Hoy se cumplen 38 años del Golpe de Estado de Pinochet contra el pueblo chileno y su Presidente democrático Salvador Allende; El golpe fue tramado y ordenado por el Imperialismo, con la colaboración de la Democracia Cristiana y la reacción chilena, para abortar el camino democrático abierto para la construcción del Socialismo.
EXTRACTO DE "LECCIONES DE CHILE":
Presentación
"... Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasee el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo certeza de que mi sacrificio no será en vano; tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".
Salvador Allende, última declaración radiofónica
El documento que tienes en tus manos fue escrito hace casi 20 años. En aquel momento la experiencia del gobierno de la Unidad Popular estaba fresca en la memoria de la clase obrera de todo el mundo.
Hoy, cuando se cumplen 38 años del golpe de Estado de Pinochet, esa experiencia no está tan cercana, especialmente para las nuevas generaciones.
El documento Lecciones de Chile fue publicado por Nuevo Claridad, el antecedente del periódico obrero El Militante, que agrupa a la corriente marxista de las organizaciones obreras en el Estado español. Sacando conclusiones de la amarga derrota de los trabajadores chilenos, contesta a todos aquellos dirigentes del movimiento obrero que en todo el mundo y muy especialmente en la España de los años 70 argumentaban la necesidad de pactar con la burguesía "liberal", para una vez conseguida la democracia pasar a la lucha por el socialismo, desde la acción parlamentaria y sin enfrentarse al Estado burgués. Estos dirigentes utilizaban la experiencia chilena para justificar concesión tras concesión.
La posibilidad de la transformación socialista de la sociedad de forma gradual y lentamente, a través de las instituciones "democráticas", es un debate muy antiguo en el movimiento obrero. Marx, Engels o Lenin combatieron la idea de utilizar el Estado burgués para llegar al socialismo. Cómo demuestra el documento, refiriéndose al pacifismo y las buenas intenciones que puedan tener determinados dirigentes, el intento de aplicación de estos métodos, sólo ha conducido a derrotas sangrientas. El caso de Chile, por su cercanía, sigue siendo un ejemplo del que necesitamos sacar todas las conclusiones para no repetirlo.
La política de la dictadura
En nuestros días, de sesudos comentaristas, tenemos que escuchar alabanzas a los supuestos éxitos de la política de Pinochet. Incluso el presidente argentino Menem llegó a manifestar su admiración a la dictadura por entregar un país ordenado en lo económico.
Al parecer ése es el pensamiento de moda: en Chile se produjo un milagro económico que continua hasta hoy y sólo hay que lamentar algún exceso en el terreno de los derechos humanos, o en el de la redistribución de la riqueza generada por ese milagro.
Incluso dentro de esa enorme mentira en torno a Chile, se nos sugiere de vez en cuando la necesidad de copiar el modelo sanitario o sobre todo el de gestión de pensiones a través de bancos privados.
Sin embargo la realidad de la brutal dictadura pinochetista es otra. El documento insiste en la incapacidad histórica de la burguesía chilena para desarrollar el país, primero sometida al colonialismo español, después al imperialismo inglés y posteriormente al estadounidense. La realidad del milagro económico chileno es, precisamente, que no ha hecho sino profundizar esta dependencia. Los supuestos éxitos de los técnicos del FMI en la política macroeconómica son directamente proporcionales a los sufrimientos de los trabajadores.
El documento, en su parte final, analiza los primeros años de la dictadura. La política salvaje dictada por el imperialismo y seguida a pie juntillas por la oligarquía chilena desató una crisis sin precedentes. La represión, el paro, la pobreza les daba igual; para los imperialistas una de las mejores formas de salir de sus crisis es exprimiendo más y más al llamado "Tercer Mundo", expoliando sus recursos naturales. Chile es un ejemplo paradigmático de este proceso y no son casuales las continuas alabanzas recibidas desde el FMI.
La coyuntura internacional ha permitido, desde la segunda mitad de los años 80, que Chile tuviese aumentos sostenidos del PIB, de las exportaciones y el control de la inflación; éxitos que hoy tanto se destacan y que desde el gobierno de la Concertación se quieren mantener.
