Las crisis capitalistas.
“Ninguna
formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecerán nuevas y más altas
relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su
existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua” (1)
Todos los
periodos de auge y depresión del sistema capitalista muestran rasgos comunes y
aspectos diferentes. No obstante, cuando abordamos el análisis de la crisis del
capitalismo nos interesa conocer cuáles son sus causas esenciales, su mecánica
interna, teniendo en cuenta además que Marx no dejo acabado en ningún trabajo
una sistematización teórica de las crisis. Este hecho reconocible no impide entender
sin embargo, que toda la obra de Marx esta recorrida por la idea de que las
crisis son inseparables del modo de producción capitalista.
Para los
teóricos de la economía burguesa hinchados por el método del empirismo y su
formación filosófica positivista, el proceso de producción y acumulación
capitalista es ilimitado. Su concepción del desarrollo histórico descarta que
el capitalismo sea una formación social transitoria. Como siempre ocurre,
cualquier clase dominante de una sociedad basada en la opresión de clase
considera su posición en el desarrollo de la civilización humana como el último
escalón del progreso. Ocurrió con los patricios en la sociedad esclavista,
ocurrió con la nobleza en la sociedad de la servidumbre feudal y, como no podía
ser menos, ocurre con la burguesía en la sociedad capitalista. Esta forma de
razonar es un reflejo de las condiciones de existencia de estos señores pues,
tal como Marx afirmó, "en última instancia el ser social determina la
conciencia".
En general
todas las escuelas de la economía política burguesa consideran que cuando la
crisis estalla, tan sólo se necesita encontrar aquellos factores con los que
lograr el restablecimiento del
equilibrio entre la producción y la demanda, para resolver el problema. En
otras palabras, los teóricos burgueses consideran resoluble el fenómeno de las
crisis, que representan como accidentes puntuales en un proceso de ascenso
continuado de producción y creación de civilización.
Para la
economía marxista, que se basa en el materialismo dialéctico, el punto de
partida para abordar el problema de las crisis capitalistas es justamente el
contrario. El sistema capitalista tiene un carácter transitorio, no es eterno,
como ninguna formación socioeconómica ni modo de producción lo es. Por esa razón
es necesario establecer las relaciones que existen entre el desarrollo del
capitalismo con sus crisis, que aparecen cíclicamente y son consustanciales a
él, y los propios límites objetivos del capitalismo.
La anarquía de la producción capitalista.
Marx, en El
Capital, demostró las leyes que explican el funcionamiento de la
producción, la distribución y el consumo de mercancías y que caracterizan el
sistema capitalista. Para Marx el motor del sistema capitalista es la lucha por
el máximo beneficio, lo que supone una diferencia fundamental con otros modos
de producción anterior. Además lejos del cuadro idílico que los economistas
burgueses pretenden transmitir sobre el funcionamiento lógico y ordenado del
capitalismo, Marx señaló su carácter anárquico. La producción capitalista no
esta fundamentada en ningún plan económico, sino en las fuerzas ciegas del
mercado, y este hecho es lo que hace que la acumulación capitalista siempre
choque contra límites.
Si
consideramos los países avanzados durante los últimos veinte años, el
crecimiento económico y la aplicación de nuevas tecnologías de la información
crearon las condiciones para que los "teóricos" de la burguesía
desarrollaran "nuevos paradigmas" económicos. El ciclo virtuoso de la
nueva economía parecía no tener fin. Las acciones se disparaban, las
empresas de Internet crecían sin freno, las industrias tecnológicas
especialmente las ligadas con las telecomunicaciones y la telefonía móvil
conseguían beneficios históricos, la bolsa rompía todos los límites, y el
consumo había encontrado un nuevo Eldorado. Todos los hechos
aparentemente desmentían la teoría marxista de la crisis de sobreproducción, y
sin embargo, para mal de la burguesía y sus abogados en el mundo culto y
refinado del pensamiento económico, ésta llegó y afectó al corazón del Imperio,
a los EEUU. Actualmente la crisis de sobreproducción y sus efectos recesivos,
afectan al conjunto de la economía mundial. EEUU, América Latina, Japón,
África, están inmersos de lleno en la recesión, incluso Europa esta viviendo
los primeros coletazos de la caída económica.
