El buen
socialista abraza y defiende sus ideales no sólo por sentimiento y espíritu de
protesta contra las injusticias sociales, sino por reflexión y convencimiento
profundo, lo que vigoriza su espíritu de abnegación y sacrificio para soportar,
estoicamente los atropellos e injusticias del régimen actual, y fortalecer su
voluntad a fin de hacer frente y vencer las innumerables dificultades y
obstáculos que le salen al paso en la lucha política de todos los días.
El buen
socialista comprende que la gran transformación social a que aspira no puede
realizarse súbitamente, por un golpe de mano, sino por etapas, por revolución
progresiva y que su deber es impulsar esa evolución con perseverancia e
inteligentemente, y apresurar el momento de su completa emancipación.
El buen
socialista no propugna la violencia como sistema, prefiere la actuación legal,
pacífica, pero al mismo tiempo sabe que debe estar siempre dispuesto a luchar
contra el fascismo cualesquiera que sean sus manifestaciones y color, y
sacrificar, si es necesario, su libertad, su vida hasta vencerle.
El buen
socialista no es infalible, se equivoca como todos los hombres, pero reconoce
su error y lo rectifica sin sufrir mortificación alguna de su amor propio.
El buen socialista
tiene noción exacta del cumplimiento del deber en el Partido, Sindicato,
taller, obra y oficina.
El buen
socialista es enemigo de la guerra porque ésta destruye la civilización,
realiza la selección al revés y es el agente más eficaz de desmoralización de
la humanidad.
El buen
socialista respeta y admira a los correligionarios que, por sus condiciones
excepcionales, se distinguen en la defensa de los intereses de la clase obrera,
pero no se suma a ninguna bandería ni hipoteca su opinión, sino que examina,
analiza los problemas y resuelve con absoluta independencia de criterio.
El buen
socialista no es un fanático que se aferra al todo o nada; tiene flexibilidad
mental y de espíritu para adaptarse a las imposiciones de la realidad, siempre
en favor de los trabajadores y de su país, sin claudicar por ello de los
principios socialistas.
El buen
socialista es respetuoso y tolerante con el criterio ajeno y evita las
intemperancias que puedan hacerle antipático a él y al Partido donde está
afiliado.
El buen socialista no es vengativo sino justiciero.
El buen
socialista observa en todo momento una conducta moral en su vida privada o
pública en armonía con las ideas que profesa, y da prestigio a su persona y a
su Partido.
El buen
socialista sabe diferenciar los fines que persigue el socialismo y otras comuniones políticas,
filosóficas o religiosas y tiene el convencimiento que es el llamado a realizar
la transformación del régimen capitalista en otro de verdadera democracia
económico-social, y que sin ésta no es posible la democracia política.
El buen
socialista no defiende sus ideas a base de injurias, calumnias ni ofensas
personales contra el adversario político; es comprensivo y tolerante con las
ideas ajenas, ya sean políticas, económicas, filosóficas o religiosas, y
observa con él relaciones correctas, sin debilitar ni ceder, por ello en sus
convicciones.
El buen
socialista no es versátil, sino consecuente, porque antes de realizar sus actos
los medita y los reflexiona.
El buen
socialista no habla, ni escribe para halagar a la clase obrera, sino para
convencerla, exponiéndole la verdad aunque no le guste.
FRANCISCO LARGO CABALLERO. (Sindicalista y Político histórico. Dirigente
del PSOE y UGT. Durante la II República fue Ministro de Trabajo y Presidente
del Gobierno.
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