclo y la profundidad de la recesión y así, hacen todo lo posible, tanto en los hechos como en los discursos, para demostrarles a la clase dominante del Estado burgués, de hasta qué puntos sus organizaciones son indispensables y dignos de confianza para mantener la paz social.

Cuando Franco y los demás jefes nazi-fascistas transformaron los sindicatos en organismos del propio estado no descubrieron nada nuevo, sino, que siguiendo la lógica del capitalismo, que llevado hasta su último extremo se convierte en “fascismo que no es otra cosa que el capitalismo químicamente puro”, lo que hizo es llevar esa lógica hasta la última consecuencia implantando un Estado de Terror que disolvió y masacró a las organizaciones obreras.

Por otra parte, a través del proceso de descolonización inacabado, el imperialismo somete a los países a su dominio, bien con los gobiernos títeres, bien directamente marcando las hojas de rutas marcadas por los estrategas económicos del poder económico imperialista.

Esta situación fortalece la necesidad de mantener lazos directos, diarios, prácticos entre los grandes magnates del imperialismo y sus gobiernos serviles que les ayudan a someter a los pueblos semicolonizados, pero a veces ese equilibrio se rompe por la irrupción de las masas en la arena política.

El imperialismo crea en ese neo-colonialismo financiero-militar lazos muy fuertes con los sátrapas, tiranos y dictadores de toda laya, a veces manteniendo teocracias feudales que mantienen sumidos a sus pueblos en un atraso cultural, económico y social abrumador, situación a través de la cual, los imperialistas sacan enormes beneficios.

Podría deducirse de lo antedicho que los sindicatos no existen bajo la bota del imperialismo. No se permite la democracia obrera, que en algunas épocas históricas han venido siendo practicada por algunas organizaciones de izquierdas que constituía la esencia de la vida interna activa y democrática en las organizaciones de clase.

Cuando queda sofocada la libertad de constituir sindicatos y partidos políticos de clase, se niega la posibilidad de luchar libremente por influir en la vida social, política y económica. La clase obrera no puede elegir a su gusto y placer el campo de trabajo, sino que debe luchar siempre por conquistar esas libertades y arrebatársela a la burguesía y a los imperialistas, mediante la lucha entre las clases, como ellos hacen cada día para arrancarnos las plusvalías.

Lo que ocurre es que luchar por lograr organizar a las masas obreras dentro de un Estado totalitario o semitotalitario es mucho más difícil que hacerlo en una democracia burguesa, por lo que no podemos renunciar a la lucha por lograr influencia sobre la clase obrera, como socialistas, como internacionalistas y como solidarios con los elementos de nuestra clase.

De igual manera no debemos renunciar a la lucha ideológica dentro de las organizaciones obreras ya creadas, por muchos errores que cometan nuestras direcciones, sino que tenemos la obligación de luchar democráticamente por corregir esos errores o incluso por cambiar a las direcciones que no nos convenzan o estén obsoletas.

Es preciso no darse por vencidos y seguir la lucha bajo todas estas condiciones adversas, donde también tenemos que incluir los errores no solamente de nuestras direcciones, sino los que cometamos los trabajadores en nuestras luchas, pero tenemos que adaptarnos a las condiciones existentes en cada país dado, con el objetivo de encuadrar, organizar y unir lo más posible a las masas, no solamente contra sus respectivas burguesías, sino contra el imperialismo y sus lacayos que contribuyen al sostenimiento de dictaduras militares o dictaduras del gran capital.

Una de las primeras consignas que tenemos que defender en esta lucha es la independencia total e incondicional de los sindicatos respecto del Estado capitalista y que sean sostenidos y sometidos por los trabajadores conquistando la democracia obrera, que se nos ha arrebatado, como mecanismo de decisión y control, para convertir de nuevo a los sindicatos en los organismos capaces de movilizar a las grandes masas explotadas y quitarse de encima la costra de los burócratas que no nos sirven.

Otra de las consignas por las que debemos luchar es la instauración de una “democracia sindical sana”. Esta consigna es consecuencia lógica de la anterior y presupone para poder llevarla a cabo la independencia total de los sindicatos del Estado Imperialista.

Entendemos que los sindicatos, dado que actualmente hemos entrado en un nuevo ciclo descendente en recesión profunda, no pueden seguir siendo simplemente órganos reformistas de la época del capitalismo en desarrollo, por lo que no pueden jugar un papel de neutralidad y equilibrio, pues el reformismo sin reformas se convierte en CONTRA-REFORMAS constantes que es lo que está ocurriendo.

Los sindicatos ya no pueden ser reformistas, ni anarquistas, ni comunistas, pues esos nombres, sin contenidos reivindicativos concretos, representan una utopía, porque las condiciones objetivas no dan cabida a ninguna reforma seria, válida y duradera, por lo que es preciso la UNIFICACIÖN para superar esos tres bloques a veces enfrentados y entrar en el proceso de construcción de un Frente Obrero Unificado lo antes que se pueda, como objetivo irrenunciable.

Las conclusiones que debemos sacar de todo lo anterior, es que, a pesar de la degeneración progresiva de las direcciones de algunos sindicatos y de los vínculos cada vez más estrechos que han venido desarrollándose con el Estado Burgués, la necesidad de seguir construyendo sindicatos fuertes no ha perdido nada su importancia, sino que la mantiene y la acrecienta.

De ahí la importancia de tomarse como tarea, cuyo punto de partida puede ser este Primero de Mayo, el formar o potenciar corrientes críticas internas y seguir luchando para fortalecerlas y ganar influencia entre la clase obrera. Porque el capitalismo monopolista tiene cada vez menos interés en que los sindicatos sean independientes y los quiere bien domesticados y a su servicio por lo que nuestra lucha tiene que ir en sentido contrario.

La burguesía exige a la burocracia reformista de los sindicatos que se alimenten de las migajas que caen de la abundante mesa de los capitalistas y que a su vez hagan el papel de su policía política y cuando no pueden lograr eso, amenazan con más mano dura y aplicar medidas de ajustes y recortes sociales.

Debido a la profunda recesión, se intensifican las contradicciones de clase dentro de cada país, aumentando asimismo los antagonismos entre un país y otro, lo que produce una situación en el que cada país necesita exportar más para echar la crisis sobre las espaldas de su vecino, pero si todos hacen lo mismo, la solución la busca cada burguesía en abaratar costos, que para ellos consiste en bajar los salarios y atacar los derechos sociales conquistados por la lucha del movimiento obrero.

Puede notarse en todo el mundo en el último periodo un giro a la derecha y un debilitamiento de la democracia interna en los sindicatos y partidos de izquierdas clásicos, que están siendo cuestionados por las bases. Por ello es significativo a la vez que importante señalar el hecho de que están formándose nuevas organizaciones sindicales de izquierdas, como CGT, SAT y otros que están ganando fuerzas al recoger los cuadros y la militancia más descontenta con sus direcciones.

El giro a la izquierda que las bases están reclamando se debe a la agudización de las contradicciones de clase a escala internacional que afecta a todos los países. Los dirigentes del movimiento sindical clásico, léase CCOO y UGT, han asumido las tesis de la burguesía que les han hecho entender que no es el momento de jugar a la oposición. Que cualquier movimiento de oposición firme, sin asumir el compromiso de los pactos sociales que han firmado en las altas esferas, amenazaba con provocar, después de la Huelga del 29-S, una movilización borrascosa de las masas que podrían expresar su verdadero malestar y rechazo a los recortes, que podrían crearle enormes dificultades tanto a las direcciones como al Gobierno y al imperialismo mundial.


Esta ha sido la situación de pánico a la que se han enfrentado las cúpulas sindicales y de ahí el giro a la derecha asumido y la supresión de la democracia obrera en los sindicatos cuyas bases han sido ninguneadas, no sometiendo la firma de los acuerdos a votación de las bases porque sabían que serían desautorizados seguramente.

El objetivo fundamental de la burguesía en estos momentos consiste en liquidar a los sindicatos como organismos de la lucha de clases, o neutralizarlos para que sean sustituidos por las burocracias como organismos auxiliares de la dominación de la clase trabajadora bajo la bota del Estado burgués.

Dada estas circunstancias la tarea de los trabajadores más de vanguardia es emprender la lucha por la recuperación de los sindicatos de manos de unas direcciones que se han arrodillado ante la patronal y exigir la democracia interna que no permita que se den pasos antidemocráticos ni se otorguen pactos que perjudican nuestros intereses de clase sin nuestro consentimiento.

Un verdadero sindicalismo de clase, democrático y combativo, en el antiguo sentido de esos términos, deben ser organismos de masas donde convivan distintas corrientes de forma libre en el debate y en la acción, incluso con posiciones diferentes, pero que se sometan todas al mismo método democrático de discusión libre y compañera previa a la toma de decisiones, para luego votar y llevar a la práctica las decisiones que emanen del sentir democrático del movimiento obrero.

De la misma forma, debemos luchar para que nuestras direcciones se sometan a una democracia obrera participativa, dicho con otras palabras, que una buena dirección debe ser racional y justa, asegurando a los sindicatos, que es patrimonio de la clase trabajadora, el máximo de democracia concebible bajo las condiciones concretas actuales.

Este capitalismo enfermo que nos ha metido en esta horrorosa y dramática recesión, necesita una alternativa auténticamente socialista, que solamente se podrá dar mediante la lucha unitaria de todos los partidos y sindicatos de izquierdas, donde la clase trabajadora participe masivamente reclamando nuestros derechos.

Es preciso reclamar con contundencia y exigir la distribución de las escandalosas riquezas robadas al pueblo por un puñado de banqueros, explotadores y especuladores, para poder planificar la economía de forma racional y científica, poniendo los grandes medios de producción que deben ser nacionalizados, al servicio y bajo control de la clase mayoritaria que es la clase trabajadora.

Para ello es preciso democratizas los recursos económicos mediante una Banca Pública, gestionada democráticamente al servicio de la producción, desarrollando las nuevas tecnologías y la ciencia al servicio de la humanidad.

Las reivindicaciones tienen que ser exigir la retirada de todos los planes de ataques contra los trabajadores y presentar un programa que represente un giro a la izquierda para salir de la recesión con el concurso de los trabajadores y a favor de nuestros intereses.

En resumen, poner las finanzas al servicio de la mayoría de la población que es la clase trabajadora, para ejercer la democracia económica, eliminando la dictadura de los banqueros y capitalistas, que no han sido elegidos por nadie, para lo que se requiere la máxima unidad y los mejores métodos organizativos de los partidos y sindicatos de izquierdas que verdaderamente estén dispuestos a luchar por el verdadero Socialismo.

¡¡VIVA LA LUCHA DEL MOVIMIENTO OBRERO¡¡

¡¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO¡¡

ÁREA DE COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A
Is-psoe.malaga@terra.es

27 de abril de 2011

LA CLASE TRABAJADORA EN ESPAÑA.

El Economic Policy Institute de Washington, uno de los centros de investigación económica más conocidos y prestigiosos de EEUU, publica cada dos años un informe sobre la situación de la población trabajadora en EEUU (The State of Working America) que es una referencia muy utilizada –incluso por el Congreso de EEUU– por su documentación exhaustiva sobre el mundo del trabajo en aquel país. Incluye también información sobre las condiciones laborales en la mayoría de países de la OCDE de semejante nivel de desarrollo económico, presentando datos y gráficos que son de una gran utilidad para los estudiosos del mundo laboral en los países con mayor nivel de desarrollo económico.