Los
marxistas situamos las causas de las crisis capitalistas en el propio corazón
del sistema, en la contradicción derivada del carácter social que la producción
adquiere bajo el capitalismo y el carácter individual de la apropiación. Bajo
el capitalismo el desarrollo de las fuerzas productivas y la división
internacional del trabajo ha transformado completamente el carácter de la
producción. Ésta se realiza como producción en masa, donde la participación de
millones de trabajadores es imprescindible para asegurar el funcionamiento
cotidiano del sistema.
Como
resultado lógico de la concurrencia capitalista, entre los dueños de capital se
desata una feroz competencia por conseguir una tasa de beneficios mayor, hecho
que tendrá implicaciones muy serias en el funcionamiento general del sistema.
Normalmente los capitales afluirán a aquellas ramas de la producción que
ofrecen más margen de ganancia, aunque ello implique un elevado desembolso de
capital fijo. Es lo que ha ocurrido en la segunda mitad de los años 90 en EEUU,
donde las inversiones en tecnología de la información (ordenadores, chips,
redes, telefonía móvil) han crecido extraordinariamente hasta alcanzar en ese
periodo el 80% de la inversión de capital total en EEUU. Mientras las ventas
compensen el desembolso de la inversión, ésta será rentable pues los beneficios
están asegurados. Sin embargo, en un momento dado, estas inversiones que
lógicamente se transforman en bienes de consumo, llegan a un límite. Muchos
capitalistas han invertido sus capitales en estos sectores punta con el
objetivo de conseguir beneficios rápidos y mayores que en otras ramas de la
producción, pero al final se produce una sobre-inversión de capital, es decir
las inversiones no se amortizan tan rápidamente e incluso no compensan porque
el mercado esta saturado de mercancías. Ésta es actualmente la situación con
los ordenadores y toda la industria de telecomunicaciones. La consecuencia de
esta sobre-inversión constante en bienes de capital con el objetivo de obtener
más beneficios, consecuencia lógica de la producción capitalista, es la
sobreproducción y la sobrecapacidad productiva instalada. En definitiva existe
demasiada abundancia de todo, abundancia que el mercado no puede absorber. A
partir de ese momento comienza la espiral de caída en la tasa de beneficios,
desinversiones, despidos masivos, cierre de fábricas, en definitiva destrucción
de fuerzas productivas. Como Marx señaló, las crisis son la prueba de la rebelión
de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza de las relaciones de
propiedad capitalista.
La crisis de sobreproducción.
Marx
afirmó invariablemente que las crisis periódicas de sobreproducción son el
reflejo de los límites del proceso de acumulación y que las razones de estos
límites no hay que buscarlas en causas externas al proceso productivo, ni en
factores parciales, sino que forman parte inseparable de la dinámica interna de
la producción capitalista y la materialización de la plusvalía.
El
capitalismo tomado como sistema socioeconómico está condenado. Al igual que los
modos de producción que le precedieron, el choque entre el avance de las
fuerzas productivas y la camisa de fuerza de las relaciones de propiedad y el
estado nacional provocan crisis tras crisis, creando las condiciones materiales
para su derrumbe. Sin embargo Marx negó que el capitalismo muriese de muerte
natural, pues la clase dominante buscaría salidas a la crisis orgánica de su
sistema aunque eso supusiese aplastar a los trabajadores físicamente y poner a
la civilización al borde de la destrucción. Los abogados del capital pronto
olvidan que en el siglo pasado dos guerras mundiales y regímenes monstruosos
como el de Hitler, Mussolini o Franco fueron la respuesta del capital a la
amenaza de la revolución mientras en el mundo, y especialmente en el continente
europeo, la sangre inocente de millones de trabajadores y jóvenes se vertía
para mantener a flote el sistema.
