“A todos
aquellos que padecieron tormento y murieron por el Socialismo. A los que cuando
los sacaban para fusilarlos decían a los que quedaban en la cárcel: Nosotros
nos vamos, pero a los que tengáis la suerte de sobrevivir a esta tragedia, lo
único que os pedimos es que sigáis luchando por lo mismo que vamos a
morir. Si, compañeros, seguiremos
luchando por los que sacrificasteis vuestras vidas, vilmente asesinados”. (*)
Después de treinta años de clandestinidad
el socialismo español vuelve a convertirse
en la esperanza de los trabajadores en su lucha contra los que les
explotan por eso, su XXVII Congreso de la Reunificación, se ofrece a tantos
millones de españoles que no han vivido
la libertad con su auténtico signo de identidad y les dice:
“El Partido Socialista
Obrero Español se define como socialista porque su programa y su acción van
encaminados a la superación del modo de producción capitalista, mediante la
toma del poder político y económico y la socialización de los medios de
producción, distribución y cambio por la clase trabajadora. Entendemos el
socialismo como un fin y como el proceso que conduce a dicho fin y nuestro
ideario nos conduce a rechazar cualquier camino de acomodación al capitalismo o
a su simple reforma”.
En todos los Congresos de un partido
socialista obrero siempre se mantienen los viejos símbolos del movimiento
obrero. Las rojas banderas y los puños en alto entonando la Internacional,
suponemos que fue el ambiente propicio que influyó en Felipe González para
decirles a los Congresistas:
“Pero nadie se llame a
engaño. El Partido Socialista será fiel a su programa máximo, conquistará
irreversiblemente una sociedad distinta, una sociedad en la cual la explotación
del hombre por el hombre desaparezca,
una sociedad sin clases.
El Partido no va a renunciar nunca a esa meta;
que lo sepan todos, Nuestro Partido es un partido socialista y, por
consiguiente, un partido que, respetando
la libertad individual y colectiva, quiere transformar la sociedad. Un partido
que es capaz de un lenguaje ponderado y de un lenguaje duro, que es capaz de
flexibilidad y de inflexibilidad, cuando se trata de defender la esencia última del partido. En eso no vamos a
transigir, en eso nunca vamos a trascender ni un ápice”.
No tardaría mucho tiempo en que
determinadas influencias le harían a
Felipe González arrepentirse de estas palabras y en unión de su amigo Willy Brandt abominaría del
marxismo como una serie de “tolerancia dicha por Marx”.
A los actuales dirigentes del PSOE les
molesta la historia del socialismo español y a los socialistas que se encargan
de recordársela les dicen que hablan de una historia muy convencionalmente
suya. Ignoran que la historia podrá ser enjuiciada de forma distinta según el
que la comente, pero los hechos históricos no pueden modificarse
caprichosamente.
Y es que a ellos no les gusta que se
justifique la huelga general de 1917 considerándola una acción revolucionaria
dadas las circunstancias políticas de aquel entonces, ni en el movimiento
revolucionario de 1930 cuando se preparaba el derrocamiento de la monarquía,
pero los socialistas, los que verdaderamente son socialistas, han de sentirse
orgullosos de ambos acontecimientos.
Tampoco les gusta que se les recuerde el
movimiento revolucionario de 1934 como una efemérides que constituye un suceso
notable y del que, deben sentirse orgullosos los socialistas.
Para ellos la memoria histórica del
partido es un lastre del que quieren desprenderse para que no entorpezca el
rápido ascenso de sus carreras políticas. No quieren que se les hable de ella
porque les recuerda que la vida de los militantes socialistas fue siempre,
comparada con la de otros países superiores en sufrimientos y fue precisamente
en esa escuela de sacrificios, no en la del disfrute del poder para dar
satisfacción a las ambiciones personales de los profesionales de la política,
donde se afirmaron las más sólidas virtudes como la democracia interna, el
culto a la ética socialista y el ejemplo de una conducta de honradez acrisolada
cuando se ocupaba un cargo político.
Cánovas del Castillo, el hombre que
persiguió a los socialistas, hasta obligarlos a una semiclandestinidad, dijo en
un discurso que “en general es cosa probada que ningún político puede presentar
ejemplos de abnegación y desinterés tan notables como los que han dado los
afiliados a la comunión socialista”. Es por eso que deben honrar los
socialistas la memoria de quienes les legaron sus vidas ejemplares en todos los
aspectos: Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Largo Caballero e Indalecia
Prieto.(…)
(*) Fuente: Libro
escrito por Francisco Román Díaz (Diputado y Senador del PSOE), titulado:
“ANTES Y DESPUÉS DE SURESNES”. Ediciones Edinford,S.A. (pág.119/20…Málaga 1992)
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