(…) “El actual modo de producción capitalista tiene como premisa la
existencia de dos clases sociales: de una parte, los capitalistas, que se
hallan en posesión de los medios de producción y de sustento, y de otra parte,
los proletarios, que, excluidos de esta posesión, sólo tienen una mercancía que
vender: su fuerza de trabajo, mercancía que, por tanto, no tienen más remedio
que vender, para entrar en posesión de los medios de sustento más
indispensables.
Pero el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo
socialmente necesario invertido en su producción, y también, por tanto en su
reproducción; por consiguiente, el valor de la fuerza de trabajo de un hombre
medio durante un día, un mes, un año, se determina por la cantidad de trabajo
plasmada en la cantidad de medios de vida necesarios para el sustento de esta
fuerza de trabajo durante un día, un mes o un año.
Supongamos que los medios de vida para un día exigen seis horas de
trabajo para su producción o, lo que es lo mismo, que el trabajo contenido en
ellos representa una cantidad de trabajo de seis horas; en este caso, el valor
de la fuerza de trabajo durante un día se expresará en una suma de dinero en la
que se plasmen también seis horas de trabajo.
Supongamos, además, que el capitalista para quien trabaja nuestro
obrero le paga esta suma, es decir, el valor íntegro de su fuerza de trabajo.
Ahora bien; si el obrero trabaja seis horas del día para el capitalista, habrá
reembolsado a éste íntegramente su desembolso: seis horas de trabajo por seis
horas de trabajo. Claro está que de este modo no quedaría nada para el
capitalista; por eso éste concibe la cosa de un modo completamente distinto.
Yo, dice él, no he comprado la fuerza de trabajo de este obrero por seis horas,
sino por un día completo.
Consiguientemente, hace que el obrero trabaje, según las
circunstancias, ocho, diez, doce o catorce y más horas, de tal modo que el
producto de la séptima, de la octava y siguientes horas es el producto de un
trabajo no retribuido, que por el momento, se embolsa el capitalista.
Por donde el obrero al servicio del capitalista no se limita a reponer
el valor de su fuerza de trabajo, que se le paga, sino que, además, crea una
PLUSVALÍA que, por el momento, se apropia el capitalista y que luego se reparte
con arreglo a determinadas leyes económicas entre toda la clase capitalista.
Esta plusvalía forma el fondo básico del que emanan la renta del suelo,
la ganancia, la acumulación de capital; en una palabra, todas las riquezas
consumidas o acumuladas por las clases que no trabajan. De este modo, se
comprobó que el enriquecimiento de los actuales capitalistas consiste en la
apropiación del trabajo ajeno no retribuido, ni más ni menos que el de los
esclavistas o el de los señores feudales, que explotaban el trabajo de los
siervos, y que todas estas formas de explotación sólo se diferencian por el
distinto modo de apropiarse el trabajo no pagado. Y con esto, se quitaba la base de todas esas
retóricas hipócritas de las clases poseedoras de que bajo el orden social
vigente reinan el derecho y la justicia, la igualdad de derechos y deberes y la
armonía general de intereses. Y la sociedad burguesa actual se desenmascaraba,
no menos que las que la antecedieron, como un establecimiento grandioso montado
para la explotación de la inmensa mayoría del pueblo por una minoría
insignificante y cada vez más reducida.
Estos dos importantes hechos sirven de base al socialismo moderno, al
socialismo científico. En el segundo tomo de “El Capital” se desarrollan estos
y otros descubrimientos científicos no menos importantes relativos al sistema
social capitalista, con lo cual se revolucionan también los aspectos de la
economía política que no se habían tocado todavía en el primer tomo.(…)”
Fuente:
Extracto de un artículo escrito por F.Engels a mediados de junio de
1877 y publicado en el almanaque “Volks-Kalender”, Brunswick, 1878.
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