¡¡SÓLO
CON LA LUCHA EN LAS CALLES LOS DERROTAREMOS¡¡
Las
decenas de miles de personas que el 3 de diciembre pasado se manifestaron
contra Vox en las principales capitales andaluzas, son un magnífico ejemplo de
que la clase trabajadora, y muy especialmente los jóvenes, somos plenamente
conscientes de la amenaza que representa su avance electoral.
El
peligro es muy real, como prueba el proceso de formación de Gobierno en
Andalucía. Para consolidar su base y continuar avanzando, Vox insiste en un
discurso reaccionario sin filtro y disimulo, concretado en las demandas que han
puesto encima de la mesa para que sus 12 diputados apoyen el pacto alcanzado
por PP y Cs: que se eliminen las ayudas para luchar contra la violencia de
género, y se acepte su programa machista y homofobo.
Por
lo demás saben que un gobierno andaluz del PP y Cs significará una legislación
más lesiva contra los derechos democráticos de los trabajadores y la juventud,
más recortes sociales, más privilegios para la oligarquía terrateniente, más
toros, más guardia civil y españolismo a raudales. Todo a pedir de boca.
La
presión de Vox ya ha dado resultado. Pablo Casado no ha tardado mucho en
aceptar públicamente sus mentiras, desde el bulo de las "numerosas "
denuncias falsas de violencia contra las mujeres y las agresiones contra los
hombres que quedan impunes, hasta la supuesta “dictadura de género” que
alimenta chiringuitos feministas.
Pero
nada de esto es casual. Durante sus años de Gobierno el PP aplicó en este
frente una política semejante a lo que hoy demanda Vox. En noviembre de 2016
votó en contra de la moción para financiar los servicios contra la violencia
machista y en los Presupuestos Generales del Estado de 2017 sólo destinó a las
políticas contra la violencia de género 47 millones de euros, el 0,01% de los
gastos del total de los presupuestos.
El
PP siempre ha compartido la misma ideología clerical y fascistoide que
considera a la mujer trabajadora una esclava sometida y obediente en las tareas
domésticas y el cuidado de la familia, carne de cañón para la sobreexplotación
laboral y los salarios miserables, y víctima resignada de la violencia sexual
al que el sistema la condena.
Por
su parte, Ciudadanos en su programa electoral para las elecciones de 2015
defendía exactamente lo mismo que hoy propone Vox: “acabar con la asimetría
penal por cuestión de sexo” de la Ley contra la Violencia de Género, e “igualar
las penas con independencia del sexo del agresor”.
La
diferencia entre Vox, por un lado, y PP y Ciudadanos por otro, se encuentra en
que los primeros consideran que defender sus posiciones reaccionarias,
machistas, patriarcales y homófobas, abiertamente y sin tapujos, les da rédito
electoral, mientras los segundos, que comparten este mismo ideario, son de la
opinión de que para mantener y ganar votos tienen que ponerlo en práctica
guardando las apariencias.
Todo
esto viene a aclarar un aspecto fundamental: PP, Cs y Vox forman parte de un
mismo bloque reaccionario. Los intentos de la dirección del PSOE, de Podemos o
de Alberto Garzón de intentar diferenciar entre la derecha "democrática
" y la " extrema ", no es más que un intento de blanquear a la
derecha española, que comparte una misma tradición y el común objetivo de profundizar
en los ataques a los derechos laborales, sociales y democráticos que tantos
años de lucha nos costó conquistar. La única diferencia es que Vox lo explícita
públicamente de forma abierta y desafiante.
Polarización social y política.
Una
década de crisis económica ha roto el frágil equilibrio del capitalismo
español, generando un ambiente de profunda polarización social y política.
Con
una izquierda parlamentaria cuyo objetivo más ambicioso es el de gestionar más
eficazmente este sistema podrido, y que rehúsa proponer con audacia una salida
anticapitalista y socialista al malestar acumulado, la derecha se siente con
confianza y ha pasado a la ofensiva.
El
fenómeno de Vox no hace más que poner de relieve una realidad que ya se vive en
otros países. Bajo un envoltorio demagógico destinado a capitalizar la
desesperación de sectores sociales muy golpeados por la crisis y galvanizar a
los más reaccionarios, fusiona lo más bajo y abyecto de los prejuicios racistas
y machistas con lo más atrasado del nacionalismo españolista –al que se recurre
y azuza para diseminar el odio hacia el pueblo catalán–.
Su
programa, denominado 100 Medidas para la España Viva, es la recopilación más
completa de las reivindicaciones de la CEOE, los anhelos del nacional-catolicismo
imperial y las exigencias más duras del aparato represivo. Pero, más allá de lo
escandaloso que estas propuestas parezcan, son la consecuencia lógica de la
deriva autoritaria del Estado y del régimen del 78 en un contexto de aguda
crisis del capitalismo español.
En
este escenario la política de gestos del PSOE, que mantiene las políticas de
recortes y no se ha atrevido a derogar contrarreformas tan lesivas como la
laboral y de las pensiones, no sirve para solucionar ninguno de los graves
problemas a los que se enfrenta la mayoría de la población.
Millones
de personas tienen muchas dificultades para poder cubrir sus necesidades
básicas, afectados por un desempleo endémico, salarios miserables y precariedad
extrema, mientras la sanidad, la educación públicas y los servicios sociales
siguen deteriorándose, y el acceso a una vivienda digna es imposible para la
juventud y las familias trabajadoras.
Respecto
a Catalunya, la política que el Gobierno de Sánchez está aplicando, más allá de
la retórica sobre “la solución negociada”, sigue la estela del Gobierno Rajoy
en su lógica represiva y antidemocrática negando el derecho de
autodeterminación al pueblo catalán. De esta forma sólo consigue envalentonar y
despejar el camino aún más a Vox, y al bloque de la derecha en general.
Por
su parte, Podemos y Pablo Iglesias proponen renovar los consensos de la
Transición bajo la forma de un nuevo pacto parlamentario entre las fuerzas
políticas que apoyaron la moción de censura a Rajoy. Esos mismos consensos que
dejaron y que todavía hoy mantienen intacto el aparato del Estado franquista,
su ideología, su tradición y su esencia. Es este aparato estatal el que, en
gran medida, nutre las filas de Vox. De él provienen ex militares como su
secretario general, Javier Ortega Smith; policías y guardias civiles, sobre
todo el sector agrupado en la asociación ultraderechista Jusapol; y jueces
fascistas y machistas de los que abundan tanto, como Francisco Serrano, su
candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía por Vox e inhabilitado por
prevaricación.
Ni
las llamadas vacías a la defensa de la democracia, ni mucho menos las
apelaciones a PP y a Ciudadanos para que no pacten con Vox, van a detener a la
derecha. Sólo la movilización más enérgica en las calles puede frenar el
ascenso electoral de la reacción y la nueva oleada de ataques a nuestros
derechos que están preparando. Y para impulsar ese movimiento de masas es
necesario construir una sólida organización de combate que defienda el programa
de la revolución socialista. La experiencia histórica ha dejado claro que
frente a la extrema derecha solo hay una alternativa: el poder organizado de la
clase obrera.
(Fuente:
Prensa El Militante núm. 333, pág.7. Enero 2019).
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