En su último informe, publicado hace sólo unas semanas, hay datos económicos y sociales que cuestionan claramente los datos que constantemente se utilizan en los centros que reproducen la sabiduría convencional de España. Así, en el capítulo sobre horas anuales de trabajo por trabajador, España (presentado frecuentemente como un país de gran laxitud e indisciplina laboral) aparece como uno de los países en los que los trabajadores trabajan más horas al año. Concretamente 1.654 horas, muy por encima del promedio de los países de la OCDE, 1.628 horas.

Otra sorpresa es el indicador que contradice otro elemento de la sabiduría convencional que habla constantemente del escaso crecimiento de la productividad como causa de la escasa recuperación económica española. El informe señala que el crecimiento de la productividad en España durante el periodo 2007-2009 fue el mayor (5,4%) de los países de la OCDE, cuyo promedio fue de -1,1%. El de Estados Unidos fue menor que el de España, un 4%, lo que contrasta con la mayoría de países de la OCDE, que sufrieron un descenso de su productividad. España fue también el país que destruyó más empleo, con una tasa negativa de producción de empleo (-7,2%).

Otro dato interesante es el nivel de productividad, dato diferente al del crecimiento de la productividad. De nuevo, las cifras contradicen la visión promovida por conservadores y neoliberales que constantemente se refieren a España como un país con muy baja productividad. El informe señala que la productividad española está por encima no sólo de Grecia, Portugal e Italia, sino también de Japón y Nueva Zelanda.

Es también interesante analizar los salarios. España tiene los más bajos de la OCDE (junto con Grecia y Portugal). Su compensación salarial por hora en la manufactura (cuyos trabajadores son los mejor pagados en cualquier país) es sólo el 85% del de EEUU. La mayoría de los países de la UE-15 están muy por encima de EEUU (Dinamarca 172%, Suecia 147%, Noruega 197%, Alemania 153% o Austria 144%). Tales datos muestran que no pueden justificarse los bajos salarios de España recurriendo al argumento de una supuesta baja productividad. En realidad, España no está a la cola de la productividad de la OCDE. Sí que está, en cambio, a la cola de los salarios. En realidad, el nivel salarial responde más a causas políticas que a causas económicas. Así, la variable que tiene un gran poder determinante del nivel salarial (y también, por cierto, de la actividad redistribuidora del Estado) es el poder sindical. A mayor poder sindical, mayores salarios, menores desigualdades y mayor productividad.

Otro dato de gran interés es que, en el análisis del sector público, el informe señala que España es uno de los estados menos redistributivos. El indicador que el informe utiliza para medir la capacidad redistributiva del Estado es el porcentaje de la población en situación de pobreza antes y después de las intervenciones del Estado. El Estado, a través de impuestos, por un lado, y las transferencias públicas, por el otro, afecta a la distribución de la renta de un país. Pues bien, España es uno de los países donde el Estado tiene menos impacto en la reducción de la pobreza. Esta pasa de ser el 17,6% de la población, antes de que intervenga el Estado, a un 14,1%, sólo 3,5 puntos menos. En la gran mayoría de países, la reducción es mucho mayor. EEUU, uno de los países con mayores desigualdades, reduce la pobreza 9,2 puntos, más del doble que España. Y si vamos a países de tradición socialdemócrata como Suecia, vemos que la reducción de la pobreza es de 21,4 puntos. España, repito, sólo 3,5 puntos. Esto quiere decir que los impuestos son muy regresivos y las transferencias públicas muy escasas.

Los países nórdicos, junto con Francia, son los más redistributivos. España, junto con Holanda, Japón y EEUU, son los menos redistributivos. Es interesante señalar que los países más redistributivos (Suecia, Noruega, Dinamarca) están por encima del promedio de productividad de la OCDE.

Noruega es el país del mundo con mayor productividad, y también uno en los que su Estado tiene mayor impacto redistributivo. Esto cuestiona el dogma neoliberal según el cual la eficiencia económica requiere inequidad.

Lo que también llama la atención son los datos sobre igualdad de oportunidades medida por la tasa de movilidad vertical (de padres a hijos) entre generaciones. España, junto con Italia, Irlanda y EEUU, es uno de los países que tiene menos movilidad social. El sistema educativo tiene escaso impacto en igualar las oportunidades de las distintas generaciones. Esto está relacionado con el sistema educativo dual con las clases pudientes enviando sus hijos a la escuela privada, y las clases trabajadoras y medias enviando sus hijos a la escuela pública. En estos países, los hijos de la clase trabajadora lo tienen más difícil para alcanzar niveles de clases de renta superior. Y ahí termina la fotografía –no muy halagadora– de la situación de la clase trabajadora en España.

Vicenç Navarro.–
Consejo Científico de ATTAC.
Fuente: http://www.attac.es

25 de abril de 2011

PORTUGAL: LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES DEL 25 DE ABRIL.

La conmemoración de la Revolución Portuguesa no puede ser más oportuna. En los últimos años decenas de miles de personas en todo el mundo están comprendiendo la necesidad de transformar la sociedad para acabar con el capitalismo y todas sus lacras, pero una pregunta golpea una y otra vez sus cerebros: ¿es posible? En el año 1974 en Portugal, como en Chile, en Francia o, simplemente, (como ahora en el Norte de África), se dio una respuesta: sí, sí es posible. Y, sin embargo, no se acabó el proceso, no surgió una nueva sociedad de las ruinas del capitalismo. ¿Por qué?
La crisis de los 70 acabó con una larga época de estabilidad en los países capitalistas avanzados. Las masas encontraron, en toda Europa, problemas desconocidos: alta inflación, paro masivo, ataque a las conquistas sociales…, y respondieron con un ambiente de lucha generalizado y un giro a la izquierda en la sociedad. Y fue Portugal donde el proceso llegó más lejos; de ahí la importancia que los propios capitalistas e imperialistas de todo el mundo le dieron y que los revolucionarios debemos darle.

La burguesía portuguesa, históricamente, es incluso más atrasada que la española. No
es casualidad que su sistema necesitara de la dictadura más longeva de Europa, ¡de casi 50 años! Los capitalistas lusos eran incapaces de llevar adelante la revolución democrático-burguesa, tan fuertes eran sus lazos con los terratenientes, por un lado, y con el capital monopolista británico, por otro.


Al calor del auge económico de la posguerra, Portugal se transforma. Si bien en la agricultura el beneficio del latifundista se sigue basando en la explotación intensa de la mano de obra, en la industria se impone el monopolio. En 1970 sólo el 20% de los trabajadores industriales estaban ocupados en empresas de menos de 20 personas, en 1971 el 0,4% de todas las sociedades controlaba el 53% del capital de éstas, en 1972 el 16,5% de todas las empresas industriales producían el 73% de la producción industrial. En vísperas del 25 de Abril, los siete (siete grandes grupos) dominan prácticamente toda la economía, bien directamente bien a través de sus bancos y de las influencias políticas.

Pero esta irrupción de la concentración capitalista en el tradicional y bucólico Portugal, durante los 50 y 60, tiene efectos imprevistos. En Oporto, Setúbal y, sobre todo, la luego conocida como Lisboa la roja, se crean impresionantes concentraciones obreras, y con ellas viene el aumento de la conciencia colectiva, una sensación desconocida de fuerza, y la experiencia de que su lucha por mejorar su nivel de vida choca frontalmente con el Estado dictatorial de Salazar y, después, Caetano. Por otra parte, el proceso de monopolización empobrece y proletariza a sectores importantes de la pequeña burguesía rural y urbana, otrora sostén del régimen, y los empuja hacia la izquierda.

El golpe de Estado del 25 de Abril de 1974 no fue un rayo en un cielo despejado. Fue incubado por la crisis del capitalismo portugués y de su régimen, y por la fuerza de un proletariado (de un millón de personas sólo en el sector industrial, sin contar a parte del millón y medio de emigrantes) creado, cocido y madurado con la levadura del auge de la posguerra, como también ocurrió en España. Cuando llega la crisis, cuando se suceden los despidos masivos, la inflación (19,2% en el 73), las reducciones salariales, esa fuerza potencial explota. En 1970, los bancarios imponen con su lucha el primer convenio colectivo, y en octubre de ese año se forma la Intersindical, a iniciativa de los sindicatos del metal, las finanzas y el textil; en abril del 73 ¡40.000 trabajadores! se manifiestan en Oporto; del otoño de ese año al 25 de Abril 100.000 obreros van a la huelga, por supuesto ilegalmente.

La guerra colonial fue un factor decisivo en la caída de la dictadura. El reaccionario aparato estatal y la burguesía aunaban fuerzas para mantener las vastas y ricas extensiones de Angola y Mozambique bajo su control, lo que les permitía el saqueo de sus materias primas y el patético sueño de mantener el histórico imperio colonial. Pero el coste de esta opresión imperialista era sangrante, también para las masas de la metrópoli. Los muertos portugueses en la guerra colonial (1961-74) fueron unos 15.000, y 30.000 militares lusos quedaron inválidos o mutilados. La pesadilla del servicio militar duraba ¡4 años!, y a esto hay que sumar el derroche del gasto militar: en 1973 la sangrienta aventura colonialista chupó el 45% de todo el presupuesto. El coste económico y social llegó a ser tan grande que incluso un sector importante de la burguesía (representado por el general Spínola) era partidario de mantener el yugo imperialista bajo formas nuevas, dando algún tipo de autonomía ficticia, para acabar con la resistencia popular angoleña y mozambiqueña.

El 25 de Abril.-
La peculiaridad de la Revolución Portuguesa fue que se inició con un golpe de Estado militar contra una dictadura. De hecho, la historiografía burguesa y reformista intentan constreñir la Revolución de los Claveles a la acción del 25 de Abril, quitando importancia a los acontecimientos posteriores por ser “excesos fruto de la ingenuidad y del sentimiento, que fueron felizmente superados”. Sin embargo, la Revolución no es el 25 de Abril, sino que empieza el 25 de Abril. Por otra parte, el hecho de que una minoría de suboficiales y soldados fuera capaz de acabar en 24 horas, de forma prácticamente incruenta y sin apenas resistencia, con una dictadura que supuestamente controlaba todo, no demuestra sino que la fuerza de la clase obrera era enorme; su arrojo, su lucha, atraía a sectores de capas medias, empobrecidas y asqueadas con la sangría colonial y con la dictadura, hasta tal punto de convertir un grupo surgido dentro de la oficialidad del Ejército por motivos corporativos (el MFA, Movimento das Forças Armadas) en el autor de una conspiración para acabar con la dictadura. Aunque en contacto con Spínola y el sector liberal de la burguesía, el MFA tenía una dinámica propia, influida también por el ambiente internacional de lucha contra la Guerra de Vietnam, por los propios movimientos guerrilleros africanos y, especialmente, por el ambiente generalizado de oposición a la dictadura.

Los liberales pretendieron utilizar al MFA para presionar a los ultras y obligar al régimen a cambiar de formas para mejor controlar la situación, paliando por lo menos la guerra colonial, pero se encontraron con una sorpresa: la irrupción de las masas. El 25 de Abril hizo explotar toda la energía y la rabia contenidas durante décadas: por doquier surgían celebraciones, luchas, manifestaciones, reivindicaciones, asociaciones de todo tipo, discusiones sobre qué hacer y sobre cualquier problema. En esos días, igual que en la Revolución rusa de Febrero, las masas eran las que tenían el poder, pero no eran conscientes de ello.

El MFA había cedido el poder, formalmente, a la Junta de Salvación Nacional presidida por Spínola que había sido llamado por el dictador Caetano cuando estaba rodeado su palacio por los soldados y trabajadores, para dar una salida responsable a la situación. Pero las decisiones de la Junta no valían mucho más que el papel donde estaban escritas.

