26 de septiembre de 2018

ANÁLISIS CRÍTICO Y AUTOCRÍTICO EN LA BATALLA POR EL SOCIALISMO.

 

(Artículo publicado hoy por Diario 16 Mediterráneo, escrito por José Martín Rodríguez, Coordinador de Comunicación de la corriente de  Izquierda Socialista de Málaga-PSOE de Andalucía, como colaboración para la sección de Opinión).  

El género humano,  desde el inicio mismo de la humanidad, trató de arrojar luz sobre las leyes que gobiernan nuestra propia existencia, utilizando diversas teorías. Éstas han tratado desde explicaciones que estaban basadas en supersticiones, que posteriormente evolucionaron hacia la filosofía metafísica,  madre de las religiones, hasta los conocimientos científicos y el desarrollo del saber, la robótica y los avances tecnológicos.
El modelo económico actual, imperialista/capitalista, está basado en la división del trabajo. Las crisis constantes reclaman una solución alternativa e internacionalista. El desarrollo de las fuerzas productivas ha quedado anclado en procesos recesivos cíclicos. Dos contradicciones impiden su avance: a) La propiedad privada de los grandes medios de producción demasiado concentrada. b) Las fronteras nacionales, que significan guerras.
Es la lógica de la disputa por estrechos mercados cada vez más limitados. La teoría de la evolución está aceptada por la historia. Esa teoría evolutiva se adapta mejor a la concepción científica. Siguen existiendo escuelas filosóficas que no acaban de asumir la realidad científica y siguen defendiendo el “creacionismo metafísico”.
Los partidarios del socialismo marxista concedemos una importancia grande al estudio de la historia. Intentamos que se soporte en el mayor rigor científico que concuerde lo más posible con la realidad concreta a la que la ciencia se debe. El objetivo es sacar las pertinentes conclusiones que las lecciones enseñan. Sin una comprensión de la evolución de los acontecimientos, es difícil prever las futuras perspectivas que conviene estudiar con el máximo rigor de aproximación.
La ciencia de la perspectiva se ayuda del método materialista  dialéctico. Procura desentrañar los procesos complejos del desarrollo histórico ya que esa filosofía  contempla y analiza las cosas, no como entidades estáticas, sino en el proceso de movimiento,  desarrollo y cambio.
Esa ciencia enseña que la evolución no representa solo el movimiento de lo inferior a lo superior, sino que contempla la vida y la sociedad en su desarrollo de una manera contradictoria.  Incluso las civilizaciones suelen contar con auges y declives.  Esos procesos caminan en espiral y no constituyen una línea recta.
Funciona mediante un desarrollo a saltos; catástrofes, convulsiones y agitaciones, con rupturas de la continuidad. Transforma la cantidad en calidad (y viceversa). Existen  impulsos internos hacia el desarrollo, produciendo fuertes contradicciones y creando conflictos entre las distintas fuerzas, tanto en el aspecto centrífugo como centrípeto, entre individuos como entre clases sociales.
Los proyectos políticos, los programas partidarios, las ideologías, las teorías y los pensamientos no caen del cielo, sino que reflejan más bien el mundo material y los propios intereses interclasistas. Decía Marx: “el modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino al contrario, es el ser social el que determina su conciencia.”
La historia del capitalismo explica que en sus inicios representaba una fuerza revolucionaria que luchó contra el sistema feudal hasta vencerle. Nadie puede negar el carácter progresista que tuvo en sus años de desarrollo, pero de forma dialéctica, en la actualidad se ha convertido en un freno para el desarrollo y el avance de la humanidad. Ha mutado en reaccionario, caduco y senil, entrando en un estancamiento recesivo que puede llevar a la Humanidad hacia la barbarie.
Marx cometió algunos errores de ritmos en sus perspectivas cuando esperaba que el proletariado alcanzase el poder primero en algún país capitalista desarrollado. No se cumplió y el eslabón más débil se rompió por uno de los países más atrasados: Rusia. Analizando el experimento estalinista, la política de  la dirección agravó la situación al aplicar  la teoría marxista erróneamente en la atrasada Rusia. Reconociendo los grandes avances en las primeras décadas, el sistema colapsó corroído por la inoperancia y los errores de la burocracia, que fueron un freno para el desarrollo de la democracia socialista plena.
