Pero el resurgir de los movimientos sociales ha comenzado como hemos comprobado por las movilizaciones ejemplares de los Pensionistas las últimas semanas, reclamando sus derechos y llamando a la solidaridad de los estudiantes, los trabajadores y demás sectores, por lo que ese día 8 debe ser una lucha de la mujer por su emancipación en la que debemos movilizarnos defendiendo la igualdad, tanto mujeres y varones, para avanzar hacia una sociedad justa donde se contemple el desarrollo integro para cada persona. Bajo el capitalismo esas legítimas aspiraciones son muy difíciles de conquistar, pero las luchas las pueden mejorar a través de la participación masiva en las contiendas sociales que es lo único que sirve.
La verdadera igualdad se podría llevar a cabo cuando se desarrolle una sociedad auténticamente socialista y verdaderamente democrática porque la mujer es mayoría en esta sociedad. Pero existe un feminismo burgués y un feminismo socialista. ¿Cómo puede haber igualdad entre las organizaciones feministas “Las Kellys”, “Las Espartanas” o “Libres y Combativas”, cuyos salarios rondan los 800 euros al mes, comparadas con grandes burguesas como la presidenta del Banco de Santander, Ana Botín, que ganó 7,87 millones de euros en 2017 y tuvo una aportación a su plan de pensiones de 2,71 millones de euros, con lo que en total recibió 10,58 millones, un 6,9 % más que en 2016, lo que representa un salario diario de 28.986,31 euros.
El día internacional de la mujer trabajadora fue fraguando en la edad moderna al final del siglo XIX, en el fragor de la revolución industrial al compás de las luchas del movimiento obrero. Pero remontándonos a la antigüedad las luchas de las mujeres se iniciaron en la antigua Grecia cuando una mujer llamada “Lisístrata”, viendo cómo morían sus hijos en la guerra, iniciaron una huelga sexual, junto con otras mujeres, contra los hombres, reivindicando el NO A LA GUERRA. Más adelante en plena Revolución Francesa las mujeres parisinas exigieron junto al hombre “libertad, igualdad y fraternidad”, marchando codo a codo con el varón hacia Versalles, donde exigían el sufragio femenino, los Derechos Civiles plenos y la toma del poder.
Pero no fue hasta los primeros años del siglo pasado cuando la mujer comenzó a preparase para luchar construyendo organizaciones internacionalistas de izquierdas, porque bajo el sistema capitalista la mujer trabajadora siempre ha sido presa de una doble explotación: 1) La explotación doméstica por la labor no remunerada en el hogar y como reproductora de la mano de obra para el sistema capitalista. 2) Cuando accede al mercado laboral, padeciendo también las relaciones de producción como asalariada bajo el dictado de un patrón, vendiendo su fuerza de trabajo y obteniendo una remuneración por debajo de la riqueza producida. Actualmente sigue discriminada y según UGT la brecha salarial se sitúa en un 23,25 % más baja que el varón y sometida a trabajos denigrantes.
La mujer trabajadora que es en realidad la esclava del esclavo bajo el capitalismo, se ve limitada a procurar su existencia para conseguir asegurarse la supervivencia de la familia. Para el capitalista, la mujer asalariada es una máquina más con un carácter sumamente rentable por lo que es sometida a un estado de opresión, explotación y trato machista. Una de las batallas que se convierte en un reto en la vida laboral con la que se enfrenta la mujer, es conseguir un puesto de trabajo, tan difícil en situaciones de recesión como en la actualidad, donde los abusos son permanentes y se acentúan las dificultades.
Muchas mujeres no salen de casa a buscar un puesto de trabajo porque en realidad no lo encuentran, pero sí lo hacen en el hogar aunque ese trabajo no es remunerado, sin embargo, tiene una importancia social tremenda aunque no es considerado como actividad económica cuantificada y socialmente rentable. El tiempo en que la mujer está fuera de trabajo por maternidad, también juega un papel para estar en desventaja frente a la disponibilidad con la que cuenta un hombre. Asimismo la mujer se ve perjudicada por la cuestión de la movilidad, pues por lo general tienen más ataduras que le impiden viajar o estar un largo periodo fuera del hogar.
Existen otras desventajas de la mujer en el ámbito laboral que reducen el rol igualitario que se merecen, impuestas por esta sociedad machista y que muchas veces, ésta no encuentra condiciones para elegir. Luego está la carga extra de la feroz competencia que el capitalismo impone como forma de selección porque este modelo caduco que es el sistema actual, corrupto y degenerado es incapaz de ofrecer trabajo para todas y todos los asalariados que lo demanden, lo cual demuestra la bancarrota del capitalismo.
