Estado de máxima tensión desde ayer, cuando el “Govern de la
Generalitat fue encarcelado y su President sigue fugado y en busca y
captura. Unos afirman que eso es
Justicia. Otros dicen que eso es Represión. El largo debate sobre el conflicto
territorial de Cataluña ha eclipsado totalmente al resto de problemas como la
corrupción y las cuestiones sociales que se continúan deteriorando dañando a
los menos favorecidos.
La población catalana salió anoche masivamente a la
calle protestando con una sonada “cacerolada”. Aquel prometido “Estado de Bienestar” se ha convertido en su
contrario, pues el “Estado de Malestar” afecta ya a toda la sociedad. En
realidad desde que existe el capitalismo el único estado conocido por millones de
seres humanos ha sido el de una lucha permanente y absoluto entre explotadores y explotados, entre opresores y
oprimidos. La repugnante riqueza de
los “ladrones de guante blanco” contra los inhumanamente pobres es insultante.
Dramática situación que no se pueden
imaginar ninguno de los burgueses ricachones que pugnan por el control de los
estrechos mercados usurpando la democracia.
El capitalismo funciona saltando de crisis en crisis, entre el auge y la recesión permanente. Pero solo un pequeño grupo de países más desarrollados
se beneficiaron de esos auges de
crecimiento económico e incluso una mínima parte de esos colosales beneficios arrancados por la burguesía a las masas
trabajadoras fueron a realizar ciertas reformas sociales. La riqueza y el poder se concentran cada vez
más firmemente en menos manos, y ese proceso de acumulación injusta se sique
produciendo por lo que las diferencias entre ricos y pobres aumentan y crece sin
cesar la brecha de la desigualdad.
El amor de los burgueses
por su “nación”, se llame ésta España, Cataluña, etc, no
es un cariño altruista y en defensa del bien común, como hipócritamente nos
quiere hacer creer sus representantes de derechas de los capitalistas. Se dejan
siempre un lugar en su cabeza para estudiar la represión y el autoritarismo.
Así desarrollan los mecanismos de rapiña y defensa de su lógica del beneficio
privado, para acumular ganancias o
evadirlas a Paraísos Fiscales y esas riquezas son producto de la explotación de
los asalariados.
Como explican los libros de historia, los grandes
acontecimientos provocados por las crisis y sus conflictos bélicos, como las
guerras o levantamientos militares, siempre benefician a los ricos y perjudican
a los pobres. Recordemos aquella guerra colonial en Marruecos, de dramáticas consecuencias
para los hijos de la clase obrera, que eran enviados a la muerte, mientras los
hijos de la burguesía se libraban pagando una cuota. Eso no puede explicarse sin entender que la
lógica del capitalismo es la lucha desaforada por los beneficios. En aquel caso
en provecho de la Casa Real de los Borbones, pues cuenta la historia que,
(…) “ tanto como socio de
los grandes financieros que se beneficiaban de la explotación de los recursos
mineros del Rif (el conde de Romanones, su hermano el duque de Tovar, el marqués de
Comillas, etc.) como en su condición de comisionista de los suministradores de
equipos y pertrechos al ejército español, fue precisamente el empeño de
Alfonso XIII de hacer intervenir al ejército en la construcción de una vía
férrea para facilitar la salida de los fosfatos y el hierro de las minas, lo
que acabó desencadenando una guerra que condujo a la derrota en la batalla de
Annual, que dejó un saldo de más de 20.000 soldados de reemplazo muertos, todos
ellos hijos de familias obreras, jornaleras o de pequeños campesinos o
artesanos, ya que los hijos de los ricos estaban eximidos de ir a la guerra a
cambio de un pago en metálico de 1.000 pesetas”.
