28 de septiembre de 2011

¿Quién dijo que ya no hay lucha entre clases?

La clase trabajadora está sufriendo la ofensiva capitalista más brutal desde la crisis de los años 30 del siglo pasado. Los ataques salvajes a las condiciones de vida, los recortes y la pérdida de derechos sociales conquistados históricamente a base de esfuerzos y luchas del movimiento obrero, representan una declaración de guerra por parte de la clase burguesa contra la clase obrera.

Todos los gobiernos, sean de derechas, sean socialdemócratas o de cualquier otro signo político, están siendo obligados por los capitalistas, que marcan sus hojas de ruta en sus reuniones secretas, a tomar medidas antisociales a escala internacional.


Esos gobiernos, cual obedientes administradores que reciben órdenes del amo del cortijo, dictan decretos y leyes en beneficio exclusivo de los banqueros y empresarios, con el objetivo de que éstos sigan amasando enormes fortunas y se sigan enriqueciendo a base de la especulación, a costa de hundir cada vez más a los pueblos en el paro y en la miseria.


Analizando los procesos económicos de las últimas décadas, podemos entender que el desarrollo de las condiciones de producción, transporte y comercio experimentado por el imperialismo, como fase superior del capitalismo en la sociedad moderna, ha podido hacer surgir, a base de la explotación de la mano de obra de los asalariados, fabulosas maravillas, colosales construcciones e invenciones increíbles que podrían ser utilizadas para resolver las cuestiones sociales, pero bajo el capitalismo está ocurriendo todo lo contrario.
En poco más de trescientos años en que un capitalismo juvenil y revolucionario superó al feudalismo, la historia de la industria, las finanzas, el comercio y demás sectores de la producción han dado un salto colosal en desarrollar las fuerzas productivas modernas, que se están rebelando ahora contra los frenos que representan, por una parte, las fronteras nacionales y por otra, la propiedad privada de los medios de producción acumulada cada vez en menos manos, creando un enorme polo de riqueza en pocas manos y un océano de pobreza en el otro, que pone en peligro el equilibrio social de la humanidad.


La propiedad privada acumulada junto con las fronteras nacionales son los dos frenos absolutos que existen para que puedan seguir desarrollándose armoniosamente las fuerzas productivas creadas. Las crisis económicas cuyos ciclos periódicos son inevitables bajo el capitalismo, suponen un peligro cada vez mayor para la existencia de toda la sociedad. Estas crisis obligan al sistema a destruir una gran parte de los productos y alimentos elaborados, aniquilando una parte considerable de las fuerzas productivas existentes, mientras que por otra parte, aumenta el paro, la miseria, la desolación y la hambruna de millones de seres humanos.


Cada crisis del capitalismo desata una epidemia social que puede parecer absurda e inconcebible para cualquier persona sensata, pues en la actualidad, las crisis son de “sobreproducción” y no de “escasez de productos” como en el pasado. La sociedad, ante la brutal recesión en que hemos entrado se está viendo retrotraída de forma repentina hacia la barbarie, produciendo una gran plaga de hambre, tensiones y guerras, que empeoran la situación dejando esquilmados y sin recursos de subsistencia a millones de seres humanos. Masivamente se destruye la industria, cae el comercio, cierran empresas, la gente se amontona en las colas del paro…¿Y por qué ocurre esto?


Principalmente porque la sociedad capitalista posee demasiada producción, demasiados alimentos, demasiadas mercancías, demasiado comercio, que los trabajadores, social y globalmente, no tienen recursos para comprar, aunque tengan muchas necesidades, porque el capitalista les ha robado parte de sus plusvalías. El beneficio del capitalista, como demostró Marx, es el salario dejado de pagar al asalariado.


Las fuerzas productivas, incluso infrautilizadas, siguen sin servir para fomentar y poner en marcha el régimen burgués de producción y además, el sector financiero se ha hecho demasiado poderoso para “SERVIR” a los sectores productivos reales, como son la agricultura, la industria y los servicios, sino que ahora, “SE SIRVE” de éstos, los explota y los ahoga, lastrando el desarrollo. El crédito que es el nervio de la inversión productiva está estancado.


El sistema está atrapado entre el paro, los créditos abultados y el peligro de la inflación y cuando intentan vencer los obstáculos, siembran cada vez más el desorden en los procesos económicos porque existe un pánico terrible en los inversores y en la banca, ya que los ladrones no se fían de los ladrones y todavía no se conocen las astronómicas sumas desfalcadas por los banqueros desde que comenzó la crisis del verano de 2007 en EEUU.


Son los propios burgueses los que están amenazando con dar al traste con el régimen burgués de la propiedad privada, porque las condiciones sociales de los trabajadores empeoran y cada vez, con los recortes y ataques a su nivel de vida, se disminuye la demanda global, empeorando la situación de la recuperación tan ansiada por los estrategas. Están cortando la rama del árbol subidos sobre la propia rama.