Muchos puestos de trabajo se han modificado en la actualidad por el avance tecnológico e industrial, requiriendo menos esfuerzo físico, pero la mujer y la juventud, siguen sobreexplotadas con salarios basura, sin derechos iguales, esforzándose la mujer mucho más pero ganando menos. La mujer que está incluso mejor preparada que el varón sabe que eso es totalmente ilegal, pero la necesidad les obliga a sufrir esa afrenta y no se pueden tomar las medidas adecuadas porque la inspección de trabajo y las leyes están a favor del empresario, que impone su “dictadura del terror”, diciendo la famosa frase “eso es lo que hay y si no te interesa, puerta”, así que si protesta pierde el puesto de trabajo, siendo esta situación muy beneficiosa para el empresario que les hace firmar contratos abusivos, por meses, semanas, días y hasta por horas, gracias a la ventaja que les da la famosa Ley del Gobierno PP, llamada reforma laboral que Rajoy y la patronal defienden con uñas y dientes.
El gobierno PP mantiene la mentalidad del antiguo régimen y hace honor al dicho reaccionario de: “la mujer, con la pata quebrada y en casa”, que pregonaba y practicaba el “nacionalcatolicismo franquista” porque en realidad, al capitalismo le es útil la mujer en casa cubriendo los trabajos sociales, de cuidar a abuelos enfermos y criando niños, porque es un salario gratis que no pagan y sin embargo, le ayuda al capitalista a “reproducir a un coste bajo, la fuerza de trabajo”, mediante labores esclavistas en las tareas domésticas; de esa forma el varón no tiene que llegar a hacer la comida, a lavar, a planchar y demás menesteres hogareños, con cuyo método conservador de usos y costumbres, se reproducen los roles ancestrales que al capitalismo le interesa, llegando el varón a descansar y recuperar fuerzas para mantener al día siguiente un jornada agotadora de 12, o 14 horas por un salario base que está en 736 míseros euros, lo cual es asquerosamente rentable y beneficioso para el patrón.
La mujer se encuentra en una situación muy desigual viéndose obligada a luchar contra la corriente, de “este machismo patriarcal creado y mantenido a partir de las relaciones materiales de producción”, como explicaba Engels en su obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, que debería ser de obligada lectura desde la infancia, sin olvidar las adiciones ideológicas, religiosas, culturales y demás tradiciones reaccionarias que lo respaldan y que pesa como una losa en la conciencia de las personas de cualquier condición, sexo o religión.
Comprobamos en la realidad actual cómo el capitalismo se sigue beneficiando al conservar las tradiciones por lo que las derechas como el PP ó C’s no tienen necesidad de que la mujer consiga la igualdad, negándoles un puesto de trabajo fijo y bien remunerado, que tendría que ser un Derecho tanto para ellas como para ellos, pero existe lo que llamaba Marx “el ejército de reserva de mano de obra excedente” donde poder elegir y pagarle lo que el patrón quiera, en defensa del “sacrosanto liberalismo”.
Las feministas burguesas como Celia Villalobos, Cristina Cifuentes, la Ministra Montserrat y otras más, se pueden adornar con muchos discursos e incluso pueden conseguir elaborar algunas leyes progresistas, que luego, sin recursos presupuestarios, no sirven para nada porque en los hechos la mujer no ha visto una mejora en su situación laboral y personal, excepto en un pequeño porcentaje. La opresión de las mujeres trabajadoras no es una creencia que podemos procesar o no, sino que es una realidad perfectamente documentada que provoca un sufrimiento terrible a más de la mitad de la humanidad. Muchos hogares no pueden mantenerse con un solo miembro trabajando y requiere que la pareja trabaje, porque los gastos familiares agobian a la familia y cuando existe una familia monoparental, la situación se multiplica. Todas esas dificultades son a veces causas de divorcios y en ocasiones, los machistas las agravan con lo que se llama “terrorismo doméstico” que todos tenemos que condenar y evitar.
La falta de las condiciones mínimas para llevar una vida digna a la que nos tiene condenado este modelo capitalista corrupto y agónico, acelera el proceso molecular de toma de conciencia de la mujer buscando su emancipación, pero que en el fondo es inherente a la del hombre y la sociedad completa. Bajo el capitalismo, ni la mujer trabajadora se puede emancipar total y socialmente sin contar con el varón, ni viceversa. Tenemos que tomar conciencia de que todas y todos tenemos la obligación de continuar una lucha conjunta para acabar con la explotación, tanto mujeres, como varones, tanto jóvenes como mayores/pensionistas. Y lo podremos alcanzar, poniendo fin al modelo desigual que genera tanta opresión y sufrimiento para la clase trabajadora como es el capitalismo, por lo cual, nuestra tarea conjunta es seguir luchando por unas políticas que defiendan nuestras condiciones laborales y nuestros derechos para todas y todos por igual. Nadie nos va a regalar nada. ¡Todas y todos a secundar la Huelga General Solidaria, Pacifica e Igualitaria del 8 de Marzo¡
Escrito por José Martín Rodríguez.(*)
Coordinador de Comunicación.
Izquierda Socialista de Málaga-PSOE.A
(*) Colaboración para Diario 16 publicado hoy en ese medio.
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