2 de agosto de 2016

IDEALISMO Y MATERIALISMO. (Parte II)


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A lo largo de la historia de la Filosofía vemos cómo podemos situar a los filósofos en dos campos: en uno los idealistas y en el otro los materialistas. La idea común del idealismo (es decir, continuidad en la persecución de unos ideales) y materialismo (desagradable egoísmo y preocupación por tener dinero), no tienen nada que ver con el idealismo filosófico y el materialismo filosófico.

Muchos grandes pensadores del pasado fueron idealistas, como por ejemplo Pla­tón y Hegel. Esta escuela de pensamiento concibe la naturaleza y la historia como un reflejo de las ideas o del espíritu. La teoría de que el hombre y todas las cosas materiales fueron creadas por un espíritu divino, es un concepto básico del idealismo.

Esta concepción es expresada de muchas maneras, si bien se basa en que las ideas gobiernan el desarrollo del mundo material. La historia se explica como la historia del pensamiento; los actos de los hombres son vistos como resultado de pensamientos abstractos y no de las necesidades materiales del hombre. Hegel fue un poco más lejos, aún siendo un idealista convencido, e hizo de los pensamientos una Idea independiente que existía, para él; fuera del cerebro e independiente del mundo material. La materia era simplemente un reflejo de esta Idea. La religión es parte y parcela del idealismo filosófico.

En el otro lado, los filósofos materialistas han defendido que el mundo material es real y que la naturaleza o materia es lo primario. La mente o las ideas son un producto del cerebro. El cerebro y, por lo tanto las ideas, surgen en un cierto momento del desarrollo de la materia.

Las piedras angulares del Materialismo son:

a) El mundo material, conocido por los hombres a través de los sentidos y ex­plorado por la ciencia, es real. El desarrollo del mundo se debe a sus propias leyes naturales, sin ninguna relación con lo sobrenatural.

b) Sólo hay un mundo, el material. El pensamiento es un producto de la mate­ria (del cerebro) sin el que no puede haber ideas con existencia propia. Por tanto, las mentes o las ideas no pueden existir aisladas de la materia. "Para mí -decía Marx- la idea no es nada más que el mundo material reflejado en la mente hu­mana y transformado en forma de pensamiento". Y en otro sitio "el ser social determina la conciencia.

Los idealistas ven la conciencia, el pensamiento, como algo externo y opuesto a la materia, a la naturaleza. Esta oposición es algo totalmente falso y artificial. Hay una estrecha correlación entre las leyes del pensamiento y las leyes de la natu­raleza, porque las primeras siguen y reflejan las segundas. El pensamiento no pue­de arrancar sus categorías de si mismo, sino solamente del mundo exterior. Inclu­so los pensamientos que nos parecen más abstractos se derivan, de hecho, de la observación del mundo material.  Una ciencia en apariencia abstracta como son las matemáticas puras tiene, en última instancia, su origen en la realidad material y no en una invención del cere­bro. El niño en la escuela, secretamente, cuenta sus dedos materiales bajo un pu­pitre material antes de resolver un abstracto problema aritmético. Haciendo esto, está recreando los orígenes de las matemáticas. Nos basamos en el sistema deci­mal porque tenemos diez dedos. Los números romanos se basaban, en un princi­pio, en la representación de los dedos.

En palabras de Lenin "la materia actuando sobre nuestros órganos sensitivos produce sensaciones. Las sensaciones dependen del cerebro, de los nervios, de la retina..., es decir, son el supremo producto de la materia".

La persona es parte de la naturaleza y desarrolla sus ideas en interacción con el resto del mundo. Los procesos mentales son en efecto reales, pero no son algo absoluto, al margen de la naturaleza. Se les debe estudiar en las circunstancias ma­teriales y sociales en las que surgen. "Los fantasmas formados en el cerebro hu­mano -afirmaba Marx- son necesariamente sublimaciones de su proceso mate­rial de vida". Más tarde concluía: "Moral, Religión, Metafísica, todo el resto de la ideología y sus correspondientes formas de conciencia, no sostienen su aparien­cia de independencia. No tienen historia, ni desarrollo; pero los hombres, desarro­llando su producción material y sus relaciones materiales, alteran paralelamente su existencia real, su forma de pensar y el producto de ésta. La vida no es determi­nada por la conciencia, sino la conciencia por la vida."

