El 11 de enero Francia inició una gran
ofensiva militar en el norte de Malí. Aunque pudiera parecer una
decisión repentina, se trata de una intervención que el gobierno francés
lleva preparando meticulosamente desde hace meses bajo el amparo del
Consejo de Seguridad de la ONU que en octubre aprobó la operación,
decisión que volvió a ratificar este organismo el pasado mes de
diciembre. En la operación militar participan 2.500 soldados franceses y
3.000 de los países que forman la Comunidad Económica de Estados de
África Occidental (CEDEAO).
Contrariamente a la demagogia del
gobierno francés, esta nueva aventura militar imperialista no tiene nada
que ver con cuestiones humanitarias, defensa de la democracia o lucha
contra el “terrorismo”. En realidad, la movilización de la Legión
Extranjera y demás tropas francesas trata de proteger los intereses de
las multinacionales galas en la región y recuperar posiciones en una
zona que durante décadas estuvo bajo el dominio colonial francés. La
intervención imperialista en Malí es sólo una expresión más del saqueo
del continente africano que desde hace años están llevando a cabo las
potencias imperialistas. Y se produce en un momento de profunda crisis
económica del capitalismo mundial, en el que la lucha por nuevos
mercados y nuevas fuentes de materias primas baratas que les permitan
competir en mejores condiciones que sus rivales, se vuelve encarnizada.
Desde
hace años, África es el escenario de un combate a muerte entre EEUU,
China y Europa, del que por ahora ha salido victoriosa la potencia
asiática, que se ha convertido en el principal socio comercial de
África, superando a EEUU. Por supuesto, junto a la lucha
interimperialista que desangra el continente, hay que destacar el miedo a
que las revoluciones árabes se extiendan a otros países amenazando los
intereses del capitalismo occidental, un factor decisivo de la lucha de
clases que explica las intervenciones de EEUU y Europa: Libia, Siria,
Somalia, Sudán, Costa de Marfil, son sólo algunos ejemplos de esta
política. El capitalismo estadounidense no quiere perder terreno en esta
zona estratégica y está desplegando sus tropas; acaba de llegar a un
acuerdo con el gobierno de Níger para establecer una base militar en ese
país, que se sumaría a las que ya tiene en Etiopía y Djibouti.
Lucha despiadada para conseguir materias primas baratas.-
África Occidental, y concretamente la
región del Sahel, la franja de tierra que separa el desierto del Sáhara
del resto del continente africano, se ha convertido en un punto
estratégico para el capitalismo mundial debido a sus enormes recursos
naturales. Malí cuenta con una riqueza de recursos naturales que le ha
convertido desde hace años en objeto de deseo para las potencias
imperialistas. La mayor parte de ella está aún por explotar, de ahí la
importancia de quién llegue primero para conseguir los contratos de
explotación y el control del botín.
Este país es clave también por
razones estratégicas, es la principal ruta de transporte del uranio
procedente de Níger, principal suministrador de mineral a las centrales
nucleares francesas. La energía nuclear es de vital importancia para la
economía gala, genera el 75% de la electricidad del país. Por esa razón,
apenas dos semanas después de invadir Malí, el imperialismo francés
desplegó tropas especiales en Níger, con el objetivo de afianzar el
control de las minas de uranio gestionadas por el conglomerado
empresarial francés Areva.
Las minas se encuentran en Imouraren y
Arlit, al norte de Níger, junto a la frontera maliense. Areva consigue
jugosos beneficios de las minas de uranio, su política de rapiña y
saqueo ha exacerbado las tensiones regionales y étnicas. La minoría
tuareg de la región, las milicias tuaregs del Movimiento por la
Justicia, luchan desde hace tiempo contra el gobierno nigeriano y una de
sus principales reivindicaciones es el reparto equitativo de los
beneficios procedentes de la minería.
La declaración de independencia tuareg.-
Desde hace más de un año Malí está
hundido en el caos. El 22 de marzo de 2011, el capitán Amadou Sanogo
tomó el poder mediante un golpe de Estado, con el pretexto de que el
gobierno de Amadou Toumani Touré no estaba luchando eficazmente contra
la rebelión tuareg que había estallado en enero de ese mismo año.
Además, el gobierno de Touré llevaba semanas enfrentándose a numerosas
protestas por parte de la población.
La situación se agravó cuando el
pasado mes de abril la minoría tuareg declaró unilateralmente la
independencia del norte del país, la región conocida como Azawad. Esta
decisión coronaba una rebelión encabezada por el Movimiento Nacional por
la Liberación de El Azawad (MNLA), un grupo nacionalista tuareg de
carácter secular, que para conseguir su objetivo se alió con dos grupos
islamistas (Ansar Dine y Al Qaeda en el Magreb Islámico) que llevan
tiempo realizando actividades en esta región. El MNLA dice que su
objetivo es establecer una democracia secular en el norte del país,
aunque es difícil imaginar cómo espera conseguirlo después de formar una
alianza con dos grupos fundamentalistas que lo primero que hacen allí
donde llegan es imponer la sharia y todo tipo de medidas reaccionarias
que caracterizan al fundamentalismo islámico.
