¿Por qué se producen las crisis capitalistas?
Los datos
macroeconómicos de la economía mundial muestran que para la inmensa mayoría de
la humanidad, nunca ha existido nada semejante a lo que algunos conocen como
“Estado de Bienestar”. Desde que existe el capitalismo el único estado conocido
por millones de seres humanos ha sido el del “malestar” más absoluto y
permanente que se pueda imaginar. Es más, en los escasos países que se
beneficiaron de ese auge de crecimiento económico, solo una pequeñísima parte
de esos colosales beneficios arrancados por la burguesía a las masas
trabajadoras fueron a realizar ciertas reformas sociales. En
realidad, la riqueza y el poder se concentraban cada vez más firmemente en
menos manos y las diferencias entre ricos y pobres aumentaban y lo siguen haciendo.
El Estado intervenía en
la economía pero lo hacía para mantener el capitalismo, las empresas públicas
eran utilizadas para ofrecer bienes y servicios a buen precio a los empresarios
privados, lo que muchas veces les hacía perder dinero en beneficio de la
privada cargando los déficit, desfalcos y robos a las espaldas del
contribuyente; cuando el sistema entró en crisis, las deudas de éstas se
utilizaron como excusa para cerrarlas y privatizarlas, porque les interesaba a
los capitalistas, para eliminar competencias y acumular riquezas, u ocultar las
bancarrotas bancarias.
Las políticas y
presupuestos educativos, sanitarios, culturales, etc, se seguían elaborando, en
última instancia, en función de los intereses de los capitalistas, aunque en
ocasiones, la presión popular obligase a introducir avances. Qué decir de los gobiernos y parlamentos, o de
los cuerpos del Estado dedicados a la represión (policía, ejército,
tribunales). Cada vez que la juventud y
la clase trabajadora querían ir más allá de lo que los capitalistas estaban
dispuestos a conceder, estas instituciones eran utilizadas contra ellos
represivamente.
La indignación contra la
injusticia, hipocresía y falsedad del sistema capitalista no dejó de provocar
luchas e incluso revoluciones, como el Mayo del 68 francés, en el que no solo
participaron los estudiantes, sino que 10 millones de trabajadores tomaron las
fábricas y practicaron durante unos meses el control de la producción, el
transporte y la distribución de mercancías.
Una insurrección cuyo influjo
posteriormente se extendió a otros países europeos, sobre todo a Italia y
estimuló nuevos movimientos revolucionarios en los años 70, como la Revolución
de los Claveles en Portugal, o el inicio de la Revolución contra el franquismo,
cuando tras el auge previo vino una de
las peores crisis del capitalismo, llamada la crisis del Petróleo del 73/74.
Así funciona este
sistema. Cuando el capital tiene beneficios no podemos pedir mucho porque los
capitalistas tienen que mantener sus ganancias
y si éstas disminuyen, entonces no invierten lo suficiente frenando la
economía y acelerando la llegada de la crisis.
Los salarios se estancan y los empresarios intensifican su campaña de
que “primero hay que producir más riqueza para luego repartir”. Que ya vendrá
tiempos mejores en los que ellos mismos, con su “enorme generosidad”, nos darán
lo que precisemos sin necesidad de reclamarlo por lo que ahora toca “apretarse
el cinturón”. Pero esos tiempos nunca llegan y, cuando la crisis arremete de
verdad, los trabajadores somos los primeros en sufrir las consecuencias.
Entonces, como bajan los beneficios, los trabajadores y nuestras familias tenemos
que seguir dándonos apretones de cinturón para que la economía vuelva a
repuntar.
Lo que ocurre es que,
debido a su propio funcionamiento, el sistema capitalista, además de ser
injusto socialmente, siempre acaba entrando en crisis peores y más profundas
cada vez. Las perspectivas actuales en
que estamos inmersos en momentos de cambios bruscos y repentinos que se están
dando en la economía y en la toma de
conciencia de las masas, presagian una
agudización del enfrentamiento en líneas de clase.
El capitalismo se basa
en la búsqueda del máximo beneficio individual por parte de cada capitalista y
en la propiedad privada de los medios de producción, es decir, la riqueza que
se crea con el trabajo de la mayoría de la población y los medios necesarios para
llevarla a cabo, como maquinaria, instalaciones y otros recursos, no
pertenecen socialmente a toda la
población, para poder decidir democráticamente cómo emplearlas en función de
las necesidades de la humanidad, sino que es propiedad de un reducido grupo de
individuos que solamente la ponen en marcha si les proporciona unas ganancias
superior al capital previamente invertido.
