Como anticipamos ayer, continuamos el análisis basándonos en nuestras normas internas que nos dice que: “los valores que defendemos son los de la solidaridad, la cooperación, la fraternidad, la igualdad, la libertad socialista, la honradez y la firmeza.(…) Luchamos por una verdadera democracia socialista, la democracia de la mayoría, que es la clase trabajadora y los pobres”(…).
Camilo Torres, antiguo sacerdote colombiano, dijo una vez: “He colgado el hábito de sacerdote para convertirme en un verdadero sacerdote. El deber de todo católico es ser un revolucionario; el deber de todo revolucionario es llevar adelante la revolución. El católico que no es un revolucionario vive en pecado mortal”. Para muchos cristianos eso puede parecer una contradicción, pero si lees este trabajo hasta el final, quizás no lo veas tan descabellado, por tanto, he aquí un extracto del análisis marxista sobre la cuestión de la religión:
(…) Los orígenes de la cristiandad.- El papel de la religión en la sociedad ha cambiado muchas veces a lo largo de los siglos. Es importante comprender el origen de la evolución histórica de las grandes religiones. Originalmente, la cristiandad y el islam eran movimientos revolucionarios de pobres y oprimidos. Tomemos el ejemplo de la cristiandad. Hace aproximadamente dos mil años los primeros cristianos organizaron un movimiento de masas formado por los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad. Como escribía Engels. “La historia de los primeros cristianos tiene notables puntos de semejanza con el movimiento de la clase obrera moderna... Ambos son perseguidos y hostigados, sus seguidores son despreciados y son objeto de leyes exclusivas, los primeros como enemigos de la raza humana y los últimos como enemigos del estado, de la religión, la familia y el orden social. Y a pesar de toda la persecución, de ser espoleados por ello, ambos salen hacia delante victoriosos”.(…)
Los primeros cristianos eran comunistas y esto se puede ver con claridad al leer los Hechos de los Apóstoles. El propio Jesucristo andaba entre los pobres y desposeídos y con frecuencia atacaba a los ricos. No es casualidad que su primer acto al entrar en Jerusalén fuera atacar a los cambistas del templo. También dijo que sería más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico entrara en el reino de dios. (Lucas, 18-24). Los primeros cristianos tomaron partido por los pobres contra los ricos y poderosos.
En la epístola de Santiago podemos leer: “Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias. Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos; su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya eran los últimos tiempos?
El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados. Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?” (Santiago, 5-1). Esta es la voz de la lucha de clases, sin “sis” y sin “peros”. La Biblia está llena de estas expresiones.
El comunismo de los primeros cristianos también era palpable en sus comunidades donde toda la riqueza era un bien común. Aquel que deseara unirse a una comunidad cristina primero debía dar todas sus pertenencias mundanas. En los Hechos de los Apóstoles podemos leer: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia [koinonia, es similar a comunismo], a la fracción del pan y a las oraciones... Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno”. (Hechos de los Apóstoles, 2-42).
Y de nuevo: “La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común... Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que poseían campos o casas los vendían, traían el dinero y lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo repartían según las necesidades de cada uno”. (Hechos de los Apóstoles, 4-32).
Evidentemente este comunismo tenía un carácter ingenuo y primitivo. Es un reflejo de los hombres y mujeres de su tiempo, que eran personas con gran coraje que no temieron sacrificar su vida en la lucha contra el monstruoso estado esclavista romano. Pero este comunismo de los primeros cristianos estaba aún en un nivel muy primitivo, comunal (reparto de la comida, ropa, etc.,) y no un comunismo real basado en la propiedad colectiva de los medios de producción. Al carecer de una comprensión científica del desarrollo de la sociedad, los primeros cristianos, a pesar de su tremendo espíritu revolucionario y heroísmo, eran incapaces de materializar sus ideales. Su comunismo tenía un carácter utópico y estaba condenado al fracaso.
La cristiandad y el comunismo.-
En los primeros años de la iglesia sus representantes continuaron haciéndose eco de las ideas originales del movimiento ―comunistas―. San Clemente escribió: “El uso de todas las cosas que se encuentran en este mundo deberían ser comunes para todos los hombres. Sólo la iniquidad más manifiesta nos hace decir al otro, ‘Esto me pertenece, tanto como a ti’. De aquí el origen de la discusión entre los hombres”.
Esta observación es correcta y demuestra claramente que el origen de la lucha de clases (“la discusión entre los hombres”) se encuentra en la existencia de la propiedad privada. La eliminación de la discusión entre los hombres presupone la abolición de la propiedad privada. San Basilio el Grande planteó una idea similar: “¿Qué es eso que llamas ‘tuyo’? ¿Por qué es tuyo? ¿De quién lo has recibido? Hablas y actúas como aquel que en una ocasión fue temprano al teatro y tomó posesión de los asientos destinados al público restante, creía que por llegar antes podía prohibir a las otras personas que se sentasen, pretendía arrogarse para él el uso exclusivo de una propiedad destinada al uso común. Y esta es precisamente la forma de actuar del rico”.
Lo mismo dice San Gregorio: “Por lo tanto, si alguien desea convertirse en el amo de toda la riqueza, poseerla y excluir a sus hermanos, incluso a la tercera o cuarta generación, tal desgraciado no es un hermano sino un tirano bárbaro y cruel, una bestia feroz cuya boca siempre está abierta dispuesta a devorar para su uso personal la comida de los otros compañeros”.
Y según San Ambrosio: “La naturaleza suministra su riqueza a todos los hombres en común. Dios ha creado todas las cosas para que todos los seres vivientes las gocen en común, y para que la tierra se convierta en una posesión común a todos. La propia naturaleza es la que ha creado el derecho de la comunidad, y es la usurpación injusta la que ha creado el derecho a la propiedad privada”.
San Gregorio el grande continúa: “La tierra en la que han nacido es común a todos, y por lo tanto el fruto de la tierra pertenece a todos sin distinción”. Y San Crisóstomo añade: “El rico es un ladrón”.
Estas líneas bastan para ilustrar las raíces revolucionarias de la cristiandad en su primera época. Los primeros cristianos estaban dispuestos a resistir las torturas más horribles para defender su fe, desafiar al estado, a la clase dominante y morir en la arena. La causa de tan feroz persecución era que este movimiento de los pobres y desposeídos representaba una seria amenaza para el orden existente. Pero ninguno de estos métodos represivos consiguió aplastar al movimiento que resurgía con nuevas fuerzas de la sangre de sus mártires.
No obstante, la ausencia de bases materiales que permitieran la introducción de una sociedad sin clases cambió poco a poco todo en su contrario. En esas condiciones la dirección de la iglesia, empezando por los obispos ―los tesoreros―, presionados por la clase dominante y el estado poco a poco fueron apartándose de las creencias comunistas originales del movimiento. Ante la imposibilidad de derrotar a los cristianos con represión, la clase dominante cambió de táctica. Cómo el emperador Constantino consiguió corromper a las capas superiores de la iglesia se puede ver en el siguiente pasaje sobre la historia de la primera iglesia. Eusebio describe el concilio de Nicea celebrado en el año 325 d. C y que estuvo presidido por el propio emperador “como mensajero de Dios”, en estos términos:
“Las circunstancias del banquete fueron tan espléndidas que son indescriptibles. Los destacamentos de guardias y otras tropas rodearon la entrada del palacio con sus espadas y entre éstos, los hombres de Dios entraron sin temor hasta los aposentos imperiales más íntimos. Algunos fueron los propios compañeros de mesa del emperador, otros se reclinaron en los sofás que estaban colocados a cada lado. Se podría llegar a pensar que esta era una imagen del reino de Cristo, que era un sueño y no una realidad”. (T. Ware. Whe Orthodox Church. P. 27. En la edición inglesa).
Estos métodos les son muy familiares a los dirigentes socialdemócratas y sindicalistas de hoy en día. Son precisamente los mismos métodos utilizados por el sistema para atraer a los líderes reformistas del movimiento obrero a las ideas burguesas, de esta forma los corrompen y el sistema los absorbe. Las cabezas del movimiento son invitados a cenas y fiestas ostentosas donde se codean con los ricos y los famosos. Desde el concilio de Nicea la iglesia ha sido la más firme colaboradora de la riqueza, el privilegio y la opresión.
Los primeros cristianos se negaban a reconocer el estado o servir en el ejército. Después de este concilio todo cambió. La iglesia se convertiría en uno de los principales pilares del estado y perseguiría ferozmente a todos los que cuestionaban sus nuevas doctrinas. Cuando Ario de Alejandría rechazó el credo niceno sus seguidores (los arrianos) fueron pasados por la espada. Más de 3.000 cristianos fueron asesinados por sus colegas cristianos ―más muertos que en tres siglos de persecución romana―. Con estos medios la Iglesia de los pobres y los oprimidos se transformó en el vehículo principal de su esclavización.
Cómo olvidar los pecados... y hacer dinero.-
Durante este período la iglesia cristiana fue absorbida ―a través de sus capas superiores― por el estado. En toda su historia posterior la iglesia se aprovechó de la debilidad humana y el temor a la muerte para esclavizar la mente de los hombres y, en este proceso, conseguir enorme poder y riquezas, algo que contrastaba absolutamente con las enseñanzas del pobre rebelde Galileo en cuyo nombre pretendían hablar. De ser un movimiento revolucionario de pobres y oprimidos, se convirtió en un baluarte de la reacción y el portavoz de los ricos y poderosos ―una situación que ha durado hasta la actualidad―.
La historia de la iglesia es la completa y absoluta negación de sus primeras ideas, creencias y tradiciones. Sobre la historia del papado de la Edad Media y el Renacimiento ―una crónica sin paralelo de infamia y crimen― se han escrito numerosos volúmenes. Aquí nos limitaremos a un solo ejemplo que resume la verdadera situación y demuestra cuál es el abismo que separa la verdadera situación con los mitos hipócritas. En el año 1517 el Papa León X publicó la Taxa Camarae destinada a vender indulgencias y salvar almas a cambio de una modesta suma de dinero. No existía ningún crimen por vil que este fuese que no pudiera ser absuelto. Entre sus 35 artículos podemos leer.
“1. El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos.
2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras, 15 sueldos.
3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.
4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.
5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras, 1 sueldo.
6. Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras, 1 sueldo; para los incestos se añadirán en conciencia 4 libras.
7. La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras, 3 sueldos. En caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con sus hijos añadirán en conciencia 6 libras.
8. La absolución y la seguridad de no ser perseguidos por los crímenes de rapiña, robo o incendio, costará a los culpables 131 libras, 7 sueldos.
9. La absolución del simple asesinato cometido en la persona de un laico se fija en 15 libras, 4 sueldos, 3 dineros.
10. Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará como si hubiese asesinado a uno solo.
11. El marido que diese malos tratos a su mujer, pagará en las cajas de la cancillería 3 libras, 4 sueldos; si la matase, pagará 17 libras, 15 sueldos, y si la hubiese muerto para casarse con otra, pagará, además, 32 libras, 9 sueldos. Los que hubieren auxiliado al marido a cometer el crimen serán absueltos mediante el pago de 2 libras por cabeza.
12. El que ahogase a un hijo suyo, pagará 17 libras, 15 sueldos (o sea 2 libras más que por matar a un desconocido), y si lo mataren el padre y la madre con mutuo consentimiento, pagarán 27 libras, 1 sueldo por la absolución.
13. La mujer que destruyese a su propio hijo llevándole en sus entrañas y el padre que hubiese contribuido a la perpetración del crimen, pagarán 17 libras, 15 sueldos cada uno. El que facilitare el aborto de una criatura que no fuere su hijo, pagará 1 libra menos.
14. El asesinato de un hermano, una hermana, una madre o un padre, se pagarán 17 libras, 5 sueldos.
15.El que matase a un obispo o prelado de jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos, 6 dineros.
16.Si el matador hubiese dado muerte a muchos sacerdotes en varias ocasiones, pagará 137 libras, 6 sueldos, por el primer asesinato, y la mitad por los siguientes”.
Pero más serios que el asesinato, la violación o el infanticidio era el atroz crimen de la herejía, es decir, mantener ideas diferentes a las de la iglesia oficial. Incluso si un hereje se convertía, él o ella debía todavía pagar la suma de 269 libras, mientras que el “el hijo de un hereje que hubiera sido quemado, ahorcado u otra forma de ejecución, no podía ser rehabilitado excepto si pagaba 218 libras, 16 chelines y 9 peniques”. (19).
La lista continua con fraude, contrabando, impago de las deudas, comer carne en días sagrados, hijos bastardos de sacerdotes que deseen tomar los hábitos sagrados, e incluso eunucos que deseen convertirse en sacerdotes (en el punto 33 se recoge que estos tenían que pagar 310 libras y 16 chelines).
A pesar de esta lista cínica de infamias, los historiadores católicos describen al Papa León X como el protagonista del “más brillante y quizá el período más peligroso del pontificado en la historia de la iglesia”. (Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la iglesia católica. Barcelona. Ediciones B. Anexo. pp.397-400).
La religión y la revolución.-
En todos los países a través de los siglos la iglesia se ha puesto al lado de los opresores frente a los oprimidos. Los terratenientes ingleses trabajaban en estrecha colaboración con los predicadores protestantes. En Francia, España e Italia, los sacerdotes eran los servidores abyectos de los terratenientes y después de los capitalistas. Sin embargo, frecuentemente las contradicciones de clase de la sociedad se han expresado con el disfraz religioso, y esto no debe sorprender a quien esté familiarizado con el materialismo histórico.