Si Malí es pobre, el
norte del país lo es aún más. Durante décadas ha estado marginado tanto
política como económicamente por parte del gobierno central. El
principal grupo víctima de esta opresión nacional han sido los tuaregs,
que han protagonizado numerosas revueltas. Precisamente esta situación
es el combustible que ha alimentado y alimenta el ansia de liberación
nacional y que empuja a numerosos jóvenes hacia las filas de los
rebeldes tuaregs.
Consecuencia directa de la guerra en Libia.-
La crisis en Malí es consecuencia
directa de la desestabilización de la región tras la intervención
imperialista de la OTAN en Libia y la caída del régimen de Gadafi. El
colapso del régimen de Gadafi y el final de la guerra en Libia, ha
sembrado más inestabilidad en la región. Malí es el último ejemplo del
caos provocado por los imperialistas. Los tuaregs formaban una parte
importante del ejército libio. Después de la caída del régimen
regresaron de nuevo a su lugar de origen, el norte de Malí, llevándose
con ellos sus armas. Lo mismo sucede con los grupos islamistas que, tras
luchar con las tropas de la OTAN y opositores libios contra el ejército
libio, regresaron a Malí armados hasta los dientes.
Las tropas
francesas se enfrentan a un enemigo que está lejos de ser débil. Altos
mandos militares galos reconocen públicamente su sorpresa al encontrarse
con unos “rebeldes bien entrenados, disciplinados y muy bien armados”.
Precisamente este es uno de los motivos por el que tanto EEUU como el
resto de países europeos, excepto Gran Bretaña que acaba de anunciar el
envío de 200 soldados, a pesar de apoyar la intervención militar tienen
muchas reticencias a enviar tropas. Parece que la estrategia de los
rebeldes ha cambiado, se han retirado a la región de Kidal para
organizar la resistencia en un terreno más favorable para la guerra de
guerrillas.
Ya son muchas las voces que comparan esta guerra con las de Afganistán o Iraq. Además, la intervención militar en Malí extenderá la inestabilidad y el caos a la región. El primer ejemplo ha sido Argelia y el secuestro de 600 rehenes en el complejo de gas natural en In Amenas por parte de un grupo vinculado a Al Qaeda, y que terminó con decenas de muertos tras el asalto de las tropas argelinas.
Ya son muchas las voces que comparan esta guerra con las de Afganistán o Iraq. Además, la intervención militar en Malí extenderá la inestabilidad y el caos a la región. El primer ejemplo ha sido Argelia y el secuestro de 600 rehenes en el complejo de gas natural en In Amenas por parte de un grupo vinculado a Al Qaeda, y que terminó con decenas de muertos tras el asalto de las tropas argelinas.
Hollande continúa con la política militarista de Sarkozy.-
En los últimos dos años el imperialismo
francés ha intervenido en cuatro ocasiones: participó bajo el paraguas
de la OTAN en la guerra en Libia y en el ataque a Siria; en 2011 envió
tropas a Costa de Marfil para garantizar la llegada al poder de un
régimen afín al gobierno francés, y ahora interviene en Malí. África
Occidental se ha convertido en un objetivo estratégico de la política
exterior francesa y esa es la razón de la presencia permanente de 9.000
soldados franceses repartidos entre Costa de Marfil, Senegal, Gabón,
República Centro Africana y Djibouti.
Por tanto, los discursos del
gobierno y los capitalistas franceses sobre la “democracia”, la lucha
contra el “fundamentalismo” o la recuperación de los “valores morales”,
sólo son una prueba más del cinismo y la hipocresía de la clase
dominante de todo el mundo, y sólo pretende enmascarar su política de
rapiña y saqueo en los llamados países del Tercer Mundo.
Lamentablemente, las principales organizaciones de izquierdas francesas
no están mostrando una oposición contundente a esta intervención. El
Partido Comunista Francés la apoya en tanto cuente con el respaldo de la
ONU. El Frente de Izquierdas aunque se opone a la intervención, no lo
hace de una manera enérgica y centra su crítica en que la decisión no ha
pasado por la Asamblea Nacional.
Los trabajadores, la juventud
francesa y de toda Europa debemos oponernos enérgicamente a esta nueva
agresión imperialista. Debemos denunciar su auténtico carácter de clase,
que nada tiene que ver con la defensa de la democracia ni alberga
pretensiones “humanitarias”, y sólo persigue defender los intereses de
las potencias imperialistas. La principal víctima será la población de
Malí que sufrirá los bombardeos y las consecuencias directas de la
guerra (según algunas organizaciones humanitarias 250.000 personas han
huido ya de sus hogares) y la clase obrera francesa que pagará con más
recortes esta nueva aventura militar del imperialismo francés.
MARIA CASTRO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario