(Recomendable leer antes las Partes 1 al 3) anteriores).
…/..”Las organizaciones obreras tuvieron
que pasar a la clandestinidad, mientras que la burguesía acabó por sacar las
lecciones últimas de los acontecimientos. Octubre del 34 demostró que no era
posible acabar con el movimiento de las masas a través de la represión “legal”
que las leyes republicanas permitían. Se necesitaba aplastar a las
organizaciones y su capacidad de resistencia. Era necesario imponer el terror
blanco hasta sus últimas consecuencias.
De nuevo la colaboración de clases.
“Tras el fracaso de la derecha para estabilizar su gobierno, las cortes
fueron disueltas y se convocaron elecciones para el 16 de febrero de 1936. Los
dirigentes reformistas del PSOE y de la UGT, especialmente Indalecio Prieto y
Julián Besteiro, conectaron inmediatamente con las propuestas de los líderes
del PCE para conformar un Frente Popular de cara a las elecciones de febrero.
“Las nuevas directrices políticas de Stalin eran claras: supeditar la
acción revolucionaria del proletariado a la defensa de la legalidad
republicana, o lo que es lo mismo, a la defensa de la democracia burguesa, tal
como Dimitrov había concretado en el VI Congreso de la Internacional Comunista.
“Este nuevo giro de la política estalinista representaba una ruptura
decisiva con los principios de la política leninista sobre la revolución
socialista y su lucha contra la política de colaboración de clases. Los
estalinistas sancionaban con su política una vergonzosa regresión a los viejos
esquemas del reformismo socialdemócrata.
“Pero una cosa eran los esquemas políticos de los dirigentes
estalinistas y otra muy diferente la realidad tozuda de la lucha de clases.
Como habían demostrado los ejemplos de Alemania y Austria, el fascismo que veía
llegar su turno precisamente porque los mecanismos de la “democracia
parlamentaria” no eran suficientes para garantizar el poder y los beneficios de
la clase capitalista, solo podía ser derrotado con los métodos y la estrategia
de la revolución socialista.
“El programa del Frente
Popular aunque recogía reivindicaciones democráticas fundamentales, como la
amnistía y la readmisión de los despedidos tras la insurrección del 34, ataba
de pies y manos a la clase obrera. Los partidos republicanos rechazaron expresamente
cualquier mención a la nacionalización de la tierra y su entrega a los
campesinos y, por supuesto, a la nacionalización de la banca y el control
obrero en la industria.
“También se negaron a establecer el subsidio de paro solicitado por los
partidos de izquierda. En definitiva, se reeditaban los presupuestos políticos
que habían guiado la acción del gobierno de conjunción republicano socialista
del primer bienio, y que habían asfaltado el camino para que la CEDA triunfase.
“Todavía se justifica la política del Frente Popular en la necesidad de
evitar que las capas medias giraran hacia la reacción. Semejante argumento es
una cortina de humo que impide comprender la auténtica naturaleza de la lucha
de clases en esos momentos. No había terreno para salidas intermedias. O la
clase obrera se hacía con el poder político, expropiando el conjunto de la
propiedad capitalista, o el capital movilizaría sus reservas sociales y
militares para aplastar durante décadas a los trabajadores y sus
organizaciones.
“En su artículo Adónde va Francia, escrito en octubre de 1934, Trotsky
analiza este fenómeno en detalle: “...Los pequeños burgueses desesperados ven
en el fascismo, ante todo, una fuerza combativa contra el gran capital, y creen
que el fascismo, a diferencia de los partidos obreros que trabajan solamente
con la lengua, utilizará los puños para imponer más ‘justicia’. (...) Es falso,
tres veces falso, afirmar que en la actualidad la pequeña burguesía no se
dirige a los partidos obreros porque teme a las ‘medidas extremas’. Por el
contrario: la capa inferior de la pequeña burguesía, sus grandes masas no ven
en los partidos obreros más que máquinas parlamentarias, no creen en su fuerza,
no los creen capaces de luchar, no creen que esta vez estén dispuestos a llegar
hasta el final (…) Para atraer a su lado a la pequeña burguesía, el
proletariado debe ganar su confianza (…) necesita tener un programa de acción
claro y estar dispuesto a luchar por el poder por todos los medios posibles…”.
