Las
elecciones de los pasados días 24 y 25 de febrero han puesto en
evidencia la enorme crisis de la política burguesa italiana. Las
encuestas señalan que el 82% de la población desconfía del gobierno y el
89% de todos los partidos. El descrédito y la falta de autoridad de sus
instituciones se han materializado en la impactante irrupción como
primera fuerza política del Movimiento 5 Estrellas (M5S). La formación
de Beppe Grillo ha obtenido 8.689.168 votos (el 25,55%) y, más allá de
sus contradicciones y ambigüedades —se define como “ni de izquierdas ni
de derechas”—, ha recogido en gran parte el malestar social existente,
el hastío con la corrupción y la política oficial y el rechazo a las
políticas de austeridad impuestas por los capitalistas. Esto también se
ha expresado en una alta abstención, el 25%, cinco puntos mayor que en
2008.
Otra cara de ese rechazo a las salvajes
políticas de austeridad han sido los pésimos resultados de la Lista
Civil de Mario Monti, con un escaso 10,56% de los votos (3.591.629). En
poco más de un año, este gobierno impuesto por el capital financiero en
noviembre de 2011, puso en marcha dos planes de ajustes por valor de
56.000 millones de euros, afectando especialmente a la educación y
sanidad públicas; aumentó los impuestos; aprobó una contrarreforma de
pensiones y dio un paso firme en el desmantelamiento (iniciado por los
gobiernos de Berlusconi) de derechos laborales históricos, derogándose
en varios sectores el convenio colectivo nacional además de aprobar una
reforma laboral que modificaba el artículo 18 del Estatuto de los
Trabajadores, que prohibía el despido sin causa justificada.
Crisis de la socialdemocracia y de la derecha
También es un rechazo contundente a lo
que en la práctica ha sido un gobierno de “unidad nacional”. Todos estos
ataques han sido apuntalados con los votos del Partido Democrático (PD)
y con los de Berlusconi y su Pueblo de la Libertad (PdL). Ambos han
recibido un fuerte castigo: si en las elecciones de 2008 entre PD y PdL
obtenían el 70,6% de los votos (25,5 millones), en 2013 han sacado el
47% (casi 16 millones).
La
victoria de la coalición de centro izquierda ha sido pírrica; el 29,54%
(10.047.603) frente al 29,18% (9.923.109) logrado por el centro
derecha. El PD pierde casi 3,5 millones de votos y ocho puntos
porcentuales respecto a las elecciones de 2008, una sangría que es el
resultado de la profunda crisis de la socialdemocracia que no plantea
ninguna diferencia programática sustancial con la política de los
representantes directos de la burguesía. Bersani ha defendido la
necesidad de recortes pero a un ritmo más lento, renegociando los plazos
de reducción del déficit con Europa y poniendo un “acento más social”.
Pero no es menos severa la crisis en la derecha —desgajada y enfrentada desde hace tiempo—, que pasa de tener más de 17 millones de votantes en 2008 a menos de 10 millones este año. Berlusconi, centrado en la crítica demagógica a los recortes de Monti y en la promesa de devolución y supresión del nuevo impuesto por vivienda, pierde más de 6 millones de votos y 16 puntos porcentuales respecto a hace cinco años. Una verdadera debacle que se suma a la de sus socios de la Liga Norte que pierden prácticamente la mitad de sus votos, quedándose en 1.390.156 (el 4%). La suma de todos los partidos de extrema derecha, incluyendo la Liga Norte, ha pasado en estos cinco años del 11 al 5%.
Crisis económica e inestabilidad
Tras quince meses de gobierno técnico,
la apuesta de la burguesía europea era la de conseguir la formación de
un gobierno estable propiciado por unos resultados que permitieran
gobernar al PD con el apoyo de Monti, para continuar con sus política de
ataque a la clase obrera italiana, esta vez con el aval de las urnas.