En
realidad, la violencia y la destrucción son signos genéticos de esta sociedad;
por eso el capitalismo no es reformable. La crisis del capitalismo y el avance
de las fuerzas productivas han creado condiciones maduras para la
transformación de la sociedad y el desarrollo de otro modo de producción
superior, basado en la socialización de los medios de producción y la
planificación democrática de la economía. No obstante, para alcanzar esa
situación, como Marx y los grandes teóricos del marxismo no se cansaron de
señalar, es necesario el derrocamiento revolucionario de la burguesía y, para
ello, la acción consciente de la clase obrera es imprescindible. Es decir: el
factor subjetivo, la existencia de una dirección revolucionaria de las masas
oprimidas, es una condición indispensable para liquidar el orden capitalista.
La polémica de las crisis en la izquierda
marxista.
Si el
análisis anterior siempre ha sido el punto de partida de los marxistas
revolucionarios, la cuestión de las crisis y su casuística ha provocado
polémicas intensas en el seno del movimiento marxista.
Rosa
Luxemburgo, que dedicó una parte muy importante de su producción teórica al
análisis de las crisis y su metodología, mantuvo una ardua discusión al
respecto con Lenin y Trotsky y otros dirigentes del Partido Bolchevique. En su
obra La acumulación del capital, Rosa Luxemburgo se interroga sobre la
dinámica interna de las crisis de sobreproducción. Para ella el factor que
explicaba la resolución de estas crisis era el hecho de que el capitalismo no
existía de forma pura, es decir: la sociedad capitalista dividida en
asalariados y dueños de medios de producción coexistía con otras formas
económicas no capitalistas que eran dominantes en las colonias y todavía
sobrevivían en aquellos países donde el capitalismo estaba ampliamente
desarrollado. De estas zonas y países provenía la demanda necesaria para
resolver las dificultades que se presentaban a la acumulación, pero al mismo
tiempo creaban las condiciones para la crisis del sistema y su colapso.
"De
este modo, mediante el intercambio con sociedades y países no
capitalistas", escribía Rosa Luxemburgo, "el capitalismo va
extendiéndose más y más, acumulando capitales a costa suya, al mismo tiempo que
los corroe y los desplaza para suplantarlos. Pero cuantos más países
capitalistas se lanzan a esta caza de zonas de acumulación y cuanto más van
escaseando las zonas no capitalistas susceptibles de ser conquistadas por los
movimientos de expansión del capital, más aguda y rabiosa se hace la
concurrencia entre los capitales, transformando esta cruzada de expansión en la
escena mundial en toda una cadena de catástrofes económicas y políticas, crisis
mundiales, guerras y revoluciones.
"De
este modo el capital va preparando su bancarrota por dos caminos. De una parte,
porque al expansionarse a costa de todas las formas no capitalistas de
producción, camina hacia el momento en que toda la Humanidad se compondrá
exclusivamente de capitalistas y obreros, haciendo imposible, por tanto, toda
nueva expansión y, como consecuencia de ello, toda acumulación. De esta manera,
en la medida en que esta tendencia se impone, el capitalismo va agudizando los
antagonismos de clase y la anarquía política y económica internacional en tales
términos que mucho antes que se llegue a las últimas consecuencias del
desarrollo económico, es decir, mucho antes de que se imponga en el mundo el
régimen absoluto y uniforme de la producción capitalista, sobrevendrá la
rebelión del proletariado internacional, que acabara necesariamente con el
régimen capitalista" (Rosa Luxemburgo, La acumulación de capital,
Editorial Grijalbo, México 1966, página 380).
La
rebelión del proletariado mundial se produjo con las convulsiones de la I
Guerra Mundial, donde las contradicciones inter-imperialistas, la lucha
encarnizada por los mercados y el reparto colonial jugaron el papel decisivo.
Sin embargo, en esta interpretación de las crisis y sus causas, Rosa Luxemburgo
comete varios errores.
En primer
lugar, la concurrencia de los capitales en el mercado mundial, y más
específicamente en los países coloniales, no se debe a la imposibilidad de
realizar la plusvalía en las metrópolis imperialistas, sino a la búsqueda de
tasas de ganancias más elevadas. En segundo lugar, el capitalismo se
desarrolla, tal como Marx explicó en El Manifiesto Comunista,
integrando al conjunto del planeta en un único mercado mundial mediante la
producción y comercialización de mercancías. Es falso que, en la medida en que
la humanidad se va polarizando entre asalariados y capitalistas, el proceso de
acumulación se vea totalmente imposibilitado, como la experiencia ha
demostrado; del mismo modo que es falsa la idea de que el final del reparto
colonial y el desarrollo de las formas de producción capitalistas como
dominantes en estos países hacen imposible toda nueva expansión. Una crítica
razonada de las posiciones de Rosa Luxemburgo, así como una formulación mucho
más sólida y convincente de las causas de las crisis, la encontraremos en los
trabajos económicos de Lenin y Trotsky, especialmente en El imperialismo,
fase superior del capitalismo, así como en los polémicos textos que sobre
esta materia escribió Trotsky en los años veinte y que abordaremos en próximos
artículos.
Las causas motrices de la crisis.
La
lucha por las colonias sigue siendo una parte de la política del capitalismo
imperialista. Por completamente que sea dividido el mundo, el proceso nunca
termina, sino que coloca una y otra vez en el orden del día la cuestión de la
nueva división del mundo de acuerdo con las nuevas relaciones entre las fuerzas
imperialistas.
La curva
de desarrollo económico tiende, a través de todas sus oscilaciones hacia abajo,
y no hacia arriba. Sin embargo, ¿quiere decir esto que el fin de la burguesía
llegará automática y mecánicamente? De ningún modo. La burguesía es una clase
viva que ha retoñado sobre determinadas bases económico–productivas. Esta clase
no es un producto pasivo del desenvolvimiento económico, sino una fuerza
histórica, activa y enérgica. Esta clase ha sobrevivido, o sea que se ha
convertido en el más terrible freno de la evolución histórica, lo cual no
quiere decir que esta clase esté dispuesta a cometer un suicidio histórico ni
que se disponga a decir: "Habiendo reconocido la teoría científica de que
yo soy reaccionaria, abandono la escena." Evidentemente ¡esto es
imposible! Por otra parte no es suficiente que el Partido Comunista reconozca a
la clase burguesa como condenada y casi suprimida para considerar segura la
victoria del proletariado. No. ¡Todavía hay que vencer y tirar abajo la
burguesía! (León Trotsky,
Una escuela de estrategia revolucionaria
Ediciones del Siglo, Buenos Aires 1973)
Ediciones del Siglo, Buenos Aires 1973)
En el
artículo anterior señalábamos las polémicas que se desarrollaron en el
movimiento marxista a la hora de caracterizar las causas motrices de las
crisis. Como explicábamos, la lucha por el mercado colonial juega un papel de
primer orden en la exacerbación de las contradicciones inter-imperialistas pero
afirmar, como hacía Rosa Luxemburgo, que el fin del reparto colonial traería la
imposibilidad de materializar la plusvalía y supondría el muro contra el que
chocaría la acumulación, representaba un esquematización equivocada de la
teoría económica del marxismo. En cualquier caso la valía de las aportaciones
de esta gran revolucionaria radicaba en el estímulo que proyectaba sobre el
debate teórico en la izquierda marxista, tan rico en aquellos tiempos y que fue
extirpado policialmente por el estalinismo.
Lenin
dedicó una gran atención a estos problemas. Su libro El desarrollo del
capitalismo en Rusia fue una gran aportación a la polémica que durante mucho
tiempo desarrollaron los marxistas rusos contra los populistas, los cuales
negaban la posibilidad del desarrollo del capitalismo en Rusia a causa de la
estructura semi-feudal de la propiedad agraria, el peso de la economía
campesina en el conjunto de Rusia y la pauperización de las masas campesinas.
En un famoso artículo titulado Sobre la caracterización del romanticismo
económico, Lenin contesta el punto de vista de los populistas rusos y aborda
otras relacionadas con las crisis: "Cuando los populistas afirman que el
mercado extranjero es la salida a la ‘dificultad’ con que tropieza el
capitalismo para la realización del producto, no hacen más que encubrir con
esta frase el triste hecho de que el ‘mercado extranjero’ es la salida a la ‘dificultad’
con que ellos tropiezan para no comprender la teoría." (...) "No sólo
los productos que existen bajo la forma de medios de consumo, sino también
aquellos que existen bajo la forma de medios de producción, todos ellos se
realizan siempre entre ‘dificultades’, a través de constantes oscilaciones,
cada vez más fuertes a medida que se desarrolla el capitalismo, entre una
furiosa concurrencia que obliga a todo empresario a aspirar a una extensión
ilimitada de la producción, rebasando las fronteras del propio estado y
lanzándose en busca de nuevos mercados a países no absorbidos aún por el
sistema de circulación capitalista de mercancías. Y así hemos llegado al
problema de por qué el mercado extranjero es necesario para un país
capitalista. No es, ni mucho menos, por que el producto no pueda realizarse en
modo alguno dentro del orden capitalista. Pensar esto sería disparatado. El
mercado externo es necesario porque la producción capitalista implica la
tendencia a la extensión ilimitada, por oposición a todos los antiguos sistemas
de producción, circunscritos a los límites de la aldea, de la heredad, de la
tribu, del territorio o del estado. Mientras que en todos los antiguos sistemas
económicos la producción se renovaba siempre del mismo modo y en la misma escala
en que venía desarrollándose antes, bajo el régimen capitalista esta renovación
es imposible y la extensión ilimitada, el perenne avance se convierte en ley de
la producción".
Las teorías sub-consumistas.
En este
mismo texto, Lenin critica las teorías sub-consumistas como una explicación de
las crisis, ideas que los populistas tomaron de Sismondi: "El análisis
científico de la acumulación vino a minar todos los argumentos de esta teoría,
demostrando que es precisamente en los periodos que preceden a las crisis
cuando aumenta el consumo de los obreros; que el consumo insuficiente (con el
que se pretende explicar la crisis) ha existido bajo los más diversos sistemas
económicos, mientras que las crisis son características de un sistema
solamente, del capitalismo. Esta teoría explica las crisis mediante otra
contradicción, a saber, la contradicción entre el carácter social de la
producción (socializada por el capitalismo), y el carácter privado individual
de la apropiación. (...) La primera teoría las explica [las crisis] partiendo
de la contradicción existente entre la producción y el consumo de la clase
obrera; la segunda se basa en la contradicción entre el carácter social de la
producción y el carácter privado de la apropiación. La primera encuentra, pues,
las raíces del fenómeno fuera de la producción (...) la segunda busca estas
raíces precisamente en las condiciones de la producción. (...) ¿Pero es que la
segunda teoría niega la existencia de una contradicción entre la producción y
el consumo, la existencia de un déficit de consumo? Evidentemente no. Reconoce
plenamente este hecho pero le asigna el lugar secundario que le corresponde,
como un hecho que sólo se refiere a un sector de toda la producción
capitalista." (…)
Fuente:
Extractos capitulo VII de “Principios de Economía Marxista”. Autor: J.I.Ramos. (Fundación Federico
Engels).
(1) Karl Marx. Prefacio a la Contribución de la
economía política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario