12 de enero de 2016

EL ÚNICO CAMINO.


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Algunos de nuestros correligionarios  (no son sólo ciertos republicanos), justamente indignados por la nauseabunda farsa del 27, hablan de tomar nuevos rumbos, indicando si no la necesidad de apelar a medios violentos, la de abandonar el ejercicio del derecho electoral.

Reflexionemos (…) al tratar el asunto, y eso decimos nosotros: reflexionemos.  Es España un país cuyos ciudadanos no saben ejercitar sus derechos, no conocen el valor de ellos. Y no saben y no saben porque nadie les ha hecho entender que los derechos son la vida, la hacienda, la seguridad y el honor de los ciudadanos.

En España, por una porción de causas que quizás nos atrevamos a estudiar algún día, se ha considerado cosa baladí el ejercicio de los derechos, y hoy el concepto que de ese ejercicio se tiene, lleva a la gente a un escepticismo desconsolador.

La pandilla de ineptos que nos gobiernan se aprovechan de tal situación, y como no encuentran resistencia y sí un campo abonado para toda suerte de atropellos, rebasan las lindes de lo asqueroso, pues es tal el hábito que tiene esa gentuza de cometer arbitrariedades y abusos que pudiera creerse que se entregaban a tales escándalos por puto sport.

Pero ¿es que a pesar de eso no se ha dejado sentir nuestra acción? ¿Es que nuestra obra es tan sencilla que vamos a ver inmediatamente los resultados de nuestros esfuerzos?

Reflexionemos, si, reflexionemos. Hace algunos años eran contados los trabajadores que votaban la candidatura socialista, y – seamos como siempre sinceros – había muchos obreros que manifestaban hacia ella gran hostilidad. Hoy la situación ha variado. Los obreros acogen bien la candidatura socialista, y aún los que no la votan no se atreven a combatirla cara a cara.

Hubo un tiempo en que había que reñir batallas en pro de nuestras candidaturas; hoy están en vísperas del triunfo.  El progreso es indudable. Lo que hay es que aún no somos bastantes para imponer el estricto cumplimiento de la Ley; lo que hay es que todavía no tenemos fuerza suficiente para hacer respetar nuestro derecho.

Cierto que el adquirir esta fuerza nos constará mucho tiempo, pero no tanto como nos ha costado el resultado hasta ahora obtenido. “En la circulación de las ideas, como en el arrastre de objetos, lo que más cuesta es el impulso inicial, el arranque”, ha dicho un escritor, y esa verdad no debemos olvidarla, teniendo muy presente que el arranque, el esfuerzo inicial, ya le hemos dado.

Además, no sólo hemos de ver los resultados de nuestra actividad en el aumento de votos  (quizás sea ése el resultado que menos nos deba servir de medida), sino en la simpatía que hacia nosotros manifiesta la opinión pública, simpatía que nuestra conducta nos ha conquistado y que nuestra ulterior conducta puede hacernos ganar por completo o perder para nuestra causa.

Este verano un Gobierno presidido por un soberbio declaró incapacitados a los concejales socialistas; atropello tan irritante, acto tan villano, acción tan infame, cometida con la masa obrera, con los desheredados, con los ignorantes, justificaba que ésta diera rienda suelta a los odios que en su pecho laten y que en Vizcaya hubiera estallado sangrienta revuelta.

Hoy mismo, a los ojos de todo el mundo, sería disculpable cualquier acto de violencia que cometiesen los obreros bilbaínos, pero tal conducta, ni entonces ni ahora, daría los resultados que nos ha dado la que hemos seguido.

Seguros de nuestro derecho, y conocedores de nuestra fuerza, agitamos la opinión, la atención se fijó en nosotros, y todo el mundo pudo ver que procedíamos con la cordura y la energía del hombre que razona y mide sus actos no con la irreflexión y la cólera del que sólo atiende a la voz de las pasiones, siquiera esas pasiones se hayan con motivo exasperado.

NO; el camino de la violencia no debemos recorrerlo nunca, ni jamás debemos abandonar el ejercicio de nuestros derechos. Los derechos son nuestra atmósfera, y si esa atmósfera tiene poco oxígeno, nosotros haremos porque en ella abunde cada vez más ese gas, tan necesario a la vida.

¿Quiere esto decir que renunciemos al empleo de la fuerza? En modo alguno. Aún sintiendo tener que apelar a ella, a ella apelaremos el día que seamos verdaderamente fuertes y encontremos cerradas por completo las vías legales. En tanto podamos recorrer esas vías, por ellas debemos caminar.

Con el empleo de la violencia sólo conseguiríamos malquistarnos con la pública opinión y ocasionar retrasos considerables en nuestra marcha; con el ejercicio de todos los medios legales marcharemos despacio, como parcha el infante que da los primeros pasos; pero marcharemos, y eso es lo que importa.  Nuestra tarea es inmensa; por ello será mayor la gloria que alcancemos realizándola.

Pablo Iglesias. (El Socialista, 8-IV-1898)




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