La única clase capaz de llevar a cabo transformaciones profundas, como demuestra la historia, es la clase trabajadora organizada. Una dirección firme  consiguió dirigir y aglutinar tras de sí a la clase obrera, sectores campesinos y pobres. Los trabajadores tomaron el poder en 1917 venciendo al zarismo.
Repartieron las tierras haciendo la reforma agraria, expulsaron a los imperialistas parásitos y unificaron el país. El proletariado mundial no se detuvo en sus ansias y aspiraciones de continuar la revolución a escala mundial. Hubo derrotas por errores de la dirección y el proceso fracasó. No solo las direcciones de la socialdemocracia menchevique y bolchevique se merecen una crítica por los errores, excesos y traiciones cometidos, sino sus herederos. También debemos ser críticos y autocríticos con los errores de nuestras direcciones actuales.
La Revolución de Octubre  fue  un gran acontecimiento en la  historia de la humanidad.  Por primera vez, la clase obrera tomó el poder en sus propias manos. Sometió a terratenientes, a capitalistas y a militares zaristas blancos que  habían mantenido  el poder a sangre y fuego. Iniciaron la construcción del “estado democrático de los trabajadores”, que podría haber sido el comienzo de la transformación socialista mundial.  Se frustró por la invasión de los 21 ejércitos burgueses imperialistas que apoyaron la Contra/Revolución de los Ejércitos Blancos Zaristas pero fueron derrotados.
Rusia quedó aislada, un país atrasado, devastado por la guerra, con destrucciones masivas, analfabetismo y un agotamiento que supuso tremendas trabas. La clase obrera debilitada no pudo contrarrestar el sistema de corrupción burocrático que empezaba a degenerar. Stalin implantó el Partido Único y eliminó el control mediante la democracia social de los Consejos Obreros que se ejercía en los primeros años.
El hundimiento de Rusia en la sangrienta guerra civil produjo la desestabilización de la economía. Eso puso las bases para el inicio de la degeneración del “socialismo”, planteando Stalin la teoría de la construcción del socialismo en un solo país.
Se dieron condiciones objetivas, además de subjetivas, (errores en la dirección) que alentaron el crecimiento de la burocracia soviética, tanto a nivel Estatal,  Partido Comunista y  Sindicato  Único.  Stalin se encaramó sobre las espaldas de la casta burocrática que él fomentaba y ésta sobre los hombros de la clase obrera.
El desarrollo se estancó ya que “el taller que retrasaba toda la producción se llamaba burocracia” y eso demostraba que los políticos en la historia, no se representan a sí mismo, sino que son los cauces por donde se expresan los intereses de grupos, castas, o clases en el seno de la sociedad.
La degeneración estalinista no surgió ni del socialismo, ni del comunismo, ni del anarquismo,  (sistemas que no pueden existir mientras permanezca el capitalismo). Fue la consecuencia del aislamiento y el atraso material de la URSS en una situación de crisis de post-guerra, que eliminó la democracia inicial del movimiento obrero con el fin de mantener y preservar los privilegios y el poder de la casta burocrática creciente.
El nuevo régimen se basaba en las nuevas formas de propiedad que habían surgido con la industria y la tierra nacionalizadas y planificadas, pero los consejos de trabajadores y la democracia obrera fueron aplastados por la contra-revolución burocrática. La posibilidad de una verdadera transformación socialista sana y democrática que hubiese marcado el inicio de una forma nueva y superior de la sociedad se abortó.
Hubo derrotas: La revolución socialista en Alemania y demás países. En España donde la clase trabajadora luchó por el socialismo ante el Golpe de Franco, pero las potencias imperialistas, con su hipócrita “No intervención”, permitieron o apoyaron a los fascistas que ahogaron en sangre a la República,  por causa de los errores y el divisionismo de las propias direcciones de izquierdas.
En la II Guerra Mundial, Stalin colaboró en la derrota del Nazi/fascismo junto a la Alianza Burguesa. En la guerra fría posterior, no rompió las trabas con su “Capitalismo de Estado”  para liberar las fuerzas productivas y producir más y mejor, repartiendo con justicia el fruto del trabajo, que es el objetivo del socialismo.
Bien es cierto que los obstáculos de la propiedad privada  que aparentemente fueron barridos a medias, podrían haber permitido un salto en el desarrollo, pero la revolución socialista no podía limitarse a un solo país, sino que necesitaba superar fronteras, ya que la economía mundial requiere soluciones internacionales y necesitaba enlazar con el desarrollo de los países más adelantados.
