Los recortes dictados por el gobierno mundial en la sombra, ocultos en sus guaridas del Club Bilderberg, de la Comisión Trilateral y otros lujosos despachos de Wall Street, afectarán a las clases más desfavorecidas porque está claro que no lo van a sentir los archimillonarios ni sus familias. La Burguesía tiene asegurada su educación privada, sanidad y cuidados hospitalarios de pago y dinero para pagarlo. Con tal de restaurar la tasa de ganancias que ha caido como consecuencia de la crisis estructural del sistema
capitalista que ha desembocado en esta profunda recesión, están dispuestos a destruir el incipiente "estado de bienestar" que decían iban a construir.
El sistema capitalista en decadencia cada vez genera menos riqueza real. El capital especulativo supera el 95 % del capital circulante mundial y solamente el 5 % del capital se invierte en la producción real de bienes. A través de enormes presiones fomentadas por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Banca Mundial (BM), que son los intrumentos ejecutivos de ese gobierno en la sombra, han obligado a todos los dirigentes, sean conservadores, liberales o socialdemócratas, a adoptar las medidas de recortes que han puesto sobre la mesa marcando la hoja de ruta a través de un golpe de estado financiero mundial.
Es preciso analizar la razón por la que ese gobierno en la sombra de la clase dominante quiere imponer esa política de ataques, que puede recrudecer la guerra entre las clases, con esos recortes salvajes que van en contra de los niveles de vida y trabajo del movimiento obrero. Es porque en realidad no tienen otro camino. Eso demuestra la bancarrota del capitalismo que no puede sobrevivir sin destrozar las fuerzas productivas ya creadas.
Como historicamente ha explicado el marxismo, las contradicciones del sistema capitalista en su conjunto es lo que produce todos los problemas que se están desarrollando en la actualidad.
Buscando las razones concretas de la intransigencia de los capitalistas y sus prisas por hacer cumplir sus recortes, si lo comparamos con las posiciones que venían manteniendo hace solamente 3 años o menos, es que desde esa fecha en la que colapsó el liberalismo, se ha producido una caída brusca de la tasa de beneficios, al haberse evaporado cientos de miles de millones de dólares, por el derrumbe de las bolsas y los bancos que han tenido que ser rescatados haciendo enormes inversiones con dinero público.
El desplome de la tasa de beneficios se debe al mismo ciclo de expansión que sobrepasó los límites de la industria, la agricultura y el comercio mundial, saturándose los mercados globalizados. Asimismo, está operando la "Ley de la Tendencia a la Caída de la Tasa de Ganancia", pues el hecho de que los capitalistas tengan que gastar cada vez más recursos en lo que llamaba Marx el "capital constante" (maquinaria, nuevas tecnologías, edificios, robótica, etc..) significa que la proporción de "Capital constante" con relación al "capital variable" (salarios y gastos sociales pagados a la clase trabajadora) ha aumentado exponencialmente en el transcurso de los últimos lustros.
Los capitalistas no extraen beneficios de las inversiones en "capital constante". El único beneficio que pueden obtener procede de la "plusvalía" que arrancan a los asalariados, es decir, del trabajo no pagado a la clase trabajadora. Esto quedó demostrado en las investigaciones de Marx (Leer El Capital) sobre el funcionamiento del sistema capitalista, que por cierto, ningún economista burgués ha refutado científicamente. Los ataques al materialismo dialéctico se basan en abstracciones ideológicas interesadas, de defensa a ultranza del capital, basada en las teorías metafísicas, que corresponde a la filosofía de la clase buguesa dominante. Esa es la razón de que los capitalistas tienen tanta saña y brutalidad a la hora de atacar al marxismo con el obtivo de defender sus "sacrosantos Beneficios".
Esas dificultades son las que explican por qué los capitalistas, en su fase imperialista multinacional, han adoptado globalmente la postura de reducir los gastos públicos y recortar la parte que tiene la clase trabajadora de la riqueza que ésta produce. Los burgueses están muy molestos incluso con los miserables impuestos que pagan con relación a la carga que soporta la clase trabajadora, los campesinos, los pequeños empresarios y los autónomos. Los grandes empresarios y las multinacionales quieren recibir cada vez más subvenciones y ayudas del Estado, a la vez que exigen pagar menos impuestos.