La necesidad
de una dirección revolucionaria.-
“A pesar de todos los obstáculos, el
Frente Popular (FP) fue apoyado entusiastamente por los trabajadores en cada
rincón del país, no tanto por el contenido de su programa, sino porque con su
victoria podrían lograr con rapidez sus aspiraciones más inmediatas. Sin
embargo, no todos los componentes del FP veían el futuro de la misma manera:
“Con toda mi alma”, hablaba confidencialmente Manuel Azaña el 14 de febrero a
Ossorio y Gallardo, “quisiera una votación lucidísima, pero de ninguna manera
ganar las elecciones. De todas las soluciones que se pueden esperar, la del
triunfo es la que más me aterra”.
“Pero el triunfo de las listas del FP
fue tan arrollador que muchos líderes reaccionarios como Lerroux o Romanones
perdieron su acta de diputado. No obstante, como ocurriera en las elecciones de
junio de 1931, sorprende que de los 257 diputados del Frente Popular 162
tuvieran filiación republicana. Los partidos obreros cedieron a los
republicanos burgueses un protagonismo en las listas que nunca merecieron. En
cualquier caso, el proceso de la revolución socialista encontró en las
elecciones de febrero de 1936 un cauce poderoso para expresarse.
“Aprendiendo de las lecciones del bienio
republicano-socialista, las masas no aguardaron a la acción “legislativa” del
parlamento o del gobierno para imponer sus puntos de vista. A través de la
acción directa revolucionaria asaltaron las cárceles y liberaron a los presos.
Entre febrero y julio de 1936 se organizaron más de 113 huelgas generales y 228
huelgas parciales en las ciudades y pueblos de toda España.
“En las ciudades, los comités de acción
UGT-CNT ocupaban fábricas y empresas y lograban imponer a los burgueses la
readmisión de los despedidos. La situación en el campo se desbordó: “Los
campesinos pasaron rápidamente a la acción”, escribe Manuel Tuñón de Lara, “(...)
En las provincias de Toledo, Salamanca, Madrid, Sevilla, etc., ocuparon grandes
fincas desde los primeros días de marzo y se pusieron a trabajarlas bajo la
dirección de sus organizaciones sindicales. Una vez que ocupaban las tierras,
lo comunicaban al Ministerio de Agricultura para que legalizase su situación.
Este movimiento culminó el 25 de marzo con la ocupación de fincas realizada al
mismo tiempo por ochenta mil campesinos en las provincias de Bajadoz y
Cáceres...”.
“La situación revolucionaria maduraba
con rapidez. De manera clara, el doble poder empezaba a emerger: por una parte,
el poder institucional de la república burguesa, cada vez más impotente en la
tarea de frenar la lucha de las masas, era abandonado crecientemente por los
sectores decisivos de la clase dominante que se preparaban para un golpe
militar fascista.
“Por otro, el tremendo poder del
proletariado y el campesinado, que empujaba a sus organizaciones hacia una
salida revolucionaria y que tenía su exponente más radical en la izquierda
caballerista del PSOE, la UGT y las JJSS, y en las organizaciones
anarcosindicalistas.
“Las condiciones objetivas para el
triunfo de la revolución social estaban plenamente maduras; pero el factor
subjetivo, es decir, el de una dirección revolucionaria consecuente, todavía
no. Si el PSOE o el PCE hubieran tenido una política marxista, auténticamente
socialista, basada en un programa revolucionario que plantease abiertamente la
toma del poder; si los dirigentes obreros hubiesen defendido la nacionalización
de las fábricas y la banca bajo control democrático de los trabajadores; la
expropiación de los terratenientes y la entrega de la tierra a los campesinos
para su explotación; la formación de consejos de obreros y campesinos para
ejercer el control y la democracia política; el derecho de autodeterminación
para las nacionalidades históricas y la independencia para las colonias
(especialmente Marruecos)... En definitiva, si hubieran defendido un programa
como el de Lenin y los bolcheviques en 1917, habrían encontrado el respaldo
unánime de la clase obrera y de los jornaleros, de la mayoría aplastante de la
población, conjurando la amenaza del fascismo…/…
(Continuará mañana con la Parte 5 final)
(*) Extracto del libro “Revolución
Socialista y Guerra Civil (1931-39). Autor: J.I. Ramos.
Editorial: Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels. La
persona interesadas en su adquisición pueden dirigirse a
Teléfono:
679.990.319.
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