Con relación a este tema Trotsky escribía lo siguiente: “Las ideas religiosas, como las demás, nacen en el terreno de las condiciones materiales de la vida, es decir, ante todo en el de los antagonismos de las clases, sólo poco a poco se abren un camino, sobreviven, por razón del conservadurismo, a las necesidades que las han engendrado y no desaparecen sino a consecuencia de choques y trastornos serios”. (Trotsky. ¿Adonde va Inglaterra?. Argentina. El Yunque editora. 1974. p. 192).
En diferentes períodos, diferentes religiones, iglesias y sectas han jugado papeles diferentes, que, en última instancia, reflejaban intereses de clase diferentes y antagónicos. Los primeros movimientos de la gran rebelión contra el feudalismo fueron desafíos al poder y la autoridad de la iglesia católica romana, y encontraron eco entre las masas. Un historiador católico dice que “el espíritu revolucionario de odio hacia la Iglesia y el clero se apoderó de las masas en varias zonas de Alemania... El grito ‘¡muerte a los curas!’ que antes se murmuraba en secreto ahora era una consigna habitual”. (Citado por W. Manchester. A world Lit only by Flame. P. 161. En la edición inglesa).
Las primeras explosiones sociales como la protagonizada por los lolardos en Inglaterra y las husitas en Alemania prepararon el camino para la reforma de Lutero. En todos estos movimientos existió una tendencia comunista que recordaba las primeras tradiciones de la iglesia y en todos los casos esta tendencia fue reprimida brutalmente. Durante las rebelión campesina de Inglaterra en 1381, el cronista Froissart narra las actividades de un movimiento de disidentes encabezado por John Ball, precursor de ideas comunistas con un disfraz bíblico como se puede ver en sus famosas palabras:
“Cuando Adán labraba y Eva hilaba.¿Quién era entonces el patrón?”
En el período de ascenso de la burguesía la religión protestante reflejaba la rebelión de la naciente burguesía contra el decadente feudalismo. Sin duda aquí jugó un papel progresista. El protestantismo nació dividido en el siglo XVI. En la agitación de estos tiempos turbulentos, surgieron nuevas sectas que representaban las ideas y aspiraciones de diferentes clases y subclases. Anabaptistas, menonitas, bohemios, congregacionalistas, presbiterianos, unitarios...
El sector de izquierdas representaba una tendencia claramente comunista, como era el caso de Thomas Müntzer y los anabaptistas en Alemania. Müntzer, un antiguo luterano, rompió con Lutero y animó a los campesinos a levantarse contra el orden existente. A pesar de sus actividades revolucionarias Lutero era hostil al movimiento revolucionario de los campesinos alemanes, aunque sus enseñanzas les habían inspirado para entrar en acción. Lutero animó a la aristocracia a aplastar violentamente el movimiento y se hizo. Los príncipes ‘cristianos’ asesinaron a casi 100.000 campesinos. Sólo en Sajonia asesinaron a cinco mil hombres. Liberaron aproximadamente a trescientos sólo después de que sus mujeres aceptaran dar una paliza a dos sacerdotes acusados de fomentar la rebelión. El propio Müntzer fue torturado y degollado.
Las actividades de la sagrada Inquisición ―la gestapo de la contrarreforma― es bien conocida y no merece más comentarios. En los Países Bajos ocupados por los españoles era un crimen capital tener la Biblia en casa. Los acusados de herejías eran quemados vivos, aunque si confesaban y se arrepentían, la Inquisición mostraba misericordia: los decapitaba y a las mujeres se las quemaba vivas. Menos conocidas son las actividades de los protestantes para sofocar la disidencia, Calvino ―que creó una dictadura teocrática en Génova―, quemó vivo a Miguel Servet cuando estaba a punto de descubrir la circulación sanguínea. Servet pidió misericordia ―no por su vida― sino porque quería ser decapitado. La petición fue denegada y estuvo en la hoguera durante hora y media.(…)
La Iglesia y el socialismo.-
El surgimiento del movimiento obrero moderno en la última década del siglo XIX y el período previo a la Primera Guerra Mundial fueron para el establishment religioso todo un desafío. Sin excepción, la iglesia se situó de parte de los explotadores frente al socialismo y al movimiento obrero. Para evitar la extensión de las ideas socialistas entre la clase obrera, la Iglesia católica se dispuso a dividir el movimiento obrero con la creación de sindicatos católicos separados, y organizaciones de jóvenes y mujeres para competir directamente con la socialdemocracia. La realidad es que la Iglesia copió los métodos organizativos de la socialdemocracia.
La jerarquía eclesiástica ―siempre tan atenta con los ricos y los poderosos― miraban al socialismo y al movimiento obrero con sospecha y hostilidad. El Papa León XIII en su Encíclica Rerum novarum (sobre la “condición” de los obreros) subrayaba la hostilidad del Vaticano hacia el socialismo.
“Los socialistas después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la colectiva, en la que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservación y distribución los que rigen el municipio o tienen el gobierno general del Estado. Pasados así los bienes de manos de los particulares a las de la comunidad y repartidos, por igual, los bienes y sus productos, entre todos los ciudadanos, creen ellos que pueden curar radicalmente el mal hoy día existente... Si un hombre alquila a otro, su fuerza o su industria, él lo hace para recibir a cambio los medios de subsistencia, con la intención de adquirir un derecho real, no simplemente su salario, pero también para liberarse de él. Invertiría este salario en tierra y eso es sólo su salario de otra forma...
Precisamente en esto consiste, como fácilmente entienden todos, el dominio de los bienes, muebles o inmuebles. Por lo tanto, al hacer común toda propiedad particular, los socialistas empeoran la condición de los obreros porque, al quitarles la libertad de emplear sus salarios como quisiera, por ello mismo les quitan el derecho y hasta la esperanza de aumentar el patrimonio doméstico y de mejorar con sus utilidades su propio estado. Los socialistas... atacan la libertad de cada asalariado, para privarles de la libertad de disponer de sus salarios. Cada hombre tiene, por la ley de la naturaleza, el derecho a poseer propiedad para sí mismo...
Debe ser dentro de este derecho de sus propias cosas, no simplemente para el uso del momento, no simplemente las cosas que perecen con su uso, sino tales cosas cuya utilidad es permanente y estable.
... Siendo el hombre anterior al estado, recibió aquél de la naturaleza el derecho de proveer a sí mismo, aun antes de que se constituyese la sociedad... Cuando en preparar estos bienes materiales emplea el hombre la actividad de su inteligencia y las fuerzas de su cuerpo, por ello mismo se aplica a sí mismo aquella parte de la naturaleza material que cultivó y en la que dejó impresa como una figura de su propia persona: y así justamente el hombre puede reclamarla como suya, sin que en modo alguno pueda nadie violentar su derecho...”
El papa León XIII también escribía: “La democracia cristiana, por el mismo hecho de ser cristiana, se debe basar en los principios de la fe divina(..) Por eso la justicia de la democracia cristiana es sagrada. El derecho de adquirir y poseer propiedades no se pude contradecir y se deben salvaguardar las distintas distinciones y grados que son indispensables en cada mancomunidad bien ordenada. Es evidente, por lo tanto, que no hay nada en común entre la socialdemocracia y la democracia cristiana. Ambas difieren entre sí como la secta del socialismo difiere de la Iglesia de Cristo”.(…)
El 21 de septiembre de 1958 el papa Pío XII escribía: “La multiplicidad de clases sociales se corresponde plenamente con los designios del creador”. Esto es como decir que la Iglesia considera la sociedad de clases fija, eterna y de origen divino. Sólo hay que compararla con las palabras de San Clemente (citada anteriormente) cuando escribía: “El uso de todas las cosas que se encuentran en este mundo debería ser común para todos los hombres. Sólo la injusticia [iniquidad] manifiesta hace que uno diga al otro, ‘esto me pertenece más que a ti’. De aquí el origen de la discusión entre los hombres”.
La postura de Pío XII es la misma que el antiguo himno anglicano Todas las cosas brillantes y maravillosas, que contiene las líneas bien conocidas:
“El rico en su castillo, el pobre en su barrera:Él [Dios] hizo lo superior y lo humilde y ordenó su Estado”.
Esto es absolutamente típico de la actitud de la iglesia durante siglos: una defensa abierta del status quo y de la división de la sociedad en clases.
Posteriormente, como resultado del crecimiento del movimiento obrero y el irresistible movimiento en dirección al socialismo, la Iglesia católica se ha visto obligada a modificar su postura. El papa Juan XXIII ―el más inteligente de los papas del siglo XX― asumió una postura más progresista. Pero bajo el pontificado actual todo esto se ha convertido en su contrario.
La Iglesia hoy.-
“¿No se considera correcto apelar a los juzgados cuando alguien te ha estafado? Pero el apóstol considera que es un error. ¿Ofreces tu mejilla derecha cuando te golpean la izquierda o respondes al ataque? El Evangelio lo prohíbe [...] ¿Acaso la mayoría de los procedimientos judiciales y la ley no están relacionados con la propiedad? Pero decís que vuestro tesoro no es de este mundo”. (Marx y Engels. On religion. p. 35).
Las actividades de la Iglesia en la sociedad moderna se basan en contradicciones manifiestas y en la hipocresía. Las tradiciones revolucionarias de los primeros cristianos no guardan absolutamente ninguna relación con la situación actual. Desde el siglo IV a. C, cuando el movimiento cristiano fue secuestrado por el estado y se convirtió en un instrumento de los opresores, la Iglesia cristiana ha estado de parte de los ricos y poderosos contra los pobres. Hoy las principales iglesias son instituciones muy ricas, tanto en los países musulmanes como en los cristianos.
En España la Iglesia católica, además de su enorme riqueza en tierras, edificios y cuentas bancarias, recibe regularmente subvenciones del estado con los impuestos pagados por todos los ciudadanos, independientemente de si son religiosos o no, aunque al pueblo español nunca se le haya consultado sobre esta medida. Lo mismo ocurre en otros países donde la Iglesia ha alcanzado un acuerdo con el estado. La religión es una violación intolerable de la democracia. Y aunque ahora los contribuyentes españoles pueden elegir si donan su dinero a la iglesia o no, el hecho es que todavía ésta mantiene una situación privilegiada a la hora de acceder a los fondos públicos.
En la Edad Media la Iglesia católica declaró la usura (el préstamo de dinero con interés) pecado mortal; ahora el Vaticano posee su propio banco y una enorme riqueza y poder. La iglesia en Inglaterra, aparte de numerosos intereses empresariales, es uno de las mayores terratenientes de Gran Bretaña. Sería fácil demostrar que ocurre lo mismo en todas partes. No es un fenómeno limitado a la religión cristiana. El Corán también prohibía la usura y en todos los llamados países islámicos se pueden ver grandes bancos que son propiedad de los musulmanes. Recurren a todo tipo de trucos para ocultar esto aunque el tipo de interés exprime a la población de la misma forma.
Políticamente las iglesias han respaldado sistemáticamente a la reacción. En los años treinta los obispos católicos bendecían al ejército de Franco en su campaña para aplastar a los trabajadores y campesinos españoles. La prensa fascista española publicaba frecuentemente fotos de prelados con el saludo fascista. El Papa Pío XIII apoyó a Hitler y Mussolini. El papa guardó silencio sobre los millones que fueron exterminados en los campos nazis, y aunque oficialmente el Vaticano se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, en realidad sus simpatías pro-nazis están bien documentadas por G. Lewy:
“Desde el principio hasta el final del gobierno de Hitler, los obispos no se cansaron nunca de aconsejar al fiel que aceptara su gobierno como la autoridad legítima a quién se debía rendir obediencia [...] Después del intento de asesinato fallido contra Hitler en Munich el 8 de noviembre de 1939, el cardenal Bertram, en nombre del episcopado alemán, y el cardenal Faulhaber de los obispos bávaros, enviaron telegramas de felicitación a Hitler. La prensa católica de toda Alemania, en respuesta a las instrucciones del Reichspresskammer, hablaba de la milagrosa providencia que había protegido al Führer”. (G. Lewy. The catholic Church and Nazi Germany, NY. 1965, p. 310-311).
“En los dos puntos importantes los documentos alemanes muestran una similitud impresionante. Por un lado, la predilección que sentía el soberano pontificio por Alemania no parecía haber disminuido debido a la naturaleza del régimen nazi y éste no fue repudiado hasta 1944; por otro lado, Pío XII lo que más temía era la bolchevización de Europa y esperaba que si la Alemania de Hitler se reconciliaba con los aliados occidentales, entonces todos se convertirían en una muralla frente al avance de la Unión Soviética hacia occidente”. (Saul Freidhandler. Pío XII y el Tercer Reich. La documentación. NY. 1958. p. 236. El subrayado es mío).
En la historia de las ideas la iglesia siempre ha jugado el papel más reaccionario. Galileo Galilei tuvo que retractarse de sus ideas ante las amenazas de la Santa Inquisición. Giordano Bruno fue quemado en la hoguera. Charles Darwin fue acosado sin piedad por el establishment religioso en Inglaterra al atreverse a desafiar la idea de que Dios creó el mundo en seis días.
