Sarai dijo a
Abram:
- Mira, el Señor me ha privado de tener descendencia. Toma, pues, mi
esclava, y quizás gracias a ella podré tener algún hijo. (Génesis 16: 2).
Actualmente se ha abierto un debate a raíz de la cuestión de los vientres de
alquiler. Un tema que, a pesar de las Innovaciones Tecnológicas que conlleva,
en el fondo no es tan nuevo como parece.
Este pasaje del Génesis, que según a
los eruditos, fue redactado en el primer Periodo persa (finales del siglo VI
a.c.) obviamente no es un texto histórico, pero dado que todo texto escrito nos
habla, directa o indirectamente, de la sociedad y la época en que fue
redactado, sí que lo es de un gran valor historiográfico y antropológico.
Y,
dicho sea de paso, dado que tampoco es nada nuevo hacer un uso ilícito de la
Historia, sea humana o divina, real o inventada (o adaptada) para tratar
cuestiones políticas, parece que este relato, curiosamente similar a historias
que se remontan a la dinastía XVIII de la del antiguo Egipto, reapareció en un
momento sospechosamente oportuno para resolver (o profundizar), después del
cautiverio en Babilonia, tensiones entre terratenientes judíos para trazar su
derecho de tierra mediante el supuesto linaje de su "padre Abraham",
que se convirtió en el primer gran Patriarca de las tres Principales religiones
monoteístas.
Y es que de patriarcas y patriarcado también va la cosa.
Si bien el capitalismo cumple más de doscientos años, el patriarcado, del que
históricamente se ha utilizado de forma oportunista, hunde sus raíces en los
orígenes de la propiedad privada, allá por neolítico.
Una sociedad patriarcal
basada en la propiedad privada de la tierra y del ganado, pero también de las
personas (esclavos) y, tal como su nombre indica, en la subyugación de la
mujer.
Es importante recalcar el hecho de que, uno de los factores
determinantes en la opresión de la mujer en las sociedades patriarcales, se
encuentra en los derechos de herencia y la necesidad del hombre, el poseedor de
la riqueza (cuando se posee) de asegurarse de que los bienes se traspasan a la
propia descendencia. Cosas del linaje.
Y es que de la sumisión a la mujer, de
la posesión privada de un cuerpo y de la transmisión de la herencia genética,
va también la llamada gestación subrogada.
En cuanto al capitalismo, un sistema
basado en la explotación de la fuerza de trabajo, se sabe que el núcleo de sus
relaciones es la mercancía. Se define como mercancía todo aquel bien material
que se produce en masa, se destina a la satisfacción de las necesidades
humanas, y no se crea para el autoconsumo, sino para el intercambio. Toda
mercancía posee un valor de uso y un valor de cambio.
El proceso de
mercantilización del capitalismo, tras convertir en mercancía el trabajo humano,
el tiempo y cada vez más recursos naturales, utiliza las nuevas tecnologías
para crear nuevas mercancías (y potenciar nuevas necesidades) con precios de
mercado.
Una de las características del mercado es la homogeneización de
las mercancías, o cómo éstas se igualan según su valor de cambio. Así,
cincuenta euros dan igual para un libro de biología, un juego de cartas del
tarot, medio gramo de cocaína, un revólver, un curso de literatura, un peluche
o media hora de sexo.
A diferencia de anteriores modelos de producción, aquí no
existen barreras infranqueables entre mercancías, detrás de las cuales se
encuentran ocultas todo un complejo mundo de interacciones sociales.
De este
modo, la superstición queda al mismo nivel que la ciencia, el rumor al mismo
nivel que la noticia contrastada, los vicios se igualan a las virtudes y la
ética a la corrupción. La única diferencia es el precio. Después de abrir
la veda a las patentes de seres vivos, ahora, del cuerpo de las mujeres han
encontrado un nuevo valor de uso para mercadear: La maternidad.
Es un valor de
uso especial que tiene la misma calidad que otra mercancía también especial, la
fuerza de trabajo. Ambas tienen la capacidad de crear valor produciendo nuevas
mercancías. En este caso, hablamos de los bebés.
La diferencia entre la fuerza
de trabajo como mercancía, que es la única posesión que tenemos los
trabajadores fuera de nuestro cuerpo para alquilar a cambio de un sueldo,
aunque para ello tenemos que poner en marcha nuestros músculos y nuestro
cerebro a veces hasta límites extenuantes, es que es el propio cuerpo, en este
caso el de la mujer, lo que se transforma en mercancía.
El origen de esta nueva
mercancía se encuentra, en la mayor parte de los casos, en la necesidad, en la
expulsión de muchas mujeres del mercado del trabajo, la pobreza y la falta de
perspectivas. No nos engañemos. Lo de la maternidad subrogada sirve para
que familias que se lo pueden permitir, compren los vientres de las mujeres,
generalmente de países desfavorecidos, para poder tener hijos mediante sus
cuerpos y para el enriquecimiento de grandes compañías del sector sanitario.
Una característica que
estos hijos deberán tener es la misma herencia genética de al menos uno de los
miembros de la pareja compradora. En caso contrario, el eufemismo "maternidad
subrogada" ya no se podría usar y debería hablar, simplemente, de
compraventa de bebés.
Y en el caso de las parejas heterosexuales, apostaría lo
que fuera a que generalmente, siempre que sea posible, lo que se priorizaría
serían los genes del hombre. ¿No encontramos aquí una reminiscencia de la
mentalidad patriarcal más arcaica? Por otro lado
¿Alguien se ha parado a pensar lo que supondría si durante el embarazo se
detectara alguna anomalía en el feto? ¿Quién tendría derecho a decidir
sobre el aborto? ¿Y si la anomalía se detectara una vez hubiera nacido el
bebé? ¿Hay algún tipo de seguro de reposición de la "mercancía
defectuosa"?
Para poder
pensar como mujeres y hombres libres, primero debemos aprender a identificar
qué ideas son condicionadas tanto por parte del patriarcado como para la
economía de mercado, para determinar cuáles son los pensamientos propios y
cuáles son inducidos. Así, encontramos que en nombre de las supuestas
libertades individuales y de mercado, muchos han llegado a creer que ser padres
y madres es un derecho, sobre todo si se tiene dinero para pagarlo.
Y el hecho
de que una mujer decida o no alquilar su vientre por dinero, es una opción
libre e individual. Supongo
que sí, que muchas de las mujeres que entregan sus vientres en alquiler, con
todo lo que ello conlleva tanto física como psicológicamente, disfrutan de las
mismas libertades y opciones que se supone disfrutó también la esclava de
Abraham para poder decidir entre complacer a su dueño o bien huir en medio del desierto,
lo que, después de haber parido, es lo que parece que finalmente tuvo que
hacer.
Pero la realidad es que
quienes realmente tienen derecho a ser acogidos y queridos, ya sea por dos
padres, dos madres, un padre y una madre o una familia monoparental, son los
niños.
Además de la salud de las mujeres y su derecho a disfrutar del propio
cuerpo sin tener que venderlo, ni entero ni por partes, el bien más valioso a
proteger son los derechos de los niños.
Mientras algunos se empeñan en ser
padres y madres a toda costa, comprando vientres sin tener en cuenta ningún
criterio ético, y a ser posible, con los propios genes (como si tuvieran algo
especial) se calcula que cerca de trece millones de niños y niñas en todo el
mundo son huérfanos de padre y madre.
Muchos sufren todo tipo de abusos y / o
se pudren en orfanatos infectados de países subdesarrollados, y en algunos no
tanto subdesarrollados.
Más de ciento cincuenta millones de menores de edad,
según datos de Naciones Unidas, malviven en las calles víctimas de la
violencia, las crisis familiares, el alcohol, las drogas ... Las guerras y la
crisis migratoria no hacen más que empeorar la situación.
De nada sirve
hacer ninguna denuncia si no se acompaña con políticas efectivas que fomenten y
faciliten las adopciones y las familias de acogida y se den las ayudas
necesarias a los niños y a las familias que estén dispuestas a adoptar y / o
acoger, del tipo de familia que sea, incluso también a las de clase trabajadora
(en tema de adopciones se habla de muchos colectivos, pero de nosotros los
trabajadores, no mucho), siempre con todos los controles y las garantías que
sean necesarias para asegurar la total cobertura de las necesidades de los
niños y el cumplimiento de sus derechos.
Escrito por Joan López.
Militante del
P.S.C. de la Agrupación Socialista de Sant Cugat del Vallès. (Barcelona).
(Traducido
del catalán por J.Martín Rodríguez).
Fuente: https://pscmarxistes.wordpress.com
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