El movimiento avanzaba como la lava: los presos políticos son liberados, los pides (miembros de la PIDE, la policía política) perseguidos, muchas empresas saneadas (depuradas de fascistas), viviendas vacías ocupadas. Los jornaleros del Alentejo ocupan los latifundios; las huelgas se suceden (en el poderosísimo grupo CUF, ferrocarriles, automóvil, construcción, químicas…), reivindicando aumentos salariales, jornada de 40 horas semanales y, también, medidas políticas y de control obrero, como fiscalización económica de la empresa, readmisión de trabajadores despedidos y depuración de fascistas.

Estas luchas obreras y populares están organizadas por comisiones de trabajadores y de vecinos (Comissoes de Moradores) que surgen como setas. El Primero de Mayo, cinco días después del golpe, 600.000 personas, incluyendo soldados y marineros armados, se manifiestan en Lisboa.

La burguesía se ve impotente para controlar la situación. La Junta condena “los atentados a la jerarquía”, la “expulsión de responsables” (depuración) y las “reuniones en horas de trabajo”. Pero ¡ni siquiera tiene una fuerza armada para hacer cumplir sus decisiones! La única forma de recuperar el control es utilizando el enorme prestigio que tienen las organizaciones obreras, en especial el Partido Comunista (PCP, con una enorme autoridad por ser “el partido que luchó contra el fascismo”) y el Socialista (PS).

La situación revolucionaria que se abrió el 25 de Abril hubiera permitido una definitiva transformación política en Portugal: acabar con el capitalismo, instaurar una auténtica democracia de los trabajadores, basada en esos incipientes órganos de control (las comisiones), y en la expropiación de las siete grandes familias, las multinacionales y los latifundios, y elevar el nivel de vida de la población, socavando así, para empezar, los ya podridos cimientos del capitalismo español y del griego.

El ánimo de lucha y participación política directa de la clase obrera, el giro a la izquierda de las capas medias (¡incluso un sector muy importante de los militares!), la impotencia y crisis de la clase dominante…, todo permitía una transformación pacífica. Pero faltaba algo. Es imposible, incluso en el culmen de una situación revolucionaria, que los trabajadores puedan sacar todas y cada una de las conclusiones necesarias para rematar con éxito la faena.

La revolución es un arte. Más allá de ideas generales, hay que saber qué postura tener ante cada problema (las colonias, la amenaza fascista, la Iglesia, la pequeña burguesía…), cuándo es el momento para un repliegue y cuándo para avanzar, qué ambiente y qué fuerzas tiene en cada momento el sector más consciente, la clase obrera y las masas en general, etc. Las conclusiones de experiencias pasadas en todo el mundo solamente las puede ofrecer un partido organizado en base a la filosofía y el método del marxismo, y que sepa aplicarlas al movimiento real y aprender de él. Pero Portugal estaba huérfana de partido que jugara ese papel…

Tras la caída del zar y la instauración de un Gobierno Provisional de coalición entre burgueses y reformistas, los bolcheviques insistieron en extender y fortalecer los soviets, que eran los órganos directos de representación de las masas trabajadoras (y, por contagio, de los campesinos pobres y soldados), con el objetivo de sustituir cualquier gobierno o institución burguesa (como se demostró de febrero a octubre del 17), incapaz de solucionar las tareas democráticas y revolucionarias.

Mientras explicaban esta idea, demostraban en la práctica el carácter reaccionario del Gobierno Provisional y de los reformistas al exigirles medidas que no podían satisfacer sin romper el opresivo lazo que les unía a los capitalistas. La reforma agraria, el final de la guerra, el aumento del nivel de vida de las masas…, ni siquiera la convocatoria de una Asamblea Constituyente fueron capaces de lograr.

Ésta fue la experiencia de las masas, pero para ayudar a su conciencia, señalar la alternativa y organizar la insurrección de Octubre fue necesario un partido curtido en mil batallas, enraizado en el movimiento y con una ideología y táctica marxistas, firmes frente a todas las presiones.

Ausencia de un partido revolucionario.-
Desgraciadamente, no existía un equivalente al bolchevismo, en el Portugal del 25 de Abril. Álvaro Cunhal, secretario general del PCP en 1967, había dejado escrito que “la tarea fundamental de [un] Gobierno Provisional es la instauración de las libertades democráticas y la realización de elecciones libres para una Asamblea Constituyente. Que esta tarea sea realizada es la única condición que el Partido Comunista pone para su participación en el Gobierno” (Acçao revolucionária, capitulaçao e aventura).

Efectivamente, ya el 5 de mayo el PCP pidió ser incluido en el primer Gobierno Provisional, con Palma Carlo de primer ministro (hombre de paja de Spínola, que se mantenía de presidente); Spínola explicó esta inclusión así: “había que responsabilizarle abiertamente de las tareas del Gobierno. En caso contrario (…) no asumiría ninguna responsabilidad, reforzando su imagen” (António de Spínola, Ao serviço de Portugal). Cuando el Partido Comunista no fuera necesario para aprovechar su autoridad ante las masas, la burguesía no tendría más que echarles, como pudimos ver en Grecia, Francia o Italia tras la Liberación.

Por supuesto, también el Partido Socialista entra en el Gobierno. De dirección socialdemócrata éste y estalinista aquél, ambos partidos, más allá de matices, están de acuerdo en lo fundamental. Mientras públicamente defienden el socialismo, en la práctica consideran que eso está lejos, que hay que consolidar la democracia, y que la única forma de hacerlo es moderando las reivindicaciones para no asustar a la burguesía democrática, facilitando a la burguesía recuperar el control del Estado y acabando con el poder de las Comisiones.

Pero, si fueron las masas las que echaron abajo a la dictadura (empujando a la acción a un pequeño grupo de suboficiales), ¿cómo se podía, siquiera, defender las conquistas ya obtenidas, limitando el movimiento de las masas? ¿Acaso las medidas de control obrero no eran la mejor defensa ante las conspiraciones de los capitalistas? ¿Acaso la nacionalización de la banca no hubiera dificultado enormemente los planes golpistas? Es más, ¿para qué nos sirve la limitada democracia burguesa, si en el momento en que somos más fuertes no podemos aplicar las libertades conquistadas –de organización, de manifestación, de huelga…- para aumentar nuestro nivel de vida y, también, nuestra fuerza? ¿Y acaso no es inseparable la lucha por mejorar, por llenar de contenido esas libertades democráticas, por acabar con la posibilidad de una vuelta atrás, con la lucha por el socialismo, es decir, por extender, profundizar y unificar todas esas Comisiones (los órganos más democráticos del proletariado portugués), por organizar la vida económica en función de las necesidades de la mayoría y bajo su control? Los continuos avisos de los dirigentes comunistas y socialistas, en la transición española como en la Revolución Portuguesa, de que “ahora no es el momento, ya lucharemos por el socialismo”, ya sabemos en qué acaban: décadas después, nuestros dirigentes ni siquiera hablan públicamente de sociedad socialista.

Los estalinistas jugaron el papel de apagafuegos, aunque con poco éxito. Por poner un sólo ejemplo, el 25 de mayo, en una manifestación de apoyo al Gobierno, el orador del PCP critica la “ola generalizada de huelgas que sirve al fascismo”, especialmente la huelga de los trabajadores de panaderías, fomentada “por reconocidos agentes fascistas”. La Intersindical, bajo dirección del Partido Comunista, llega a organizar una manifestación “contra la huelga por la huelga” (!). El PS también se suma a esta labor, pero pese a todo la oleada de huelgas no remite, consiguiendo logros históricos (el aumento salarial medio llegó a ser del 35%).

Tres golpes… y tres fracasos.-
Con todo, la autoridad de los dirigentes obreros es insuficiente y la burguesía buscará en diferentes planes golpistas una alternativa para acabar con la fuerza con la Revolución. El primer intento es un golpe de palacio fracasado. Palma Carlo exige poderes más amplios para acabar con el “clima de indisciplina social”. Pero estas maniobras fracasan, no hay una mínima base de apoyo para ellas. Peor: el nuevo Gobierno se inclina más a la izquierda, con el coronel Vasco Gonçalves (miembro de la izquierda militar) de primer ministro, si bien continúan ministros spinolistas; por esto, el II Gobierno Provisional tenía más complicado todavía satisfacer a los trabajadores, sin poder por ello satisfacer a los burgueses. El 27 de agosto el Gobierno prohíbe las huelgas políticas, de solidaridad e interprofesionales, exige un preaviso de huelga de 37 días y legaliza el cierre patronal.

El segundo intento de golpe fue la preparación de una manifestación de la “mayoría silenciosa”, para el 28 de septiembre. Spínola, presentado como un gran demócrata por los dirigentes comunistas y socialistas llama por televisión a manifestarse contra el “abuso de libertad” y las “reivindicaciones descontroladas”, y se organiza “espontáneamente” (con apoyo de los grandes grupos financieros) la manifestación. La reacción intentaba transportar al sector más atrasado (especialmente, campesinos del Norte) y a grupos fascistas armados a la roja Lisboa y provocar violencia que justificara medidas de fuerza.

Este intento fracasará ante la madurez del movimiento obrero, que entendiendo el peligro mortal se echará a la calle la tarde del 27, organizará barricadas e instalará controles en las carreteras; los ferroviarios y conductores de buses se declaran en huelga, y 100.000 personas se manifiestan en Oporto, confraternizando obreros y marineros al grito de “¡Portugal no será el Chile de Europa! La manifestación del 28 nunca se celebró.

Tras el fracaso del golpe, Spínola y sus ministros tuvieron que dimitir, ¡pero nadie importunó al general, que pudo seguir tramando sus planes! Con el agravamiento de la crisis, y de forma instintiva, los trabajadores buscan más ansiosamente formas de control; los 3.300 empleados de tres cadenas de supermercados ocupados intentan crear un enorme grupo autogestionado de distribución; la asamblea general del sindicato bancario pide la nacionalización de la Banca para defenderse de la burguesía; los campesinos del Centro y Sur aceleran las ocupaciones de tierras.

El 11 de marzo es el intento más serio de ahogar en sangre la Revolución, organizado una vez más por Spínola. Es lo más parecido a un golpe militar clásico… ¡pero sin apenas apoyo de militares! Prácticamente, sólo se movilizan los paracaidistas, el cuerpo militar más atrasado, y eso engañando a soldados y suboficiales. El golpe se deshace en el aire ante la falta de apoyos; incluso los militares más reaccionarios dudan ante la actitud resuelta de la clase obrera, que sale de nuevo a la calle a “defender o 25 de Abril”, rodeando los cuarteles.

¡Qué mejor prueba que estos tres fracasos para demostrar la auténtica correlación de fuerzas! El Portugal obrero de la ciudad y el campo, armada con un programa marxista, ¿de qué no hubiera sido capaz? Pero sus dirigentes siempre iban por detrás de ellos. Incluso después del 11 de marzo, cuando el ambiente de radicalización empuja a la mayoría del MFA a declarar que el objetivo de la Revolución es el socialismo, cuando el Gobierno tiene que nacionalizar gran parte de los siete grandes grupos por la presión directa de los trabajadores (los de la CUF, la Banca y los transportes exigían su nacionalización, para no ser utilizados en beneficio de la reacción), cuando The Wall Street Journal declara en portada que “el capitalismo ha muerto en Portugal”, dando la jugada por perdida, Soares critica el “confuso anarco-populismo”, y Cunhal dice que “la agudización artificial de los conflictos sociales (…) [constituye], en su conjunto, una gran ofensiva contrarrevolucionaria”. ¡Ni una palabra sobre las tareas revolucionarias! ¡Sobre la necesidad del control obrero de esas nacionalizaciones, sobre la convocatoria de un Congreso Nacional de las Comisiones, sobre la formación de un frente único de la izquierda contra la reacción, que continuaba agazapada incluso en el Gobierno! Nada, la única consigna era confiar en el Gobierno y en el MFA, y responsabilidad.

