“Cuando en 1916 la extraordinaria dirigente
socialista alemana Rosa Luxemburgo planteó que la humanidad se veía abocada a
escoger entre Socialismo o Barbarie expresaba con enorme clarividencia cuál era
la dinámica interna del capitalismo, y cómo las contradicciones internas de
este sistema, contradicciones que hunden sus raíces en el corazón mismo de este
modo de producción, conducen, si no triunfa la revolución socialista, a crear
las condiciones de un retroceso del género humano a las épocas más oscuras y
primitivas de su historia.
En
1916 la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo. Esta orgía de destrucción,
que provocó más de 10 millones de muertos, fue el resultado del enfrentamiento
entre las grandes potencias capitalistas. No se trató, ni mucho menos, del
primer conflicto bélico directamente provocado por los intereses de la
burguesía. Todo el siglo XIX está salpicado de guerras, represión y matanzas,
fundamentalmente en África, Asia y América Latina, cuyo objetivo era consolidar
y extender la dominación de los capitalistas y su control sobre las riquezas de
los países coloniales.
Pero la Primera
Guerra Mundial trajo al corazón mismo de Europa, a la cuna de la “civilización
occidental”, a las tierras donde se desarrollaron las formas más avanzadas de
la ciencia, la filosofía, el arte, la música… el horror y la destrucción más
implacable, demostrando así que bajo el capitalismo hasta las manifestaciones
más sublimes del espíritu humano pueden convertirse en cenizas si los intereses
de la burguesía así lo demandan.
Desde 1916 hasta
el día de hoy han pasado muchas cosas, pero la naturaleza intrínsecamente
destructiva del capitalismo se mantiene intacta, e incluso se ha profundizado.
No sólo la guerra, provocada por los capitalistas, sigue marcando la vida
cotidiana de millones de personas en Irak, Afganistán, Congo, Pakistán, etc., y
amenaza con extenderse a otros países, como Yemen. No sólo la miseria y el
hambre, producto de la incapacidad de la burguesía para seguir desarrollando
las fuerzas productivas, atenazan a un número creciente de seres humanos.
Ahora, una nueva amenaza, aún más terrible, surge de la decadencia del sistema
capitalista: la destrucción de las frágiles condiciones que hacen del planeta
Tierra un lugar habitable.
Espoleados por el
auténtico motor del sistema capitalista, la búsqueda incansable del beneficio,
las empresas tratan los recursos naturales como un factor más de la producción.
Se trata de conseguir consumir los recursos naturales que el proceso de
producción requiere (agua, aire, árboles, etc.) con el menor coste posible,
para maximizar los resultados de las inversiones. Que esos recursos sean o no
renovables, que su consumo incontrolado deje secuelas terribles en forma de
contaminación, deforestación, envenenamiento del agua y del aire o
desertificación, eso no entra en los cálculos de los cuentas de Pérdidas y
Beneficios de las empresas.
Las consecuencias
a largo plazo de la degradación ambiental traen sin cuidado a los capitalistas.
Pero ¿por qué habrían de preocuparles? ¿Acaso alguna vez los capitalistas se
han sentido afectados por la destrucción causada por sus guerras? ¿Recuerda
alguien que las empresas que se beneficiaron, y se siguen beneficiando, de la
explotación inhumana de los países del llamado Tercer Mundo hayan pedido perdón
por los millones de muertos de hambre o enfermedades fácilmente evitables?
Claro que no. El capitalismo avanza implacable, incluso en su actual etapa de
decadencia senil, en medio de la destrucción que él mismo provoca, y cualquier
esperanza en despertar su “conciencia” o su “responsabilidad social” en
pomposas cumbres mundiales, como la recién fracasada Cumbre de Copenhague, está
condenada a la esterilidad y al fracaso.
Las páginas que
siguen explican detalladamente la necesidad de responder a la crisis ecológica
creada por el capitalismo con una alternativa netamente socialista. La
degradación de nuestro planeta, las amenazas que penden sobre el clima, la
destrucción creciente del medio natural, son una consecuencia inevitable del
funcionamiento del sistema capitalista, y sólo poniendo fin a este sistema ya
obsoleto, sólo sustituyéndolo por un sistema socialista, basado, como planteaba
la Declaración de Principios del PSOE, en “la transformación de la propiedad
individual o corporativa de los instrumentos de trabajo ( la tierra, las minas,
los transportes, las fábricas, etc.) en propiedad común de la sociedad entera”,
sólo con un sistema basado en la planificación económica, será posible un
desarrollo armonioso del sistema productivo, orientado a la satisfacción de las
necesidades reales de los hombres y compatible con el mantenimiento de nuestro
entorno natural(…)
(Este es el
prólogo del documento editado por nuestra corriente sobre el Medio Ambiente, ecología
y cambio climático. Si quieres recibirlo gratuitamente puedes solicitarlo a la
dirección de abajo, poniendo en asunto “Cambio Climático”) :
is-psoe.malaga@terra.es
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