En la actualidad la teoría de la evolución también recibe los ataques de la derecha religiosa de EEUU. La derecha religiosa en EEUU es un movimiento bien financiado que predica las causas reaccionarias. Hace unos años, Nelson Bunker Hunt, el magnate del petróleo de Texas, donó “más de diez millones de dólares de los 1.000 millones conseguidos por el Crusade Campus for Christ. La Fundación Cristiana para la Libertad, un ‘lobby educativo’ creado por J. Howard Pew ―fundador de Sun Oil Company― y otros empresarios que se adhieren al sistema de libre empresa”. Hay otros muchos ejemplos que demuestran la estrecha relación que existe entre la derecha religiosa y las grandes empresas. Estos ricos empresarios no invierten estas cantidades de dinero para nada. La religión es utilizada como un arma de la reacción.
En el movimiento creacionista en EEUU participan millones de personas y está ―increíblemente― encabezado por científicos, entre ellos algunos genetistas. Esta es una expresión gráfica de las consecuencias intelectuales de la decadencia del capitalismo. Es un ejemplo contundente de la contradicción dialéctica del retraso de la conciencia humana. En el país tecnológicamente más avanzado del mundo, la mente de millones de hombres y mujeres está hundida en el barbarismo. Su nivel de conciencia no es mucho más elevado que el de los hombres que sacrificaban a los prisioneros de guerra a los dioses, que se postraban ante ídolos sepultados o quemaban brujas en la hoguera. Si este movimiento triunfara, como dijo hace poco un científico, volveríamos a la Edad Media.
En el terreno de la legislación social, y particularmente en los derechos de la mujer, la Iglesia católica romana siempre ha jugado un papel reaccionario. Todavía niega a la mujer el derecho a controlar su propio cuerpo, niega el derecho al divorcio, a la contracepción y el aborto. El papa Karol Wojtyla es su principal portavoz. La persistente oposición de la iglesia a los métodos anticonceptivos artificiales resulta sobre todo desastrosa en el SIDA. En 1999 una encuesta entre católicos estadounidenses demostraba que el 80 por ciento de los legos y el 50 por ciento de los sacerdotes estaban a favor de la contracepción, en otra encuesta de la universidad de Maryland dos tercios de los católicos reconocían que practicaban la objeción de conciencia con relación a las ideas del Papa y hacían lo que les dictaba su conciencia. Se podrían citar cifras similares en el resto de países desarrollados.
En el reino de la política el Papa es un portavoz reaccionario y un enemigo del marxismo y el socialismo, ayudado por el poder del Opus Dei ―esa notoria mafia católica cuyos tentáculos alcanzan cada rincón de la vida política italiana, española o de otros países.
Lenin y la religión
Engels en su prefacio a La guerra civil en Francia decía que: “con relación al estado la religión es un asunto puramente privado”. Lenin escribía en 1905: “El Estado no debe tener nada que ver con la religión, las asociaciones religiosas no deben estar vinculadas al Poder del Estado. Toda persona debe tener plena libertad de profesar la religión que prefiera o de no reconocer ninguna, es decir, de ser ateo, como lo es habitualmente todo socialista”. (Lenin. Acerca de la religión. Moscú. Editorial Progreso. p. 6).
Sin embargo, con relación al partido, Lenin señalaba que Engels recomendaba que el partido revolucionario debería luchar contra la religión: “El partido del proletariado exige del Estado que declare la religión un asunto privado; pero no considera, ni mucho menos, ‘asunto privado’ la lucha contra el opio del pueblo, la lucha contra las supersticiones religiosas, etc., ¡Los oportunistas tergiversan la cuestión como si el Partido Socialdemócrata considerase la religión un asunto privado!” (Ibíd. pp. 25-26).
Y añadió que: “La raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total frente a las fuerzas ciegas del capitalismo [...] Ningún folleto educativo será capaz de desarraigar la religión entre las masas aplastadas por los trabajos forzados del régimen capitalista, y que dependen de las fuerzas ciegas y destructivas del capitalismo, mientras dichas masas no aprendan a luchar unidas y organizadas, de modo sistemático y consciente, contra esa raíz de la religión contra el dominio del capital en todas sus formas”. (Ibíd. pp. 21-22).
Los marxistas han hecho todo lo posible para implicar a todos los trabajadores en la lucha contra el capitalismo, incluidos los que profesan una religión. No debemos interponer barreras entre nosotros y estos trabajadores, sino animarles a que participen activamente en la lucha de clases.
Como vimos en 1905, la clase obrera rusa entró en la escena de la historia con un sacerdote a la cabeza, portando en sus manos iconos religiosos y una petición al zar ―al “padrecito de todos los rusos”―. Desconfiaban de los revolucionarios e incluso en algunas ocasiones les dieron una paliza. Pero todo eso cambió en veinticuatro horas después de la masacre del 9 de enero. Los mismos trabajadores, en la noche del nueve, se convirtieron en revolucionarios y exigieron armas. Así es como la conciencia puede cambiar rápidamente ¡en el fragor de los acontecimientos!
A propósito, el padre Gapon, que había organizado la petición y la manifestación pacífica y que había trabajado para la policía zarista, se transformó repentinamente después del domingo sangriento. Hizo un llamamiento a los revolucionarios para derrocar al zar e incluso en un momento determinado estuvo próximo a los bolcheviques. Lenin no le apartó sino que intentó ganarle aunque Gapon siguió como religioso.
La posición flexible de Lenin se pudo comprobar cuando combatía la actitud sectaria contra aquellos trabajadores que eran religiosos pero que participaban en las huelgas. “En tal momento y en semejante situación [una huelga], el predicador del ateismo sólo favorecería al cura y a los curas, quienes lo único que desean es sustituir la división de los obreros en huelguistas y no huelguistas por la división en creyentes y ateos”. (Ibíd. p. 24).
Aquí está el punto central de la cuestión. Luchamos por la unidad de las organizaciones obreras por encima de todas las divisiones: religiosas, nacionales, lingüísticas o raciales. Nuestra tarea es unir a todos los oprimidos y explotados en un solo ejército contra la burguesía.
El ateísmo para los marxistas nunca ha sido una parte del programa del partido. Este disparate siempre ha caracterizado al anarquismo. Con frecuencia un trabajador que todavía es creyente se acerca al movimiento, convencido de su programa general y entusiasmado con la lucha por el socialismo, pero no está dispuesto a renunciar a la religión. ¿Qué actitud deberíamos tomar? Por supuesto no lo echaremos. Este trabajador no desea unirse al movimiento para ganar conversos a la religión, sino para luchar contra el capitalismo. Probablemente, llegará un momento en que verá la contradicción entre su política y sus creencias religiosas y poco a poco abandonará la religión. Pero es una cuestión delicada y no hay que forzarla. Como explicó Lenin: “somos enemigos incondicionales de la más mínima ofensa a sus creencias religiosas”. (Ibíd. p. 24).
