Algunos de nuestros
correligionarios (no son sólo ciertos
republicanos), justamente indignados por la nauseabunda farsa del 27, hablan de
tomar nuevos rumbos, indicando si no la necesidad de apelar a medios violentos,
la de abandonar el ejercicio del derecho electoral.
Reflexionemos (…) al
tratar el asunto, y eso decimos nosotros: reflexionemos. Es España un país cuyos ciudadanos no saben
ejercitar sus derechos, no conocen el valor de ellos. Y no saben y no saben
porque nadie les ha hecho entender que los derechos son la vida, la hacienda,
la seguridad y el honor de los ciudadanos.
En España, por una
porción de causas que quizás nos atrevamos a estudiar algún día, se ha
considerado cosa baladí el ejercicio de los derechos, y hoy el concepto que de
ese ejercicio se tiene, lleva a la gente a un escepticismo desconsolador.
La pandilla de ineptos
que nos gobiernan se aprovechan de tal situación, y como no encuentran
resistencia y sí un campo abonado para toda suerte de atropellos, rebasan las
lindes de lo asqueroso, pues es tal el hábito que tiene esa gentuza de cometer
arbitrariedades y abusos que pudiera creerse que se entregaban a tales
escándalos por puto sport.
Pero ¿es que a pesar de
eso no se ha dejado sentir nuestra acción? ¿Es que nuestra obra es tan sencilla
que vamos a ver inmediatamente los resultados de nuestros esfuerzos?
Reflexionemos, si,
reflexionemos. Hace algunos años eran contados los trabajadores que votaban la
candidatura socialista, y – seamos como siempre sinceros – había muchos obreros
que manifestaban hacia ella gran hostilidad. Hoy la situación ha variado. Los
obreros acogen bien la candidatura socialista, y aún los que no la votan no se
atreven a combatirla cara a cara.
Hubo un tiempo en que
había que reñir batallas en pro de nuestras candidaturas; hoy están en vísperas
del triunfo. El progreso es indudable.
Lo que hay es que aún no somos bastantes para imponer el estricto cumplimiento
de la Ley; lo que hay es que todavía no tenemos fuerza suficiente para hacer
respetar nuestro derecho.
Cierto que el adquirir
esta fuerza nos constará mucho tiempo, pero no tanto como nos ha costado el
resultado hasta ahora obtenido. “En la circulación de las ideas, como en el
arrastre de objetos, lo que más cuesta es el impulso inicial, el arranque”, ha
dicho un escritor, y esa verdad no debemos olvidarla, teniendo muy presente que
el arranque, el esfuerzo inicial, ya le hemos dado.
Además, no sólo hemos
de ver los resultados de nuestra actividad en el aumento de votos (quizás sea ése el resultado que menos nos
deba servir de medida), sino en la simpatía que hacia nosotros manifiesta la opinión
pública, simpatía que nuestra conducta nos ha conquistado y que nuestra
ulterior conducta puede hacernos ganar por completo o perder para nuestra
causa.
Este verano un Gobierno
presidido por un soberbio declaró incapacitados a los concejales socialistas;
atropello tan irritante, acto tan villano, acción tan infame, cometida con la
masa obrera, con los desheredados, con los ignorantes, justificaba que ésta
diera rienda suelta a los odios que en su pecho laten y que en Vizcaya hubiera
estallado sangrienta revuelta.
Hoy mismo, a los ojos
de todo el mundo, sería disculpable cualquier acto de violencia que cometiesen
los obreros bilbaínos, pero tal conducta, ni entonces ni ahora, daría los
resultados que nos ha dado la que hemos seguido.
Seguros de nuestro
derecho, y conocedores de nuestra fuerza, agitamos la opinión, la atención se
fijó en nosotros, y todo el mundo pudo ver que procedíamos con la cordura y la
energía del hombre que razona y mide sus actos no con la irreflexión y la
cólera del que sólo atiende a la voz de las pasiones, siquiera esas pasiones se
hayan con motivo exasperado.
NO; el camino de la
violencia no debemos recorrerlo nunca, ni jamás debemos abandonar el ejercicio
de nuestros derechos. Los derechos son nuestra atmósfera, y si esa atmósfera
tiene poco oxígeno, nosotros haremos porque en ella abunde cada vez más ese
gas, tan necesario a la vida.
¿Quiere esto decir que
renunciemos al empleo de la fuerza? En modo alguno. Aún sintiendo tener que
apelar a ella, a ella apelaremos el día que seamos verdaderamente fuertes y
encontremos cerradas por completo las vías legales. En tanto podamos recorrer
esas vías, por ellas debemos caminar.
Con el empleo de la
violencia sólo conseguiríamos malquistarnos con la pública opinión y ocasionar
retrasos considerables en nuestra marcha; con el ejercicio de todos los medios
legales marcharemos despacio, como parcha el infante que da los primeros pasos;
pero marcharemos, y eso es lo que importa. Nuestra tarea es inmensa; por ello será mayor
la gloria que alcancemos realizándola.
Pablo Iglesias. (El
Socialista, 8-IV-1898)
No hay comentarios:
Publicar un comentario