El día internacional de la mujer trabajadora, que se conmemora cada 8 de marzo, es un día de lucha de la mujer por su participación, en un plano de igualdad con el varón, dentro de una sociedad justa que contemple su desarrollo íntegro como persona. Bajo el capitalismo esas legítimas aspiraciones son imposibles, aunque se puede mejorar a través de la lucha social que es lo único que sirve, pero la verdadera igualdad se podría dar cuando se desarrolle una sociedad auténticamente socialista.
En la edad moderna esa idea de un día internacional de la mujer fue fraguando al final del siglo XIX, en plena revolución industrial y al compás del auge que experimentaba el movimiento obrero. En la antigüedad, esa celebración recoge una lucha que emprendió en la antigua Grecia una mujer llamada “Lisístrata”, quien empezó una huelga sexual contra los hombres, en la que reivindicaba el NO a la guerra que luego fue reflejada en la Revolución Francesa, cuando las mujeres parisinas, exigían “libertad, igualdad y fraternidad”, al igual que los hombres, marchando juntos en masa hacia Versalles donde ya exigían el sufragio femenino. Sin embargo, no fue hasta los primeros años del siglo XX, cuando comenzó a lucharse desde diferentes organizaciones internacionalistas de izquierdas, por la jornada de lucha específica de todas las mujeres del planeta.
En el seno del capitalismo, la mujer trabajadora siempre ha sido presa de una doble explotación: Primeramente laboral, por las relaciones de producción entre el asalariado y el patrón, en las que el primero vende su fuerza de trabajo obteniendo una remuneración por debajo de la riqueza producida habiendo sido maltratada históricamente con remuneraciones más bajas y trabajos denigrantes. En segundo lugar, una explotación domestica por la labor no remunerada en el hogar. Durante toda la vida, la mujer trabajadora en el capitalismo se limita a procurar su existencia para luego seguir trabajando y también en asegurar la producción y reproducción de la mano de obra del asalariado, a veces de la familia completa.
Para el capitalismo, la mujer trabajadora adopta entonces un carácter sumamente rentable, por lo que la condena y la perpetúa en su estado de explotación y opresión. La emancipación de la mujer es inherente a la del hombre y la sociedad completa. Ni la mujer trabajadora se puede emancipar socialmente sin contar con el varón ni viceversa.
Uno de los primeros retos en la vida laboral, con el que se encuentra la mujer, es encontrar un puesto de trabajo y en las situaciones de recesión como en la actualidad, los abusos salariales se acentúan y las dificultades aumentan. Todavía muchas mujeres no salen de casa a trabajar pero si lo hacen en su casa aunque este trabajo, que tiene una importancia social tremenda, no es considerado como actividad económica cuantificada y socialmente rentable. Piensan algunos analistas que la suma del tiempo en que la mujer está fuera de trabajo por maternidad, también juega un papel para estar en desventaja frente a la experiencia y disponibilidad con la que cuenta un hombre. También se ve perjudicada por la cuestión de la movilidad, pues por lo general las mujeres tienen más ataduras que le impiden viajar o estar un largo periodo fuera del hogar.
Las desventajas de la mujer en el ámbito laboral, bajo el capitalismo, se reducen al rol que les impone la sociedad y que muchas veces no están en condición de elegir. Además de esta carga extra, la mujer, al igual que los hombres, se enfrenta a la competencia que el capitalismo impone como forma de selección, al ser incapaz de ofrecer trabajo para todos.
Para algunos la situación de la mujer ha mejorado algo, porque la Historia nos cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial, los capitalistas mandaban a mujeres y niños a trabajar con una paga menor a la de un hombre, cuestión que se justificaba mediante el argumento de que dicha “fuerza de trabajo empleada era de menor rendimiento físico” que la de un hombre maduro, pero éstos habían sido mandados a la guerra como carne de cañón para defender los beneficios de los Capitalistas.
En la actualidad vemos cómo muchos trabajos se han modificado por el avance tecnológico e industrial, requiriendo menor esfuerzo físico y ahora la mujer y la juventud siguen sobre explotados con salarios menores de mil euros y la propuesta de la Patronal CEOE hace unos días, planteaba un contrato basura para la juventud sin derechos ni contratos. Con la ayuda tecnológica la mujer produce igual que un hombre pero gana menos. Esto es totalmente ilegal pero se tolera y no se toman las medidas adecuadas de inspección y sanción al empresario que impone la “dictadura del terror” y si protestas pierdes el puesto de trabajo, siendo muy beneficioso para los contratos abusivos que el empresario realiza. Se quiere justificar la diferencia salarial con el falso argumento de los gastos que implican las prestaciones referentes a la maternidad y al menor rendimiento.
La realidad es que al capitalismo le es útil la mujer en casa, es un salario que no pagan y sin embargo le ayuda a “reproducir a un bajo coste la fuerza de trabajo”, mediante las tareas del hogar, así el hombre no tiene que llegar a hacerse de comer, a lavar la ropa, a planchar, y otros menesteres del hogar, reproduciendo los roles ancestrales que al capitalismo le interesa, y así el hombre llega para comer y descansar para recuperar su fuerza para la siguiente jornada que les es muy beneficioso para el patrón.
En una situación muy desigual, la mujer lucha contra la corriente de las costumbres creadas a partir de esta relación material, (como explico Engels en su obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”), sin olvidar todas las adiciones ideológicas, culturales, religiosas, y demás tradiciones reaccionarias que lo respaldan.
Como vemos, el capitalismo se beneficia conservando las tradiciones por lo que no tiene necesidad de que la mujer trabaje, máxime cuando existe un “ejército de reserva de mano de obra” excedente donde poder elegir. Demagógicamente se pueden decir muchos discursos e incluso se pueden elaborar algunas leyes, en los hechos la mujer no ha visto una mejora en su situación laboral, excepto en un pequeño porcentaje. La mujer trabaja por necesidad, muchos hogares no pueden mantenerse con tan solo un miembro trabajando y requieren salir dos o hasta más porque las hipotecas y los gastos familiares agobian a las familias, siendo estas dificultades una de las causas fundamentales de los divorcios y del llamado “terrorismo doméstico” que todos tenemos que condenar e intentar evitar. O la situación se complica cuando la mujer es la cabeza de la familia y tiene que hacerse cargo de su manutención sola.
La situación de la mujer en los países empobrecidos es mucho peor. El 80 % de la humanidad es pobre, de los cuales 1.500 millones malviven en extrema pobreza y de entre ellos, un 70 % son mujeres. De cada 10 mujeres, 8 dicen estar discriminadas en sus empresas. La mujer cobra por hora un 32 % menos que el hombre. En un balance anual aparece el dato de que la diferencia aumenta al 38,9 %. La ONU ha declarado que ningún país del mundo trata igual a mujeres y hombres. Las mujeres son el 40 % de la fuerza laboral mundial cuando representan más del doble de la población. Los trabajos a tiempo parcial o temporal son ejercidos en un 80 % de los casos por mujeres. Las mujeres sólo ocupamos el 14 % de los escaños en el Parlamento, cuando somos más del 50 % de la población.
Todas y todos somos conscientes de que la terminación de nuestra explotación como mujeres y como varones la podremos alcanzar poniendo fin a la explotación que ejerce el capitalismo sobre la clase trabajadora, por lo que tenemos que seguir luchando por políticas que mejoren nuestras condiciones actuales y que deben pasar por:
1) A igual trabajo igual salario.
2) Guarderías y escuelas infantiles públicas y gratuitas en cada zona que posibiliten compaginar empleo, tener niños y criarlos.
3) Derecho al divorcio gratuito y con pleno apoyo Estatal.
4) Derecho a excedencia en el trabajo tras tener un hijo, tanto para hombre como para mujer, cobrando el 100 % del salario durante seis meses.
5) Servicios de lavanderías, comedores y servicios sociales gratuitos para acabar con la esclavitud de las tareas domésticas.
6) Centros de acogidas suficientes para las mujeres que sufran maltratos o estén amenazadas, totalmente sufragados por el Estado.
7) Mano dura contra los maltratadores y los acosadores sexuales. Depuración del aparato judicial de los jueces machistas y tolerantes con la violencia de las mujeres. Por una política social que garantice a las mujeres maltratadas un puesto de trabajo digno o subsidio de desempleo indefinido, así como vivienda digna para ella y sus hijos.
8) Tenemos que luchar con firmeza por un Salario Social Universal de 1.000 euros para todos los parados, tanto para mujeres como para hombres, o que la Administración se encargue de facilitarnos trabajo planificado y seguro, como un Derecho que tiene toda persona, para producir riqueza y alimentar a nuestra familia.
Hombres y mujeres debemos luchar juntos, poque juntos y organizados tendremos más fuerza para avanzar. Las mujeres trabajadoras históricamente han jugado un papel muy importante en la lucha de clases, fundamentalmente por su doble o hasta triple jornada laboral, sin duda alguna la entrada cada vez mayor de mujeres al mundo laboral y la lucha por estas demandas junto con una mayor igualdad en la participación de las tareas del hogar, es el primer paso para la lucha por su emancipación del sistema capitalista, hombro a hombro, varón y mujer en un plano de igualdad.
AREA DE COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE DE ANDALUCÍA
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