La confirmación de que el sistema no puede mantenerse por sí solo, es que el capitalismo monopolista en los últimos 6 ó 7 lustros se ha convertido en un verdadero parásito. La alta burguesía depende de las ayudas estatales. Son miserables parásitos millonarios por lo que la clase trabajadora debe rechazar de plano esta mostruosa situación de ventajismo obsceno y luchar democráticamente para cambiar este injusto estado de cosas.
Mientras se mantenga el control de los monopolios, incluido entre ellos el oligopolio financiero, cualquier medida que adopte el Estado, siempre lo hará a favor del Capitalismo y nunca será una solución válida para resolver los problemas de la clase trabajadora en el estrecho marco que ofrece el sistema capitalista.
No habrá soluciones para los problemas de los abultados déficits, de los gastos públicos, de los recortes sociales, de la inflación, de la falta de inversiones privadas, y demás contradicciones que son irresolubles bajo los mecanismos del sistema.
La verdadera solución para resolver las necesidades y los intereses de la clase trabajadora, en circuntancias de quiebra del sistema como el actual, reside en la transformación socialista de la sociedad.
Ahora bien, ya Marx explicó que "un sistema social no es sustituido por otro sistema hasta que el primero no deja de ser útil para desarrollar las fuerzas productivas, es decir, los medios de subsistencia, la fuerza del hombre sobre la naturaleza". Cuando un sistema social se convierte en un freno para el desarrollo de la tenología, la ciencia, la ingenieria y los avances sociales, como está ocurriendo en esta recesión del capitalismo, esto supone el principio del fin de ese sistema social que queda obsoleto y senil.
Esto queda comprobado con el hecho de que en la actualidad, no se puede utilizar la capacidad productiva instalada más que en un porcentaje en torno al 69 %, lo que indica un despilfarro de más de un 30 % a escala mundial.
Toda Europa sigue estando bajo la amenaza de procesos convulsivos de Huelgas de masas, con el peligro de quiebras estatales, como vimos en Grecia, Irlanda y los ataques contra las economías más débiles como Portugal y el Estado Español. También Francia, Italia y demás países, incluida la flemática Gran Bretaña, han sufrido y sufren convulsiones sociales que cuestionan a los gobiernos, hablándose ya de una Huelga General Continental que podría producirse pronto.
La clase trabajadora y sus dirigentes sindicales naturales como son UGT y CCOO han podido constatar el giro hacia la derecha del Gobierno que ha roto el diálogo social. utilizando argumentos por parte de los dirigentes socialdemócratas que representan el ala más derechista de la coalición de liberales y socialdemócratas, que nos exigen que nos apretemos el cinturón y aceptemos trabajar más por menos dinero, que era la propuesta del desfenestrado ex-presidente de la CEOE.
La situación de agobio y frustración sufrida por la clase trabajadora, que está acusando el plan de ajuste y los recortes salariales y del nivel de vida de las masas, está llegando a un límite que puede saltar en cualquier momento, pues existen sectores que no están dispuestos a someterse más a semejantes ataques sin luchar.
La bancarrota total del sistema capitalista, que exige cargar el costo de esta crisis sobre las espaldas de los más desfavorecidos, está llevando a capas más avanzadas del movimiento obrero, muchos incluso votantes del PSOE, a rebelarse para buscar una solución a las cuestiones sociales.
Una cierta capa de la base, los socialdemócratas más sinceros y honestos, plantean la necesidad de un nuevo proyecto social, o sea, lo que imaginan como un programa realista y moderado, en líneas keynesianas, con aumento del gasto público, inversiones estatales y otras medidas, como atacar a la burguesía con una reforma fiscal justa, etc.
Estas reivindicaciones que son realmente moderadas y justas, chocan frontalmente con las medidas de reducción del gasto público planteado por el gobierno, que ha cedido ante las presiones y está aplicando la hoja de ruta marcada por los poderosos. Los servicios sanitarios, educativos, los transportes y demás servicios sociales y municipales se van a ver recortados. Esto expresa el estrecho margen del capitalismo que no admite ninguna reforma. El reformismo socialdemócrata ha colapsado arrastrado por el colapso del capitalismo, afectando ésto tanto a los reformistas de derechas como a los de izquierdas.
