28 de mayo de 2012

TAREAS DE IZQUIERDA SOCIALISTA: ORGANIZACIÓN Y DEMOCRACIA INTERNA.


La deriva ideológica del PSOE está resultando ya mucho más que incómoda a buena parte de los votantes y de los militantes de este partido. Una situación particularmente áspera para los miembros de la corriente Izquierda Socialista, obligados una vez tras otra a admitir posiciones muy alejadas de sus convicciones.

Las cuestiones de organización de los partidos políticos no son asuntos mecánicos, burocráticos, o simplemente administrativos; son decisiones estratégicas con consecuencias inmediatamente políticas. De tal manera que a una forma organizativa le corresponde desarrollar un tipo de política concreta, y viceversa, para poder desplegar un tipo de política concreta le corresponderá una forma de organización determinada. Lo político y lo organizativo conforman una simbiosis y no se puede separar sin dañar la interacción.


Conviene recordar cuál es el origen político, la razón de ser de la corriente de opinión interna PSOE, Izquierda Socialista (IS). Con el telón de fondo de la discusión sobre el abandono del marxismo y bajo el lema “construir en libertad”, IS nace como consecuencia del debate establecido en el XXVIII Congreso del PSOE (Madrid, 17 al 20 de mayo de 1979). Eran tres los puntos más eminentes de aquella discusión: 1) Definición ideológica del PSOE; 2) estrategia política a desplegar a medio y largo plazo; y 3) qué tipo de partido se debía formar para asumir una estrategia política determinada.


Grosso modo, existían dos posiciones enfrentadas: una de ellas encabezada por Felipe González y Alfonso Guerra, quienes deseaban un partido ideológicamente “flexible” pero muy disciplinado y muy compacto en torno a su líder; otra defendida por Gómez Llorente y Francisco Bustelo, que reivindicaban el modelo de partido y la estrategia política aprobada en el congreso anterior celebrado también en Madrid (diciembre de 1976). Es decir, un socialismo autogestionario, con un bloque social de progreso pactado con las fuerzas de izquierda más allá de la socialdemocracia pero fuera del colectivismo burocrático. El proyecto avisaba de los peligros del parlamentarismo puro, del electoralismo y del personalismo.


Felipe González fue derrotado en aquel congreso de mayo del 79 y dimitió; pero ante la falta de iniciativa por parte de la izquierda del partido1, fue nombrada una Comisión Gestora hasta el próximo congreso. Felipe González volvió a presentarse en el Congreso Extraordinario (Madrid, 28 y 29 de septiembre, 1979) y aceptó esta vez las Secretaría General del partido. A partir de este congreso queda consolidada Izquierda Socialista.


¿Qué significa ese nuevo modelo de partido defendido por Felipe González? Recapitulemos: a) Felipe González quería un partido “flexible” ideológicamente para que un partido descafeinado llegara a la mesa de consumidores no socialistas, alcanzando a una mayoría social que se tradujera en una mayoría parlamentaria (como así ocurrió en 1982); en román paladino, con esta estrategia se perseguía el bipartidismo. Y b) al optar por un partido disciplinado en tono a su líder, se opta también por: un partido de notables donde los afiliados y militantes tienen poco que decir; un partido con poco o nulo debate porque el líder o su equipo de expertos lo proponen todo; un partido en donde su estructura institucional (comités federales, congresos, etc.) son papel mojado. En fin: un partido en donde se estrangula la democracia interna y por lo tanto fácil de controlar desde la cúspide. Aquí sí toman carta de naturaleza las palabras de Trotsky: “El partido sustituye a la sociedad, el comité central sustituye al partido, el líder sustituye al comité central”


Recojamos ahora las tesis defendidas por Gómez Llorente y Francisco Bustelo, que en mi opinión representan diáfanamente nuestras tareas políticas inmediatas: a) clara definición ideológica. Ello conlleva a una clara definición política y consecuentemente, a precisar más nuestra posición política. Consecuencia inmediata: disminuiría el ámbito social al cual nos dirigimos y el bipartidismo ya no sería posible; para llegar a algún acuerdo deberíamos de conseguir pactos con otras fuerzas políticas y sociales de izquierda. Y b) lograr un partido más participativo y descentralizado, donde la democracia interna favoreciera el debate y las propuestas emanaran de abajo a arriba –no de arriba abajo–, y la voz de los movimientos sociales tuvieran inmediata cabida y repercusión en nuestros posicionamientos políticos fuera de los condicionamientos de “los mercados”. Esta debería ser nuestra actual posición política: clara definición política en un partido democrático, participativo y descentralizado.


Así como el proyecto político de Felipe González y Alfonso Guerra supuso y supone una agresión a la tradición histórica del PSOE, la aceptación del proyecto político felipista en la actualidad –encarnado por viejos o nuevos felipistas– supondría una contradicción del proyecto político originario del IS. O un PSOE de los militantes, o un PSOE de las oligarquías políticas; o un PSOE con ideas políticas transparentes, o un PSOE opaco; pero no las dos cosas y su contrario, al mismo tiempo.



 Juan Antonio González Alonso.
 Militante de Izquierda Socialista (PSOE) de Asturias.

Nota
1. “… algunos nos ‘curramos’ intensamente los debates políticos en las comisiones y de conseguir que nuestros planteamientos llegasen y triunfasen en el pleno, aquellos líderes en los que habíamos confiado para embarcarnos en aquella aventura (especialmente el compañero Tierno Galván) que ellos eran los últimos en creer que podíamos ganar, cuando ganamos y nos presentamos ante ellos con el triunfo para que se hicieran cargo de la nueva dirección del partido, les temblaron las piernas y nos dejaron tirados en el mejor y peor sentido de la palabra…” Crítica de Wenceslao López, delegado al congreso por Asturias.
El Viejo Topo 285/ octubre 2011

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