La crisis económica, social y política que vive Italia ha desbaratado
los planes de su clase dominante y ha añadido un elemento de mayor
inestabilidad. Aunque el PD tiene la mayoría absoluta en el Congreso (la
ley electoral premia al vencedor con el 55% de los 630 escaños) nadie
tiene mayoría clara en el Senado, complicando la aritmética
parlamentaria. La convocatoria de nuevas elecciones este mismo año no
está ni mucho menos descartado. Dentro del PD hay sectores que plantean
directamente la necesidad de formar un gobierno de emergencia con
Berlusconi, el governissimo, algo rechazado por las bases que señalan
correctamente que si se llegara a un acuerdo de este tipo sería el fin,
“el partido se rompe y desaparece”. Por su parte el Movimiento 5
Estrellas ya ha dejado claro que no apoyará ni a un gobierno del PD, ni a
un gobierno “tecnocrático”.
Tras más de una década de estancamiento
económico, en 2012 el PIB se contrajo un -2,4% y la previsión para 2013
es que lo haga más del -1%. La renta per cápita ha caído. El
empobrecimiento y la polarización social avanzan a paso firme: hay ocho
millones de personas sin hogar, dos millones de niños pobres, más de
cuatro millones de parados, el 35% menores de 35 años, a los que hay que
sumar otros cuatro millones de trabajadores precarios con salarios no
superiores a los 800 euros. El 72% de la población afirma haber perdido
poder adquisitivo en el último año.
Irrupción del Movimiento 5 Estrellas: un reflejo del descrédito de la política oficial y contra los recortes
Con
este telón de fondo y la ausencia de una alternativa a la izquierda de
la socialdemocracia sólida y coherente (la lista Revolución Civil,
encabezada por el juez antimafia A. Ingroia, y en la que se han agrupado
Italia de los Valores y la Federación de la Izquierda entre otros, ha
cosechado poco más del 2%, quedándose fuera del parlamento), lo que
hemos visto en el terreno electoral es la emergencia del heterogéneo
Movimiento 5 Estrellas. Un movimiento que bajo el lema “Todos a casa”
—algo así como mandar a tomar vientos— dirigido contra la corrupción de
los políticos tradicionales y un rechazo a las políticas de austeridad
ha recorrido y llenado las plazas italianas en una campaña a pie de
calle bautizada como Tsunami tours.
Los activistas del M5S provienen fundamentalmente de las capas medias golpeadas por la crisis y que sufren la precariedad y el empobrecimiento. La mayoría de sus votantes se considera de izquierdas, al margen de la posición confusa que defiende Grillo. Junto a reivindicaciones como el apoyo a los pequeños y medianos empresarios y otras que lindan con el nacionalismo económico (como la recompra de la deuda en manos extranjeras o la propuesta de referéndum sobre la permanencia en el euro) o abiertamente reaccionarias (como la negación del derecho de ciudadanía a los hijos de inmigrantes nacidos en suelo italiano), los grillistas se han hecho eco de demandas importantes de los movimientos sociales (contra la privatización del agua, contra la construcción del Tren de Alta Velocidad, etc.), de los que forman parte muchos de ellos. También critican las intervenciones militares en Afganistán, Libia y Malí, defienden que se devuelva el dinero sustraído a la educación, una renta básica y la anulación de la deuda “ilegítima u odiosa”, la reducción de la jornada laboral a 30 horas, la nacionalización de los bancos que han favorecido la especulación… Demandas, estas últimas, que conectan con trabajadores y jóvenes de izquierda y son las que en gran medida han permitido el extraordinario resultado electoral del M5S. Un resultado que tampoco ha estado al margen de la efervescencia en las calles que se ha vivido en los últimos años y meses tanto contra el odiado gobierno Berlusconi como contra el de Monti. Luchas y movilizaciones que reflejan el enorme potencial existente, al igual que en toda Europa, para levantar una auténtica alternativa revolucionaria entre la clase obrera y la juventud italiana.
MIRIAM MUNICIO.
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15 de marzo de 2013
ITALIA: LA INESTABILIDAD POLÍTICA SE AGUDIZA TRAS LAS ELECCIONES.
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