Inmediatamente que constatamos esto surge una pregunta clave, como es el por qué del rechazo de la aplicación del modelo kesynensiano, es decir, ¿por qué "los mercados" son incapaces de solucionar los problemas a través del gasto público? En pura teoría los socialdemócratas que gobiernan deberían estar a favor de incrementar el gasto público, pues de acuerdo con las teorias que venían manteniendo con más inversiones y gasto público se resolverían los problemas a los que se enfrentan con este estancamiento de la economía que está afectando a toda la población, tanto a los empresarios como a los trabajadores.
La situación de que ningún paradigma económico funcione, de que ninguna idea de la clase dominante sirva para echar a andar al modelo que tanto defendían los liberales del "dejar hacer, dejar pasar" en el que se sustentan los ideales de su supuesto liberalismo, ni el otro modelo antes mencionado del keynesianismo, expresa una situación patética y sin salida.
La experiencia práctica de estos últimos años está demostrando de forma contundente a la clase dominante, lo que los marxistas han venido defendiendo, que llegada la crisis estructural de onda larga, inevitable en el capitalismo, ni el modelo Monetarista ni el Keynesiano darían una salida a la bancarrota del sistema, pues con la inyección de dinero al sector público, lejos de resolver el problema del capitalismo lo agrava por el aumento desaforado de los déficits. Sin embargo, si se aplica el Monetarismo, retirando recursos financieros de la economía, el hundimiento sería más rápido y mucho peor.
Recordemos que una de las principales razones de las inflaciones explosivas en todo el mundo, tuvieron como causa precisamente la financiación del déficit por parte de los gobiernos. Asi que la ilusión keynesiana, que tuvo su razón de ser y sus buenos efectos en un momento dado, ha desaparecido completamente para todo político capitalista serio e igualmente para cualquier economista que quiera mantenerse en el marco del sistema de libre mercado.
En otros tiempos, el debate entre keynesianos y monetaristas era interesante, al ver cómo razonaban y teorizaban los partidarios de Friedman contra los de Keynes, como fieles representantes del capitalismo. En la actualidad el debate teórico está más bien agotado y no existe ningún paradigma creible dentro del modelo capitalista. Incluso los socialdemócratas que eran los más keynesianos han doblado la rodilla y asumen los recortes como mal menor, siendo éstas las teorías que han aceptado, que son conservadoras, y que sirven de base para la futura política del próximo gobierno del PP que se avecina.
Las teorías puestas sobre el tapete son en realidad las de reducir el gasto, contención salarial, ajustes durísimos, intentar garantizar el valor y la credibilidad del Estado e intentar que no se produzca la temida inflación, que resurgirá más tarde o más temprano, como causa de las enormes inyecciones financieras llevadas a cabo por los Gobiernos de todo signo.
Pero como los dirigentes sindicales y analistas de izquierdas han señalado correctamente, sobre todo la escuela anti-liberal y los marxistas, estas medidas significarán más desempleo de masas, un mayor colapso del mercado, un aumento de la miseria y degradación de la clase trabajadora y un aumento de las convulsiones sociales debido a la frustración y al malestas que esas medidas están causando en la sociedad. Es decir, que el remedio puede ser peor que la propia enfermedad.
Esas posiciones de rechazo a las medidas adoptadas pueden ser perfectamente correctas, pero si decimos A, hay que decir B, y luego C, lo que nos obliga a recorrer todo el abecedario. No cambia el hecho de que desde el punto de vista del capitalismo, las polìticas aplicadas por orden de "los mercados", (o sea, de los dictadores capitalistas) es la única solución posible a los problemas a los que se enfrenta el sistema en el momento actual, si de lo que se trata es mantener y defender el capitalismo.
Si se continúa por el camino de financiar el déficit, provocaría, inevitablemente, un incremento tanto de los intereses como de la futura inflación, hasta alcanzar niveles imposibles de pagar, desembocando en la bancarrota total. Es por ello que la clase dominante ha renunciado y rechaza de plano las falsas ilusiones del keynesianismo, porque, dialécticamente, se ha convertido en negativo. Han llegado a la conclusión que es imposible resolver el problema del capitalismo con más gasto público y se disponen a recortar los presupuestos hasta los huesos.
Cuando los socialistas marxistas ponemos sobre la mesa una alternativa en lineas de clase, planteando democráticamente la nacionalización de los sectores financieros y las empresas claves de la economía para avanzar en la planificación y poner las bases del socialismo, los reformistas, los liberales, los conservadores y demás corrientes responden con los argumentos del silencio, o con la descalificación constante de que el socialismo marxista es de siglos pasados, sin darse cuenta que el capitalismo es anterior al marxismo.
En realidad el socialismo marxista lo que ha venido haciendo es profundizar en los análisis de la forma en que funciona el sistema capitalista, detectando sus contradicciones y errores, reconociendo que bajo el capitalismo, cualquier aumento del dinero en circulación, sin respaldo de un valor real en producción tangible, inevitablemente provocará inflación y cebará la bomba de la especulación. Consideramos que lo que en realidad están preparando, es una burbuja financiera todavía más abultada y peligrosa para el próximo futuro si continúan apostando por el mismo modelo que nos ha metido en la recesión.
Afirmar como hacen los defensores del capitalismo que las proposiciones y alternativas que hacemos los socialistas marxistas no son viables, que son utópicas, es completamente absurdo, porque en realidad lo utópico es querer salir de la crisis cuando los dos modelos antes explicados están obsoletos y en realidad no encuentran ninguna alternativa a corto plazo para tirar de la economía y crear puestos de trabajo para aumentar la producción.
Entrando someramente en la cuestión de las inyecciones financieras efectuadas con la intención de resucitar el cadaver del capitalismo en descomposiciòn, está claro que si el número de billetes en circulación, tomando la economía en su conjunto, se aumenta con los cerca de 20 billones de dólares que han acudido al rescate desde que se inició la crisis en 2007, para cubrir la cantidad de la mercancía (en este caso bonos, acciones, subprimes tóxicas y demás dinero fiduciario convertido en basura) que se ha evaporado, toda esa cantidad de moneda y bonos verá aumentado su valor hasta que eso signifique que los precios se doblarán,o se triplicarán, pero sin que tenga correspondencia con la producción real creada, lo cual significa simplemente inflación. La temida inflación es, como todos sabemos, una elevación notable de los niveles de precios con efectos desfavorables para la economía de cualquier país, que afecta con más virulencia a las economías más débiles, es decir, a la clase obrera, parados y pensionistas.
En ese sentido, los argumentos de los economistas del PP y demás conservadores y reaccionarios, la argumentación que emplean la Patronal y los partidarios del modelo capitalista, es perfectamente correcto para salvar su sistema, que es el sistema de los ricos a costa de condenar a los más pobres, pues es cierto que la financiación de más deficits y el uso de la maquina de imprimir dinero, así como el gasto público que se detrae de la inversión privada, conducen inevitablemente a la inflación y al deterioro de la situación, visto desde el prisma de los intereses del capitalismo. La inflación es otra forma de robar al pobre para darselo al rico.
Claro está que no quieren ver la otra parte de la contradicción, como son las consecuencias de las polìticas deflacionarias o de recortes. En cuanto a la clase trabajadora, ni la deflación ni la inflación solucionará sus problemas, que son más paro, más pérdidas de nivel de vida, más degradación y miseria, lo que representa la elección entre el morir estrangulado lentamente o que te ejecuten en la silla eléctrica de forma fulminante. Salvar al capitalismo significa condenar a la clase trabajadora a la miseria y a la ruina.
El problema fundamental actual de los capitalistas y sus defensores es que no conciben el sistema como un método para la producción, sino sólamente para el beneficio rápido y a corto plazo. El capitalismo, que en sus inicios fue revolucionario y progresista, incluso a costa de la explotación salvaje de la clase obrera, ahora se ha vuelto totalmente contra-revolucionario y mucho más sanguinario. Es un capitalismo especulativo y voraz, el capitalismo de Casino, el capitalismo de la Guerra, el capitalismo del saqueo y la rapiña. La plusvalía es lo que hace funcionar al capitalismo, es decir, el trabajo no pagado a la clase trabajadora, que significa el beneficio de la clase explotadora capitalista.
El dilema que se les plantea a los propios capitalistas es que ellos mismos consumen en productos de lujo y derrochan bastante, pero relativamente poco porcentualmente de esos enormes beneficios que consiguen arrancar a la clase que explotan. En teoría, la mayor parte del beneficio, o sea de la plusvalía arrancada al trabajo de la clase obrera, debería ser invertida en la industria, la agricultura, el comercio, el turismo y demás sectores, para crear puestos de trabajo, pero en momentos de crisis hacen lo contrario, provocan la huelga de capitales, hacen inversiones en el extranjero, especulan o atesoran los dineros en paraísos fiscales.
Está demostrado estadísticamente que las multinacionales, los grandes monopolios, las grandes empresas, prácticamente no pagan impuestos, o sea, que en relación con lo que paga la clase trabajadora en su conjunto, es bastante menos. Las ayudas en excenciones fiscales, subvenciones y otras prebendas concedidas por los gobiernos para estimular supuestamente la inversión, consume enormes recursos que en realidad, salen del bolsillo de los impuestos pagados por el pueblo. Los impuestos de sociedades son relativamente ridículos (ejemplo: La SICAV es en la práctica un paraiso fiscal legalizado cuya tasa es del 1 %), al igual que el resto de impuesto que pretenden hacer pagar a los ricos que en realidad tienen miles de triquiñuelas legales, alegales o ilegales para evadir impuestos.
Economistas criticos como Juan Torres López, Vicenç Navarro, politólogos como Carlos Martinez, e incluso Paul Krugman y Joseph Stiglitzs, ambos premios Nobel de economía, han desarrollado trabajos en esa línea señalando que esos recodos legales y las numerosas subvenciones de las que disfrutan los ricos, hacen que en términos generales las grandes empresas no pagan impuestos. Es más, desde el punto de vista marxista, al considerar el capitalista los impuestos como un costo más en la producción, ese costo lo imputan en el capítulo de gastos y recae repercutido a la larga sobre la clase trabajadora en su totalidad.
Los capitalistas se quejan de que los impuestos son la causa de que muchas empresas vayan a la bancarrota, lo que es totalemente falso. Las empresas capitalistas con dificultades, según la teoría liberal capitalistas, deberían ser dejadas a la competencia del mercado que regularía la cuestión haciéndolas desaparecer. Pero el capitalista, cuando vienen las vacas flacas, acude al Estado, que es una heramienta a su servicio, pidiendo la intervención estatal para que les ayude, dejando su "liberalismo" para cuando obtienen beneficios.
Cuando llega una recesión del calado de la actual, existen igualmente tres posibilidades: a) Liberalismo puro, sin intervención estatal. b) Intervencionismo estatal, para salvar a las empresas y devolverlas al capitalista una vez saneada. c) El programa de transición al socialismo.
El primer caso era tan claramente inviable, que los analistas vieron que el capitalismo dejado "liberalmente" a merced de su "mano invisible" se hundiría irremisiblemente con un colapso fulminante. Entonces se empleó la opcion b), abandonando el liberalismo para pasar al intervencionismo e incluso se volvieron "nacionalizadores", para nacionalizar las pérdidas y privatizar las ganancias. La opción c) ni se contempla por los estrategas del capitalismo. No solo eso, sino que se oculta, o se combate con malas artes sin dar la oportunidad de ejercer la libertad en un sano debate de controversia, incluso en los partidos y sindicatos reformistas que siguen empeñados en la opciòn b), como reformistas de palabra pero que sin poder hacer reformas, lo que la convierte en su contrario.
Existen colectivos cada vez más amplios, entre los que se encuentran algunos bastante influyentes, que se declaran altermundistas, ecosocialistas, ecopacifistas y otros que luchan por un cambio de modelo, que siguen apostando, sugiriendo y defendiendo las tasas financieras contra el Capitalismo, (la famosa Tasa Tobin o similares), que en teoría, cualquier persona de izquierda debe admitir como positiva. Es cierto que cualquier impuesto sobre el beneficio sería un paso adelante en comparación con la situación actual, pero eso no va a la raiz del problema. Primero, porque como dice la fábula: ¿Quién de todos ha de ser, el que se atrava a poner, ese cascabel al gato?. Y Segundo, si hay fuerzas por la base, a través de la lucha de masas del movimiento sindical y polìtico para imponerla, entonces, ¿quién puede impedir que se nacionalice la banca de forma directa y se cree una banca Pública estatal, gestionada democráticamente por la clase trabajadora?
El sistema capitalista no produce mercancias solamente para venderlas; los capitalistas producen mercancías para obtener beneficios y lo ven de la forma que si, por ejemplo, el impuesto del IVA les grava el precio (no confundir valor y precio) en un X %, eso encarece el precio final que ellos ponen a las mercandías, o significará una reducción de sus beneficios. Eso es otro error, porque el precio de los productos bajo el Capital, como demostró Marx, no lo pone el capitalista, sino que, en última instancia, es el resultado de la oferta y la demanda, por lo que a veces coincide con su valor y a veces no.
Lamentablemente, una cosa es la apariencia y otra la realidad de cómo funcionan las cuestiones, sobre todo, en el complicado mundo de la economía, porque es cierto que cuando existe una subida de impuestos o incluso una amenaza real de subida, eso puede influir en la psicología de los empresarios dejando de invertir a ver que pasa. De todas formas, las inversiones de los autónomos, de los pequeños y de los medianos empresarios no significan gran cosa, dadas las magnitudes que son necesarias para hacer cambiar de signo el índice de Formación Bruta de Capital Fijo, que lleva tiempo con comportamientos negativos.
Por otra parte, existe la amenaza del propio sabotaje a la inversión capitalista, que perjudica a los mismos dueños de los Capitales, pues hace que la recesión se profundice hasta situaciones gravísimas, arrastrando a la clase obrera al pozo de la miseria. Lo que ocurre es que, por las contradicciones del modelo, la clase dominante no tiene otra forma de actuar porque están metidos en un callejón sin salida.
Otra de las carencias de los reformistas y de algunos de los llamados "altermundistas" y "revolucionarios" es que no quieren reconocer abiertamente que la sociedad está dividida en dos clases sociales antagónicas, con intereses y necesidades hostíles, pues esa es la esencia de la sociedad capitalista, la lucha por las plusvalías. Algunos analistas, aun reconociendo y aplicando análisis de clase, tienen un miedo enorme a la clase trabajadora y al abismo que se les abre, cuando comprueban que no hay salida válida bajo el capitalismo y a su vez, rechazan el programa de transición, por no molestar a los poderosos.
Una de las cuestiones fundamentales es que el beneficio de los capitalistas no se consigue solamente reduciendo la parte que tiene la clase asalariada en la riqueza que ella misma produce. Esa es la explicación de por qué a los capitalistas no les interesa bajar los precios, como tampoco les interesa las subidas de precios que retraen la demanda. El objetivo de ellos es la obstenciòn del máximo beneficio en el menor espacio de tiempo y ambos cambios les perjudican, pero no los pueden evitar.
Cualquier intento de evitar las contradicciones y antagonismos de clase que existen en la sociedad, hace que los capitalistas y los reformistas caigan cada vez en una nueva contradicción. En realidad, lo que exigen los propios empresarios es que se debe frenar a los monopolios, sobre todo, a los grandes Trusts Financieros que les ahogan. Pero para ello, habría que acabar con las normas del modelo actual, es decir, derrocar al capitalismo.
Los socialistas marxistas venimos defendiendo desde hace décadas una acción drástica contra los monopolios, pero entendemos que limitar su voracidad y ansia de beneficios por decreto nunca lo van a permitir, porque, como ha quedado demostrado en la actualidad, cuando se habla de que lo exigen "los mercados", lo que hay detrás es la dictadura del Capital. Es decir, que eso es igual que querer mover un tren solamente soplando.
Para cambiar la sociedad hace falta controlar las palancas fundamentales de la economía, pero no se puede controlar lo que no se posee. Por eso, la lucha de la clase asalariada tiene que ser tomar el poder polìtico y económico e implantar la democracia económíca, social y política, de abajo hacia arriba, bajo control obrero. Mientras que sean los capitalistas los que controlen los medios de producción, la producción de maquinarias, los medios de subssistencia, como alimentación y demás bienes necesarios para poder llevar todos una vida digna, la clase dominante tendrá miles de artimañas para evitar que los gobiernos socialdemócratas hagan las reformas que la clase trabajadora está necesitando.
