¿Adónde empujan los vientos del pueblo? Esta es la pregunta a la que hoy, en el centenario de su nacimiento –30 de octubre de 1910-, da pie el poeta que cantaba cómo le llevaban esos vientos en medio de la tempestuosa Guerra Civil. Su interpelación atraviesa el enrarecido aire de nuestra época. La crisis económica ha desencadenado ajustes injustos y recortes trazados según moldes de esos señores del mundo que, como cantaba Víctor Jara homenajeando al poeta de Orihuela, se apalancan como “patrones de la miseria” de tanto acaparar toda riqueza para sí. Ése es el huracán que azota a sociedades desguarnecidas en las que el pueblo, descoyuntado su poder como demos capaz de organizarse, está inerme viendo amainar el viento que habría de poner a la ciudadanía al frente de su destino.
Salvando distancias entre ese tiempo en que Miguel Hernández, con sus poemas entre trincheras, defendía a la república española del ataque de un fascismo despiadado, y este otro de una democracia acosada por insaciables poderes económicos, son pertinentes aquellos versos que en su Viento del pueblo advertían: “yugos os quieren poner/gentes de la hierba mala,/ yugos que habéis de dejar/ rotos sobre sus espaldas”. El poeta del pueblo que afirmaba no serlo de uno de bueyes, de ésos que “doblan la frente”, invitaba a la rebelión a quienes, nacidos para “carne de yugo”, habían de ganar la libertad. Ahora también de rebelión se trata, de rebelión democrática, haciendo valer “las laboriosas manos de los trabajadores” contra esas otras “ejecutoras pálidas de los negros deseos/ que la avaricia empuña”. Ésas son las que también manipulan el capitalismo financiero que nos ha traído a donde estamos, ante el cual nuestro vate podría reiterar las palabras a sus amigos poetas: “veré si hablamos luego con la verdad del agua,/ que aclara el habla de los que han mentido”.
Avaricia, mentira, injusticia: contra ellas es la batalla en una guerra en la que pueden ganar quienes con nuevos yugos pretenden someter a los que dignamente quieren vivir de su trabajo. Y frente a ellas, al igual que el poeta que en medio de la contienda pudo escribir El hombre acecha apelando a la poesía como “arma de guerra”, ahora nosotros podemos convocar a la poesía como arma de resistencia. Estamos llamados a la resistencia transformadora que hay que desplegar desde organizaciones sociales hasta el mismísimo gobierno para hacer frente a la dinámica de un sistema que funciona por el beneficio económico, pero en contra del hombre. “¡Dejadme la esperanza!” era, antes de morir, grito testamentario del poeta encarcelado, el cual, en este momento de recuerdo, hacemos nuestro para esa resistencia que es tarea de quien, como él, pueda decir “libre soy”.
José Antonio Pérez Tapias. (*)
(*)Coordinador Federal de Andalucía
Izquierda Socialista-PSOE.
Fuente: http://argumentosptapias.blogspot.com/
28 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario