A solamente once días del mes de Junio hemos
venido padeciendo en esta última semana una extraña borrasca con aire muy frio,
nevadas fuertes y mal tiempo en muchas provincias. El pleno invierno parece
haber regresado al final de esta primavera con granizo, nieve y lluvias intensas.
Algunos grupos ecologistas vienen explicando el peligro del cambio climático,
cuyos efectos pudiesen ser ya estos inicios de perturbaciones como ampliamente
queda explicado en la revista que editamos por Izquierda Socialista de Málaga, fruto de
la Conferencia de Torremolinos, donde decíamos:
“Cuando en 1916 la extraordinaria dirigente socialista alemana Rosa
Luxemburgo planteó que la humanidad se veía abocada a escoger entre Socialismo
o Barbarie expresaba con enorme clarividencia cuál era la dinámica interna del
capitalismo, y cómo las contradicciones internas de este sistema,
contradicciones que hunden sus raíces en el corazón mismo de este modo de
producción, conducen, si no triunfa la revolución socialista, a crear las
condiciones de un retroceso del género humano a las épocas más oscuras y
primitivas de su historia.
En 1916 la Primera Guerra
Mundial estaba en su apogeo. Esta orgía de destrucción, que provocó más de 10
millones de muertos, fue el resultado del enfrentamiento entre las grandes
potencias capitalistas. No se trató, ni mucho menos, del primer conflicto
bélico directamente provocado por los intereses de la burguesía. Todo el siglo
XIX está salpicado de guerras, represión y matanzas, fundamentalmente en
África, Asia y América Latina, cuyo objetivo era consolidar y extender la
dominación de los capitalistas y su control sobre las riquezas de los países
coloniales.
Pero la Primera Guerra Mundial trajo al corazón mismo de Europa, a la cuna
de la “civilización occidental”, a las tierras donde se desarrollaron las
formas más avanzadas de la ciencia, la filosofía, el arte, la música… el horror
y la destrucción más implacable, demostrando así que bajo el capitalismo hasta
las manifestaciones más sublimes del espíritu humano pueden convertirse en
cenizas si los intereses de la burguesía así lo demandan.
Desde 1916 hasta el día de hoy han pasado muchas cosas, pero la naturaleza
intrínsecamente destructiva del capitalismo se mantiene intacta, e incluso se
ha profundizado. No sólo la guerra, provocada por los capitalistas, sigue
marcando la vida cotidiana de millones de personas en Irak, Afganistán, Congo,
Pakistán, etc., y amenaza con extenderse a otros países, como Yemen. No sólo la
miseria y el hambre, producto de la incapacidad de la burguesía para seguir
desarrollando las fuerzas productivas, atenazan a un número creciente de seres
humanos. Ahora, una nueva amenaza, aún más terrible, surge de la decadencia del
sistema capitalista: la destrucción de las frágiles condiciones que hacen del
planeta Tierra un lugar habitable.
Espoleados por el auténtico motor del sistema capitalista, la búsqueda
incansable del beneficio, las empresas tratan los recursos naturales como un
factor más de la producción. Se trata de conseguir consumir los recursos
naturales que el proceso de producción requiere (agua, aire, árboles, etc.) con
el menor coste posible, para maximizar los resultados de las inversiones. Que esos
recursos sean o no renovables, que su consumo incontrolado deje secuelas
terribles en forma de contaminación, deforestación, envenenamiento del agua y
del aire o desertificación, eso no entra en los cálculos de los cuentas de
Pérdidas y Beneficios de las empresas.
Las consecuencias a largo plazo de la degradación ambiental traen sin
cuidado a los capitalistas. Pero ¿por qué habrían de preocuparles? ¿Acaso
alguna vez los capitalistas se han sentido afectados por la destrucción causada
por sus guerras? ¿Recuerda alguien que las empresas que se beneficiaron, y se
siguen beneficiando, de la explotación inhumana de los países del llamado
Tercer Mundo hayan pedido perdón por los millones de muertos de hambre o
enfermedades fácilmente evitables? Claro que no. El capitalismo avanza
implacable, incluso en su actual etapa de decadencia senil, en medio de la
destrucción que él mismo provoca, y cualquier esperanza en despertar su
“conciencia” o su “responsabilidad social” en pomposas cumbres mundiales, como
la recién fracasada Cumbre de Copenhague, está condenada a la esterilidad y al
fracaso.
Las páginas que siguen explican detalladamente la necesidad de responder a
la crisis ecológica creada por el capitalismo con una alternativa netamente
socialista. La degradación de nuestro planeta, las amenazas que penden sobre el
clima, la destrucción creciente del medio natural, son una consecuencia
inevitable del funcionamiento del sistema capitalista, y sólo poniendo fin a
este sistema ya obsoleto, sólo sustituyéndolo por un sistema socialista,
basado, como planteaba la Declaración de Principios del PSOE, en “la
transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de
trabajo ( la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, etc.) en
propiedad común de la sociedad entera”, sólo con un sistema basado en la
planificación económica, será posible un desarrollo armonioso del sistema
productivo, orientado a la satisfacción de las necesidades reales de los
hombres y compatible con el mantenimiento de nuestro entorno natural(…)
(Este es el prólogo del documento editado por nuestra corriente sobre el
Medio Ambiente, ecología y cambio climático. Si quieres recibirlo gratuitamente
puedes solicitarlo a la dirección de abajo, poniendo en asunto “Cambio Climático”)
:
ispsoeandalucia.malaga@gmail.com
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