El 25 de Abril se celebran las elecciones a la Asamblea Constituyente, y los resultados reflejan, aunque distorsionadamente, la correlación de fuerzas. El PS obtiene el 39%, el PPD el 26% y el PCP el 12,53%. En total, los votos de PS, PCP y otros grupos de izquierda, más el voto nulo y en blanco (promovido por el MFA), suman el 66%, mientras la derecha sólo llega al 34%. Pese a la hegemonía comunista en el movimiento obrero de la ciudad y el campo, en el seno del Ejército y en general en todo el movimiento, las masas más amplias de la clase obrera, y otros sectores, respaldan electoralmente al PS. Ante sus ojos los dos partidos no tienen mucha diferencia en cuanto a sus fines declarados (el socialismo), pero la vinculación del PCP con el estalinismo soviético, su tendencia a intentar manejar burocráticamente el movimiento, en momentos de extrema sensibilidad democrática, asusta a sectores muy importantes.

Campaña anticomunista.-
A partir del fracaso del 11 de marzo la burguesía no tendrá más remedio que utilizar hasta el fin a los dirigentes del PS. Especialmente durante los meses de verano del 75, la dirección socialdemócrata participa en una feroz campaña anticomunista, acusando al PCP de promover la dictadura de partido y alertando del peligro comunista.

Es cierto que los socialdemócratas utilizaban para su campaña toda una serie de errores de la dirección del PCP. Por ejemplo, la imposición de la Ley de Unicidad Sindical, que intentaba impedir la organización de diferentes sindicatos, lo que favorecía obviamente a la Intersindical; esta ley se apoyaba en el sano sentimiento de unidad de la clase obrera, pero la unidad sólo puede ser un efecto voluntario de la conciencia, no una imposición de las instituciones.

Sin embargo, Soares y compañía desataron todo tipo de prejuicios anticomunistas en su base social para minimizar los peligros de la contrarrevolución, y para dividir en dos a la clase obrera. La base socialista fue políticamente desarmada para responder a la reacción, que en el Norte realiza 240 actos terroristas (asaltos a sedes del PCP o la Intersindical, asesinatos de comunistas), amparados por la Iglesia y los partidos burgueses y por el silencio del PS.

En esta situación la reacción se ve suficientemente fuerte, agazapada tras la dirección socialdemócrata, para provocar la caída del V Gobierno de Vasco Gonçalves y formar un nuevo Gobierno con un objetivo claro: retomar definitivamente el control para la burguesía, acabar con el poder de las Comisiones, y recuperar la dirección del Ejército.

Pero la situación sigue abierta: en Oporto se crea el movimiento revolucionario y semiclandestino SUV (Soldados Unidos Vencerán), que junto a los destacamentos rojos se une con desfiles armados a las manifestaciones obreras; 100.000 trabajadores de la construcción, en lucha por el convenio, rodean la Asamblea Constituyente, impidiendo salir a los diputados, y las tropas enviadas para rescatar a sus señorías confraternizan con los obreros.

Pero la disposición a la lucha no podía sustituir de ninguna forma la existencia de un partido revolucionario. El último acto de la Revolución fue la desesperada insurrección de los destacamentos rojos, el 25 de noviembre, provocada en el momento más oportuno por el Gobierno, al destituir de la Región Militar de Lisboa al izquierdista Otelo Saraiva de Carvalho. La heroica lucha de los soldados y los oficiales revolucionarios fue machacada ante la falta de una preparación militar previa, de una campaña de alerta en los barrios obreros…, es decir, ante la falta de una perspectiva socialista.

Ya han pasado años. Muchas conclusiones de esta historia épica son desconocidas para las generaciones jóvenes. En Portugal como aquí, plumíferos a sueldo han reescrito la historia. Pero en los grandes enfrentamientos que se preparan, en la lucha por una sociedad socialista, las grandes tradiciones del 25 de Abril, de las Comisiones de Trabajadores y Vecinos, de los jornaleros del Alentejo, de los Soldados Unidos Vencerán, serán redescubiertas por la clase obrera de toda la Península y del mundo.

Escrito por Ulises Benito.

23 de abril de 2011

SÁBADO DE GLORIA MARXISTA.

Como anticipamos ayer, continuamos el análisis basándonos en nuestras normas internas que nos dice que: “los valores que defendemos son los de la solidaridad, la cooperación, la fraternidad, la igualdad, la libertad socialista, la honradez y la firmeza.(…) Luchamos por una verdadera democracia socialista, la democracia de la mayoría, que es la clase trabajadora y los pobres”(…).

Camilo Torres, antiguo sacerdote colombiano, dijo una vez: “He colgado el hábito de sacerdote para convertirme en un verdadero sacerdote. El deber de todo católico es ser un revolucionario; el deber de todo revolucionario es llevar adelante la revolución. El católico que no es un revolucionario vive en pecado mortal”. Para muchos cristianos eso puede parecer una contradicción, pero si lees este trabajo hasta el final, quizás no lo veas tan descabellado, por tanto, he aquí un extracto del análisis marxista sobre la cuestión de la religión:

(…) Los orígenes de la cristiandad.- El papel de la religión en la sociedad ha cambiado muchas veces a lo largo de los siglos. Es importante comprender el origen de la evolución histórica de las grandes religiones. Originalmente, la cristiandad y el islam eran movimientos revolucionarios de pobres y oprimidos. Tomemos el ejemplo de la cristiandad. Hace aproximadamente dos mil años los primeros cristianos organizaron un movimiento de masas formado por los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad. Como escribía Engels. “La historia de los primeros cristianos tiene notables puntos de semejanza con el movimiento de la clase obrera moderna... Ambos son perseguidos y hostigados, sus seguidores son despreciados y son objeto de leyes exclusivas, los primeros como enemigos de la raza humana y los últimos como enemigos del estado, de la religión, la familia y el orden social. Y a pesar de toda la persecución, de ser espoleados por ello, ambos salen hacia delante victoriosos”.(…)

Los primeros cristianos eran comunistas y esto se puede ver con claridad al leer los Hechos de los Apóstoles. El propio Jesucristo andaba entre los pobres y desposeídos y con frecuencia atacaba a los ricos. No es casualidad que su primer acto al entrar en Jerusalén fuera atacar a los cambistas del templo. También dijo que sería más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico entrara en el reino de dios. (Lucas, 18-24). Los primeros cristianos tomaron partido por los pobres contra los ricos y poderosos.

En la epístola de Santiago podemos leer: “Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias. Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos; su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya eran los últimos tiempos?

El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados. Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?” (Santiago, 5-1). Esta es la voz de la lucha de clases, sin “sis” y sin “peros”. La Biblia está llena de estas expresiones.

El comunismo de los primeros cristianos también era palpable en sus comunidades donde toda la riqueza era un bien común. Aquel que deseara unirse a una comunidad cristina primero debía dar todas sus pertenencias mundanas. En los Hechos de los Apóstoles podemos leer: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia [koinonia, es similar a comunismo], a la fracción del pan y a las oraciones... Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno”. (Hechos de los Apóstoles, 2-42).

Y de nuevo: “La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común... Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que poseían campos o casas los vendían, traían el dinero y lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo repartían según las necesidades de cada uno”. (Hechos de los Apóstoles, 4-32).

Evidentemente este comunismo tenía un carácter ingenuo y primitivo. Es un reflejo de los hombres y mujeres de su tiempo, que eran personas con gran coraje que no temieron sacrificar su vida en la lucha contra el monstruoso estado esclavista romano. Pero este comunismo de los primeros cristianos estaba aún en un nivel muy primitivo, comunal (reparto de la comida, ropa, etc.,) y no un comunismo real basado en la propiedad colectiva de los medios de producción. Al carecer de una comprensión científica del desarrollo de la sociedad, los primeros cristianos, a pesar de su tremendo espíritu revolucionario y heroísmo, eran incapaces de materializar sus ideales. Su comunismo tenía un carácter utópico y estaba condenado al fracaso.

La cristiandad y el comunismo.-
En los primeros años de la iglesia sus representantes continuaron haciéndose eco de las ideas originales del movimiento ―comunistas―. San Clemente escribió: “El uso de todas las cosas que se encuentran en este mundo deberían ser comunes para todos los hombres. Sólo la iniquidad más manifiesta nos hace decir al otro, ‘Esto me pertenece, tanto como a ti’. De aquí el origen de la discusión entre los hombres”.

Esta observación es correcta y demuestra claramente que el origen de la lucha de clases (“la discusión entre los hombres”) se encuentra en la existencia de la propiedad privada. La eliminación de la discusión entre los hombres presupone la abolición de la propiedad privada. San Basilio el Grande planteó una idea similar: “¿Qué es eso que llamas ‘tuyo’? ¿Por qué es tuyo? ¿De quién lo has recibido? Hablas y actúas como aquel que en una ocasión fue temprano al teatro y tomó posesión de los asientos destinados al público restante, creía que por llegar antes podía prohibir a las otras personas que se sentasen, pretendía arrogarse para él el uso exclusivo de una propiedad destinada al uso común. Y esta es precisamente la forma de actuar del rico”.

Lo mismo dice San Gregorio: “Por lo tanto, si alguien desea convertirse en el amo de toda la riqueza, poseerla y excluir a sus hermanos, incluso a la tercera o cuarta generación, tal desgraciado no es un hermano sino un tirano bárbaro y cruel, una bestia feroz cuya boca siempre está abierta dispuesta a devorar para su uso personal la comida de los otros compañeros”.

Y según San Ambrosio: “La naturaleza suministra su riqueza a todos los hombres en común. Dios ha creado todas las cosas para que todos los seres vivientes las gocen en común, y para que la tierra se convierta en una posesión común a todos. La propia naturaleza es la que ha creado el derecho de la comunidad, y es la usurpación injusta la que ha creado el derecho a la propiedad privada”.

San Gregorio el grande continúa: “La tierra en la que han nacido es común a todos, y por lo tanto el fruto de la tierra pertenece a todos sin distinción”. Y San Crisóstomo añade: “El rico es un ladrón”.

Estas líneas bastan para ilustrar las raíces revolucionarias de la cristiandad en su primera época. Los primeros cristianos estaban dispuestos a resistir las torturas más horribles para defender su fe, desafiar al estado, a la clase dominante y morir en la arena. La causa de tan feroz persecución era que este movimiento de los pobres y desposeídos representaba una seria amenaza para el orden existente. Pero ninguno de estos métodos represivos consiguió aplastar al movimiento que resurgía con nuevas fuerzas de la sangre de sus mártires.

No obstante, la ausencia de bases materiales que permitieran la introducción de una sociedad sin clases cambió poco a poco todo en su contrario. En esas condiciones la dirección de la iglesia, empezando por los obispos ―los tesoreros―, presionados por la clase dominante y el estado poco a poco fueron apartándose de las creencias comunistas originales del movimiento. Ante la imposibilidad de derrotar a los cristianos con represión, la clase dominante cambió de táctica. Cómo el emperador Constantino consiguió corromper a las capas superiores de la iglesia se puede ver en el siguiente pasaje sobre la historia de la primera iglesia. Eusebio describe el concilio de Nicea celebrado en el año 325 d. C y que estuvo presidido por el propio emperador “como mensajero de Dios”, en estos términos:

“Las circunstancias del banquete fueron tan espléndidas que son indescriptibles. Los destacamentos de guardias y otras tropas rodearon la entrada del palacio con sus espadas y entre éstos, los hombres de Dios entraron sin temor hasta los aposentos imperiales más íntimos. Algunos fueron los propios compañeros de mesa del emperador, otros se reclinaron en los sofás que estaban colocados a cada lado. Se podría llegar a pensar que esta era una imagen del reino de Cristo, que era un sueño y no una realidad”. (T. Ware. Whe Orthodox Church. P. 27. En la edición inglesa).