Es totalmente diferente cuando un intelectual de clase media busca introducir confusión en la ideología del movimiento, como era el caso cuando Lenin escribía sobre la religión. Un grupo de bolcheviques ultraizquierdistas (Bogdanov, Luchacharsky, etc.,) intentaban revisar el marxismo e introducir nociones filosóficas místicas. Lenin, correctamente, luchó contra esta tendencia.
El futuro de la religión.-
¿Cuál será el futuro de la religión? Sobre esta cuestión, desde luego, habrá una profunda diferencia de opinión entre los marxistas y los cristianos y demás religiones. Naturalmente, no es posible mirar al futuro a través de una bola de cristal, pero si se puede decir lo siguiente. Aunque desde un punto de vista filosófico el marxismo es incompatible con la religión, sobra decir que nos oponemos a cualquier intento de prohibir o reprimir la religión. Luchamos por la libertad completa del individuo a tener su propio creencia religiosa o ninguna.
Lo que debemos decir es que debe haber una separación radical entre la iglesia y el estado. Las iglesias no deben ser apoyadas directa o indirectamente por los impuestos, ni tampoco se debe enseñar en las escuelas la religión. Si la gente quiere religión, ésta se debe aprender exclusivamente en las iglesias a través de las contribuciones de la congregación y predicar sus doctrinas en su propio espacio. Las mismas observaciones son buenas para el Islam o cualquier otra religión.
Por lo que a nosotros respecta el diálogo sobre la religión continuará, pero esto no debe oscurecer el problema fundamental de nuestra época. Nuestra principal tarea es unir en la lucha a todos aquellos que desean poner fin a la dictadura del Capital que mantiene a la raza humana en una situación de esclavitud. El socialismo permitirá el libre desarrollo de los seres humanos, sin la restricción de las necesidades materiales.
Durante siglos, la religión organizada ha sido utilizada por los explotadores para engañar y esclavizar a las masas. Periódicamente, han estallado rebeliones contra esta situación. Desde la Edad Media hasta el día de hoy, se han levantado voces de protesta contra la subordinación de la iglesia a los ricos y poderosos. Vemos también esto en la actualidad. El sufrimiento de los trabajadores y campesinos, el martirio de la raza humana bajo el infame despotismo del Capital, está provocando indignación entre amplias capas de la población. Muchos de ellos no están al corriente de la filosofía del marxismo, pero desean luchar contra la injusticia y la explotación. Entre estos hay muchos cristianos honestos e incluso sacerdotes de los escalafones más bajos, que diariamente presencian los sufrimientos de las masas.
La TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN es una expresión del fermento revolucionario en América Latina. Las órdenes más bajas del sacerdocio están horrorizados por el sufrimiento de las masas oprimidas y tan dado el paso de luchar por una vida mejor. La jerarquía eclesiástica, con sus cientos de años ha desarrollado una relación cómoda con los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, y combaten esta nueva tendencia o la toleran de mala gana. Así la lucha de clases ha penetrado en las filas de la propia Iglesia católica romana.
Lo mismo ocurre entre los musulmanes, las ideas del marxismo han comenzado a encontrar eco. Cuando las masas oprimidas de Oriente Medio, Irán, Indonesia, comiencen a entrar en acción para mejorar sus vidas, buscarán un programa de lucha para derrocar a sus opresores.
Es necesario derrocar el capitalismo, el latifundismo y el imperialismo. Sin eso, no hay salida posible. El único programa que puede asegurar la victoria de esta lucha es el marxismo revolucionario. La colaboración fructífera ente los marxistas y los cristianos, musulmanes, hindúes, budistas, judíos y seguidores de otras religiones en la lucha para transformar la sociedad es absolutamente posible y necesaria, a pesar de las diferencias filosóficas que nos separan. Los cristianos honestos se sienten profundamente ofendidos por la terrible opresión sufrida por la mayoría de la raza humana.
Camilo Torres, antiguo sacerdote colombiano, dijo una vez: “He colgado el hábito de sacerdote para convertirme en un verdadero sacerdote. El deber de todo católico es ser un revolucionario; el deber de todo revolucionario es llevar adelante la revolución. El católico que no es un revolucionario vive en pecado mortal”.
Estos son los verdaderos sucesores de aquellos primeros cristianos revolucionarios que lucharon por la causa de los pobres sobre la tierra, los pecadores y los oprimidos, y que no temían dar su vida en la lucha contra la opresión. Son los mártires modernos y todo aquel que quiera la causa de la libertad y la justicia debe guardar su memoria. Entre 1968 y 1978, más de 850 sacerdotes, religiosas y obispos fueron arrestados, torturados y asesinados en América Latina. El jesuita salvadoreño, Rutilio Grande, antes de ser asesinado dijo: “Hoy en día, es peligroso [...] y prácticamente ilegal ser un auténtica cristiano en América Latina”. Lo importante es la palabra ´”auténtico”.
¿Una vida alternativa?
Aunque en los últimos años la religión organizada ha perdido terreno, las ideas religiosas han resurgido en un conjunto de sectas y cultos desconcertantes, algunos ofrecen un “estilo de vida alternativo”. Algunas veces reflejando la creciente insatisfacción entre una capa de jóvenes con el sistema capitalista, su perspectiva de la vida inhumana y desalmada, la vana comercialización de todos los aspectos de la existencia, el crudo materialismo, el deterioro del medio ambiente, etc., puede representar el primer paso hacia la conciencia. Pero después empieza el problema. No basta con rechazar el capitalismo. Es necesario dar pasos concretos para abolirlo.
La característica común de todos estos movimientos “alternativos” ―Nueva Era, etc., ― es que se basan en una salvación individual. Por este camino, no hay salida posible. Y en última instancia, tampoco esto es una alternativa. El capitalismo puede vivir felizmente con un puñado de personas que han decidido “retirarse”. Esto no representa una amenaza, porque los dueños del poder continúan controlando la vida de la sociedad como antes.
Incluso aquellos que profesan la “retirada” encontrarán en la práctica que no hay retirada. Están obligados a utilizar el dinero, comprar los productos básicos para la vida en las tiendas, llenar los depósitos de sus camionetas en las gasolineras, donde comprarán los productos de las grandes compañías petroleros que contaminan el medio ambiente, serán desviados de un área a otra por la policía, como el resto de nosotros.
La idea de que es posible apartarse de la sociedad y la política es una ilusión. ¡Intentadlo! Y encontrareis que un día la política estará en vuestra casa y llamará al timbre de vuestra puerta (si no echa primero la puerta abajo).