Los reformistas keynesianos han abandonado la idea de imprimir dinero y producir inversiones públicas, porque ese modelo está desacreditado. Ninguno de ellos está defendiendo la financiación de los deficits públios, e intentan encontrar alguna formula de poner impuestos a la clase dominante, para poder utilizar ese dinero en tapar las acuciantes necesidades de la clase trabajadora, pero eso se queda en el plano teórico en momentos como los actuales.
En realidad incluso también algunos partidos comunistas que se han hecho socialdemócratas, están defendiendo la idea de que a través de reformas fiscales y otras reformas, sería posible que el capitalismo superara la crisis y venciera las dificultades en los mercados mundiales. Existe una cierta incomprensión de que el margen que deja el sistema impide cualquier reforma.
Los sindicatos y bastantes organizaciones de la clase trabajadora han venido rechazando las medidas tomadas por el gobierno, que reducen el gasto público y atacan los salarios, las condiciones laborales de los trabajadores y pensionistas, lo que va a tener como consecuencia una reducción de la demanda, constriñendo más el mercado. En estas condiciones, cuando la demanda está a la baja, teóricamente no es conveniente que los empresarios suban los precios. Pero aquí se están dando situaciones contradictorias, como la subida de las tarifas eléctricas y otros productos, lo que puede iniciar un proceso inflacionario muy peligroso: La Estanflación (Estancamiento con inflación).
Esto está poniendo en entredicho las medidas tomadas, porque a pesar del aumento de los beneficios que obtendrán los empresarios gracias a la reducción salarial, que todavía no han sido aceptadas por los sindicatos, que anuncian una nueva Huelga General para el 27 de Enero, las electricas, la banca y los grades empresarios anuncian repartos de beneficios, pero no hablan nada de cuáles son los planes de inversiones para salir de la recesión.
Los abusos enormes que esto representa contra la clase trabajadora es una condena clara del sistema capitalista a la vez que demuestra el papel parasitario que están jugando los grandes empresarios, sobre todo la banca, (Que es colaboradora necesaria de la fuga de capitalies, la especulación y los paraísos fiscales) que está estrangulando al pequeño y mediano empresario, al cortarle el oxigeno que representa la circulación normal de los créditos.
El estancamiento del PIB que está en torno al cero % , (las previsiones para el 2010 que acaba de terminar están al salir pero se baraja entre el -0,3 % y el +0,2 %) si hacemos una comparación sobre la situación de las rentas entre rentas del trabajo y rentas del capital, demuestra que, si los grandes capitales siguen repartiéndose enormes beneficios cuando no se crece, esos recursos salen directamente de meterle la mano en los bolsillos a los asalariados, como así está ocurriendo.
Nosotros estamos a favor de aumentar el gasto público para acabar con el paro. Pero sobre todo, estamos a favor de un programa de inversiones en sanidad, en educación, en obras públicas, en aumentar los gastos en bienestar social, de un programa masivo de viviendas, de carreteras, de ferrocarriles, de escuelas, de hospitales y basándonos en esto, una planificación científica de los recursos para acabar completamente con el paro y la recesión. Por eso también estamos a favor de la jornada laboral de 35 horas y rebajar la edad de jubilación a los 60 años, para repartir el trabajo entre todos, como un bien escaso pero muy necesario para la vida del ser humano. Pero para ello es necesario superar el capitalismo y, utilizando el enorme potencial de la lucha de masas, sindical y políticamente unificada y organizada, abrir paso hacia la construcción de una nueva sociedad: El Socialismo. (*)
Desde Izquierda Socialista de Málaga no apoyamos polìticas burguesas, sino auténticamente socialistas, a la vez que rechazamos los ataques contra los intereses de la clase trabajadora y los pactos con la burguesía. Consideramos que no hay mejor solución a los problemas que tenemos los trabajadores que no sean la lucha para exigir la nacionalización de los cien monopolios, bancos y empresas multinacionales, (con compensasiones en casos de necesidades comprobadas) a la vez que se apruebe un plan de producción, bajo control democrático de la clase obrera y gestionado por toda la sociedad.
Nosotros negamos que se trate de este o aquel aspecto del sistema social, el que se necesita para cambiar las cosas, sino que el problema es el funcionamiento mismo de todo el sistema social capitalista que está absolutamente agotado y no puede continuar el desarollo armonioso de las fuerzas productivas.