Sin embargo estos éxitos no encubren que los únicos beneficiados han sido los ricos. Los patriotas generales chilenos no tuvieron ningún reparo en vender barato el país al capital extranjero, proceso continuado en los 90 por los gobiernos democráticos. Tampoco los éxitos pueden encubrir el aumento de la pobreza, que afectaba al 17% de la población en 1970 para pasar al 34,5% en 1990; ni los descensos salariales (si en 1970 teníamos un índice 100, en 1972 había pasado a 126, para bajar a 70 en 1977 y aún en 1990 todavía no se había recuperado el nivel de 1970, con 92), el empeoramiento en las condiciones de trabajo, la perdida de prestaciones sociales y en definitiva el saqueo del país a manos de un puñado a costa de la mayoría de la población.
Ese fue el objetivo del golpe, por eso es ridículo y cínico lamentarse de los excesos de la dictadura pues la única forma de aplicar su tan admirada política económica era a través del aplastamiento de cualquier oposición organizada, de la desaparición y el asesinato de más de 30.000 trabajadores, entre ellos los mejores activistas del movimiento obrero y juvenil. La burguesía chilena e internacional se asustó con el proceso de 1970/73, temió perderlo todo y se protegió detrás de dictaduras sangrientas. Tampoco es casualidad que Argentina o Uruguay sufriesen golpes en esta época. Para seguir exprimiendo Latinoamérica, aplicando las recetas del FMI, el imperialismo USA no podía permitirse la más mínima democracia.
La transición pactada
El documento ya señala un cambio en la orientación de la política de Washington a finales de los años setenta. Efectivamente la dictadura de Pinochet, a pesar de sus atrocidades, tuvo que enfrentarse a una creciente respuesta popular; tras unos primeros años de parálisis, el movimiento obrero se fue recuperando.
Aunque escrito en 1979 el documento anticipa brillantemente todos estos procesos. La brutal crisis que sacudió la economía chilena en los primeros años de la década de los ochenta (el paro llegó a un máximo histórico, rozando el 30% en 1983, y la pobreza a más del 40%) ya no supuso un freno, por el contrario, desde 1983 en adelante, asistimos a una recuperación de las luchas obreras y populares, que no cesaran hasta la caída de la dictadura.
Así, en mayo del 1983 se produce la huelga en el sector del cobre y la formación del Comando Nacional de Trabajadores. Desde entonces y hasta octubre de 1987 se celebraran tres huelgas generales contra la dictadura e innumerables protestas que irán minando y provocando grietas en el régimen, que responde con el estado de sitio y una salvaje represión que se va a cobrar muchas vidas.
En este proceso la dictadura se va haciendo innecesaria, incómoda para la burguesía. Los cambios "estructurales" exigidos por el imperialismo (en otras palabras, el saqueo del país por el capital extranjero) se han consolidado y el mantenimiento del régimen puede llevar a una radicalización aún mayor de las crecientes luchas populares. Los que saludaron el golpe con entusiasmo se vuelven demócratas de toda la vida. Como señala el documento: "Además, estos hábiles políticos se percataron de que el régimen de Pinochet no podía durar siempre, y que cualquier elemento comprometido con él perdería toda credibilidad para las masas. Un viejo zorro como Frei comprendió que, aunque hoy sus servicios eran superfluos para la burguesía, mañana, tras la caída de Pinochet, iban a ser más necesarios que nunca. Por eso, cínicos profesionales como Frei están buscando su nuevo ‘certificado de buena conducta democrática’ cara al futuro".
Paradojas de la política, el que encabezará la coalición de partidos (Concertación) que derrotará al candidato de Pinochet en las elecciones de 1989 será Patricio Alwyn, el representante del ala más de derechas de la Democracia Cristiana en 1973; el mismo "demócrata" que el día después del golpe declaraba: "La intención manifiesta de la Junta es la de restablecer nuestras instituciones políticas de acuerdo con la constitución y traer la paz y la unidad a todas los chilenos". Sin duda la paz de los cementerios.
Como también señala el documento, "Pinochet solo considerará la posibilidad de una retirada__ negociada o no__ cuando el movimiento de las masas le obligue a salir". Así fue, el movimiento de masas arrincona al dictador, que buscando una salida se ve obligado a convocar un referéndum sobre su continuidad al frente del país. El 5 de octubre de 1988 es derrotado con un 55% de votos en contra, a pesar de contar con el control de los medios de comunicación y que los partidos "marxistas" son ilegales.