Estos métodos les son muy familiares a los dirigentes socialdemócratas y sindicalistas de hoy en día. Son precisamente los mismos métodos utilizados por el sistema para atraer a los líderes reformistas del movimiento obrero a las ideas burguesas, de esta forma los corrompen y el sistema los absorbe. Las cabezas del movimiento son invitados a cenas y fiestas ostentosas donde se codean con los ricos y los famosos. Desde el concilio de Nicea la iglesia ha sido la más firme colaboradora de la riqueza, el privilegio y la opresión.

Los primeros cristianos se negaban a reconocer el estado o servir en el ejército. Después de este concilio todo cambió. La iglesia se convertiría en uno de los principales pilares del estado y perseguiría ferozmente a todos los que cuestionaban sus nuevas doctrinas. Cuando Ario de Alejandría rechazó el credo niceno sus seguidores (los arrianos) fueron pasados por la espada. Más de 3.000 cristianos fueron asesinados por sus colegas cristianos ―más muertos que en tres siglos de persecución romana―. Con estos medios la Iglesia de los pobres y los oprimidos se transformó en el vehículo principal de su esclavización.


Cómo olvidar los pecados... y hacer dinero.-
Durante este período la iglesia cristiana fue absorbida ―a través de sus capas superiores― por el estado. En toda su historia posterior la iglesia se aprovechó de la debilidad humana y el temor a la muerte para esclavizar la mente de los hombres y, en este proceso, conseguir enorme poder y riquezas, algo que contrastaba absolutamente con las enseñanzas del pobre rebelde Galileo en cuyo nombre pretendían hablar. De ser un movimiento revolucionario de pobres y oprimidos, se convirtió en un baluarte de la reacción y el portavoz de los ricos y poderosos ―una situación que ha durado hasta la actualidad―.

La historia de la iglesia es la completa y absoluta negación de sus primeras ideas, creencias y tradiciones. Sobre la historia del papado de la Edad Media y el Renacimiento ―una crónica sin paralelo de infamia y crimen― se han escrito numerosos volúmenes. Aquí nos limitaremos a un solo ejemplo que resume la verdadera situación y demuestra cuál es el abismo que separa la verdadera situación con los mitos hipócritas. En el año 1517 el Papa León X publicó la Taxa Camarae destinada a vender indulgencias y salvar almas a cambio de una modesta suma de dinero. No existía ningún crimen por vil que este fuese que no pudiera ser absuelto. Entre sus 35 artículos podemos leer.

“1. El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos.
2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras, 15 sueldos.
3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.
4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.
5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras, 1 sueldo.
6. Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras, 1 sueldo; para los incestos se añadirán en conciencia 4 libras.
7. La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras, 3 sueldos. En caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con sus hijos añadirán en conciencia 6 libras.
8. La absolución y la seguridad de no ser perseguidos por los crímenes de rapiña, robo o incendio, costará a los culpables 131 libras, 7 sueldos.
9. La absolución del simple asesinato cometido en la persona de un laico se fija en 15 libras, 4 sueldos, 3 dineros.
10. Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará como si hubiese asesinado a uno solo.
11. El marido que diese malos tratos a su mujer, pagará en las cajas de la cancillería 3 libras, 4 sueldos; si la matase, pagará 17 libras, 15 sueldos, y si la hubiese muerto para casarse con otra, pagará, además, 32 libras, 9 sueldos. Los que hubieren auxiliado al marido a cometer el crimen serán absueltos mediante el pago de 2 libras por cabeza.
12. El que ahogase a un hijo suyo, pagará 17 libras, 15 sueldos (o sea 2 libras más que por matar a un desconocido), y si lo mataren el padre y la madre con mutuo consentimiento, pagarán 27 libras, 1 sueldo por la absolución.
13. La mujer que destruyese a su propio hijo llevándole en sus entrañas y el padre que hubiese contribuido a la perpetración del crimen, pagarán 17 libras, 15 sueldos cada uno. El que facilitare el aborto de una criatura que no fuere su hijo, pagará 1 libra menos.
14. El asesinato de un hermano, una hermana, una madre o un padre, se pagarán 17 libras, 5 sueldos.
15.El que matase a un obispo o prelado de jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos, 6 dineros.
16.Si el matador hubiese dado muerte a muchos sacerdotes en varias ocasiones, pagará 137 libras, 6 sueldos, por el primer asesinato, y la mitad por los siguientes”.

Pero más serios que el asesinato, la violación o el infanticidio era el atroz crimen de la herejía, es decir, mantener ideas diferentes a las de la iglesia oficial. Incluso si un hereje se convertía, él o ella debía todavía pagar la suma de 269 libras, mientras que el “el hijo de un hereje que hubiera sido quemado, ahorcado u otra forma de ejecución, no podía ser rehabilitado excepto si pagaba 218 libras, 16 chelines y 9 peniques”. (19).

La lista continua con fraude, contrabando, impago de las deudas, comer carne en días sagrados, hijos bastardos de sacerdotes que deseen tomar los hábitos sagrados, e incluso eunucos que deseen convertirse en sacerdotes (en el punto 33 se recoge que estos tenían que pagar 310 libras y 16 chelines).

A pesar de esta lista cínica de infamias, los historiadores católicos describen al Papa León X como el protagonista del “más brillante y quizá el período más peligroso del pontificado en la historia de la iglesia”. (Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la iglesia católica. Barcelona. Ediciones B. Anexo. pp.397-400).

La religión y la revolución.-
En todos los países a través de los siglos la iglesia se ha puesto al lado de los opresores frente a los oprimidos. Los terratenientes ingleses trabajaban en estrecha colaboración con los predicadores protestantes. En Francia, España e Italia, los sacerdotes eran los servidores abyectos de los terratenientes y después de los capitalistas. Sin embargo, frecuentemente las contradicciones de clase de la sociedad se han expresado con el disfraz religioso, y esto no debe sorprender a quien esté familiarizado con el materialismo histórico.

Con relación a este tema Trotsky escribía lo siguiente: “Las ideas religiosas, como las demás, nacen en el terreno de las condiciones materiales de la vida, es decir, ante todo en el de los antagonismos de las clases, sólo poco a poco se abren un camino, sobreviven, por razón del conservadurismo, a las necesidades que las han engendrado y no desaparecen sino a consecuencia de choques y trastornos serios”. (Trotsky. ¿Adonde va Inglaterra?. Argentina. El Yunque editora. 1974. p. 192).

En diferentes períodos, diferentes religiones, iglesias y sectas han jugado papeles diferentes, que, en última instancia, reflejaban intereses de clase diferentes y antagónicos. Los primeros movimientos de la gran rebelión contra el feudalismo fueron desafíos al poder y la autoridad de la iglesia católica romana, y encontraron eco entre las masas. Un historiador católico dice que “el espíritu revolucionario de odio hacia la Iglesia y el clero se apoderó de las masas en varias zonas de Alemania... El grito ‘¡muerte a los curas!’ que antes se murmuraba en secreto ahora era una consigna habitual”. (Citado por W. Manchester. A world Lit only by Flame. P. 161. En la edición inglesa).

Las primeras explosiones sociales como la protagonizada por los lolardos en Inglaterra y las husitas en Alemania prepararon el camino para la reforma de Lutero. En todos estos movimientos existió una tendencia comunista que recordaba las primeras tradiciones de la iglesia y en todos los casos esta tendencia fue reprimida brutalmente. Durante las rebelión campesina de Inglaterra en 1381, el cronista Froissart narra las actividades de un movimiento de disidentes encabezado por John Ball, precursor de ideas comunistas con un disfraz bíblico como se puede ver en sus famosas palabras:

“Cuando Adán labraba y Eva hilaba.¿Quién era entonces el patrón?”

En el período de ascenso de la burguesía la religión protestante reflejaba la rebelión de la naciente burguesía contra el decadente feudalismo. Sin duda aquí jugó un papel progresista. El protestantismo nació dividido en el siglo XVI. En la agitación de estos tiempos turbulentos, surgieron nuevas sectas que representaban las ideas y aspiraciones de diferentes clases y subclases. Anabaptistas, menonitas, bohemios, congregacionalistas, presbiterianos, unitarios...

El sector de izquierdas representaba una tendencia claramente comunista, como era el caso de Thomas Müntzer y los anabaptistas en Alemania. Müntzer, un antiguo luterano, rompió con Lutero y animó a los campesinos a levantarse contra el orden existente. A pesar de sus actividades revolucionarias Lutero era hostil al movimiento revolucionario de los campesinos alemanes, aunque sus enseñanzas les habían inspirado para entrar en acción. Lutero animó a la aristocracia a aplastar violentamente el movimiento y se hizo. Los príncipes ‘cristianos’ asesinaron a casi 100.000 campesinos. Sólo en Sajonia asesinaron a cinco mil hombres. Liberaron aproximadamente a trescientos sólo después de que sus mujeres aceptaran dar una paliza a dos sacerdotes acusados de fomentar la rebelión. El propio Müntzer fue torturado y degollado.
Las actividades de la sagrada Inquisición ―la gestapo de la contrarreforma― es bien conocida y no merece más comentarios. En los Países Bajos ocupados por los españoles era un crimen capital tener la Biblia en casa. Los acusados de herejías eran quemados vivos, aunque si confesaban y se arrepentían, la Inquisición mostraba misericordia: los decapitaba y a las mujeres se las quemaba vivas. Menos conocidas son las actividades de los protestantes para sofocar la disidencia, Calvino ―que creó una dictadura teocrática en Génova―, quemó vivo a Miguel Servet cuando estaba a punto de descubrir la circulación sanguínea. Servet pidió misericordia ―no por su vida― sino porque quería ser decapitado. La petición fue denegada y estuvo en la hoguera durante hora y media.(…)

La Iglesia y el socialismo.-
El surgimiento del movimiento obrero moderno en la última década del siglo XIX y el período previo a la Primera Guerra Mundial fueron para el establishment religioso todo un desafío. Sin excepción, la iglesia se situó de parte de los explotadores frente al socialismo y al movimiento obrero. Para evitar la extensión de las ideas socialistas entre la clase obrera, la Iglesia católica se dispuso a dividir el movimiento obrero con la creación de sindicatos católicos separados, y organizaciones de jóvenes y mujeres para competir directamente con la socialdemocracia. La realidad es que la Iglesia copió los métodos organizativos de la socialdemocracia.

La jerarquía eclesiástica ―siempre tan atenta con los ricos y los poderosos― miraban al socialismo y al movimiento obrero con sospecha y hostilidad. El Papa León XIII en su Encíclica Rerum novarum (sobre la “condición” de los obreros) subrayaba la hostilidad del Vaticano hacia el socialismo.

“Los socialistas después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la colectiva, en la que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservación y distribución los que rigen el municipio o tienen el gobierno general del Estado. Pasados así los bienes de manos de los particulares a las de la comunidad y repartidos, por igual, los bienes y sus productos, entre todos los ciudadanos, creen ellos que pueden curar radicalmente el mal hoy día existente... Si un hombre alquila a otro, su fuerza o su industria, él lo hace para recibir a cambio los medios de subsistencia, con la intención de adquirir un derecho real, no simplemente su salario, pero también para liberarse de él. Invertiría este salario en tierra y eso es sólo su salario de otra forma...