Los dirigentes reformistas y también los estrategas del capitalismo tienen un enorme problema; es que no se apoyan en las bases teóricas y las leyes del sistema social que dicen defender. Es como si hubiesen tirado la bañera con el niño dentro. No se basan en el pasado, el presente y el futuro; no han olvidado nada, pero han aprendido menos de la propia historia.
Los capitalistas siguen trabajando de manera empírica, sobre la base de los datos inmediatos y son completamente incapaces de valorar los efectos que tendrán la implantación de las nuevas medidas que han propuesto y que tendrán que profundizar, si, como dicen las encuestas, el PP gana las pròximas elecciones. Ya vimos las consecuencias de las medidas tomadas por la escuela de Chicago, que nos ha llevado a esta profunda recesión. Estamos abocados a violentas explosiones sociales, a inflación, a distorsiones, a huelgas y levantamientos. Ese es el resultado que tendremos al intentar resolver los problemas de los déficits, que tanto afectará a la clase obrera, en tan poco tiempo.
Por el contrario, en cuanto que se liberara la economía de la propiedad privada y se utilizara toda la capacidad productiva instalada, que está funcionando en torno al 68 %, el PIB podría aumentar la producción en torno al 30 % en una legislatura. Esto por si solo podría comenzar a satisfacer las necesidades de la clase trabajadora. E incluso, con la planificación científica y democrática, la producción podría crecer bastante más y distribuirse mucho más justamente. ¿Quién lo impide? El Capitalismo.
Si no aplicamos medidas socialistas en lugar de una salida de la recesión, nos vamos a encontrar con una caida de la producción todavía más profunda, con un descenso del nivel de vida de las masas que nos podrían retrotraer a los años 40 y 50 del siglo pasado, años de penurias de la postguerra bajo la dictadura.
Los objetivos de todos los capitalistas es aumentar la producción y sus beneficios, pero el sistema les empuja en sentido contrario. Esos objetivos se han visto abandonados por los reformistas socialdemócratas que han estado dirigiendo algunos países, lo que demuestra la bancarrota teórico-práctica a la que han sido arrastrados siguiendo la pauta y directrices del capitalismo.
Llegados a un momento del proceso, la clase obrera no permitirá una reducción forzosa más aguda de su nivel de vida para intentar mantener inútilmente este sistema capitalista que les explota, oprime y axfisia y se rebelarán. Nosotros siempre lo hemos dicho, ni los socialistas, ni los comunistas ni los anarquistas vamos a hacer la revoluciòn, porque esa es tarea de las masas cuando no les queda otro camino.
Lo que sí es cierto es que el llamado factor objetivo está completamente maduro y exige un cambio del modelo de sociedad, pero el problema es que el llamado factor subjetivo está algo inmaduro y va a tener que fraguarse en el fragor de la lucha de los próximos años, porque en la actualidad, las fuerzas productivas están desarrolladas para que se pueda producir un cambio del modelo de sociedad hacia el socialismo, de forma incluso democrática y pacífica. Si no se consigue el socialismo en los próximos años, las consecuencias serán terribles para la humanidad.
Estas son algunas de las razones por las que el movimiento obrero debe luchar por la transformación del sistema capitalista en línea con lo que anteriormente hemos expuesto. La clase trabajadora está comprendiendo que si el capitalismo no puede ofrecer un nivel de vida digno y decente para la población, entonces, la lucha debe consistir en apartar a un lado al capitalismo y avanzar hacia la construcción de un nuevo modelo completamente diferente, es decir, luchar por una sociedad socialista, con democracia social, libertades civiles, autogestión de lo público y recursos financieron bajo control democrático de toda la población en su conjunto, poniendo la economía al servicio del ser humano y no del lucro privado de unas cientos de familias que no han sido elegidas por nadie. Todavía estamos a tiempo. Es hora de organizarse y prepararse para la lucha. En la Unidad, la Organización, tanto sindical como políticamente y en la defensa firme de un prográma auténticamente socialista estará nuestra victoria.
ÁREA DE COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A
(*) Ver siguiente artículo en este mismo blog: "BALANCE Y PROPUESTAS PARA LUCHAR POR UN NUEVO MODELO"
is-psoe.malaga@terra.es
1 de enero de 2011
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