La ganancia del
capitalista es resultado de una expoliación: es tiempo de trabajo que no se le
paga al asalariado. Si un trabajador, obrero manual o intelectual, recibiera el
producto íntegro de sus 8, 10, 12 o 14 horas de trabajo, el empresario no
ganaría nada. Por ello introducen
máquinas que hagan producir más al
trabajador en menos, intentan alargar la jornada laboral o sustituyen mano de
obra que les cuesta más cara, y está mejor organizada para defenderse, por otra
a la que poder explotar mejor, pagarle menos salario y de la que extraer más
beneficios.
Esto provoca dos cosas:
a) la crisis inevitable del sistema y b) que los intereses de estas dos clases,
(capitalistas y obreros), sean opuestos en todo momento, llevando,
especialmente cuando la crisis se hace evidente, a enfrentamientos decisivos.
La crisis se produce
antes o después porque los capitalistas, para aumentar sus beneficios, recurren
a todas las medidas a su alcance. Pero los trabajadores no solo son los que
producen, también son, junto a otros sectores menos numerosos, como pequeños
comerciantes, campesinos, etc, el grueso de los consumidores.
Si el valor de lo que
ha producido cada asalariado no revierte a él íntegramente, es imposible que
todos los trabajadores puedan consumir todo lo que se ha producido. (La “oferta global”, el precio de las mercancías y servicios puestas en el
mercado es superior al dinero en las manos de los consumidores, es decir la
“demanda global”). Esta contradicción
puede tardar más o menos tiempo en salir a la superficie, gracias al crédito y
a otros mecanismos, pero tarde o temprano lo hace y provoca una lucha entre los
capitalistas individuales por los mercados ya que hay demasiada producción para
el mercado que existe; a esto se le llama crisis de sobreproducción o
subconsumo, porque sobrando producción la escasez de dinero en manos de los
trabajadores impiden el consumo y avanza la miseria.
Cada capitalista
intenta vender más y a menor coste pero eso, manteniendo los beneficios,
significa más ataques a los derechos de los trabajadores; es la pescadilla que
se muerde la cola: nueva sustitución de mano de obra más costosa por otra más
flexible y barata, nuevos despidos para introducir más tecnología, etc. Esto
ayuda a un capitalista o grupo de capitalistas a recuperar sus beneficios
inicialmente, pero agrava la crisis del sistema al cabo de un tiempo, pues
sigue habiendo cada vez más capacidad para producir y menos capacidad para dar
salida a todos los productos. Asimismo, aunque sigue la controversia en esta
cuestión, la Ley Tendencial a la Caída de la Tasa de Ganancia, sique operando,(a
veces lenta e imperceptiblemente y otras se acelera con las crisis) profundizándose la contradicción por el
encarecimiento de la instalación de los nuevos descubrimientos técnicos en la
industria y los servicios, que abre la brecha entre el Capital Constante y el
Capital Variable, perjudicando gravemente la amortización de las nuevas
instalaciones de las técnicas aplicadas.
La introducción de
tecnología en todo el mundo está suponiendo un aumento enorme de la capacidad
productiva y despidos masivos de trabajadores. Ello hace que la lucha por los
mercados entre los distintos capitalistas, ahora en una lucha
inter-imperialista descarnada, sea cada vez más dura y violenta. Antes o después nuevas crisis sobrevendrán,
reducirán la inversión e intentarán cargar el peso de la caída de sus
beneficios sobre la clase trabajadora en forma de nuevos y aún más duros
ataques, como siempre han hecho, si la clase trabajadora no lucha por frenarlo
o evitarlo.
En la actualidad, el 95
% de las inversiones son de carácter especulativo, no producen nada concreto ni
crean riqueza real, son exclusivamente movimientos en la bolsa, que drenan parte
de la riqueza ya creada. Incluso en
momentos de auge económico, como el vivido últimamente antes del 2007/08,
cuando los beneficios aumentaron y creció la producción, los capitalistas no podían
utilizar toda la capacidad productiva instalada cuyo índice estaba en un 68 %, aunque las necesidades sociales seguían
insatisfechas. En estos momentos,
después de la crisis, la recesión y el
intento de recuperación, la situación de los indicadores como la FBCF
(Formación Bruta de Capital Fijo), que indican los puestos de trabajo que se
van a crear en el próximo futuro, como la utilización de la capacidad productiva
instalada, siguen estando por los suelos.
