A la vista del crecimiento del paro no puede decirse que la creación y
la protección del empleo sean de verdad prioridad política. Ni siquiera
puede sostenerse eso desde teorías que apelan al más duro rodeo
económico para supuestamente lograr ese fin social: el recorrido por
injustas medidas de ajuste presupuestario y de recortes en inversiones
públicas y en políticas sociales no redunda en creación de empleo, sino,
todo lo contrario, en aumento del desempleo. Es la desembocadura de una
penosa trayectoria de retracción del consumo a consecuencia de un
fundamentalismo de la austeridad que deprime la economía y aleja las
necesarias expectativas de crecimiento para remontar la crisis. El
acompañamiento de todo ello por medidas tendentes a la mengua de
derechos laborales, a la liberalización del despido y en contra de
instituciones de defensa de los trabajadores como la negociación
colectiva, de nada sirve en cuanto a recuperación de puestos de trabajo.
El mantra de la flexibilización del mercado de trabajo, entonado como
parte de la letanía neoliberal, llevado a la práctica no propicia menos
paro, sino perversa precarización de un trabajo escaso en una economía
ayuna de inversiones. Incluso la “flexiseguridad” reclamada desde
planteamientos bienintencionados no pasa de alentar la
“flexiexplotación” de los trabajadores. Ya lo anunció Bourdieu, pero se
quedó corto por cuanto unas cifras de paro escandalosas, como estas que
en España andan en torno a cinco millones, apuntan a la “flexiexclusión”
que amenaza a muchos.
Tal es nuestro panorama socioeconómico, con un paro dramático que ronda
la tragedia en existencias personales y vidas familiares seriamente
dañadas. No sólo es cuestión de meros datos estadísticos; es la vida de
seres humanos –¡de carne y hueso!, gritaría Unamuno-. ¿Quién no ve en su
entorno cómo, cada semana, personas próximas o familiares pasan a
engrosar las listas del paro? Los parados son la denuncia viviente de
una política equivocada, mal orientada de raíz, que persigue –como
criticaba Fromm décadas atrás- lo que es bueno para el sistema, aunque
sea malo para los individuos. Con el agravante de que hoy no se verifica
ni siquiera lo primero.
La alarmante situación social que tenemos hace que ciertas hipérboles
poéticas parezcan comedidas, como la de César Vallejo cuando decía que
“hasta la tierra misma (está) parada de estupor ante este paro”. El
desempleo que afecta a millones de personas cobra rostro y voz, y deja
traslucir miedo y desesperación, en quienes, uno a uno, ven sus vidas
recortadas por los recortes aplicados. A veces, aquí mismo, entre amigos
y compañeros, como los que han venido trabajando en este diario. Nos
solidarizamos con ellos recordando aquellas palabras de un personaje de
Joyce: “A cada día le basta su periódico”. ¡Pero que no le falte!
José Antonio Pérez Tapias
(Publicado en el diario Granada Hoy el 6 de septiembre de 2012)
11 de septiembre de 2012
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