4 de junio de 2016

CHORIZOS ESPAÑOLES.

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La palabra chorizo es sinónimo de corrupto pero se  puso de moda tras el 15-M con la famosa frase “No hay pan para tanto chorizo”. Es un producto muy extendido en este país del sur de Europa, curado y embutido mediante la elaboración principalmente a base de mordidas de carne de cerdo facilitada casi siempre por un gran empresario, que busca cual sanguijuela, chupar de la teta del Estado,  que casi siempre permanece desconocido y al que habría que denominar como “perenne corruptor impune”.  Comienza su cuidadosa elaboración  con pequeñas mordidas adobadas con especias,  siendo las más abundantes y características la dádiva de un reloj de oro o cualquier otro presente a modo de tanteo, para ver a qué velocidad traga el susodicho politicastro elegido,  para continuar con sobres embutidos de 500 €,  viajes familiares, coches, chalet de lujo y otros incentivos de fuerte sabor picante, con lo que consigue la  adjudicación de grandes contratas estatales, mediante comisiones que empezaron con aquel 3 % y que llegaron hasta el 30 % y más.

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Para que ese embutido sea digno de ser llamado un excelente chorizo de calidad ha de llevar necesariamente ajo y picante, así como haber tragado sapos y culebras en su carrera diaria para alcanzar un puesto relevante, disponer de un estómago agradecido y sobre todo, aguantar y no dimitir nunca,  violando las más elementales leyes de la ética, pues en eso se diferencia el chorizo español de otro de cualquier  país, siendo muy popular y frecuente la pandilla de chorizos que siempre aparecen en ristras y atados unos a otros por el cuello como corresponde a una buena calidad de ese producto.
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Antaño, entre las variedades auténticas del mejor chorizo ibérico encontramos el de Pamplona,  el Riojano de fuerte color y sabor suave, aroma y especias, el de Cantimpalos de Segovia,  el de Jaén, conservado en aceite de oliva, el malagueño de la serranía de Ronda en botes de cristal de “manteca colorá”, el chorizo cular de Salamanca embutido en tripas gruesas de Ibérico de bellota,  el de Ávila con los judiones del Barco, el chorizo a la sidra de Asturias, la célebre Chistorra de Navarra, la Sobrasada mallorquina, el Chorizo canario,  el excelente chorizo de Extremadura, 100 % ibérico,  etc,  esos chorizos españoles eran y son auténticos, nutritivos, no se engañaba a nadie, eran y son de fabricación artesana y con su ingesta, antaño no sufrían de colesterol ni los segadores, ni cavadores de viñas,  y demás jornaleros que labraban el campo y lo regaban con el sudor de su frente, pero hogaño han aparecido algunos sucedáneos humanos muy bien elaborados en modernas factorías de Valencia, en Madrid y otras zonas, que producen en el pueblo hastío,  infartos, estrés, cabreo y mucha indignación, sobre todo a esos preferentistas a los cuales les han robado su vejez, a los asalariados que han visto horrorizados cómo estos chorizos han venido sequeando las arcas del Estado impunemente y dejando una deuda pública que nos hacen pagar, friéndonos a impuestos como si el pueblo fuese un chorizo  con huevos, pero fritos.
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Hubo una época, como señala el genial Quevedo, en la que el chorizo era negro, en  concreto hasta 1624, lo que relega hasta el siglo XVII la época en la que el color del chorizo se torna en el rojo de la poca vergüenza, llegando ese color hasta nuestros días, pero en estos últimos cuatro años, esos tipos de chorizos modernos, de cuello blanco,  con gran desfachatez se han venido poniendo morados, acelerando la exportación de su enorme producción hacia la acumulación de riquezas  e ingentes beneficios hacia Paraísos Fiscales, dejando al país en la bancarrota, la ruina, el paro y la desesperación.  Quevedo cuenta que “estábase afeitando una mujer casada y rica. Cubría con hopalandas de solimán unas arrugas jaspeadas de pecas. Jalbegada, como puerta de alojería, lo rancio de la tez. Estábase guisando las cejas con humo, como chorizos. Acompañaba lo mortecino de sus labios con munición de lanternas a poder de cerillas. Iluminábase de vergüenza postiza con dedadas de salserilla de color. Asistíala como asesor de cachivaches una dueña, calavera confiada en untos. Estaba de rodillas sobre sus chapines, con un moñazo imperial en las dos manos, y a su lado una doncella, platicanta de botes, con unas costillas de borrenas, para que su ama lanplenase las concavidades que le resultaban de un par de jibas que la trompicaban el talle. Estándose pues, la tal señora, dando pesadumbre y asco a su espejo, cogida de la hora, se confundió en manotadas, y, dándose con el solimán en los cabellos, y con el humo en los dientes, y con la cerilla en las cejas,  y con la color en todas las mejillas, y encajándose el moño en las quijadas, y atacándose las borrenas al revés, quedó cana y cisco y Antón Pintado y Antón Colorado, y barbada de rizos, y hecha abrojo, con cuatro corcovas, cuelta visión y cochino de San Antón. La dueña, entendiendo que se había vuelto loca, echó a correr con los andularios de réquiem en las manos. La muchacha se desmayó, como si viera al diablo. Ella salió tras la dueña, hecha un infierno, chorreado pantasmas. Al ruido, salió el marido, y viéndola, creyó que eran espíritus que se le habían revestido. Y partió de carrera a llamar quien la conjurase”.(*)  Pues, igual ocurre ahora con esta gentuza llamada chorizos, que encarnan al corrupto más degenerado y repugnante de toda la picaresca que en el mundo han sido y   que no los entiende ni la madre que los parió, por mucho banquillo judicial que chupen, pero el pueblo ríe, por no llorar.

Receta: Elaboración de lebrillada de chorizos:
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Carne de puerco magra y bien picada,
harina cernida y bien aseada,
los ajos mondados y clavos molidos,
sal, la necesaria; tocino un montón,
y vino añadido con el pimentón.
Con paño cubierto, esperar un día;
es normal hacerlo en cada masía.
¿Embutido en tripas de cerdo?,  ¡cabrón¡
Si evades 500 con tu vejación...
Chorizo, chorizo, el que hago yo
Porque tú, solo eres un simple ladrón.¡¡

Mauricio Marcial Díez.
Charcutero y filólogo.  
(*) “La hora de todos y la Fortuna con seso”(Quevedo)












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