8 de abril de 2024

14 DE ABRIL: DIA DE LA REPÚBLICA (Parte 1 de 5).


Cada año el día 14 de abril se conmemora el aniversario de la proclamación de la Segunda República y del inicio de un amplio proceso de revolución social que culminaría en tres años de guerra contra el fascismo, por el Golpe de Estado de Franco.

 

Como tributo a los luchadores antifascistas, la Fundación de Estudios Socialistas  Federico Engels, publica este libro Revolución Socialista y Guerra Civil (1931-1939)(*).  Esta obra pretende proporcionar una panorámica general de los antecedentes históricos de los acontecimientos de los años 30. A continuación ofrecemos unos extractos de dicha obra.  

 

Como señala en su introducción: “No es difícil observar la persistencia de un claro hilo conductor, una línea de continuidad histórica entre los tres años de lucha armada contra el fascismo y  revolución social, y las grandes conmociones políticas, las huelgas y los movimientos insurreccionales del último tercio del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX.

 

En estas sacudidas, y en la proclamación de la segunda República, es posible observar cómo emergen los protagonistas de una historia silenciada. Miles de hombres y mujeres, trabajadores anónimos del campo y la ciudad, que creyeron con pasión en una vida mejor y que se levantaron, una y otra vez, contra la opresión y la injusticia.

 

El libro también cuenta con una amplia introducción donde se abordan la política de exterminio contra la izquierda practicada por el ejército franquista en la guerra civil, la represión bajo la dictadura y un balance de los años de la Transición. Puede solicitarse información más detallada en la web que reseñamos al final.

 

El mismo autor también tiene otros trabajos sobre la República, cuyo extracto del que aparece en la Revista Marxismo Hoy,  editada por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels.

 

“”La proclamación de la II República y las tareas de la revolución democrático-burguesa””.

“”A finales el 1930, y tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, la monarquía de Alfonso XIII estaba corroída por la crisis económica, la contestación social de amplias capas de la pequeña burguesía, los estudiantes y el movimiento obrero.

 

 Carente de base social, los jefes monárquicos intentaron ganar tiempo convocando para el 12 de abril de 1931 elecciones municipales, con la esperanza de contener el movimiento y lograr el apoyo de los sectores republicanos al establecimiento de una monarquía constitucional.

 

Pero ya era tarde. A pesar del fraude y la intervención de los caciques monárquicos en las zonas rurales, el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas fue masivo en las grandes ciudades. El júbilo de las masas se desató en las principales capitales y ciudades del país, donde la República fue proclamada en los ayuntamientos. 

 

“”Con una correlación de fuerzas tan desfavorable, la burguesía —que había sostenido la monarquía alfonsina y su régimen represivo durante décadas— no pudo impedir la proclamación de la República y mucho  menos utilizar al ejército para reprimir al movimiento. Los capitalistas consideraron la República un mal menor mientras trataban de ganar tiempo para poder restablecer una situación más favorable para sus intereses.


        “En aquellas jornadas históricas, los dirigentes socialistas y republicanos que se auparon a la dirección política del movimiento manifestaron enormes vacilaciones y una enorme desconfianza hacia las masas revolucionarias.

 

“El gobierno provisional republicano, una coalición entre los republicanos burgueses y los dirigentes del PSOE, intentó encarrilar los acontecimientos hacia el terreno del parlamentarismo burgués. Los líderes socialistas, entusiastas partidarios de la teoría etapista de la revolución, defendían que con la proclamación de la II República se podrían llevar a cabo las transformaciones democráticas que en Inglaterra o Francia se habían realizado a través de las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII.

 

 “Según sus planes, la coalición con la burguesía republicana permitiría concretar la reforma agraria a través del parlamento; conseguir la ansiada separación entre la Iglesia y el Estado, y el avance de la enseñanza pública; la modernización del Ejército y la creación de un cuerpo de leyes que velara por las libertades de reunión, expresión y organización; la resolución de la cuestión nacional, concediendo la autonomía a Cataluña, Euskadi y Galicia; y, sobre todo, crear las bases materiales para el desarrollo de un capitalismo avanzado para competir en el mercado mundial… En definitiva, el programa clásico de la revolución democrático-burguesa.


        “Bajo esta estrategia, el proletariado revolucionario tenía que subordinarse a la burguesía republicana hasta que, en teoría, se pudiese fortalecer a las organizaciones obreras dentro de las instituciones políticas y económicas del nuevo régimen. Sólo entonces se podría hablar de luchar por el socialismo. Este planteamiento ideológico se basaba en la tradición reformista de la Segunda Internacional y fue repudiado por el ala marxista representada por Rosa Luxemburgo en Alemania y los bolcheviques rusos a la luz de la revolución rusa de 1905 y 1917.


        “El enfoque etapista defendido por los teóricos del reformismo socialdemócrata falseaba tanto las condiciones materiales del desarrollo capitalista, como la propia estructura de clases de la sociedad. En el caso del Estado español, pero también en Rusia y en los países de desarrollo capitalista tardío, la burguesía unió muy pronto sus intereses a los de los viejos poderes establecidos.

 

“Nunca protagonizó una revolución como en Francia o Gran Bretaña. Por el contrario, recurrió constantemente a acuerdos con las viejas clases nobiliarias con las que compartía los beneficios de la propiedad terrateniente. La consolidación del régimen burgués no significó ningún cambio fundamental para el campesinado, cuyo despojo fue un proceso ininterrumpido convirtiéndose en uno de los factores decisivos de la revolución social. La clase dominante española optó por conservar las bases de un capitalismo agrario extensivo, latifundista y expropiador de la masa campesina. A una situación insostenible para la masa jornalera, se unía la miseria de los pequeños propietarios.

 

        “En cuanto a los grandes industriales, muy vinculados a la gran propiedad agraria, utilizaron las ventajas políticas del régimen monárquico para obtener sus beneficios de los bajos salarios de la clase obrera, de extensas jornadas laborales y la represión sistemática de los sindicatos, especialmente de los anarcosindicalistas.

 

“La industrialización era débil y desigual, conviviendo zonas atrasadas con otras, como Cataluña y Vizcaya, que concentraban la parte del león de las industrias extractivas, siderúrgicas y textiles y, por supuesto, los batallones pesados del proletariado. Esta configuración del capitalismo nacional dejó campo libre a la penetración de los capitales extranjeros, fundamentalmente ingleses y franceses, que monopolizaron sectores enteros, como la minería del cobre, plomo, hierro...

 

“Por otro lado, el sector financiero dominaba la industria: los grandes banqueros se fundían con la aristocracia empresarial y los grandes propietarios agrarios, muchos de ellos nobles aburguesados, para conformar el bloque dominante de poder, las famosas cien familias que controlaban la vida económica y política del país…./…

(Continuará mañana con la Parte 2 de 5).

 

(*) Extracto del libro “Revolución Socialista y Guerra Civil (1931-39).   Autor: J.I. Ramos.   

Editorial: Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels. La persona interesadas en su adquisición puede dirigirse a: 

ffe.andalucia@gmail.com

Teléfono: 679.990.319.     

                                                                               

 

 

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