El intento de encontrar una solución individual es esencialmente reaccionario porque es la única forma de luchar contra el capitalismo y el estado burgués para unir a la clase obrera y organizarla en un movimiento revolucionario. Optar por esta u otra forma, te situará a merced del Capital y ayudará a perpetuar el orden existente.
Para cubrir su desnudez, los predicadores de la Nueva Era se presentan con valores espirituales especiales ―lo imaginan― que les puede situar al margen de los mortales “normales” y situarles en una línea de comunicación directa con cosas sobrenaturales que sobrepasan todo entendimiento. Se sienten superiores al resto de la humanidad que no tiene la confidencia de estos grandes misterios.
En realidad, estas ideas no son superiores al pensamiento de los mortales normales, son muy inferiores. La primera ley para aquel que desee cambiar la sociedad es comprenderla y vivir en ella. Al intentar volver la espalda a la sociedad, lo único que consigues es convertirte en algo impotente frente al orden existente, y renunciar eternamente, sin esperanza, irrevocablemente, a toda posibilidad de cambiarla. Por este camino no hay alternativa, sólo más de lo mismo, para siempre.
La religión y la crisis del capitalismo.-
La religión es lo que los marxistas llamarían falsa conciencia, por que dirige nuestro entendimiento fuera del mundo real, sobre el que no podemos saber nada y del que es inútil incluso hacer preguntas. Toda la historia de la ciencia parte de dos presunciones fundamentales: a) el mundo existe fuera de mí mismo y b) puedo comprender este mundo, e incluso aunque hay cosas que en la actualidad no puedo saber, al menos seré capaz de conocerlas en el futuro. Para establecer un límite más allá del conocimiento humano necesita traspasar y abrir la puerta a todo el misticismo y la religión. Durante más de 2.000 años, la humanidad ha estado luchando para adquirir conocimiento de nosotros mismos y del mundo en que vivimos. Durante todo ese tiempo, la religión ha sido la enemiga del progreso científico, y no es una casualidad. En la medida que el pensamiento científico nos ha permitido comprender cosas que en el pasado parecían “misterios”, la religión ha sido empujada para atrás y ahora se encuentra en la parte trasera intentando salvarse a sí misma.
En la lucha de la ciencia contra la religión, es decir, la lucha del pensamiento racional contra la irracionalidad, el marxismo se ha puesto con entusiasmo del lado de la ciencia. Pero hay más. El objetivo al adquirir un pensamiento racional del mundo es cambiarlo. El significado de toda la historia humana de los últimos 100.000 años ―y más― es la lucha sin fin de la humanidad por ganar la batalla a la naturaleza, controlar su propio destino y así convertirse en seres libres. Las raíces de la religión están en el pasado lejano, cuando los humanos luchaban para librarse del mundo animal de donde procedemos. Para encontrar sentido a los fenómenos naturales que están más allá de nuestro control, los humanos tenían que recurrir a la magia y el animismo―las primeras formas de religión―. En su día, esto representó un paso adelante en la conciencia humana. Este estadio infantil de la conciencia debería haber desaparecido hace tiempo, pero la mente humana es infinitamente conservadora y guarda conceptos y prejuicios que hace tiempo han perdido su razón de ser.
En la sociedad de clases, el concepto de “amor al prójimo” es una vacua declaración. La economía de mercado, con su moralidad servil hace de esta aspiración una proposición imposible. Para cambiar la conducta y la psicología de hombres y mujeres es necesario, en primer lugar, cambiar la forma en que viven. En palabras de Marx, “el ser social determina la conciencia”. Todo el mundo está dominado por un puñado de gigantescos monopolios que saquean el planeta, lo deterioran, destruyen el medio ambiente y condenan a millones de personas a una vida de miseria y sufrimiento.
Las damas y caballeros que se sientan en los consejos de dirección de estas multinacionales en su mayoría son cristianos practicantes, en un número menor, judíos, musulmanes, hindús u otros credos. Sin embargo, la verdadera religión del capitalismo no es ninguna de estas. Es el culto a Mammon, el dios de la riqueza. El capitalismo da la vuelta a las relaciones humanas. De una forma retorcida y distorsionada convierten al hombre en un ser que “vale un millón de dólares”, como si habláramos de una mercancía. La televisión habla de la bolsa, el mercado, el dólar y la libra como si fueran seres vivientes (“la libra está hoy un poco mejor”). Esto es la alienación: cosas muertas (Capital) que parecen vivas y cosas vivas (personas, trabajo) que parecen muertes, triviales y sin sentido.
El desarrollo humano ha tomado una línea descendente. La capa de la cultura moderna y la civilización fabricada durante miles de años todavía es muy delgada. Más abajo residen todos los elementos del barbarismo. Si alguien tiene dudas, estudiemos la historia de la Alemania nazi, o los recientes acontecimientos en los Balcanes. En su período ascendente, la burguesía abrazó el racionalismo, incluso el ateísmo. Ahora, en el período de decadencia capitalista, aparecen por todas partes tendencias a la irracionalidad ―incluso en los estados “cultos” más avanzados―. Si la clase obrera no consigue cambiar la sociedad, todas las conquistas del pasado estarán amenazadas, y el futuro de la civilización humana no estará garantizado.
La devastación infringida por el capitalismo en todo el mundo ha producido numerosas monstruosidades. En su período de declive senil, también hemos visto el ascenso de tendencias místicas y religiosas retrógradas. El papel reaccionario de la religión se puede ver hoy en todo el mundo, desde Afganistán a Irlanda del Norte. En todas las partes vemos el monstruo del fundamentalismo: no sólo el fundamentalismo islámico, también el cristiano, judío e hindú. El mensaje de amor fraternal y esperanza se ha convertido en desesperación, odio y matanza. Por este camino, nada es posible excepto el barbarismo y la extinción de la cultura y civilización humanas.
La causa de estos horrores no es la religión por sí misma, como podía intentar defender un observador superficial, sino los crímenes del capitalismo y el imperialismo, que devasta países enteros y comunidades y destruye el tejido social y la familia sin poner nada en su lugar. Ante el temor al futuro y la desesperación por el presente, la gente busca consuelo en las llamadas “verdades eternas” de un pasado no existente. El ascenso del llamado fundamentalismo religioso es sólo una expresión concreta del callejón sin salida de la sociedad, que lleva a las personas a la desesperación y la locura. Pero, como vemos en Irán y Afganistán, las promesas de un cielo religioso sobre la tierra es un sueño vacío que sólo lleva a una pesadilla.
La religión no puede explicar nada de lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Su papel no es explicar, sino consolar a las masas con sueños y untarles con el bálsamo de una falsa promesa. Pero uno siempre se despierta del sueño, y los efectos del bálsamo, más dulce, pronto desaparecen. La condición previa para ganar nuestra libertad como seres humanos es la ruptura radical con los sueños, y ver el mundo y a nosotros mismos tal como somos: mortales, luchando por una existencia de seres humanos sobre esta tierra.
