El peligro de la guerra europea, la guerra temida y maldita, con
todo su horrible cortejo de dolores, aparece de día en día más amenazador, más
cerca de convertirse en realidad.
Las fórmulas para solucionar el conflicto austroserbio pacíficamente, en armonía, por
lo tanto, con los intereses de la civilización, fracasan una vez tras otra.
Todas se estrellan ante la irreductible oposición de los que
prefieren sumir a la Humanidad en la inmensa tragedia de la guerra, a renunciar
a sus criminales apetitos de mando y a sus despreciables ansias de venganza.
Es posible, muy posible, que a estas horas no resten por el lado
de la burguesía medios de impedir la guerra.
La diplomacia que en los Congresos teoriza sobre la paz, en la
práctica se halla siempre torpe para evitar los choques violentos de los
pueblos.
Quizá la sola esperanza de que haya paz esté en la acción de los
socialistas. Sí, nosotros, los socialistas, pese a los analfabetos por desuso
que preguntan qué es lo que hacemos en favor de la paz, somos los que, con
mayor ardor, con más nobleza y desinterés, con una más completa visión de los
grandes intereses de la Humanidad, luchamos contra esa ola de locura y de
maldad que nos lanza a los horrores de una guerra monstruosa.
En París y en Berlín las muchedumbres obreras gritan ¡abajo la
guerra! y anuncian a sus respectivos Gobiernos su resuelta oposición a la lucha
armada.
"La actitud de los socialistas demócratas -escribe el
corresponsal de "La Época" en Berlín- preocupa a los gobernantes y a
la sociedad berlinesa. En Budapest, según los informes de las Agencias
telegráficas, la protesta pacifista ha costado ya la vida a dos
correligionarios nuestros.
La minoría socialista parlamentaria austriaca lanza un
manifiesto, condenando la guerra y afirmando su solidaridad con los socialistas y el pueblo
serbio.
Otro tanto se dispone a hacer la valiente minoría socialista en
Italia. De hora en hora crece la protesta socialista. La agitación se extiende.
Por otra parte, la Oficina Socialista Internacional se reúne en
Bruselas. "Anoche debió tomar los primeros acuerdos para coordinar la
acción que se está produciendo en todo el mundo obrero contra el crimen
concebido en las Cortes Imperiales de Austria y de Alemania.
Los hombres de conciencia honrada, los de sentimientos nobles,
en estos instantes de suprema angustia, en que un militarismo desenfrenado y
codicioso y unos reyes ambiciosos y soberbios amenazan la obra de la
civilización, vuelven sus ojos al Partido Socialista Internacional, como
esperanza última de paz. ¡No os equivocáis, nobles varones! Bien hacéis en fiar
en la clase obrera. Ella sabrá luchar por la causa de la civilización,
oponiéndose por todos los medios, sin regatear sacrificios, a la guerra.
Por lo que respecta a los socialistas españoles, las breves
líneas que nuestro Comité nacional publica en otro lugar son anuncio de cuáles
son nuestros propósitos.
La modestia de nuestras fuerzas no nos permite equipararnos a
los grandes Partidos obreros de Alemania, de Inglaterra, de Francia, de Austria
y de otros países.
Nuestra labor no puede ser tan eficaz como la de esos camaradas.
Sin embargo, tengan todos por seguro que sabremos cumplir con nuestro deber,
aunque ello nos cueste la libertad y la vida.
La poquedad de nuestras fuerzas no nos escuda de ocupar un
puesto en la vanguardia de esta gigantesca lucha por la causa de la justicia y
de la paz.
Y lo ocuparemos.
¡Abajo la guerra!
(Este mensaje fue publicado
en el periódico “El Socialista”, el día
30 de julio de 1914, cuando la Guerra Mundial era ya inminente. En la
actualidad, 108 años más tarde, poco hemos avanzado pues el peligro de la
conflagración mundial se repite).
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