EL HAMBRE.
La desregulación de la
economía llevada a cabo por Reagan a principio de los ochenta significó la
liberalización absoluta de los mercados y con ella, la llegada de formas de
especulación inexistentes hasta ese momento. Los bancos empiezan a financiar la
compra de viviendas dando hipotecas a cambio de que el cliente firme un papel
comprometiéndose a pagar el piso comprado. Pero los banqueros no guardan ese papel, sino
que lo venden a un inversor -en forma de
título- que a cambio va a seguir
cobrando el dinero de quien ha comprado el piso. La jugada es doblemente
magistral: el banco puede seguir prestando el capital pagado por el inversor
y a la vez, evita el riesgo de que su
cliente no pague la hipoteca, trasladándolo al inversor.
Al principio todo iba bien,
la incipiente globalización de las décadas anteriores se asentó, se reactivó el
mercado, se mejoró el producto interior bruto y empezaron a amasarse enormes
fortunas: los inversores vendían sus títulos a otros inversores , estos a otros
… y todos contentos . Pero la avaricia rompe el saco. Los bancos más listillos
como Lehman Brothers empezaron a dar hipotecas a diestro y siniestro a clientes
sabiendo que no las iban a poder pagar, ya que ellos vendían el título basura al
inversor. Este truco siniestro dio tanto
resultado, que todos los bancos siguieron
la estrategia Lehman Broters , con lo que el mercado mundial se saturó
de estos títulos envenenados . En un alarde de perversidad inaudita, llegaron a distribuir incluso paquetes infectados en los que se
mezclaban a conciencia hipotecas que se iban a pagar con otras que no. Cuando
se supo que esos paquetes eran bombas de relojería, el pánico cundió, los
inversores dejaron de comprarlos, vino la debacle y se hundió todo. Pero para
entonces, los financieros y banqueros que habían diseñado esta maquiavélica
crisis, eran multimillonarios.
LAS GANAS.
La crisis económica de los
noventa la saldó Felipe González con una reconversión industrial nefasta, la
institución de los contratos basura y lo
que es peor , la llegada a la joven y virgen democracia española de la
especulación y la corrupción política.
Llegan los primeros casos de
financiación ilegal , tráfico de influencia , los pelotazos, los fondos
reservados , los GAL , Roldán … y en los dos años últimos de gobierno se apunta
a la desesperada el camino fácil para salir de la crisis : el ladrillo .
José María Aznar encuentra
todo a su favor. La especulación urbanística se dispara , los concejales ya no
quieren ser de cultura sino de urbanismo , los PGOU cambian los terrenos
sociales , verdes o rústicos por urbanizables , se dilapidan uno tras otros los
patrimonios municipales , la fiebre constructora enloquece el mercado , los
bancos animan y dan hipotecas fáciles , los precios de las viviendas
multiplican por dos , por tres , por cuatro su valor real , el mundo de la
construcción nada en la abundancia , los clientes enfebrecidos compran y
compran … Los bancos felices , las financieras felices , las constructoras
felices , los clientes felices . España
va bien, repetía una y otra vez Aznar, consciente de que lo que se estaba
creando era una inmensa y artificial burbuja inmobiliaria que acabaría explotando
más pronto que tarde.
Durante la segunda
legislatura de Aznar, con mayoría absoluta, la orgía especulativa, el desastre
ecológico y la corrupción de los políticos, en vez de abrir los ojos de una
sociedad cegada por el consumo, causa admiración en el pueblo. Se premia al corrupto votándolo. Era frecuente encontrarse lujosas mariscadas
en las que empresarios y concejales brindaban en público sin pudor por el éxito
de sus negocios. La corrupción
integrada con normalidad en lo cotidiano. Por esa época ya la prensa
internacional especializada denunciaba el enorme fiasco de la economía española:
va a caer como un castillo de naipes, decía una y otra vez.
Pero José Luis Rodríguez
Zapatero siguió tozudamente con el España va bien de Aznar, engordando la
burbuja inmobiliaria hasta que la caída
de la economía mundial de 2007 destapó la fragilidad y falsedad de la nuestra.
Dos años estuvo Zapatero negando la crisis y dos años más tardó en aceptar los
dictámenes del mercado, ponerse a sus
órdenes y abrir la puerta de los truenos de las reformas, los recortes y las
pérdidas de derechos. Mayo negro de 2010.
En
los cien días de gobierno conservador, Mariano Rajoy no ha hecho más que
continuar el camino marcado por sus colegas “socialistas”: más reformas, más
recortes, más pérdidas de derechos, obediencia ciega a los designios del dios
mercado. Baste decir que el ministro de economía actual, era el responsable de
distribuir en España y Portugal los paquetes basura que Lehman Brothers enviaba
a Europa. Ironías del destino, la historia se repite: nuevamente la zorra
cuidando a las gallinas.
Los más de ciento cincuenta
casos de corrupción urbanística destapados desde la operación Malaya, no representan ni la punta del iceberg de los
casos habidos. Miles de ayuntamientos
han liquidado impunemente sus patrimonios, los responsables se lo han llevado
calentito y no pasa nada. Ni siquiera
los imputados han devuelto el dinero robado.
COROLARIO.
La crisis internacional
provocada por Estados Unidos y la crisis nacional desatada por la burbuja inmobiliaria
tienen mucho en común. Ambas están
originadas por una ambición sin límites. En ninguna de las dos se piden
responsabilidades políticas. No es que no
se juzgue a los responsables, es que ni
siquiera se investigan. Al revés, se les justifica, se les tapa, se les cambia
el cargo, se les jubila con astronómicas
indemnizaciones. Bush invirtió casi quinientos mil millones de dólares de la
reserva pública en cerrar el agujero negro producido por sus amigos financieros.
Aquí, con Bankia, llevamos veintitrés
mil quinientos millones de euros del tesoro público, pero todos sabemos que
solo estamos empezando a sanear
nuestro sistema bancario.
Dos datos increíbles: uno,
tanto en EE. UU como aquí el dinero público para salir de la crisis se le ha
dado a los mismos que la provocaron con su desmesurado enriquecimiento personal. Y dos, el lavado de cerebro llevado a cabo
por los medios de comunicación es tal, que la mayoría de los ciudadanos
entiende, asume y aprueba lo que está pasando. Cualquier persona habla con
propiedad de la prima de riesgo,
justifica los informes de las agencias de calificación o enfatiza la
necesidad de recortes: hemos derrochado
demasiado dice, y se queda tan tranquila.
Para terminar, una evidencia:
el dinero que había no se ha volatilizado, entonces ¿dónde está? Pues, ahora
más que nunca, donde siempre ha estado: en los paraísos fiscales, en los
bancos, en las multinacionales, en la Iglesia, en las enormes fortunas privadas.
Ahora son doblemente ricos. Lo han acaparado y lo han retenido ¿No será
que esta crisis es más ideológica que económica?
Antonio
Delgado Cabeza.
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