11 de septiembre de 2012

VIDAS RECORTADAS.

A la vista del crecimiento del paro no puede decirse que la creación y la protección del empleo sean de verdad prioridad política. Ni siquiera puede sostenerse eso desde teorías que apelan al más duro rodeo económico para supuestamente lograr ese fin social: el recorrido por injustas medidas de ajuste presupuestario y de recortes en inversiones públicas y en políticas sociales no redunda en creación de empleo, sino, todo lo contrario, en aumento del desempleo. Es la desembocadura de una penosa trayectoria de retracción del consumo a consecuencia de un fundamentalismo de la austeridad que deprime la economía y aleja las necesarias expectativas de crecimiento para remontar la crisis. El acompañamiento de todo ello por medidas tendentes a la mengua de derechos laborales, a la liberalización del despido y en contra de instituciones de defensa de los trabajadores como la negociación colectiva, de nada sirve en cuanto a recuperación de puestos de trabajo. El mantra de la flexibilización del mercado de trabajo, entonado como parte de la letanía neoliberal, llevado a la práctica no propicia menos paro, sino perversa precarización de un trabajo escaso en una economía ayuna de inversiones. Incluso la “flexiseguridad” reclamada desde planteamientos bienintencionados no pasa de alentar la “flexiexplotación” de los trabajadores. Ya lo anunció Bourdieu, pero se quedó corto por cuanto unas cifras de paro escandalosas, como estas que en España andan en torno a cinco millones, apuntan a la “flexiexclusión” que amenaza a muchos.


Tal es nuestro panorama socioeconómico, con un paro dramático que ronda la tragedia en existencias personales y vidas familiares seriamente dañadas. No sólo es cuestión de meros datos estadísticos; es la vida de seres humanos –¡de carne y hueso!, gritaría Unamuno-. ¿Quién no ve en su entorno cómo, cada semana, personas próximas o familiares pasan a engrosar las listas del paro? Los parados son la denuncia viviente de una política equivocada, mal orientada de raíz, que persigue –como criticaba Fromm décadas atrás- lo que es bueno para el sistema, aunque sea malo para los individuos. Con el agravante de que hoy no se verifica ni siquiera lo primero.


   La alarmante situación social que tenemos hace que ciertas hipérboles poéticas parezcan comedidas, como la de César Vallejo cuando decía que “hasta la tierra misma (está) parada de estupor ante este paro”. El desempleo que afecta a millones de personas cobra rostro y voz, y deja traslucir miedo y desesperación, en quienes, uno a uno, ven sus vidas recortadas por los recortes aplicados. A veces, aquí mismo, entre amigos y compañeros, como los que han venido trabajando en este diario. Nos solidarizamos con ellos recordando aquellas palabras de un personaje de Joyce: “A cada día le basta su periódico”. ¡Pero que no le falte!



José Antonio Pérez Tapias
(Publicado en el diario Granada Hoy el 6 de septiembre de 2012)

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