La teoría marxista explica que una de las primeras tareas de la clase trabajadora cuando alcanza el poder es la sustitución de la vieja maquinaria del Estado burgués, que permitirá a su vez poner las bases para la producción económica planificada de forma armoniosa de los bienes necesarios para satisfacer las necesidades humanas.
En la URSS el Estado se estableció, no como un órgano de dominio de la clase obrera sobre la clase capitalista, ejerciendo el control democrático desde las bases, sino mediante el control burocrático bajo el dominio del Partido Único Militarizado que representaba no más del 3 % de la población  y que impedía el libre ejercicio de la crítica democrática y el control obrero  consumiendo en los últimos años el 64 % de los recursos. Igual ocurrió en China.
Estas situaciones plantean la cuestión de si la clase trabajadora necesita un Estado.  Surge la controversia de qué tipo de sociedad, no solo queremos, sino podemos construir, en ese periodo de transición mientras que sigan existiendo las fuerzas capitalistas de la reacción que quieran volver a tomar el poder en sus manos, arrebatándolas por la fuerza de las armas, contra la fuerza de la razón, que es el arma del socialismo.
Atrapados en la corrupción burocrática y su desastrosa teoría de construir el socialismo en un solo país se enfrentaron a un dilema: a) Una revolución política de la clase trabajadora que derribara la burocracia e implantara la democracia socialista sana. (No se produjo).  b) La restauración capitalista (Si se produjo).
Los compañeros que sueñan con bonitas utopías, no quieren entender que algún tipo de poder se requerirá para mantener a raya a los reaccionarios, banqueros, capitalistas, explotadores y embaucadores que, una vez tomado el poder por la clase trabajadora, quisieran volver  a las andadas.
El socialismo plantea, que se necesita un Estado democrático, donde las decisiones se tomen de abajo arriba, por los colectivos de producción, con normas para profundizar en la democracia socialista combatiendo la corrupción mediante el control obrero y popular.
Los trabajadores tenemos que luchar democráticamente por construir un nuevo tipo de Estado, que no sea ni capitalismo ni estalinismo, que represente y defienda los intereses de los más pobres, de los necesitados, de la clase trabajadora y el pueblo trabajador en su conjunto, pero sin que los capitalistas puedan mantener el control de la producción, el transporte y el cambio, que debe pasar al servicio de los trabajadores, bajo control democrático  pleno.
Con los medios técnicos alcanzados por un Estado Social, que represente a la mayoría absoluta de la población, en transición al Socialismo, debe mantenerse bajo control a esa pequeña minoría de ex-capitalistas. El enorme aparato burocrático montado por el capital, para defender sus intereses, tiene que ser desmontado. Será posible mediante la aplicación basada en democracia social participativa, la verdadera democracia del pueblo, ejercida por el pueblo en beneficio del pueblo, de abajo arriba, en todos los estamentos del nuevo estado, combatiendo la corrupción y los despilfarros.
Recurramos a Marx para aclarar eso: “La democracia burguesa es un sistema en el que a los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años, qué mandatarios de la clase opresora dominante ha de representarnos y aplastarnos en el Parlamento”.  “La libertad bajo la burguesía consiste en que todos el mundo puede decir lo que quiera, siempre y cuando los Consejos de Administración del gran capital monopolista decidan lo que se hace para beneficiar el ansia de lucro privado de los accionistas de sus compañías financieras”.
Ante una Europa de los Mercaderes agonizante, una socialdemocracia decadente y un estalinismo que fracasó, debemos luchar por un nuevo modelo político a escala Internacional, que nos abra la posibilidad de avanzar por una vía no violenta, democrática y socialista, para iniciar la construcción de un sistema distinto al capitalismo. Necesitamos “unidad, honradez y firmeza” para  avanzar sin padecer los traumas históricos de otras épocas, que solo será posible nacionalizando los monopolios, bancos y latifundios para planificar la economía al servicio del bien común, a base de democracia plena y participativa en la esfera política,  económica, social y cultural. Un mundo mejor es posible y necesario para la humanidad, con Socialismo genuino y Democracia total.

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