Los estrategas de la burguesía intentan buscar salidas a la crisis económicas de dos maneras: Destruyen aunque sea de forma violenta, a veces incluso mediante acciones bélicas, una gran masa de las fuerzas productivas ya creadas para restaurar la tasa de ganancia y conquistar nuevos mercados, a la vez que intentan explotar todavía más a los mercados dominados. Este es el procedimiento clásico de la guerra de rapiña, que en la actualidad cada vez les es menos rentable, porque remedia parte de la crisis pero preparando otras más profundas e importantes. O invirtiendo recursos públicos en la economía, que engordan los déficits que se hacen insoportables y preparan otra catástrofe peor. Hagan lo que hagan les sale mal.


El método belicoso de las armas, con que la burguesía derribó al feudalismo, cuando el capitalismo era joven y revolucionario, se vuelve ahora dialécticamente en su contra, en la fase actual de capitalismo senil, obsoleto y reaccionario. El sistema burgués, no solamente ha forjado las armas con las que provoca muerte y destrucción, sino que desarrolla y pone en pie de guerra con sus crisis, a los hombres llamados a manejarlas, puede que alguna vez en su contra, como es el ejército de reserva de mano de obra que componen los parados junto con la juventud y la clase trabajadora.


Al mismo tiempo y en la proporción similar en que se desarrolla la burguesía, concentrando las plusvalías en forma de capital en sus manos, se va desarrollando y tomando conciencia la clase trabajadora que aprende de la experiencia, que solamente puede vivir si encuentra un trabajo, pero la recesión provocada por el capitalismo, le niega la posibilidad de encontrar ese trabajo que es su propia vida.


El asalariado que busca desesperadamente un puesto y que no lo encuentra porque el índice de paro sigue subiendo, se ve obligado a venderse a plazos, con contratos cada vez más precarios y leoninos (a veces sin contrato) con salarios cada vez más barato, porque el capitalista lo considera como una mercancía como otra cualquiera, que está sometida a los mismos cambios y leyes que el sistema capitalista impone, con su llamada modalidad de “mercado libre”, cuya libertad en esas condiciones es exclusiva del Patrón.


Los liberales y algunos sectores socialdemócratas no entienden,(o no quieren entender) que la división del trabajo y el proceso de desarrollo de la maquinaria, con los adelantos tecnológicos, la robótica, la nanotecnología y demás descubrimientos, en la situación actual y bajo el dominio del capitalismo, produce ya una situación de paro estructural, crónico, (Repasar la Ley tendencial a la caída de la tasa de beneficios y la Teoría sobre las Plusvalías, de Marx) a la vez que quitan al trabajo todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el trabajador, que se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje; ese trabajo mecánico lo podrían hacer casi todo ya las máquinas, pero el problema es que éstas no producen plusvalías, por lo que bajo el capitalismo es imposible.


Las mercancías se venden a la larga por el costo socialmente necesario para su producción. Por eso, el costo que supone un asalariado para el capitalista se reduce poco más o menos al mínimo que necesita para vivir y reproducirse. El precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo, equivale a su coste de producción.


Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún, cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también el trabajo para el obrero, bien porque se le alargue la jornada, porque se le intensifique el rendimiento exigido, se le acelere la marcha de las máquinas, u otras causas.


La moderna industria, a base de aplicar la tecnología para vigilar y acelerar los ritmos de trabajo condena a las masas obreras concentradas en grandes líneas de producción a una organización y disciplina militar. La clase obrera, como soldados rasos, trabajan bajo el mando de toda la jerarquía siendo verdaderos esclavos de la burguesía por salarios de miseria cada vez más raquíticos.


Los asalariados, mediante el trabajo en cadena de las grandes industrias, permanecen bajo el esclavizador yugo de la patronal que practica un despotismo cada vez más mezquino, debido a la competencia por la propia crisis lo que produce efectos indignantes en la conciencia de los trabajadores.


La patronal, para intentar contrarrestar los efectos de la competencia, que aumenta por la reducción de los mercados, hace una odiosa imposición de su poder y con la mayor de las franquezas dice al obrero, cuando éste reclama mejoras, que eso es lo que hay, o que se vaya pues la lista de los que esperan es infinita. No importa ya la mayor habilidad o cualificación del trabajador, que puede tener una, dos o incluso tres titulaciones universitarias, pero se ve en la tesitura de asumir esas condiciones de trabajo infames o seguir en el paro de forma permanente, lo que les lleva a la desesperación y a la acumulación de la frustración que en un momento u otro tiene que expresarse, bien en el 15-M o en futuras rebeliones o incluso revoluciones que se producirán.


Se ha desdibujado de manera vertiginosa las diferencias que ofrecía hace unos años la cualificación y socialmente ya no rigen para la clase trabajadora esas diferencias, ni las de edad o sexo, todos han alcanzado la “igualdad” y el “derecho” a ser explotados y tanto el hombre como la mujer son tratados como meros instrumentos de trabajo, entre los cuales ya no existen diferencias, dentro de la miseria, la opresión y la explotación salvaje a las que el sistema capitalista les ha llevado.


El incremento de explotación del obrero, con titulación universitaria incluso, sigue dando sus frutos, sus plusvalías, para el patrón, porque el obrero solo recibe su salario de supervivencia, que no alcanza para ser repartido de inmediato entre la hipoteca o el alquiler, el supermercado, la gasolina, la luz, el agua, el seguro del coche, la letra de esto y de lo otro… gastos que tienen que ser recortados y ajustados a la merma de la realidad, pues ahora, ser “mileurista” es un “lujo”, cuando hace cuatro años era una “vergüenza” ganar tan poco. Todos esos recortes económicos inciden en la caída de la demanda global, afectando a los comerciantes e industriales que ven a su vez reducidas sus ventas por lo que se profundiza la espiral infernal descendente de más despidos y más cierres de empresas.


Muchos de esos pequeños tenderos, comerciantes y profesionales individuales están sucumbiendo y caen arrollados por la competencia a los pies de capitalistas más fuertes, muchos de ellos dando con sus huesos en el paro y proletarizándose, porque sus aptitudes profesionales han quedado obsoletas y quedan materialmente arrumbados y sepultados bajo los grandes progresos de la producción modernizada, con la introducción de la robótica y las nuevas tecnología, que hace que el paro creciente se convierta en estructural, sin que haya salida en bases capitalistas, porque también opera la olvidada y desprestigiada Ley tendencial a la caída de la tasa de beneficios, que solo un cierto sector de economistas conoce y admite como válida, pero que, al igual que los imbéciles que quieren negar la Ley de la gravedad, solo tienen que dejarse caer desde el campanario de cualquier iglesia, para comprobar sus efectos reales sobre sus huesos.


La clase trabajadora va pasando por distintas crisis, porque las contradicciones y la lucha de la burguesía por arrebatarle las plusvalías, se inició en el mismo momento en que comienza su existencia como capitalista. Como cuenta la historia, la lucha por la plusvalía es una constante, al principio son obreros aislados, luego reunidos en una fábrica, después en ramas de trabajo son los que se enfrentan en una localidad, con la burguesía que les explota de forma personal y directa y se rebelan.


En los inicios del capitalismo, la clase obrera se rebela y sus ataques empiezan contra los propios instrumentos de producción y su patrón, al que cargan con todas las culpas de sus desgracias, luego se politiza y comprende que la causa fundamental está en el sistema burgués de explotación y al igual que los patronos se organizan políticamente para implantar leyes en su propio beneficio, la clase trabajadora comprende que debe actuar políticamente, formando y fortaleciendo partidos obreros y sindicatos de clase para defender sus intereses.


Surgen entonces esas organizaciones de los trabajadores como clase en sí y para sí, que es tanto como decir que no podemos prescindir de los partidos políticos. Si estos no nos agradan como están, nuestra tarea es luchar por mejorarlos, democratizarlos más, dotarlos de programas adecuados, y como decía Pablo Iglesias, “elegid a los mejores y luego vigiladlos como si fuesen canallas”.


La clase trabajadora no tiene otro camino que la lucha, para rechazar la ofensiva burguesa, comenzar a avanzar y buscar el triunfo. Por ello tenemos que hacernos cada vez más fuertes, más firmes, más pujantes y más audaces en nuestras reivindicaciones, porque tenemos que actuar en legítima defensa y responder a los ataques constantes que nos están planteando.


A su vez tenemos que aprovechar las dificultades y discordias que están surgiendo en el seno de la propia burguesía que no encuentra un camino fácil para recuperar la economía y no pueden salir de la crisis con la misma política liberal, especuladora y de rapiña con la que nos han metido en ella. Los estrategas de la burguesía se han quedado sin paradigma económico y están enfrentados cada vez más los unos con los otros.


La única manera de frenar esto y cambiar ese estado de cosas es defendiendo una alternativa de clase, mediante una contestación social masiva, organizada y unitaria, luchando con audacia y firmeza por un programa auténticamente socialista para salir de la recesión por la izquierda, mandando al capitalismo al basurero de la historia que es donde le corresponde ya, porque bajo el capitalismo no hay salida para la humanidad.

Solamente expropiando a los especuladores, corruptos y sus colaboradores necesarios como son los banqueros y grandes capitalistas, a la vez que se nacionalizan y planifican los sectores básicos de la economía, para que sean gestionados y controlados democráticamente por la clase trabajadora, que es la clase mayoritaria, se podrá iniciar la transformación de la sociedad en líneas genuinamente socialista, siendo entonces posible salir de la recesión y conseguir unas condiciones de vida dignas para cada ciudadano, donde puedan respetarse todos los derechos para cada ciudadano. Pero eso no nos lo va a regalar nadie, sino que lo tendremos que conseguir con la lucha.

ÁREA DE COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A
Is-psoe.malaga@terra.es

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