La humanidad alienada de si misma.-
Desde tiempos inmemoriales, los hombres (y también muchas mujeres) han sido educados en un espíritu de servilismo. Incluso hemos llegado a pensar que somos débiles, impotentes, que no importa lo que hagamos, no hay diferencia, pues el “hombre propone y Dios dispone”. La idea dominante es el fatalismo. Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos, es que nada se puede hacer. Este sentido de aceptar de una forma fatalista, de adorar servilmente todo lo establecido, están inmersa en todas las religiones. Al cristiano se le aconseja que si alguien le golpea, debería poner la otra mejilla. La palabra islam es “sumisión”, y los profetas del Antiguo Testamento nos aseguran que “todo es vanidad”. Aparte de este sentido de impotencia está la necesidad de un ser superior que es todo lo que nosotros no somos. El hombre es mortal; Dios es inmortal. El hombre es débil; Dios es fuerte. El hombre es ignorante ante los misterios del universo; Dios lo sabe todo. La fe de los seres humanos debe buscar en los cielos la salvación y así surge la creencia en milagros.
Pero esto no sólo se limita a las clases menos cultas. Se encuentran supersticiones similares en la mente de analistas económicos y corredores de bolsa, que simplemente se sitúan a un nivel más elevado de la mentalidad del jugador que lleva un rabo de conejo en una mano y con la otra lanza los dados. En la Biblia, el hambriento comía, el ciego veía, el mudo hablaba... todo con la intervención de milagros divinos. Hoy en día, no se requiere la intervención de elementos sobrenaturales para conseguir estos milagros. Las conquistas de la ciencia moderna y la tecnología ya nos permite hacer todas estas cosas. Son sólo las restricciones artificiales impuestas por la propiedad privada de los medios de producción y la lucha por el máximo beneficio lo que impide la extensión de estas ventajas a todos los hombres, mujeres y niños sobre el planeta.
Cuando hombres y mujeres sean capaces de controlar su vida y desarrollarse como seres humanos libres, los marxistas creen que el interés de la religión ―la búsqueda de consuelo en otra vida― caerá por sí mismo. Mientras tanto, los desacuerdos en estas cuestiones no deben impedir a todos los cristianos, hindús, judíos o musulmanes honestos que deseen participar en la lucha contra la injusticia unan sus manos a las de los marxistas en la lucha por un mundo nuevo y mejor.
¡Por un paraíso en este mundo!
“Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud... Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar”. (Trotsky. Escritos. Bogotá. Editorial Pluma. 1976. Tomo XI. Vo. 1. pp. 216-7).
En su libro la Metafísica, Aristóteles hizo un comentario profundo y maravilloso, cuando dijo que el hombre comienza a filosofar cuando sus necesidades de vivir están satisfechas. Al eliminar la antigua dependencia degradante de hombres y mujeres de las cosas materiales, el socialismo establecerá las bases para un cambio radical en la forma de pensar y actuar. Trotsky adelantó lo que podría ocurrir en una sociedad sin clases:
“(…)Bajo el socialismo la solidaridad será la base de la sociedad. Todas las emociones que nosotros los revolucionarios, en la actualidad, sentimos aprensión de mencionar, que han estado llenas de hipocresía y vulgaridad, como es la amistad desinteresada, el amor por el prójimo, la simpatía, será el poderoso coro de la poesía socialista”. (Trotsky. Literatura y revolución. P. 60. En la edición inglesa).
Las cadenas de la opresión de clase y la esclavitud no son sólo materiales sino psicológicas y espirituales. Costará tiempo, incluso después de la abolición del capitalismo, para eliminar las cicatrices morales de esta esclavitud. Hombres y mujeres que han sido formados durante toda su vida en un espíritu servil no emanciparán su mente y alma inmediatamente de todos sus prejuicios. Pero una vez las condicione materiales y sociales estén dadas para permitir a hombres y mujeres entrar en una relación verdaderamente humana, su conducta y forma de pensar se transformará de la misma forma. Cuando ese día llegue, la gente no necesitará el policía ―sea material o espiritual―.
Los antiguos sofistas griegos, que realmente eran filósofos perspicaces, mantenían que el “hombre es la medida de todas las cosas”. En una sociedad sin clases, este sería realmente el caso. Pero donde hombres y mujeres controlan su vida y destino de una forma consciente, ¿qué espacio queda para lo sobrenatural? En lugar de desear una vida imaginaria más allá de la tumba, la gente concentrará su energía en hacer esta vida tan maravillosa y plena como pueda ser. Este es el significado del socialismo: hacer realidad lo que siempre fue potencial.
En su forma más elevada de la sociedad humana, hombres y mujeres alcanzarán su verdadera talla. Limpiarán nuestro mundo de toda pobreza, odio e injusticia. Recuperarán el planeta, sus ríos, mares y cascadas serán puras de nuevo, y toda la maravillosa diversidad de la vida será protegida y cuidada. Las ciudades atascadas y contaminadas dejarán de existir y reconstruidas con toda la creatividad artística humana respetando el medio ambiente. Las profundidades de los océanos se explorarán y descubriremos sus secretos pasados. Y por último, pero no menos importante, tocaremos el cielo con la mano ―no en una oración―, sino en naves especiales que llevarán a la humanidad a los confines lejanos de nuestra galaxia y quizá más allá. Cuando hombres y mujeres disfruten de esta visión ilimitada del progreso humano, que podemos conseguir con nuestros propios esfuerzos y recursos, sin la ayuda de espíritus, ¿qué lugar quedará para la religión?
En la Biblia se pueden encontrar palabras de gran sabiduría, como en los Corintios, donde podemos leer: “Cuando era un niño hablaba como un niño, comprendía como un niño, pensaba como un niño. Cuando me convertí en hombre dejé a un lado las cosas pueriles”. Ocurre lo mismo con la evolución de nuestra especie. Cuando la raza humana realice definitivamente su destino y sea capaz de ponerse sobre los dos pies y vivir la vida plenamente, ya no será necesario el apoyo de la religión, un ser sobrenatural a quién rezar o el falso consuelo de una vida en otro mundo. Cuando llegue ese momento, la humanidad dejará la religión con la misma facilidad que cuando las personas crecen dejan de lado los cuentos de hadas que amaban cuando eran niños y habrán superado su necesidad.
Extractos del libro “Marxismo y Religión”
Fundación de Estudios Socialistas “ Federico Engels”.
(Se recomienda leer en primer lugar el artículo de ayer y luego éste, titulados respectivamente “VIERNES DE PASIÓN SOCIALISTA….Y SÁBADO DE GLORIA MARXISTA”).
23 de abril de 2011
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