Los orígenes del materialismo:

"El lugar de nacimiento de todo el materialismo moderno -escribía Engels- desde el siglo XVII en adelante, es Inglaterra:”

En esa época, la vieja aristocracia feudal y la monarquía empezaron a ser com­batidas por las clases medias recién aparecidas. El bastión del feudalismo era la Iglesia Católica de Roma, que proporcionaba una justificación divina para la monarquía y las instituciones feudales. Estas, por tanto, tenían que ser liquidadas an­tes de que el feudalismo pudiera ser abatido. La burguesía en ascenso se enfrentó con las viejas ideas y los conceptos divinos sobre los que el viejo orden se basaba.

"Paralelamente con el ascenso de las clases medias, vino un gran renacimiento de la ciencia: La Astronomía, la Mecánica, la Física, la Anatomía, la Fisiología, fueron cultivadas de nuevo. Y la burguesía para el desarrollo de su producción industrial, requería una ciencia que investigase las propiedades físicas de los objetos naturales y los modos de acción de las fuerzas de la naturaleza. Hasta entonces la ciencia no había sido otra cosa que la servidora de la Iglesia, no se le había permitido ir más allá de los límites que la fe determinaba y, precisamente por esto, no había habido de ninguna manera una ciencia. (En el siglo XVII, Galileo demostró el carácter ver­dadero de la teoría de Copérnico de que la tierra y los otros planetas giraban alrede­dor del Sol. Los profesores de aquella época ridiculizaron esas ideas y usaron el po­der del Índice y de la Inquisición contra Galileo para forzarle a retractarse de su teo­ría). La ciencia se rebeló contra la Iglesia; la burguesía no podía hacer nada sin la ciencia y, por lo tanto, tenía que unírsele en la rebelión:' F. Engels. 

Fue en esa época cuando Francis Bacon (1561-1626) desarrolló sus revoluciona­rias ideas sobre el materialismo. Según él, los sentidos eran infalibles y, a la vez, la fuente de todo conocimiento. Toda ciencia se basa en la experiencia -nos dice-\ consiste en someter el dato concreto a un método racional de investigación: In­ducción, análisis, comparación, observación y experimentación.

Quedó, de todas maneras, para Tomas Hobbes (1588-1679) el continuar y desa­rrollar el materialismo de Bacon, dentro de un sistema. Hobbes se dio cuenta de que las ideas y los conceptos eran sólo un reflejo del mundo material y que "es impo­sible separar el pensamiento de la materia sobre la que se piensa". Más tarde, el pensador inglés John Locke (1632-1704) certificó con pruebas este materialismo.

Esta escuela de filosofía materialista pasó de Inglaterra a Francia, para ser recogida y posteriormente desarrollada por René Descartes (1596-1650) y sus segui­dores. Estos materialistas franceses no se limitaron a criticar la religión, sino que extendieron su crítica a todas las instituciones e ideas. Se enfrentaron con estas cosas en el nombre de la Razón y armaron" a la naciente burguesía en su batalla contra la monarquía. El nacimiento de la gran revolución burguesa de Francia de 1789-93 hizo de la filosofía materialista su credo. A diferencia de la revolución inglesa de mediados del siglo XVII, la Revolución Francesa destruyó completa­mente el viejo orden feudal.

Como Engels puso de relieve más tarde:

"Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era nada más que el Reino de la Burguesía idealizado, que la justicia eterna encontró su realización en los tribunales de la burguesía, que la igualdad desembocó en la igualdad burguesa ante la ley, que como uno de los derechos del hombre más esenciales se proclamó la propiedad bur­guesa y que el Estado de la Razón, el contrato social roussoníano, tomó vida, y sólo pudo cobrarla, como república burguesa democrática. Los grandes pensadores del siglo XVIII, exactamente igual que todos sus predecesores, no pudieron rebasar los límites que les había puesto su propia época:" Engels, Anti-Dúhring. 