Sin embargo, el final de la dictadura fue pactado. El documento, con 10 años de antelación, anticipa los porqués y las claves principales de la transición : "la idea de los estrategas del imperialismo y de la burguesía es la formación de un gobierno de coalición, después de la caída de Pinochet, con la participación de la Democracia Cristiana y los representantes de la clase obrera"(…) "El Partido Socialista es clave en esta situación. Sin la presencia de los socialistas, un gobierno de colaboración de clases no sería viable. Por eso, hay enormes presiones sobre el partido para participar en esta nueva conspiración antiobrera en Chile"
Estas presiones tuvieron un efecto, en 1983 la mayoría del PSCh forma la Alianza Democrática junto a Democristianos y Radicales. Un sector de izquierda del PSCh liderado por Clodomiro Almeyda formará con el Partido Comunista, el Movimiento Democrático Popular. Sin embargo éste no se constituirá en una alternativa sólida, pues en ningún momento se diferencia claramente de la Democracia Cristiana ni de los objetivos de la Alianza.
En febrero de 1988 se llega al acuerdo que dará origen a la Concertación (coalición de 17 partidos encabezada por la DC y el PSCh). Aunque el Partido Comunista y los socialistas de Almeyda se quedan fuera y rechazan las concesiones a los militares, su política no va más allá de la estabilización de la democracia burguesa, defendiendo la "recon-ciliación nacional" y apoyando al candidato de la Concertación, Patricio Alwyn, en las elecciones de 1989. El programa del Partido Comunista queda perfectamente expresado en las declaraciones del Secretario General del partido, Volodia Teitelboim, a El País, 29 de junio de 1989:
"No hablo de una constitución socialista, sino de una que no diga ni más ni menos que la italiana o francesa", "aunque sea un régimen en que no participe el Partido Comunista y no sea de izquierda, apoyaremos al futuro Gobierno si es democrático, como se concibe en los países occidentales y existió en Chile".
Una vez más, los dirigentes reformistas, alarmando sobre el peligro de una guerra civil, de perderlo todo, etc., ayudaban a la burguesía a salir de la crisis. Repetían así toda la experiencia de los Frentes Populares condenada una y mil veces por la historia. Tras la derrota en el referéndum la dictadura convoca elecciones presidenciales para diciembre de 1989, en las que el candidato de la Concertación derrota con más del 55% de los votos a Buchi, el candidato de los militares.
La conquista de las libertades democráticas no fue gratis. Chile sigue siendo hoy una democracia vigilada, donde los verdugos campan a sus anchas, con continuas declaraciones provocadoras y con un Pinochet senador vitalicio y jefe de las fuerzas armadas hasta hace unos meses. Los responsables del genocidio se han mantenido impunes, la ley de amnistía de 1978 no se derogó, la constitución de Pinochet de 1980 sólo sufrió algunos retoques. Como han denunciado revistas independientes, en las academias militares se siguen enseñando técnicas de tortura contrainsurgentes. Y, sobre todo, se mantiene el capitalismo y la política económica seguida por la dictadura durante 16 años. El régimen ha cambiado de rostro pero el poder sigue firmemente en manos de los mismos capitalistas, banqueros y terratenientes que respaldaron el golpe de Pinochet.
El Chile de los 90
Un proceso similar al acontecido en España en los años 70 se produjo en Chile a finales de los años 80. Las luchas populares derriban a la dictadura, pero la política de sus dirigentes les impide ir más allá. Mientras para los trabajadores la democracia se identifica con la mejora en sus condiciones materiales de existencia, la burguesía ve en la democracia la mejor forma de mantener sus privilegios, haciendo imposible esa justicia social.
El ministro de economía del gobierno de Alwyn, A. Foxley, reconoció abiertamente los servicios prestados por la dictadura: "Yo no tengo ningún problema ni ningún complejo en reconocer que una parte de esas tareas (la política económica del régimen militar) fue necesaria para lo que estamos haciendo hoy día" El País, 24 de marzo 1991. El mismo individuo señaló claramente cuáles son las prioridades para la burguesía: "Resistiremos a la tentación de dar la espalda al sistema económico mundial y replegarse en el proteccionismo y la autarquía.". En otras palabras seguir fielmente los dictados del FMI, aunque " la equidad social, esperada por todos con la llegada de la democracia, no puede hacerse en forma inmediata. Tiene que ser a largo plazo, para no dañar las instituciones democráticas recientes".
