5 de enero de 2018

NO A LA GUERRA DE LAS BANDERAS Y A LAS CRUENTAS. (Parte 1 de 2)

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En la reciente guerra de las banderas, entre el bloque independentista catalanista y el bloque constitucionalista españolista, se ha desatado una virulenta controversia, inundando las redes,  con acusaciones de uno y otro lado, tratándose ambos bandos de fascistas unos a otros.  La preocupación por la violencia está revelando una confusión popular de qué significa realmente el fascismo, que requiere un análisis mucho más profundo que no se puede terminar en este comentario, sino que invitamos a todas las corrientes políticas, sindicales y sociales a profundizar en el debate de forma democrática, sin exageraciones ni insultos.

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Las tensiones vividas han exasperado la cuestión y las explicaciones populares, a menudo se han expresado como comparaciones ideológicas o psicológicas superficiales entre figuras como Rajoy o Puigdemont, comparándolos con figuras históricas como Franco, Hitler o Mussolini. Ese tipo de calentamiento en el debate han pintado a cualquier político de derechas como un fascista lo que provoca a menudo,  con una utilización no correcta, un terror que amilana  a los ciudadanos y cumple el objetivo de mantenernos alejados de participar en la acciones civiles, no votando a ningún partido ante el miedo a la polarización y el enfrentamiento y el desprecio a la acción política que refuerza a la reacción.  


El fascismo se puede entender mejor para comprenderlo como un movimiento social, no por actitudes individuales de tal o cual persona y sobre todo, no solamente haciendo una lista de paralelismos de rasgos psicológicos de ciertos elementos.  El análisis marxista aborda la cuestión con seriedad, como lo hacía en los años 30 cuando el fascismo estaba en su apogeo.  Las economías capitalistas habían entrado en una crisis muy profunda y principalmente en Alemania e Italia, donde de la descomposición del capitalismo,  surgió el nazi-fascismo. Tras aquella crisis tan profunda que desencadenó la Guerra Mundial, produciendo convulsiones sociales y estallidos revolucionarios masivos la lucha obrera se agudizó.  A pesar de que la clase obrera sufrió una serie de derrotas, el sistema capitalista era incapaz de resolver y dar una salida a la crisis económica que deterioró la situación social, con paro y pobreza crecientes.  Por tal motivo, la cuestión de la Revolución Social, se planteaba con fuerza en el contexto de la llamada Gran Depresión  agudizada posteriormente tras el estallido de las bolsas  de 1929.


Existen diversas definiciones del fascismo, entre otras,  que el “fascismo es el capitalismo químicamente puro” y aprovechando el déficit de las direcciones de las izquierdas y su división, los movimientos fascistas de Mussolini, Hitler y Franco desarrollaron movimientos masivos cuyo propósito era liquidar físicamente a todas las organizaciones de la clase trabajadora para salvar al capitalismo ahogando en sangre al movimiento obrero y derrotándolo.  El fascismo se apoyaba en la arruinada clase media desesperada por la crisis y en la recluta del lumpen/proletariado y sirvió a los intereses de las grandes empresas, con matones de camisas pardas y los sicarios pistoleros “rompehuelgas”,  haciéndoles el trabajo sucio a los capitalistas que éstos eran incapaces de hacer pero si financiar.


El nazi-fascismo solo puede triunfar como fuerza de masas y necesita por tanto aplastar a las organizaciones de la clase trabajadora, comprando a sus dirigentes y amedrentando  o destruyendo a las masas de izquierdas de la clase obrera. Es preciso reconocer que la situación actual no es la misma que la de 1930. Si esos dirigentes acusados de fascistas, como Rajoy, Rivera, Pugdemont y otros,  fuesen realmente dirigentes de un fascismo genuino con matones y pistoleros, la izquierda sindical y política no estaría organizada y no podría protestar públicamente, aunque sus dirigentes  están algo dormidos y no practican su cometido, como es utilizar los Derechos Civiles para  exigir sus reivindicaciones con fuerza, pero muchos colectivos minoritarios sí lo hacen, aunque de forma atomizada.  


No sabemos si Rajoy tiene suficiente apoyo de masas en la población para haber aplicado el Artículo 155, si hubiese existido un potente movimiento de masas reivindicando a su vez la República en el resto del Estado,  pues ha actuado de forma burocrática, judicializando la política, rechazando el diálogo y utilizando en exceso a la Policía, los Mossos d’escuadra y la Guardia Civil, que no es en concreto equivalente a un “ejército de paramilitares” de camisas pardas o falangistas delatores y sanguinarios, para aplastar a la oposición de izquierdas, pero que para una Democracia Sana, se han excedido en la represión como pudo ver toda Europa.  En  realidad, el movimiento social en Cataluña comenzó como una reivindicación “nacionalista” evolucionada hacia el separatismo, pero no es una lucha frontal de la “clase trabajadora contra el Estado burgués”.  


Estamos ante la expectativa de si se va a moderar el conflicto territorial en su gran tensión y hostilidad alcanzadas, alimentado por el potente aparato de comunicación del Estado burgués que ha disfrutado de un impresionante altavoz incluso con repercusiones en toda Europa y el resto del mundo.  Al menos por el momento habrá que esperar a comprobar si se forma un “Govern Catalá” que baje la tensión,  o la aumente o incluso si desembocará en nuevas elecciones, dado lo fraccionado y polarizado ha quedado el arco del “Parlament de Catalunya”.


Nadie puede negar que esa “guerra de banderas” ha sacado a relucir a algunos grupúsculos semi-fascistas y otros de marcado carácter nazi-fascistas. Ha habido apoyos de otros grupos de Europa, donde existen organizaciones neonazis y nacionalistas de diversos pelajes. Esto explica que sí existe una cierta capa preocupante de elementos que pueden denominarse como “fuerzas de extrema derecha”. Esos elementos, si no gana pronto una Partido o Coalición de izquierdas que les corte el paso,  podrían ser utilizados en el próximo futuro para que jugaran el papel “paramilitar” de los falangistas en el golpe de Franco.  Pero por ahora, a pesar de estar envalentonados con sus frases de “a por ellos” y por la impunidad de que disfrutan en sus “provocadoras acciones” de defensa del golpismo franquista, siguen siendo extremadamente débiles, aunque el Gobierno de Rajoy mira en estos temas para otro lado, lo que demuestra una “hipócrita” complicidad.  En Europa donde la extrema derecha está más organizada contando con un peso real en las confrontaciones electorales últimas, muchos partidos de extrema derecha están cortando los lazos con el “neonazi-fascismo violento” como el caso concreto del Frente Nacional (FN)  de Marine Le Pen, que ha repudiado al fascista de su padre moderando su partido, pero no debemos confiarnos mucho pues podría tratarse de una táctica para ganar votos.


Es difícil que en Francia se pudiese repetir en estos momentos la experiencia alemana de 1933, pero el auge de las derechas Sí representa un peligro para la clase trabajadora, los oprimidos, parados, inmigrantes y otras minorías menos favorecidas.  Los pequeños grupúsculos “neonazis-fascistas” no tienen fuerzas para tomar el poder, pero están intimidando a colectivos que luchan de forma pacífica y democrática,  atacando a manifestantes y huelguistas de forma violenta, como hemos visto ya en algunas ocasiones.


Continuando el análisis de este nuevo fenómeno, existen diferencias entre la extrema derecha actual y el fascismo clásico. El proceso de Polarización, Radicalización y Politización que representa la nueva época en la que hemos entrado, al menos entre los Partidos del arco parlamentario incluidos el PP y C’s,  niegan identificarse abiertamente con el término fascista o neonazi, e incluso como habitualmente dicen,  se consideran Conservadores o Liberales.   Las fuerzas que se identificaron con la llamada “extrema derecha”, como por ejemplo Vox, fueron derrotadas estrepitosamente en las recientes elecciones.  Maniobras como las de C’s que se consideraban hasta hace poco de “Socialdemócratas”, cambian sus estatutos y se presentan como “Liberales”, que es ciertamente un giro a la derecha, pero para cerrarle el paso a la politización de ese ala más radical y ganar votos.   No todos los elementos bajo la etiqueta de “extrema derecha”, muchos de ellos camuflados, pueden ser  catalogados como “nazi-fascistas”, porque sus electores los abandonarían y tienen que hacer equilibrios para poder mantenerse y presentarse como políticos “respetables y honorables”, por lo que muchos que lo son, no pueden presentarse como un movimiento fascista coherente.


Los llamados “populismos”, cuyas acusaciones mutuas entre ambos grupos a “derecha e izquierda”, representa una campaña permanente de la confusión alimentada por ambos bandos, al ocultar sus programas respectivos y no querer aparecer ninguno de ellos  nítidamente en defensa de la clase a la que representan. Hemos escuchado vergonzosamente a gente del PP diciendo que representan a los trabajadores, mientras que partidos de masas, como PSOE, UP, ERC y otros,  mantienen posiciones ambiguas al querer disputarse el voto desde la izquierda hasta el centro izquierda. También están creciendo fuera de los partidos parlamentarios, los movimientos libertarios, feministas, ecologistas, animalistas y demás “…istas”, reuniéndose cuatro y un cabo y pretendiendo ilúsamente construir un partido de masas.


Esos fenómenos se dan principalmente en los campus universitarios, donde se forman grupúsculos,  recayendo mayormente sobre estudiantes de familias acomodadas, que defienden las “libertades personales”, como ultraliberales que son... (continuará)

ÁREA DE COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA.
PSOE DE ANDALUCÍA.

ispsoeandalucia.malaga@gmail.com 


(Publicaremos la parte 2 la próxima semana) 

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