Precisamente en esto consiste, como fácilmente entienden todos, el dominio de los bienes, muebles o inmuebles. Por lo tanto, al hacer común toda propiedad particular, los socialistas empeoran la condición de los obreros porque, al quitarles la libertad de emplear sus salarios como quisiera, por ello mismo les quitan el derecho y hasta la esperanza de aumentar el patrimonio doméstico y de mejorar con sus utilidades su propio estado. Los socialistas... atacan la libertad de cada asalariado, para privarles de la libertad de disponer de sus salarios. Cada hombre tiene, por la ley de la naturaleza, el derecho a poseer propiedad para sí mismo...

Debe ser dentro de este derecho de sus propias cosas, no simplemente para el uso del momento, no simplemente las cosas que perecen con su uso, sino tales cosas cuya utilidad es permanente y estable.

... Siendo el hombre anterior al estado, recibió aquél de la naturaleza el derecho de proveer a sí mismo, aun antes de que se constituyese la sociedad... Cuando en preparar estos bienes materiales emplea el hombre la actividad de su inteligencia y las fuerzas de su cuerpo, por ello mismo se aplica a sí mismo aquella parte de la naturaleza material que cultivó y en la que dejó impresa como una figura de su propia persona: y así justamente el hombre puede reclamarla como suya, sin que en modo alguno pueda nadie violentar su derecho...”

El papa León XIII también escribía: “La democracia cristiana, por el mismo hecho de ser cristiana, se debe basar en los principios de la fe divina(..) Por eso la justicia de la democracia cristiana es sagrada. El derecho de adquirir y poseer propiedades no se pude contradecir y se deben salvaguardar las distintas distinciones y grados que son indispensables en cada mancomunidad bien ordenada. Es evidente, por lo tanto, que no hay nada en común entre la socialdemocracia y la democracia cristiana. Ambas difieren entre sí como la secta del socialismo difiere de la Iglesia de Cristo”.(…)

El 21 de septiembre de 1958 el papa Pío XII escribía: “La multiplicidad de clases sociales se corresponde plenamente con los designios del creador”. Esto es como decir que la Iglesia considera la sociedad de clases fija, eterna y de origen divino. Sólo hay que compararla con las palabras de San Clemente (citada anteriormente) cuando escribía: “El uso de todas las cosas que se encuentran en este mundo debería ser común para todos los hombres. Sólo la injusticia [iniquidad] manifiesta hace que uno diga al otro, ‘esto me pertenece más que a ti’. De aquí el origen de la discusión entre los hombres”.

La postura de Pío XII es la misma que el antiguo himno anglicano Todas las cosas brillantes y maravillosas, que contiene las líneas bien conocidas:

“El rico en su castillo, el pobre en su barrera:Él [Dios] hizo lo superior y lo humilde y ordenó su Estado”.
Esto es absolutamente típico de la actitud de la iglesia durante siglos: una defensa abierta del status quo y de la división de la sociedad en clases.
Posteriormente, como resultado del crecimiento del movimiento obrero y el irresistible movimiento en dirección al socialismo, la Iglesia católica se ha visto obligada a modificar su postura. El papa Juan XXIII ―el más inteligente de los papas del siglo XX― asumió una postura más progresista. Pero bajo el pontificado actual todo esto se ha convertido en su contrario.

La Iglesia hoy.-
“¿No se considera correcto apelar a los juzgados cuando alguien te ha estafado? Pero el apóstol considera que es un error. ¿Ofreces tu mejilla derecha cuando te golpean la izquierda o respondes al ataque? El Evangelio lo prohíbe [...] ¿Acaso la mayoría de los procedimientos judiciales y la ley no están relacionados con la propiedad? Pero decís que vuestro tesoro no es de este mundo”. (Marx y Engels. On religion. p. 35).

Las actividades de la Iglesia en la sociedad moderna se basan en contradicciones manifiestas y en la hipocresía. Las tradiciones revolucionarias de los primeros cristianos no guardan absolutamente ninguna relación con la situación actual. Desde el siglo IV a. C, cuando el movimiento cristiano fue secuestrado por el estado y se convirtió en un instrumento de los opresores, la Iglesia cristiana ha estado de parte de los ricos y poderosos contra los pobres. Hoy las principales iglesias son instituciones muy ricas, tanto en los países musulmanes como en los cristianos.

En España la Iglesia católica, además de su enorme riqueza en tierras, edificios y cuentas bancarias, recibe regularmente subvenciones del estado con los impuestos pagados por todos los ciudadanos, independientemente de si son religiosos o no, aunque al pueblo español nunca se le haya consultado sobre esta medida. Lo mismo ocurre en otros países donde la Iglesia ha alcanzado un acuerdo con el estado. La religión es una violación intolerable de la democracia. Y aunque ahora los contribuyentes españoles pueden elegir si donan su dinero a la iglesia o no, el hecho es que todavía ésta mantiene una situación privilegiada a la hora de acceder a los fondos públicos.

En la Edad Media la Iglesia católica declaró la usura (el préstamo de dinero con interés) pecado mortal; ahora el Vaticano posee su propio banco y una enorme riqueza y poder. La iglesia en Inglaterra, aparte de numerosos intereses empresariales, es uno de las mayores terratenientes de Gran Bretaña. Sería fácil demostrar que ocurre lo mismo en todas partes. No es un fenómeno limitado a la religión cristiana. El Corán también prohibía la usura y en todos los llamados países islámicos se pueden ver grandes bancos que son propiedad de los musulmanes. Recurren a todo tipo de trucos para ocultar esto aunque el tipo de interés exprime a la población de la misma forma.

Políticamente las iglesias han respaldado sistemáticamente a la reacción. En los años treinta los obispos católicos bendecían al ejército de Franco en su campaña para aplastar a los trabajadores y campesinos españoles. La prensa fascista española publicaba frecuentemente fotos de prelados con el saludo fascista. El Papa Pío XIII apoyó a Hitler y Mussolini. El papa guardó silencio sobre los millones que fueron exterminados en los campos nazis, y aunque oficialmente el Vaticano se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, en realidad sus simpatías pro-nazis están bien documentadas por G. Lewy:

“Desde el principio hasta el final del gobierno de Hitler, los obispos no se cansaron nunca de aconsejar al fiel que aceptara su gobierno como la autoridad legítima a quién se debía rendir obediencia [...] Después del intento de asesinato fallido contra Hitler en Munich el 8 de noviembre de 1939, el cardenal Bertram, en nombre del episcopado alemán, y el cardenal Faulhaber de los obispos bávaros, enviaron telegramas de felicitación a Hitler. La prensa católica de toda Alemania, en respuesta a las instrucciones del Reichspresskammer, hablaba de la milagrosa providencia que había protegido al Führer”. (G. Lewy. The catholic Church and Nazi Germany, NY. 1965, p. 310-311).

“En los dos puntos importantes los documentos alemanes muestran una similitud impresionante. Por un lado, la predilección que sentía el soberano pontificio por Alemania no parecía haber disminuido debido a la naturaleza del régimen nazi y éste no fue repudiado hasta 1944; por otro lado, Pío XII lo que más temía era la bolchevización de Europa y esperaba que si la Alemania de Hitler se reconciliaba con los aliados occidentales, entonces todos se convertirían en una muralla frente al avance de la Unión Soviética hacia occidente”. (Saul Freidhandler. Pío XII y el Tercer Reich. La documentación. NY. 1958. p. 236. El subrayado es mío).

En la historia de las ideas la iglesia siempre ha jugado el papel más reaccionario. Galileo Galilei tuvo que retractarse de sus ideas ante las amenazas de la Santa Inquisición. Giordano Bruno fue quemado en la hoguera. Charles Darwin fue acosado sin piedad por el establishment religioso en Inglaterra al atreverse a desafiar la idea de que Dios creó el mundo en seis días.

En la actualidad la teoría de la evolución también recibe los ataques de la derecha religiosa de EEUU. La derecha religiosa en EEUU es un movimiento bien financiado que predica las causas reaccionarias. Hace unos años, Nelson Bunker Hunt, el magnate del petróleo de Texas, donó “más de diez millones de dólares de los 1.000 millones conseguidos por el Crusade Campus for Christ. La Fundación Cristiana para la Libertad, un ‘lobby educativo’ creado por J. Howard Pew ―fundador de Sun Oil Company― y otros empresarios que se adhieren al sistema de libre empresa”. Hay otros muchos ejemplos que demuestran la estrecha relación que existe entre la derecha religiosa y las grandes empresas. Estos ricos empresarios no invierten estas cantidades de dinero para nada. La religión es utilizada como un arma de la reacción.

En el movimiento creacionista en EEUU participan millones de personas y está ―increíblemente― encabezado por científicos, entre ellos algunos genetistas. Esta es una expresión gráfica de las consecuencias intelectuales de la decadencia del capitalismo. Es un ejemplo contundente de la contradicción dialéctica del retraso de la conciencia humana. En el país tecnológicamente más avanzado del mundo, la mente de millones de hombres y mujeres está hundida en el barbarismo. Su nivel de conciencia no es mucho más elevado que el de los hombres que sacrificaban a los prisioneros de guerra a los dioses, que se postraban ante ídolos sepultados o quemaban brujas en la hoguera. Si este movimiento triunfara, como dijo hace poco un científico, volveríamos a la Edad Media.

En el terreno de la legislación social, y particularmente en los derechos de la mujer, la Iglesia católica romana siempre ha jugado un papel reaccionario. Todavía niega a la mujer el derecho a controlar su propio cuerpo, niega el derecho al divorcio, a la contracepción y el aborto. El papa Karol Wojtyla es su principal portavoz. La persistente oposición de la iglesia a los métodos anticonceptivos artificiales resulta sobre todo desastrosa en el SIDA. En 1999 una encuesta entre católicos estadounidenses demostraba que el 80 por ciento de los legos y el 50 por ciento de los sacerdotes estaban a favor de la contracepción, en otra encuesta de la universidad de Maryland dos tercios de los católicos reconocían que practicaban la objeción de conciencia con relación a las ideas del Papa y hacían lo que les dictaba su conciencia. Se podrían citar cifras similares en el resto de países desarrollados.

En el reino de la política el Papa es un portavoz reaccionario y un enemigo del marxismo y el socialismo, ayudado por el poder del Opus Dei ―esa notoria mafia católica cuyos tentáculos alcanzan cada rincón de la vida política italiana, española o de otros países.

Lenin y la religión
Engels en su prefacio a La guerra civil en Francia decía que: “con relación al estado la religión es un asunto puramente privado”. Lenin escribía en 1905: “El Estado no debe tener nada que ver con la religión, las asociaciones religiosas no deben estar vinculadas al Poder del Estado. Toda persona debe tener plena libertad de profesar la religión que prefiera o de no reconocer ninguna, es decir, de ser ateo, como lo es habitualmente todo socialista”. (Lenin. Acerca de la religión. Moscú. Editorial Progreso. p. 6).

Sin embargo, con relación al partido, Lenin señalaba que Engels recomendaba que el partido revolucionario debería luchar contra la religión: “El partido del proletariado exige del Estado que declare la religión un asunto privado; pero no considera, ni mucho menos, ‘asunto privado’ la lucha contra el opio del pueblo, la lucha contra las supersticiones religiosas, etc., ¡Los oportunistas tergiversan la cuestión como si el Partido Socialdemócrata considerase la religión un asunto privado!” (Ibíd. pp. 25-26).

