El juicio por el grave accidente marítimo del “Prestige”, del que se cumplirán el próximo sábado los 10 años, todavía no ha comenzado. Es increíble que todavía no se hayan dilucidado los errores de la política de lo que fue la mayor catástrofe ecológica, económica y social que ha sufrido Galicia.
La utilización ilegal de los buques monocascos, en el transporte
del combustible procedente del petróleo, causa de la gran avería del Prestige, fue
en realidad una mala gestión tanto del gobierno autónomo, gallego como del central, que estaban en manos
de Fraga y Aznar, respectivamente, el primero fallecido físicamente y el
segundo políticamente, por el segundo desastre de la guerra de Irak, desatada
por el sangriento “trio de las Azores”.
Desde el pueblo gallego y el español se exige a la Justicia que se
reparen los daños que se produjeron desde el punto de vista ecológico,
económico, social y en la propia dignidad de los ciudadanos, porque existen
grabaciones recientes que aclaran que si las cosas se hubieran hecho de forma
diferente, como por ejemplo, aproximar
el buque a un puerto cercano, en vez de querer ocultarlo en alta mar, la
situación habría sido mucho más leve, pero esa es la manera mentirosa de
actuar, por los gobiernos del PP, en
cada desastre que se origina, que siempre intentan salvar los intereses de los capitalistas
anteponiéndolos a los derechos de los ciudadanos y a su a la seguridad, como
estamos viendo también ahora con la política de salvamento de la banca y los
ataques a los más necesitados, que como explicamos en su día, en el análisis de
abajo, lo que está causando igualmente
ahora es un verdadero desastre social.
(…) ““Tanto este desastre, como el del Prestige, que comentaremos
a continuación, ponen de manifiesto de forma clara y meridiana, los abusos o la
complicidad que existe entre las grandes empresas y las instituciones
estatales, dentro del sistema burgués de los capitales, cuyos gobiernos y la
propia justicia, incluyendo todo el aparato legal, respaldan de una manera u
otra al capitalista en todos los terrenos, también cuando se producen
destrucciones del medio ambiente y no solamente cuando actúan en la explotación
directa de la clase trabajadora.
Como
la mayoría de los ciudadanos recordarán, el accidente del petrolero monocasco
“Prestige”, resultó accidentado el 13-11-02, cuando transitaba con 77.000
toneladas de petróleo frente a la Costa de la Muerte, en Galicia. Tras varios
días de maniobras y errores políticos, fue alejado de la costa y terminó
hundido a unos 250 km de la misma.
En los momentos iniciales de la catástrofe, los responsables
políticos del PP quisieron ocultar la verdadera situación. El Ministro Cañete,
que se comportó de manera muy cínica, como en él es habitual, llegó a asegurar
que todo estaba bajo control y que aquello era un simple vertido de poca
importancia. Otros altos cargos del PP
echaban balones fuera y culpaban a Gibraltar de la hecatombe; El Presidente
entonces de Galicia, Fraga Iribarne, que había pasado el fin de semana de
cacería, no dio muestras de comparecencia hasta una semana después. La ineptitud y al improvisación de los
políticos del PP permitió que el fuel fuese llegando a las costas en oleadas
sucesivas. Si no llega a ser por la
intervención espontánea de la población, los efectos de la catástrofe
hubiesen sido mil veces mayor. De todas formas más de 60.000 toneladas de
fuel destrozaron las costas no solo de Galicia, sino de Asturias, Cantabria,
Euskadi y ramalazos de “chapapote” llegaron hasta Francia. El problema seguía sin resolverse porque el
barco hundido, (demostrado luego a causa de la incompetencia del gobierno del
PP), seguía amenazando con constantes
fugas de “hilitos de plastilina”, como lo denominó el señor Rajoy.
La falta total de barcos especializados en tareas de anticontaminación
y remolque (pues no existía ninguno en todo el Estado, pese a ser un país
eminentemente marítimo), produjo un enorme escándalo ante todos los países del
mundo y ante los ciudadanos. Máxime
cuando, al hacer balance, nos encontramos que el 65 % de los desastres marítimos ocurridos en Europa en
los 30 últimos años, fueron frente al litoral de Galicia. Los derrames
producidos suman 300.000 toneladas de crudo, casi igual como los vertidos en el
resto de catástrofes en las costas europeas.