Por otra parte, sigue
el debate abierto sobre el cambio climático y los efectos nocivos de la
acción devastadora de la contaminación,
cuyas consecuencias se han convertido en un grave peligro para el género humano,
poniendo en evidencia la situación de deterioro que la depredación del sistema
capitalista está abocando a la humanidad. La causa fundamental de estos
problemas del Medio Ambiente se ven agravados porque tienen como causa
fundamental, el control de la economía
mundial por un puñado de grandes monopolios, que bajo el prisma del lucro
privado del sistema capitalista, anteponen los intereses de una minoría de
archimillonarios a las vidas de los trabajadores y de la especie humana en
general.
Esto demuestra que
existen dos contradicciones insalvables bajo este agónico sistema imperialista,
como son, la propiedad privada de los grandes medios de producción y las
fronteras nacionales que impiden el desarrollo armonioso de las fuerzas productivas
y el bienestar de las personas. El
empeoramiento de las condiciones de vida
de la población mundial es patente, sobre todo, en las poblaciones empobrecidas
por la rapiña del capitalismo, sus guerras y las oleadas de refugiados e
migrantes que producen, profundizadas
por la situación de tensión que lanza a la pobreza y al hambre a millones de
seres humanos, una situación de
degradación del medio natural, con la contaminación de los mares y ríos que
afectan a los recursos hidrográficos, la amenaza nuclear, las emisiones
descontroladas de CO2, la deforestación y destrucción consciente de bosques,
unido a la utilización constante de pesticidas y contaminantes en la producción
agrícola, están llevando a la humanidad al borde de su desaparición como especie
y al padecimiento de terribles hambrunas.
El motor de la
actividad económica bajo el capitalismo, que es la lucha por el máximo
beneficio para unos pocos, en detrimento de la mayoría de la población, se ha
convertido ya en una amenaza muy peligrosa contra la salud de la humanidad y
contra la propia naturaleza. Accidentes nucleares y otras catástrofes
ecológicas ponen de manifiesto que la naturaleza del capitalismo es cada vez
más peligrosa para los habitantes del planeta Tierra. Por tanto, para los partidos
y sindicatos de izquierdas, la integración de las problemáticas
medioambientales, así como a las que conciernen a la planificación de la
producción agraria, de la que depende nuestra alimentación, cuyo objetivo
debiera ser atender las necesidades nutricionales de los habitantes del
planeta, resulta una prioridad cada vez más urgente e imprescindible, vistas
las tendencias que el Capitalismo imperialista está desarrollando en este
periodo de semi-estancamiento en el que ha quedado anclado el modelo actual.
El modelo capitalista
sigue su fase crítica descendente, habiéndose visto obligado el FMI a revisar a
la baja el crecimiento mundial del PIB en 2 décimas hasta el 3,6 %. Los países
emergentes han ralentizado su crecimiento.
China no alcanzará el crecimiento previsto de 7 % que necesita, ya que perderá medio punto, quedándose en el
6,8 % PIB este año y bajando la previsión al 6,3 % en 2016. Para la U.E. hay previsto un raquítico
crecimiento del 2,2 %, que profundizará
las desigualdades y tensiones entre la Zona Norte y la Zona Sur de Europa; y para EEUU al que les pronostican un
crecimiento del 2 % en su PIB para 2016, la situación tampoco está muy clara,
enfrascado en todos los conflictos bélicos y con tensiones con Rusia y China, que
podrían provocar guerras comerciales , pese a su intento de poner en marcha el
TPP en el Pacifico y el TTIP en Europa,
que están siendo muy cuestionados, creando fricciones entre los bloques en
litigio. Todo eso hará totalmente inviable una recuperación sólida en el corto
plazo. Y aquí se plantea la gran cuestión: ¿Existe alguna alternativa a esta grave
situación de semi-estancamiento? Abordaremos la cuestión en el siguiente
apartado que titulamos “Buscando una alternativa Democrática, Solidaria y
Socialista”.
(…CONTINUARÁ…)
AREA DE COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE
MÁLAGA-PSOE.A
ispsoeandalucia.malaga@gmail.com
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