Y añadió que: “La raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total frente a las fuerzas ciegas del capitalismo [...] Ningún folleto educativo será capaz de desarraigar la religión entre las masas aplastadas por los trabajos forzados del régimen capitalista, y que dependen de las fuerzas ciegas y destructivas del capitalismo, mientras dichas masas no aprendan a luchar unidas y organizadas, de modo sistemático y consciente, contra esa raíz de la religión contra el dominio del capital en todas sus formas”. (Ibíd. pp. 21-22).

Los marxistas han hecho todo lo posible para implicar a todos los trabajadores en la lucha contra el capitalismo, incluidos los que profesan una religión. No debemos interponer barreras entre nosotros y estos trabajadores, sino animarles a que participen activamente en la lucha de clases.

Como vimos en 1905, la clase obrera rusa entró en la escena de la historia con un sacerdote a la cabeza, portando en sus manos iconos religiosos y una petición al zar ―al “padrecito de todos los rusos”―. Desconfiaban de los revolucionarios e incluso en algunas ocasiones les dieron una paliza. Pero todo eso cambió en veinticuatro horas después de la masacre del 9 de enero. Los mismos trabajadores, en la noche del nueve, se convirtieron en revolucionarios y exigieron armas. Así es como la conciencia puede cambiar rápidamente ¡en el fragor de los acontecimientos!

A propósito, el padre Gapon, que había organizado la petición y la manifestación pacífica y que había trabajado para la policía zarista, se transformó repentinamente después del domingo sangriento. Hizo un llamamiento a los revolucionarios para derrocar al zar e incluso en un momento determinado estuvo próximo a los bolcheviques. Lenin no le apartó sino que intentó ganarle aunque Gapon siguió como religioso.

La posición flexible de Lenin se pudo comprobar cuando combatía la actitud sectaria contra aquellos trabajadores que eran religiosos pero que participaban en las huelgas. “En tal momento y en semejante situación [una huelga], el predicador del ateismo sólo favorecería al cura y a los curas, quienes lo único que desean es sustituir la división de los obreros en huelguistas y no huelguistas por la división en creyentes y ateos”. (Ibíd. p. 24).

Aquí está el punto central de la cuestión. Luchamos por la unidad de las organizaciones obreras por encima de todas las divisiones: religiosas, nacionales, lingüísticas o raciales. Nuestra tarea es unir a todos los oprimidos y explotados en un solo ejército contra la burguesía.

El ateísmo para los marxistas nunca ha sido una parte del programa del partido. Este disparate siempre ha caracterizado al anarquismo. Con frecuencia un trabajador que todavía es creyente se acerca al movimiento, convencido de su programa general y entusiasmado con la lucha por el socialismo, pero no está dispuesto a renunciar a la religión. ¿Qué actitud deberíamos tomar? Por supuesto no lo echaremos. Este trabajador no desea unirse al movimiento para ganar conversos a la religión, sino para luchar contra el capitalismo. Probablemente, llegará un momento en que verá la contradicción entre su política y sus creencias religiosas y poco a poco abandonará la religión. Pero es una cuestión delicada y no hay que forzarla. Como explicó Lenin: “somos enemigos incondicionales de la más mínima ofensa a sus creencias religiosas”. (Ibíd. p. 24).

Es totalmente diferente cuando un intelectual de clase media busca introducir confusión en la ideología del movimiento, como era el caso cuando Lenin escribía sobre la religión. Un grupo de bolcheviques ultraizquierdistas (Bogdanov, Luchacharsky, etc.,) intentaban revisar el marxismo e introducir nociones filosóficas místicas. Lenin, correctamente, luchó contra esta tendencia.

El futuro de la religión.-
¿Cuál será el futuro de la religión? Sobre esta cuestión, desde luego, habrá una profunda diferencia de opinión entre los marxistas y los cristianos y demás religiones. Naturalmente, no es posible mirar al futuro a través de una bola de cristal, pero si se puede decir lo siguiente. Aunque desde un punto de vista filosófico el marxismo es incompatible con la religión, sobra decir que nos oponemos a cualquier intento de prohibir o reprimir la religión. Luchamos por la libertad completa del individuo a tener su propio creencia religiosa o ninguna.

Lo que debemos decir es que debe haber una separación radical entre la iglesia y el estado. Las iglesias no deben ser apoyadas directa o indirectamente por los impuestos, ni tampoco se debe enseñar en las escuelas la religión. Si la gente quiere religión, ésta se debe aprender exclusivamente en las iglesias a través de las contribuciones de la congregación y predicar sus doctrinas en su propio espacio. Las mismas observaciones son buenas para el Islam o cualquier otra religión.

Por lo que a nosotros respecta el diálogo sobre la religión continuará, pero esto no debe oscurecer el problema fundamental de nuestra época. Nuestra principal tarea es unir en la lucha a todos aquellos que desean poner fin a la dictadura del Capital que mantiene a la raza humana en una situación de esclavitud. El socialismo permitirá el libre desarrollo de los seres humanos, sin la restricción de las necesidades materiales.

Durante siglos, la religión organizada ha sido utilizada por los explotadores para engañar y esclavizar a las masas. Periódicamente, han estallado rebeliones contra esta situación. Desde la Edad Media hasta el día de hoy, se han levantado voces de protesta contra la subordinación de la iglesia a los ricos y poderosos. Vemos también esto en la actualidad. El sufrimiento de los trabajadores y campesinos, el martirio de la raza humana bajo el infame despotismo del Capital, está provocando indignación entre amplias capas de la población. Muchos de ellos no están al corriente de la filosofía del marxismo, pero desean luchar contra la injusticia y la explotación. Entre estos hay muchos cristianos honestos e incluso sacerdotes de los escalafones más bajos, que diariamente presencian los sufrimientos de las masas.

La TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN es una expresión del fermento revolucionario en América Latina. Las órdenes más bajas del sacerdocio están horrorizados por el sufrimiento de las masas oprimidas y tan dado el paso de luchar por una vida mejor. La jerarquía eclesiástica, con sus cientos de años ha desarrollado una relación cómoda con los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, y combaten esta nueva tendencia o la toleran de mala gana. Así la lucha de clases ha penetrado en las filas de la propia Iglesia católica romana.

Lo mismo ocurre entre los musulmanes, las ideas del marxismo han comenzado a encontrar eco. Cuando las masas oprimidas de Oriente Medio, Irán, Indonesia, comiencen a entrar en acción para mejorar sus vidas, buscarán un programa de lucha para derrocar a sus opresores.

Es necesario derrocar el capitalismo, el latifundismo y el imperialismo. Sin eso, no hay salida posible. El único programa que puede asegurar la victoria de esta lucha es el marxismo revolucionario. La colaboración fructífera ente los marxistas y los cristianos, musulmanes, hindúes, budistas, judíos y seguidores de otras religiones en la lucha para transformar la sociedad es absolutamente posible y necesaria, a pesar de las diferencias filosóficas que nos separan. Los cristianos honestos se sienten profundamente ofendidos por la terrible opresión sufrida por la mayoría de la raza humana.

Camilo Torres, antiguo sacerdote colombiano, dijo una vez: “He colgado el hábito de sacerdote para convertirme en un verdadero sacerdote. El deber de todo católico es ser un revolucionario; el deber de todo revolucionario es llevar adelante la revolución. El católico que no es un revolucionario vive en pecado mortal”.

Estos son los verdaderos sucesores de aquellos primeros cristianos revolucionarios que lucharon por la causa de los pobres sobre la tierra, los pecadores y los oprimidos, y que no temían dar su vida en la lucha contra la opresión. Son los mártires modernos y todo aquel que quiera la causa de la libertad y la justicia debe guardar su memoria. Entre 1968 y 1978, más de 850 sacerdotes, religiosas y obispos fueron arrestados, torturados y asesinados en América Latina. El jesuita salvadoreño, Rutilio Grande, antes de ser asesinado dijo: “Hoy en día, es peligroso [...] y prácticamente ilegal ser un auténtica cristiano en América Latina”. Lo importante es la palabra ´”auténtico”.

¿Una vida alternativa?
Aunque en los últimos años la religión organizada ha perdido terreno, las ideas religiosas han resurgido en un conjunto de sectas y cultos desconcertantes, algunos ofrecen un “estilo de vida alternativo”. Algunas veces reflejando la creciente insatisfacción entre una capa de jóvenes con el sistema capitalista, su perspectiva de la vida inhumana y desalmada, la vana comercialización de todos los aspectos de la existencia, el crudo materialismo, el deterioro del medio ambiente, etc., puede representar el primer paso hacia la conciencia. Pero después empieza el problema. No basta con rechazar el capitalismo. Es necesario dar pasos concretos para abolirlo.

La característica común de todos estos movimientos “alternativos” ―Nueva Era, etc., ― es que se basan en una salvación individual. Por este camino, no hay salida posible. Y en última instancia, tampoco esto es una alternativa. El capitalismo puede vivir felizmente con un puñado de personas que han decidido “retirarse”. Esto no representa una amenaza, porque los dueños del poder continúan controlando la vida de la sociedad como antes.

Incluso aquellos que profesan la “retirada” encontrarán en la práctica que no hay retirada. Están obligados a utilizar el dinero, comprar los productos básicos para la vida en las tiendas, llenar los depósitos de sus camionetas en las gasolineras, donde comprarán los productos de las grandes compañías petroleros que contaminan el medio ambiente, serán desviados de un área a otra por la policía, como el resto de nosotros.

La idea de que es posible apartarse de la sociedad y la política es una ilusión. ¡Intentadlo! Y encontrareis que un día la política estará en vuestra casa y llamará al timbre de vuestra puerta (si no echa primero la puerta abajo).

El intento de encontrar una solución individual es esencialmente reaccionario porque es la única forma de luchar contra el capitalismo y el estado burgués para unir a la clase obrera y organizarla en un movimiento revolucionario. Optar por esta u otra forma, te situará a merced del Capital y ayudará a perpetuar el orden existente.

Para cubrir su desnudez, los predicadores de la Nueva Era se presentan con valores espirituales especiales ―lo imaginan― que les puede situar al margen de los mortales “normales” y situarles en una línea de comunicación directa con cosas sobrenaturales que sobrepasan todo entendimiento. Se sienten superiores al resto de la humanidad que no tiene la confidencia de estos grandes misterios.

En realidad, estas ideas no son superiores al pensamiento de los mortales normales, son muy inferiores. La primera ley para aquel que desee cambiar la sociedad es comprenderla y vivir en ella. Al intentar volver la espalda a la sociedad, lo único que consigues es convertirte en algo impotente frente al orden existente, y renunciar eternamente, sin esperanza, irrevocablemente, a toda posibilidad de cambiarla. Por este camino no hay alternativa, sólo más de lo mismo, para siempre.

La religión y la crisis del capitalismo.-
La religión es lo que los marxistas llamarían falsa conciencia, por que dirige nuestro entendimiento fuera del mundo real, sobre el que no podemos saber nada y del que es inútil incluso hacer preguntas. Toda la historia de la ciencia parte de dos presunciones fundamentales: a) el mundo existe fuera de mí mismo y b) puedo comprender este mundo, e incluso aunque hay cosas que en la actualidad no puedo saber, al menos seré capaz de conocerlas en el futuro. Para establecer un límite más allá del conocimiento humano necesita traspasar y abrir la puerta a todo el misticismo y la religión. Durante más de 2.000 años, la humanidad ha estado luchando para adquirir conocimiento de nosotros mismos y del mundo en que vivimos. Durante todo ese tiempo, la religión ha sido la enemiga del progreso científico, y no es una casualidad. En la medida que el pensamiento científico nos ha permitido comprender cosas que en el pasado parecían “misterios”, la religión ha sido empujada para atrás y ahora se encuentra en la parte trasera intentando salvarse a sí misma.