Tanto los efectos sociales como los económicos de la marea negra,
fueron una catástrofe que produjo miles de puestos de trabajo perdidos en el
sector pesquero y mariscadores que dependen del mar como forma de ganarse la
vida. La catástrofe pudo ser previsible,
como se demuestran por los datos que aportamos:
a) Una de las características fundamentales para la seguridad
marítima en el transporte de mercancías es que los petroleros deben navegar
dotados de “doble casco”, pero por ahorrarse dineros, solamente “uno de cada
cinco” navegan cumpliendo estos requisitos.
b) De los 7.030 petroleros que había en ese momento en el mundo
circulando, la edad media era de 18 años (el Prestige tenía más de 20 años) y
más de un 41 % navegaban con obsolescencia.
c) Es una práctica generalizada de los armadores navegar utilizando
banderas de conveniencia, que les permite ahorrar dinero, por la mayor
relajación en las condiciones de seguridad de los barcos y mantienen
condiciones laborales, a veces
esclavistas, para las tripulaciones.
d) A mediados de los años 50 solamente un 2 % de los mercantes
utilizaban banderas de conveniencias, sin embargo en los años 90 la cifra se
había elevado ya a un 50 %, y de los 323 buques mercantes que había en esa
época en el Estado español, solamente 18, es decir, un 5 %, estaban inscritos
en el registro ordinario. (¿Un buque no inscrito es un buque Pirata?)
El desastre del Prestige provocó una marea negra que causó un daño
incalculable, pero a su vez, también produjo una marea de cabreo e indignación
que caló en lo más hondo del pueblo gallego, produciendo una enorme ola de
solidaridad entre los pueblos, pues llegaron voluntarios de todo el mundo para
ayudar desinteresadamente.
El enorme abismo que se abrió entre la mayoría de la población
gallega y la Xunta de Fraga y Aznar, fue la característica más destacable en el
aspecto social. Para los trabajadores, la imagen de los Gobiernos dirigidos por
el PP quedaba asociada fuertemente a la desidia, la incompetencia, la censura y
la manipulación a la vez que a la represión y al insulto a los pueblos que
acudían solidariamente en ayuda de Galicia.
La muestra masiva de descontento
expresada en manifestaciones y movilizaciones fue de carácter histórico y muy importante por su
aspecto de rechazo a una cierta forma de hacer política, por parte del PP, en contra de los intereses de los ciudadanos.
Ese desastre puso al descubierto el desprecio de la derecha hacia
la población y su inutilidad para resolver problemas difíciles, pero asimismo,
dejó al descubierto el papel real del Estado burgués y del sistema capitalista,
que antepone los intereses privados a los públicos. Los que hicieron frente a la marea negra
desde el principio, en ausencia total de gobierno, fueron los propios
marineros, las mariscadoras, y la población voluntaria, haciendo un trabajo
colosal, totalmente solos, con sus propios medios, improvisando e inventando
sobre la marcha artilugios para sacar el chapapote, demostrando su creatividad,
su capacidad de sacrificio y el apoyo decisivo de miles de voluntarios, de
entre los que destacaban los jóvenes, que con su esfuerzo, audacia y arrojo paliaron en lo posible los
nefastos efectos de ese enorme ataque a la naturaleza provocado por el ansia de
lucro del capital y la negligencia del gobierno PP.
Acudieron voluntarios de otras comunidades autónomas e incluso de
otros países del mundo, pero nada de lo que ocurrió en el desastre del Prestige
obedece a pura “casualidad”. Es falso que no fuese previsible, pues toda
catástrofe de esa naturaleza tiene que ver con el negocio y el beneficio de los
armadores y petroleras, como comentábamos, pues, la causa es la utilización de
barcos chatarras flotantes, en mal
estado, cuando tenían que estar desguazados.
Es causa también de la privatización de los recursos públicos, pues la
oleada de privatizaciones de los sectores claves de la economía, como las
compañías de petróleo y todo el sector energético, que deberían estar en manos del Estado por
motivos de seguridad, han sido entregadas al sector privado, que no respeta ni
la legislación vigente porque su objetivo es el lucro.
El capital privado lleva en la sangre la corrupción y el desprecio
por los intereses de la población. Las empresas privadas hacen negocio hasta
con las desgracias ajenas. Todo eso es
producto del propio sistema capitalista cuyo fin es el sacrosanto beneficio y
que cada día provoca peores resultados para la humanidad. Esa catástrofe del
Prestige puso sobre la mesa el enorme potencial de cambio social de las masas
cuando éstas se ponen en acción y hacen trabajo social en común. Fue la actitud
resuelta de miles de trabajadores y jóvenes, que de forma desinteresada y ante
la “incomparecencia” del Estado burgués, ya que el Gobierno del PP actuó tarde y mal, el pueblo se enfrentó al chapapote con sus
propias fuerzas, marcando el camino de que los trabajadores pueden trabajar sin
patrón”. (…)
Fuente:
Extracto del capítulo VIII de la revista Cambio Climático, editada
por Izquierda Socialista que recoge las conclusiones del debate de la
Conferencia celebrada en Torremolinos.
Si quieres recibirla gratuitamente puedes solicitarla al correo de
abajo, poniendo en asunto: “Cambio Climático”.
is-psoe.malaga@terra.es
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