El defecto, a pesar de todo, de este materialismo desde Bacon en adelante, era su rígida y mecánica interpretación de la Naturaleza. No es accidental que la es­cuela materialista inglesa floreciese en el siglo XVIII, cuando los descubrimientos de Isaac Newton hicieron de la Mecánica la ciencia más avanzada e importante de su tiempo. En palabras de Engels, "la limitación específica de este materialismo radica en su falta de habilidad para comprender el universo como proceso como materia sufriendo un ininterrumpido desarrollo histórico".

La Revolución Francesa tuvo un efecto profundo en el mundo civilizado, al igual que luego lo tendría la Revolución Rusa de 1917. Efectivamente, revolucionó el pensamiento en todos los campos, político, filosófico, científico y artístico. El fer­mento de ideas que emergió de esta revolución democrático-burguesa, aseguró avan­ces en las ciencias naturales, la geología, la botánica, la química, así como en la economía política.

Fue en ese periodo cuando se hizo una crítica del punto de vista mecánico de estos materialistas. Un filósofo alemán, Enmannel Kant (l724 -1804), fue el prime­ro que rompió con la vieja mecánica, con su descubrimiento de que la Tierra y el sistema solar habían llegado a ser y que no habían existido eternamente lo mismo sucede con la geografía, la geología, las plantas y los animales.

Estas revolucionarias ideas de Kant fueron desarrolladas aún más por otro bri­llante pensador alemán, George Hegel (1770-1831>. Hegel era un filósofo idealista, que pensaba que el mundo podía ser explicado como una manifestación o reflejo de una "mente universal" o "idea”.  Hegel observaba el mundo, no como un miembro activo de la sociedad y de la historia humana, sino como un filósofo, observando los hechos desde fuera. Se situó en una postura por encima del mundo, interpretando la historia del pen­samiento, el mundo como el mundo de las ideas, como un mundo ideal. Así, para Hegel, los problemas y las contradicciones no se plantean en términos reales, sino en términos de pensamiento, y por lo tanto sólo podían ser resueltos a través de la evolución del pensamiento mismo. En vez de que las contradicciones en la so­ciedad sean resueltas por la acción de los hombres, por la lucha de clases, la solu­ción para Hegel se encontraba en la cabeza del filósofo, en la IDEA ABSOLUTA. 

De todas maneras, Hegel, reconoció los errores y la cortedad del viejo punto de vista mecanicista. También reconoció la falta de adecuación de la lógica formal y sentó las bases para una concepción del mundo que podría explicar las contra­dicciones a través del cambio y el movimiento.

A pesar de que Hegel redescubrió y analizó las leyes del cambio y el movimien­to, su idealismo ponía todas las cosas en su cabeza. Esta era la lucha y la crítica que le hacían los jóvenes hegelianos dirigidos por Ludwig Feuerbach (1804-1872), que intentó corregir esta postura y colocar la filosofía con los pies en el suelo. Pero incluso Feuerbach -"la mitad de abajo de él era materialista, la mitad de arriba idealista" (Engels)- no fue capaz totalmente de limpiar el hegelianismo de la concepción idealista. Este trabajo quedó para Marx y Engels, quienes fue­ron capaces de quitar al método dialéctico el carácter místico que hasta entonces tenía.

La Dialéctica hegeliana fue unida al materialismo moderno para producir el entendimiento revolucionario que es el materialismo dialéctico. (…)

Mañana publicaremos el apartado III) de la pequeña-gran obra “Introducción al Materialismo Dialéctico”:   ¿Qué es la dialéctica? 

(Se recomienda leer junto a los apartados anteriores)


Fuente: http://www.fundacionfedericoengels.org/

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