En la reciente guerra de las banderas, entre el bloque
independentista catalanista y el bloque constitucionalista españolista, se ha
desatado una virulenta controversia, inundando las redes, con acusaciones de uno y otro lado, tratándose
ambos bandos de fascistas unos a otros.
La preocupación por la violencia está revelando una confusión popular de
qué significa realmente el fascismo, que requiere un análisis mucho más
profundo que no se puede terminar en este comentario, sino que invitamos a
todas las corrientes políticas, sindicales y sociales a profundizar en el
debate de forma democrática, sin exageraciones ni insultos.
Las tensiones vividas han exasperado la cuestión y las
explicaciones populares, a menudo se han expresado como comparaciones
ideológicas o psicológicas superficiales entre figuras como Rajoy o Puigdemont,
comparándolos con figuras históricas como Franco, Hitler o Mussolini. Ese tipo
de calentamiento en el debate han pintado a cualquier político de derechas como
un fascista lo que provoca a menudo, con
una utilización no correcta, un terror que amilana a los ciudadanos y cumple el objetivo de
mantenernos alejados de participar en la acciones civiles, no votando a ningún
partido ante el miedo a la polarización y el enfrentamiento y el desprecio a la
acción política que refuerza a la reacción.
El fascismo se puede entender mejor para comprenderlo como un
movimiento social, no por actitudes individuales de tal o cual persona y sobre
todo, no solamente haciendo una lista de paralelismos de rasgos psicológicos de
ciertos elementos. El análisis marxista
aborda la cuestión con seriedad, como lo hacía en los años 30 cuando el
fascismo estaba en su apogeo. Las
economías capitalistas habían entrado en una crisis muy profunda y
principalmente en Alemania e Italia, donde de la descomposición del capitalismo,
surgió el nazi-fascismo. Tras aquella crisis
tan profunda que desencadenó la Guerra Mundial, produciendo convulsiones
sociales y estallidos revolucionarios masivos la lucha obrera se agudizó. A pesar de que la clase obrera sufrió una
serie de derrotas, el sistema capitalista era incapaz de resolver y dar una
salida a la crisis económica que deterioró la situación social, con paro y
pobreza crecientes. Por tal motivo, la
cuestión de la Revolución Social, se planteaba con fuerza en el contexto de la
llamada Gran Depresión agudizada posteriormente
tras el estallido de las bolsas de 1929.
Existen diversas definiciones del fascismo, entre otras, que el “fascismo es el capitalismo
químicamente puro” y aprovechando el déficit de las direcciones de las
izquierdas y su división, los movimientos fascistas de Mussolini, Hitler y
Franco desarrollaron movimientos masivos cuyo propósito era liquidar
físicamente a todas las organizaciones de la clase trabajadora para salvar al
capitalismo ahogando en sangre al movimiento obrero y derrotándolo. El fascismo se apoyaba en la arruinada clase
media desesperada por la crisis y en la recluta del lumpen/proletariado y
sirvió a los intereses de las grandes empresas, con matones de camisas pardas y
los sicarios pistoleros “rompehuelgas”, haciéndoles el trabajo sucio a los
capitalistas que éstos eran incapaces de hacer pero si financiar.
El nazi-fascismo solo puede triunfar como fuerza de masas y
necesita por tanto aplastar a las organizaciones de la clase trabajadora,
comprando a sus dirigentes y amedrentando o destruyendo a las masas de izquierdas de la
clase obrera. Es preciso reconocer que la situación actual no es la misma que
la de 1930. Si esos dirigentes acusados de fascistas, como Rajoy, Rivera,
Pugdemont y otros, fuesen realmente
dirigentes de un fascismo genuino con matones y pistoleros, la izquierda
sindical y política no estaría organizada y no podría protestar públicamente,
aunque sus dirigentes están algo
dormidos y no practican su cometido, como es utilizar los Derechos Civiles
para exigir sus reivindicaciones con
fuerza, pero muchos colectivos minoritarios sí lo hacen, aunque de forma
atomizada.
No sabemos si Rajoy tiene suficiente apoyo de masas en la
población para haber aplicado el Artículo 155, si hubiese existido un potente
movimiento de masas reivindicando a su vez la República en el resto del Estado,
pues ha actuado de forma burocrática,
judicializando la política, rechazando el diálogo y utilizando en exceso a la
Policía, los Mossos d’escuadra y la Guardia Civil, que no es en concreto
equivalente a un “ejército de paramilitares” de camisas pardas o falangistas
delatores y sanguinarios, para aplastar a la oposición de izquierdas, pero que
para una Democracia Sana, se han excedido en la represión como pudo ver toda
Europa. En realidad, el movimiento social en Cataluña
comenzó como una reivindicación “nacionalista” evolucionada hacia el
separatismo, pero no es una lucha frontal de la “clase trabajadora contra el
Estado burgués”.
Estamos ante la expectativa de si se va a moderar el conflicto
territorial en su gran tensión y hostilidad alcanzadas, alimentado por el
potente aparato de comunicación del Estado burgués que ha disfrutado de un
impresionante altavoz incluso con repercusiones en toda Europa y el resto del
mundo. Al menos por el momento habrá que
esperar a comprobar si se forma un “Govern Catalá” que baje la tensión, o la aumente o incluso si desembocará en
nuevas elecciones, dado lo fraccionado y polarizado ha quedado el arco del “Parlament
de Catalunya”.
Nadie puede negar que esa “guerra de banderas” ha sacado a
relucir a algunos grupúsculos semi-fascistas y otros de marcado carácter
nazi-fascistas. Ha habido apoyos de otros grupos de Europa, donde existen
organizaciones neonazis y nacionalistas de diversos pelajes. Esto explica que
sí existe una cierta capa preocupante de elementos que pueden denominarse como
“fuerzas de extrema derecha”. Esos elementos, si no gana pronto una Partido o
Coalición de izquierdas que les corte el paso,
podrían ser utilizados en el próximo futuro para que jugaran el papel “paramilitar”
de los falangistas en el golpe de Franco.
Pero por ahora, a pesar de estar envalentonados con sus frases de “a por
ellos” y por la impunidad de que disfrutan en sus “provocadoras acciones” de
defensa del golpismo franquista, siguen siendo extremadamente débiles, aunque
el Gobierno de Rajoy mira en estos temas para otro lado, lo que demuestra una
“hipócrita” complicidad. En Europa donde
la extrema derecha está más organizada contando con un peso real en las confrontaciones
electorales últimas, muchos partidos de extrema derecha están cortando los
lazos con el “neonazi-fascismo violento” como el caso concreto del Frente
Nacional (FN) de Marine Le Pen, que ha
repudiado al fascista de su padre moderando su partido, pero no debemos
confiarnos mucho pues podría tratarse de una táctica para ganar votos.
Es difícil que en Francia se pudiese repetir en estos momentos
la experiencia alemana de 1933, pero el auge de las derechas Sí representa
un peligro para la clase trabajadora, los oprimidos, parados, inmigrantes y
otras minorías menos favorecidas. Los
pequeños grupúsculos “neonazis-fascistas” no tienen fuerzas para tomar el
poder, pero están intimidando a colectivos que luchan de forma pacífica y
democrática, atacando a manifestantes y
huelguistas de forma violenta, como hemos visto ya en algunas ocasiones.
Continuando el análisis de este nuevo fenómeno, existen
diferencias entre la extrema derecha actual y el fascismo clásico. El proceso
de Polarización, Radicalización y Politización que representa la nueva época en
la que hemos entrado, al menos entre los Partidos del arco parlamentario
incluidos el PP y C’s, niegan
identificarse abiertamente con el término fascista o neonazi, e incluso como
habitualmente dicen, se consideran
Conservadores o Liberales. Las fuerzas
que se identificaron con la llamada “extrema derecha”, como por ejemplo Vox,
fueron derrotadas estrepitosamente en las recientes elecciones. Maniobras como las de C’s que se consideraban
hasta hace poco de “Socialdemócratas”, cambian sus estatutos y se presentan
como “Liberales”, que es ciertamente un giro a la derecha, pero para cerrarle
el paso a la politización de ese ala más radical y ganar votos. No todos los elementos bajo la etiqueta de
“extrema derecha”, muchos de ellos camuflados, pueden ser catalogados como “nazi-fascistas”, porque sus
electores los abandonarían y tienen que hacer equilibrios para poder mantenerse
y presentarse como políticos “respetables y honorables”, por lo que muchos que
lo son, no pueden presentarse como un movimiento fascista coherente.
Los llamados “populismos”, cuyas acusaciones mutuas entre ambos
grupos a “derecha e izquierda”, representa una campaña permanente de la confusión
alimentada por ambos bandos, al ocultar sus programas respectivos y no querer
aparecer ninguno de ellos nítidamente en
defensa de la clase a la que representan. Hemos escuchado vergonzosamente a
gente del PP diciendo que representan a los trabajadores, mientras que partidos
de masas, como PSOE, UP, ERC y otros, mantienen posiciones ambiguas al querer
disputarse el voto desde la izquierda hasta el centro izquierda. También están
creciendo fuera de los partidos parlamentarios, los movimientos libertarios,
feministas, ecologistas, animalistas y demás “…istas”, reuniéndose cuatro y un
cabo y pretendiendo ilúsamente construir un partido de masas.
Esos fenómenos se dan principalmente en los campus
universitarios, donde se forman grupúsculos, recayendo mayormente sobre estudiantes de
familias acomodadas, que defienden las “libertades personales”, como
ultraliberales que son... (continuará)
ÁREA DE
COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA
SOCIALISTA DE MÁLAGA.
PSOE DE
ANDALUCÍA.
ispsoeandalucia.malaga@gmail.com
(Publicaremos la parte 2 la próxima semana)
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