En la lucha de la ciencia contra la religión, es decir, la lucha del pensamiento racional contra la irracionalidad, el marxismo se ha puesto con entusiasmo del lado de la ciencia. Pero hay más. El objetivo al adquirir un pensamiento racional del mundo es cambiarlo. El significado de toda la historia humana de los últimos 100.000 años ―y más― es la lucha sin fin de la humanidad por ganar la batalla a la naturaleza, controlar su propio destino y así convertirse en seres libres. Las raíces de la religión están en el pasado lejano, cuando los humanos luchaban para librarse del mundo animal de donde procedemos. Para encontrar sentido a los fenómenos naturales que están más allá de nuestro control, los humanos tenían que recurrir a la magia y el animismo―las primeras formas de religión―. En su día, esto representó un paso adelante en la conciencia humana. Este estadio infantil de la conciencia debería haber desaparecido hace tiempo, pero la mente humana es infinitamente conservadora y guarda conceptos y prejuicios que hace tiempo han perdido su razón de ser.

En la sociedad de clases, el concepto de “amor al prójimo” es una vacua declaración. La economía de mercado, con su moralidad servil hace de esta aspiración una proposición imposible. Para cambiar la conducta y la psicología de hombres y mujeres es necesario, en primer lugar, cambiar la forma en que viven. En palabras de Marx, “el ser social determina la conciencia”. Todo el mundo está dominado por un puñado de gigantescos monopolios que saquean el planeta, lo deterioran, destruyen el medio ambiente y condenan a millones de personas a una vida de miseria y sufrimiento.

Las damas y caballeros que se sientan en los consejos de dirección de estas multinacionales en su mayoría son cristianos practicantes, en un número menor, judíos, musulmanes, hindús u otros credos. Sin embargo, la verdadera religión del capitalismo no es ninguna de estas. Es el culto a Mammon, el dios de la riqueza. El capitalismo da la vuelta a las relaciones humanas. De una forma retorcida y distorsionada convierten al hombre en un ser que “vale un millón de dólares”, como si habláramos de una mercancía. La televisión habla de la bolsa, el mercado, el dólar y la libra como si fueran seres vivientes (“la libra está hoy un poco mejor”). Esto es la alienación: cosas muertas (Capital) que parecen vivas y cosas vivas (personas, trabajo) que parecen muertes, triviales y sin sentido.

El desarrollo humano ha tomado una línea descendente. La capa de la cultura moderna y la civilización fabricada durante miles de años todavía es muy delgada. Más abajo residen todos los elementos del barbarismo. Si alguien tiene dudas, estudiemos la historia de la Alemania nazi, o los recientes acontecimientos en los Balcanes. En su período ascendente, la burguesía abrazó el racionalismo, incluso el ateísmo. Ahora, en el período de decadencia capitalista, aparecen por todas partes tendencias a la irracionalidad ―incluso en los estados “cultos” más avanzados―. Si la clase obrera no consigue cambiar la sociedad, todas las conquistas del pasado estarán amenazadas, y el futuro de la civilización humana no estará garantizado.

La devastación infringida por el capitalismo en todo el mundo ha producido numerosas monstruosidades. En su período de declive senil, también hemos visto el ascenso de tendencias místicas y religiosas retrógradas. El papel reaccionario de la religión se puede ver hoy en todo el mundo, desde Afganistán a Irlanda del Norte. En todas las partes vemos el monstruo del fundamentalismo: no sólo el fundamentalismo islámico, también el cristiano, judío e hindú. El mensaje de amor fraternal y esperanza se ha convertido en desesperación, odio y matanza. Por este camino, nada es posible excepto el barbarismo y la extinción de la cultura y civilización humanas.

La causa de estos horrores no es la religión por sí misma, como podía intentar defender un observador superficial, sino los crímenes del capitalismo y el imperialismo, que devasta países enteros y comunidades y destruye el tejido social y la familia sin poner nada en su lugar. Ante el temor al futuro y la desesperación por el presente, la gente busca consuelo en las llamadas “verdades eternas” de un pasado no existente. El ascenso del llamado fundamentalismo religioso es sólo una expresión concreta del callejón sin salida de la sociedad, que lleva a las personas a la desesperación y la locura. Pero, como vemos en Irán y Afganistán, las promesas de un cielo religioso sobre la tierra es un sueño vacío que sólo lleva a una pesadilla.

La religión no puede explicar nada de lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Su papel no es explicar, sino consolar a las masas con sueños y untarles con el bálsamo de una falsa promesa. Pero uno siempre se despierta del sueño, y los efectos del bálsamo, más dulce, pronto desaparecen. La condición previa para ganar nuestra libertad como seres humanos es la ruptura radical con los sueños, y ver el mundo y a nosotros mismos tal como somos: mortales, luchando por una existencia de seres humanos sobre esta tierra.

La humanidad alienada de si misma.-
Desde tiempos inmemoriales, los hombres (y también muchas mujeres) han sido educados en un espíritu de servilismo. Incluso hemos llegado a pensar que somos débiles, impotentes, que no importa lo que hagamos, no hay diferencia, pues el “hombre propone y Dios dispone”. La idea dominante es el fatalismo. Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos, es que nada se puede hacer. Este sentido de aceptar de una forma fatalista, de adorar servilmente todo lo establecido, están inmersa en todas las religiones. Al cristiano se le aconseja que si alguien le golpea, debería poner la otra mejilla. La palabra islam es “sumisión”, y los profetas del Antiguo Testamento nos aseguran que “todo es vanidad”. Aparte de este sentido de impotencia está la necesidad de un ser superior que es todo lo que nosotros no somos. El hombre es mortal; Dios es inmortal. El hombre es débil; Dios es fuerte. El hombre es ignorante ante los misterios del universo; Dios lo sabe todo. La fe de los seres humanos debe buscar en los cielos la salvación y así surge la creencia en milagros.

Pero esto no sólo se limita a las clases menos cultas. Se encuentran supersticiones similares en la mente de analistas económicos y corredores de bolsa, que simplemente se sitúan a un nivel más elevado de la mentalidad del jugador que lleva un rabo de conejo en una mano y con la otra lanza los dados. En la Biblia, el hambriento comía, el ciego veía, el mudo hablaba... todo con la intervención de milagros divinos. Hoy en día, no se requiere la intervención de elementos sobrenaturales para conseguir estos milagros. Las conquistas de la ciencia moderna y la tecnología ya nos permite hacer todas estas cosas. Son sólo las restricciones artificiales impuestas por la propiedad privada de los medios de producción y la lucha por el máximo beneficio lo que impide la extensión de estas ventajas a todos los hombres, mujeres y niños sobre el planeta.

Cuando hombres y mujeres sean capaces de controlar su vida y desarrollarse como seres humanos libres, los marxistas creen que el interés de la religión ―la búsqueda de consuelo en otra vida― caerá por sí mismo. Mientras tanto, los desacuerdos en estas cuestiones no deben impedir a todos los cristianos, hindús, judíos o musulmanes honestos que deseen participar en la lucha contra la injusticia unan sus manos a las de los marxistas en la lucha por un mundo nuevo y mejor.


¡Por un paraíso en este mundo!
“Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud... Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar”. (Trotsky. Escritos. Bogotá. Editorial Pluma. 1976. Tomo XI. Vo. 1. pp. 216-7).

En su libro la Metafísica, Aristóteles hizo un comentario profundo y maravilloso, cuando dijo que el hombre comienza a filosofar cuando sus necesidades de vivir están satisfechas. Al eliminar la antigua dependencia degradante de hombres y mujeres de las cosas materiales, el socialismo establecerá las bases para un cambio radical en la forma de pensar y actuar. Trotsky adelantó lo que podría ocurrir en una sociedad sin clases:

“(…)Bajo el socialismo la solidaridad será la base de la sociedad. Todas las emociones que nosotros los revolucionarios, en la actualidad, sentimos aprensión de mencionar, que han estado llenas de hipocresía y vulgaridad, como es la amistad desinteresada, el amor por el prójimo, la simpatía, será el poderoso coro de la poesía socialista”. (Trotsky. Literatura y revolución. P. 60. En la edición inglesa).

Las cadenas de la opresión de clase y la esclavitud no son sólo materiales sino psicológicas y espirituales. Costará tiempo, incluso después de la abolición del capitalismo, para eliminar las cicatrices morales de esta esclavitud. Hombres y mujeres que han sido formados durante toda su vida en un espíritu servil no emanciparán su mente y alma inmediatamente de todos sus prejuicios. Pero una vez las condicione materiales y sociales estén dadas para permitir a hombres y mujeres entrar en una relación verdaderamente humana, su conducta y forma de pensar se transformará de la misma forma. Cuando ese día llegue, la gente no necesitará el policía ―sea material o espiritual―.

Los antiguos sofistas griegos, que realmente eran filósofos perspicaces, mantenían que el “hombre es la medida de todas las cosas”. En una sociedad sin clases, este sería realmente el caso. Pero donde hombres y mujeres controlan su vida y destino de una forma consciente, ¿qué espacio queda para lo sobrenatural? En lugar de desear una vida imaginaria más allá de la tumba, la gente concentrará su energía en hacer esta vida tan maravillosa y plena como pueda ser. Este es el significado del socialismo: hacer realidad lo que siempre fue potencial.

En su forma más elevada de la sociedad humana, hombres y mujeres alcanzarán su verdadera talla. Limpiarán nuestro mundo de toda pobreza, odio e injusticia. Recuperarán el planeta, sus ríos, mares y cascadas serán puras de nuevo, y toda la maravillosa diversidad de la vida será protegida y cuidada. Las ciudades atascadas y contaminadas dejarán de existir y reconstruidas con toda la creatividad artística humana respetando el medio ambiente. Las profundidades de los océanos se explorarán y descubriremos sus secretos pasados. Y por último, pero no menos importante, tocaremos el cielo con la mano ―no en una oración―, sino en naves especiales que llevarán a la humanidad a los confines lejanos de nuestra galaxia y quizá más allá. Cuando hombres y mujeres disfruten de esta visión ilimitada del progreso humano, que podemos conseguir con nuestros propios esfuerzos y recursos, sin la ayuda de espíritus, ¿qué lugar quedará para la religión?

En la Biblia se pueden encontrar palabras de gran sabiduría, como en los Corintios, donde podemos leer: “Cuando era un niño hablaba como un niño, comprendía como un niño, pensaba como un niño. Cuando me convertí en hombre dejé a un lado las cosas pueriles”. Ocurre lo mismo con la evolución de nuestra especie. Cuando la raza humana realice definitivamente su destino y sea capaz de ponerse sobre los dos pies y vivir la vida plenamente, ya no será necesario el apoyo de la religión, un ser sobrenatural a quién rezar o el falso consuelo de una vida en otro mundo. Cuando llegue ese momento, la humanidad dejará la religión con la misma facilidad que cuando las personas crecen dejan de lado los cuentos de hadas que amaban cuando eran niños y habrán superado su necesidad.

Extractos del libro “Marxismo y Religión”
Fundación de Estudios Socialistas “ Federico Engels”.
(Se recomienda leer en primer lugar el artículo de ayer y luego éste, titulados respectivamente “VIERNES DE PASIÓN SOCIALISTA….Y SÁBADO DE GLORIA MARXISTA”).