El Estado intervenía en la economía pero lo hacía para mantener
el capitalismo. Las empresas públicas eran utilizadas para ofrecer bienes y
servicios a buen precio a los empresarios privados, lo que muchas veces les
hacía perder dinero en beneficio de la privada cargando los déficits, desfalcos
y robos a las espaldas del contribuyente. Cuando el sistema entra en crisis, las deudas de éstas se utilizan
como excusa para cerrarlas y privatizarlas, porque les interesaba a los
capitalistas, para eliminar competencias y acumular riquezas, u ocultar las
bancarrotas bancarias. (Exactamente igual que
ahora).
La historia de “las Españas” ha estado plagada de golpes de
Estado, complots militares, juegos sucios de tramas violentas y demás fechorías,
no siendo capaces de enmendarse para no cometer los mismos errores que ha
costado tanta sangre en el dramático Golpe de Franco. También hay que recordar
conflictos propios de los procesos naturales de la descolonización que
provocaron tanto sufrimiento a las familias trabajadoras. Cuenta la historia que (…) “a la
tragedia de tantas vidas segadas, españolas y rifeñas, hay que sumar el coste
que pagaron las finanzas públicas a causa de las aventuras financieras y
bélicas de Alfonso de Borbón. Más de
5.600 millones de pesetas de la época, extraídas del esfuerzo de millones de
obreros industriales y de jornaleros agrícolas, se gastaron en la campaña de
África. Una buena parte de ese dinero acabó en las cuentas suizas de Alfonso de
Borbón, una fortuna, parte de la cual heredó su nieto Juan Carlos y que en su
momento heredará su biznieto Felipe VI”. (…) “Las minas marroquíes no fueron el único
negocio de Alfonso XIII. Su larga mano también llegó a empresas que explotaban
concesiones públicas o que contrataban con la administración, como el Metro o
la Transmediterránea. Y como su sed de beneficios no se saciaba con su
participación en negocios legales, también participó en el mundo de la estafa a
través de su participación en el sistema de apuestas de las carreras de galgos.
Años después, la II República desmanteló la mafia de los canódromos, prohibió
las carreras de galgos y, a la vista de los abrumadores indicios de delito
presentó una demanda judicial contra Alfonso XIII de Borbón por estafador. El
golpe fascista de Franco canceló las diligencias judiciales en curso” (…) (El parecido con la
realidad de hoy es una constante).
Las políticas y presupuestos educativos, sanitarios, culturales,
etc, en la actualidad, se siguen elaborando,
en última instancia, en función de los intereses de los capitalistas, aunque en
ocasiones, la presión popular obliga a introducir avances. Qué decir de los gobiernos y parlamentos, o
de los cuerpos del Estado dedicados a la represión (policía, ejército,
tribunales). Cada vez que la juventud y
la clase trabajadora quieren ir más allá de lo que los capitalistas están
dispuestos a conceder, estas instituciones son utilizadas contra el pueblo de
forma represiva, para garantizarse la
extracción de plusvalías y mantener el Poder, diciendo como aquel “Rey Sol”: “La democracia soy yo”.
Pero más temprano o más tarde, ese constante saqueo al pueblo desata la indignación contra
la injusticia, hipocresía y falsedad del sistema capitalista que incita a
provocar luchas e incluso revoluciones, como la que se ha iniciado en Cataluña,
o como antaño los históricos levantamientos campesinos en Andalucía o la
Revolución de Asturias donde se tomaron minas y fábricas en los años 30. Una
insurrección que fue reprimida por Franco de forma brutalmente sangrienta, cuyo
influjo posteriormente se prolongó hasta el triunfo de la República en 1931 por
métodos pacíficos, que luego fue bañada en sangre por métodos represivos y
violentos en 1936 por el golpe definitivo del mismo General Franco.
Volviendo
a la actualidad, las perspectivas actuales en que estamos inmersos en estos
momentos es de cambios bruscos y
repentinos que se están dando en la toma
de conciencia de las masas, fruto
de las frustraciones que provoca la larga crisis económica, sus recortes y la incapacidad del modelo del
78 de volver a los parámetros de bienestar de antes del 2008, que presagian una agudización del
enfrentamiento en líneas de clase.