Durante los últimos ocho años Chile ha sido, junto al Sudeste Asiático, el modelo económico del FMI. Una mano de obra barata y la "paz social" -propiciada por las primeras ilusiones en el gobierno de la Concertación- ha hecho de Chile un paraíso de inversiones y especuladores extranjeros, como bien saben el BBV o el Banco de Santander. La coyuntura económica internacional ha permitido un crecimiento sostenido del PIB y el mantenimiento del espejismo económico, basado fundamentalmente en el boom de las exportaciones. Sin embargo este crecimiento ha tenido escasos logros sociales. Bien es cierto que esta situación ha permitido reducir algo las tasas de pobreza y paro, pero la eventualidad y sobreexplotación de los trabajadores sigue en aumento y todavía más de un millón de chilenos viven en la pobreza; por cierto, muchos de ellos con trabajos que hacen imposible que el ingreso en los hogares cubra las necesidades alimenticias básicas.
La Concertación pudo mantenerse unida en 1994, volviendo a ganar las elecciones gracias a esta coyuntura. Sin embargo este crecimiento está condenado, la crisis de los dragones asiáticos y Japón se extenderá más temprano que tarde a otras zonas del planeta, especialmente a América Latina. La realidad de 25 años de política económica neoliberal, de aplicación de las recetas del FMI, ha provocado que la economía chilena sea más dependiente y por tanto más vulnerable a las crisis y coyunturas internacionales.
A pesar de que en el total de exportaciones el porcentaje del cobre ha descendido desde un 80% a un 40%, no se ha compensado en exportaciones de manufacturas, sino de otros productos primarios (sector maderero-forestal, hortofrutícola y pesquero), hecho que, por cierto, ha tenido un enorme coste desde el punto de vista medioambiental. Chile sigue manteniendo la principal característica de todo país subdesarrollado: la inserción en el mercado mundial a través de una economía basada en la exportación de materias primas, productos que verán caer sus precios aún más en la próxima recesión.
Por eso el boom económico no es sostenible. La crisis asiática se cierne como una pesadilla, el 30% de las exportaciones chilenas se concentran en Japón y Asia, la caída del precio del cobre ha hecho que se hayan rebajado las expectativas de crecimiento para este año del 7,1% al 4,8%.
Como siempre la burguesía intentará que la crisis la paguen los trabajadores y sus familias, los parados, los campesinos y los pobres. El gobierno de Frei ya ha anunciado recortes en el gasto público por valor de 144.000 millones de pesos (313 millones de dólares); así mismo, se restó en la inversión de empresas públicas 235 millones de dólares y otros 150 del fondo de infraestructuras. Salud, sanidad y vivienda se llevan un tercio del recorte, pero eso sí, los subsidios a las Isapres (gestoras privadas de la sanidad) no se han recortado ni un peso. También se calcula que el paro aumentará un 2,5% este año y llegará al 9% en 1999.
Con este panorama las luchas sociales volverán a subir a escena. Una nueva generación de jóvenes se da cuenta de los límites de la democracia burguesa y el capitalismo (los últimas movilizaciones en la universidad, en octubre de 1997, o contra la designación de Pinochet como senador vitalicio son sintomáticas). Las ilusiones en la Concertación se están agotando y los partidos reflejarán tarde o temprano estas tensiones. La Concertación se hará añicos, ya con los últimos recortes ha habido tensiones en el PSCh y el PPD; además los empresarios piden más, el dirigente patronal Ernesto Ayala declaraba recientemente: "Si el gobierno resolviera privatizar empresas como ENAP, CODELCO, las sanitarias, los puertos y aeropuertos, este país tendría una inyección grande de vitalidad". Vamos a asistir a profundas luchas sociales y un nuevo auge de la lucha de clases, similar al que llevó al triunfo de Salvador Allende en 1970.
Una vez más se pondrá a la orden del día la transformación de la sociedad, por esa razón estudiar este documento será útil para cualquier activista del movimiento juvenil o sindical. Aprender de la experiencia de la Unidad Popular, de sus errores, es imprescindible para no repetirlos.
Mitificar a los dirigentes no sirve para analizar seriamente los acontecimientos, especialmente cuando se trata de derrotas que la clase obrera ha pagado con la vida de los mejores de los suyos. A la vez que reconocemos el valor, la honradez y el coraje de Salvador Allende, entendemos que la experiencia de la Unidad Popular pone de manifiesto los límites del reformismo y el centrismo. Por eso, para hacer realidad las últimas palabras de Allende pronunciadas momentos antes de su muerte, defendiendo el Palacio de la Moneda, debemos aprender y extraer todas las conclusiones para que la próxima batalla por el socialismo termine con una victoria de los oprimidos
FUENTE: LECCIONES DE CHILE.
http://www.fundacionfedericoengels.org/
(Consultar o adquirir el Documento completo mencionado editado por la Fundación en el vinculo antes mencionado).
11 de septiembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario