
El alto el fuego, que entraría en vigor el sábado 27 de febrero y se prolongaría por dos semanas, afectaría por un lado a las operaciones del Ejército sirio y sus aliados rusos, iraníes y libaneses (Hezbolá), y por otro a las milicias yihadistas no calificadas de “terroristas” (una ínfima minoría, al quedar excluido el Estado Islámico —Daesh— y otras organizaciones afines). Así mismo, el presidente al Assad ha convocado “elecciones legislativas” para el 13 de abril, lo que no deja de sonar a una broma macabra en un país arrasado por la guerra.
Si tenemos en cuenta los antecedentes, y los intereses reales en juego, es obvio que este “cese de hostilidades” parece destinado al fracaso. Todo aparenta a una huida hacia delante del imperialismo estadounidense, para ganar tiempo y recuperar la iniciativa, en un momento extremadamente difícil para sus intereses. Su debilidad en la región, plasmada en la falta de apoyos sobre el terreno, la pérdida del control sobre los grupos yihadistas que son sostenidos a su vez por sus viejos aliados —Turquía y Arabia Saudí— cuyas agendas difieren cada vez más de los intereses norteamericanos, y la aparición de Rusia como potencia beligerante, ha forzado a la administración Obama a tener que variar su estrategia.
Su planteamiento ahora es negociar una “transición” para Siria, sin considerar como condición necesaria la salida de al Assad del poder, mientras con el alto el fuego y la excusa de ayuda humanitaria impiden que el régimen sirio y sus aliados puedan seguir recuperando territorio, fortaleciendo más su posición de cara a una hipotética negociación. Al tiempo tratan de forjar una alianza con Irán, concretada en la firma del “Pacto Nuclear” y el levantamiento de las sanciones que pesaban sobre el estado persa, para asegurarse así que este colabore con sus objetivos y se comprometa en la estabilización de Oriente Medio.
Rusia e Irán consolidan sus posiciones, y China mira atenta sus intereses

Tanto Rusia como Irán están dispuestos a negociar, siempre que el resultado final no ponga en peligro sus intereses y les siga garantizando un papel clave en la región. Por supuesto, en este negocio de bucaneros, Moscú y Teherán no tendrían mayor problema con la continuidad o no de al Assad y su régimen, un peón al que sacrificarían en caso de necesidad. Lo que pueda ocurrir en el futuro no es fácil de predecir: el gran juego en Siria y Oriente Medido está lleno de contradicciones y nuevos realineamientos no están descartados. La colaboración entre rusos e iraníes es fundamentalmente coyuntural y responde a sus necesidades actuales, en tanto que Irán pretende seguir estrechando lazos con Estados Unidos, y Rusia busca ampliar sus relaciones con algunos de los grandes rivales de los ayatolás, como es el caso de Arabia Saudí, país con el que recientemente ha firmado un acuerdo para contener la producción de petróleo. También existen rivalidades entre ambas potencias en Iraq y en las repúblicas asiáticas de la extinta URSS, donde se libra otra batalla por el control de sus materias primas y áreas de tránsito comercial.
En cuanto a China, el régimen de Beijing tiene claros intereses imperialistas en Oriente Medio: pretende construir una gran ruta comercial que una el Sudeste de Asia con Europa, pasando por la zona en conflicto, y necesita también de sus recursos energéticos. Ninguno de los pasos que ha dado Putin en los últimos meses podría entenderse sin el apoyo de los imperialistas chinos, interesados en afianzar alianzas en la región para promover sus objetivos en detrimento del imperialismo occidental y concretamente de EEUU. La reciente visita que el presidente Xi Jinping ha realizado a Arabia Saudí, Irán y Egipto, ha sido un recordatorio de que China también es un actor clave para cualquier posible acuerdo en Siria, obviamente acorde con sus planes estratégicos.
La agenda de Turquía y Arabia Saudí
Las oligarquías turca y saudí han sido las grandes promotoras de las fuerzas yihadistas en Siria, incluyendo a Daesh, a través de las cuales esperaban derribar el régimen de al Assad. De esta manera los saudíes golpeaban a Irán, destruyendo a uno de sus principales aliados, en tanto Turquía conseguiría que Siria cayera bajo su influencia lo que le facilitaría además aplastar a los kurdos que habitan y combaten en el área de Rojava, al norte del país. La entrada en escena de Rusia, junto a Irán y Hezbolá, ha dinamitado esta posibilidad permitiendo al Ejército sirio recuperar cada vez más territorio y poner en graves apuros a los aliados de ambos países, las milicias yihadistas.

Las potencias imperialistas llevan años confrontando en el tablero sirio, arrastrando al conjunto de Oriente Medio a una situación caótica e irresoluble, de la que el gran beneficiario es un Estado Islámico contra el que ninguna potencia combate realmente. La población que ha sufrido brutalmente esta guerra aniquiladora no puede esperar nada bueno de una “paz” patrocinada por los mismos ladrones que han hundido su país en la barbarie. La paz que ansía el pueblo solo será posible con el derrocamiento del capitalismo y fin del dominio imperialistA.
Escrito por Santiago Freire.
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