El capitalismo se basa en la búsqueda del máximo beneficio
individual por parte de cada capitalista y en la propiedad privada de los
medios de producción, es decir, la riqueza que se crea con el trabajo de la
mayoría de la población y los medios necesarios para llevarla a cabo, como
maquinaria, instalaciones y otros recursos, no pertenecen socialmente a toda la población, para poder
decidir democráticamente cómo emplearlas en función de las necesidades de la
humanidad, como podría realizarse en un
sistema socialista genuino bajo una
verdadera democracia sana al servicio
del conjunto del pueblo, sino que es propiedad de un reducido grupo de
individuos que solamente la ponen en marcha si les proporciona unas ganancias
superior al capital previamente invertido.
La ganancia del capitalista es resultado de una expoliación, de
la explotación de la mano de obra que representa en realidad un ROBO, como le
llamaba Proudhon cuando decía: “La proprieté c’est le vol”, es decir, “La propiedad es el robo” del tiempo de
trabajo que no se le paga al asalariado. Si un trabajador, obrero manual o
intelectual, recibiera el producto íntegro de sus 8, 10, 12 o 14 horas de
trabajo, el empresario no ganaría nada, como luego desarrolló Marx científicamente
en su obra “El Capital”. Por ello introducen máquinas que hagan
producir más al trabajador en menos
tiempo, alargan la jornada laboral o sustituyen mano de obra que les cuesta más
cara, y está mejor organizada para defenderse, por otra a la que poder explotar
mejor, pagarle menos salario y de la que extraer más beneficios, pues el único
objetivo del empresario es mantener o aumentar la tasa de ganancia a costa de
lo que sea.
Esto provoca dos cosas:
a) la crisis inevitable
del sistema y b) que los intereses de
estas dos clases, (capitalistas y obreros), sean opuestos en todo momento,
llevando, especialmente cuando la crisis se hace evidente, a enfrentamientos
decisivos. La crisis se produce antes o después porque
los capitalistas, para aumentar sus beneficios, recurren a todas las medidas a
su alcance. Pero los trabajadores no solo son los que producen, también son,
junto a otros sectores menos numerosos, como pequeños comerciantes, campesinos,
etc, el grueso de los consumidores.
Si el valor de lo que ha producido cada asalariado no revierte a
él íntegramente, es imposible que todos los trabajadores puedan consumir todo
lo que se ha producido. (La “oferta
global”, el precio de las mercancías y
servicios puestas en el mercado es superior al dinero en las manos de los
consumidores, es decir la “demanda global”).
Esta contradicción puede tardar más o menos tiempo en salir a la
superficie, gracias al crédito y a otros mecanismos, pero tarde o temprano lo
hace y provoca una lucha entre los capitalistas individuales por los mercados (
y los asalariados por sus intereses), ya
que hay demasiada producción para el mercado que existe; a esto se le llama crisis
de sobreproducción o subconsumo, porque sobrando producción, la escasez de dinero en manos de los
trabajadores impiden el consumo y avanza la desigualdad, el paro y la miseria.
Cada capitalista intenta vender más y a menor coste pero eso,
manteniendo los beneficios, significa más ataques a los derechos de los
trabajadores; es la pescadilla que se muerde la cola: nueva sustitución de mano
de obra más costosa por otra más flexible y barata, nuevos despidos para
introducir más tecnología, etc. Esto
ayuda a un capitalista o grupo de capitalistas a recuperar sus beneficios
inicialmente, pero agrava la crisis del sistema al cabo de un tiempo, pues
sigue habiendo cada vez más capacidad para producir y menos capacidad para dar
salida a todos los productos.
Asimismo, aunque sigue la controversia en esta cuestión, la Ley
Tendencial a la Caída de la Tasa de Ganancia, sique operando, (a veces lenta e
imperceptiblemente y otras se acelera con las crisis) profundizándose la contradicción por el
encarecimiento de la instalación de los nuevos descubrimientos, la robótica y nuevas tecnologías en
agricultura, industria y servicios, que
abre la brecha entre el Capital Constante y el Capital Variable, perjudicando
gravemente la amortización de las nuevas instalaciones de las técnicas
aplicadas.
La introducción de tecnología en todo el mundo está suponiendo
un aumento enorme de la capacidad productiva y despidos masivos de
trabajadores. Ello hace que la lucha por los mercados entre los distintos
capitalistas, ahora en una pugna inter-imperialista descarnada, sea cada vez
más dura y violenta entre los 4 Grupos Imperialistas mundiales. Antes o después nuevas crisis sobrevendrán,
reducirán la inversión e intentarán cargar el peso de la caída de sus
beneficios sobre la clase trabajadora en forma de nuevos y aún más duros
ataques, como siempre han hecho, si la clase trabajadora no lucha por frenarlo
o evitarlo.
En la actualidad, el 95 % de las inversiones son de carácter
especulativo, no producen nada concreto ni crean riqueza real, son
exclusivamente movimientos en la bolsa, que drenan parte de la riqueza ya
creada. Incluso en momentos de auge
económico, como el vivido antes del 2007/08,
cuando los beneficios aumentaron y creció la producción, los capitalistas no
podían utilizar toda la capacidad productiva instalada cuyo índice estaba en un
68 %, aunque las necesidades sociales
seguían insatisfechas. En estos
momentos, después de la crisis, la recesión
y el intento de recuperación, la situación de los indicadores como la
FBCF (Formación Bruta de Capital Fijo), que indican los puestos de trabajo que
se van a crear en el próximo futuro, como la utilización de la capacidad
productiva instalada, siguen estando por los suelos a escala global.
Esto demuestra que existen dos contradicciones insalvables bajo
este agónico sistema imperialista, como son, la propiedad privada de los
grandes medios de producción y las fronteras nacionales que impiden el
desarrollo armonioso de las fuerzas productivas y el bienestar de las
personas. La crisis que vivimos por el
conflicto catalán pone de manifiesto que el papel de la clase dominante y el
aparato del Estado utilizan el poder de la Corona como el catalizador simbólico
del monopolio de la violencia y la reacción. Sigue estando todo “atado y bien
atado” como recoge la C.E. con sus medidas de excepción previstas, por lo cual
se reservan un poder absoluto, por encima incluso de la Democracia como método
para dirimir controversias. Por ello existe una legitimidad que es cuestionada
de forma creciente ya que cuando el
poder del capital se ve amenazado y entran en confrontación los Poderes Centrales
con la Democracia periférica como está ocurriendo ahora, el Gobierno del PP
utiliza la salida “jurídica” y desprecian la “negociación política”.
El aparato del Estado está envuelto en una inmensa corrupción
sistémica que lo envuelve todo. El pueblo está asqueado, indignado, escandalizado por tanta podredumbre y tantas
mentiras. Espera un Cambio, pero la división de las izquierdas lo frena. No
obstante, las masas están acumulando presión, están acelerando el proceso
molecular de toma de conciencia y se hace cada vez más consciente de que este
estado peligroso de corrupción es lo que mantiene el parasitismo que acompaña
históricamente a la clase dominante y que preparan el recurso de la violencia en defensa de su
sistema, porque les va en ello su poder.
Igualmente es una necesidad orgánica y de supervivencia de las Direcciones de izquierdas para la defensa
de la clase trabajadora, explicar y
convencer a las masas que la raíz de nuestros problemas que afectan a los
pobres, a los asalariados y a nuestras familias se llama Capitalismo y que solo
una lucha decidida por el cambio de modelo de sociedad, nos puede ofrecer una
salida digna como clase. La lucha por un mundo mejor continúa y se podrá
conseguir, si nos organizamos y unimos solidariamente para superar las
dificultades y conquistar el futuro por medio del Socialismo y la Democracia.
ÁREA DE COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE
MÁLAGA-PSOE. A
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