Hace meses volví a releer (nunca me cansaré de ello)
el magnífico libro de Rosa Luxembugo “Reforma o Revolución”. En esa obra, la rosa más roja del socialismo se
encarga de ponerle los puntos sobre las íes a las teorías reformistas de Eduard
Bernstein. Sin embargo, la grandeza de Rosa Luxemburgo, como la de tantos
otros, no estriba sólo en las ideas, sino en el método empleado para
difundirlas.
Argumentación, pedagogía, demostración en la práctica,
definiciones precisas, ejemplos concretos y toneladas de datos verificables. Si
Rosa Luxemburgo hubiese cometido el más mínimo desliz rebajándose a utilizar el
ataque personal, el rumor infundado y el chisme (Pocas cosas le hubieran
resultado más fáciles, ella misma había sufrido esos métodos y los conocía
bien) probablemente hoy no la conoceríamos ni a ella ni a su obra. Sus análisis
carecerían de valor alguno.
Veamos por ejemplo a Karl Marx, implacable en sus
críticas, asertivo, ácido, agresivo, intransigente ¿Alguien se imagina a Marx
indagando sobre las preferencias sexuales de Bakunin para tratar de ensuciar su
imagen? ¿Alguien podía creerlo capaz de tratar de ganarle en un debate
asambleario con vagas acusaciones de haber estado en prisión en lugar de
profundizar en las diferencias del socialismo y el anarquismo? O bien , en el
caso de faltarle argumentos más contundentes, ¿Lo imaginan enganchando notas
anónimas en los asientos de los otros miembros de la sala (VersiónTwitter de la época) tratando de
desprestigiar a cierto dirigente acusándole, por ejemplo, de no usar el jabón?
Suena ridículo, ¿verdad?
Por el contrario, es poco conocido el hecho de que
Anselmo Lorenzo, considerado el padre del anarquismo español y bakuninista
convencido, llegó a alojarse en casa del propio Marx en la conferencia de
Londres, donde asistió como delegado de la sección española de la AIT. No es
difícil imaginar largas conversaciones entre ellos, en las que sin llegar a
ponerse de acuerdo, uno siempre podía aprender algo del otro en medio de la
discrepancia. Sin duda, un ejemplo de cómo se deben llevar las diferencias
políticas, ideológicas u organizativas para mantenerlas en un plano elevado y
constructivo: Nunca llevándolas al terreno personal.
También me viene a la cabeza el desdichado de Eugene
Dürhing, hoy en día conocido solamente gracias a Engels y su obra La subversión de la ciencia por
el señor Eugen Dühring o simplemente Anti-Dürhing ( “El antiduring” como se diría en ciertos ámbitos). Casi 300 páginas y unos cuantos prólogos
a las diversas ediciones publicadas para darle sopas con hondas a este buen
señor sobre Filosofía, Sociología, Ciencias Naturales y todo aquello de lo que
algún día se le ocurrió opinar. ¿Se puede ser más inclemente con el pobre señor
Dühring? Ignoro el efecto que tuvo sobre él tal afrenta, pero sin duda, fue el
inspirador de una de las grandes obras del pensamiento contemporáneo.
Sin embargo, en el lado de la reacción, donde la
defensa de un sistema económico caduco e irracional les hace de por sí carecer
de argumentos, entramos de lleno en el reino del rumor, el chisme, la calumnia
y el “difama que
algo queda”. Si la izquierda es
acción transformadora, la derecha es reacción conservadora. Acción es por
ejemplo construir día a día una organización obrera, sindicato, partido,
corriente o plataforma, lo cual requiere mucho trabajo, teoría, praxis,
aprendizaje, memoria histórica, perfeccionamiento, estrategia, más praxis,
errores y correcciones de rumbo. Acción es organizar una lucha, una huelga, una
asamblea, tomar decisiones, crear estructura, debatir, concretar. Requiere
tiempo, esfuerzo, sacrificios. No siempre se acierta. En cambio reacción es
destruir y va desde el lanzar calumnias y el acoso moral, hasta la destrucción
física. Que se lo pregunten a Trotski , el cual pasó por todas esa etapas, y en
cada una de ellas tuvo que escuchar la acusación de “fascista”.
Aunque parezca mentira, la telebasura existente en
nuestros días, tenía su equivalente todas las épocas anteriores. He ahí, por
ejemplo, lo que se practicaba en Los Mentideros (Curioso y acertado nombre) del
Madrid del Siglo de Oro. Sin embargo, si estos autores a los que me he referido
antes fueron y son grandes es porque lejos de todo eso, tenían grandes ideas,
buenos argumentos, buenos proyectos sobre los que avanzar, valores y humanismo.
De otra manera no es posible ser socialista.
Decían los rumores de la época, que Pablo Iglesias
Posse viajaba en primera clase y antes de llegar a los pueblos se pasaba al
vagón de tercera. Famoso era también el gabán de pieles que supuestamente
ostentaba en los fríos días de invierno, como si de un ricachón se tratase. Tan
cierto es aquello de “difama que algo queda” que aún siendo reconocida la
austeridad y la sencillez que le acompañó toda su vida, actualmente aún hay
quien pregunta por la veracidad de dichos rumores. Afirma Juan José Morato, su
biógrafo, que al final de sus días, apenas poseía una fina y triste capa con la
que abrigarse durante las heladas invernales, aunque más triste que esa capa,
es tener que explicar todavía lo del gabán a según quién. “Difama, que algo queda” Bien lo sabía Joseph Goebbels.
Y así hasta llegar a nuestros días. Todos hemos
escuchado cosas acerca de los supuestos relojes Rólex que lucían en la muñeca
de determinado dirigente sindicalista. El asunto se aclaró pronto. Eso fue,
cómo no, en pleno apogeo de las luchas contra los recortes y la austeridad que
se imponía en Europa y que aún estamos padeciendo. El objetivo era claro:
Desmovilizar. Los rumores, sean ciertos, erróneos, ambiguos o miserablemente
falsos, son siempre malintencionados cuando se difunden sin ton ni son, y obedecen
a algún objetivo concreto. Lo utiliza la reacción en los medios de comunicación
contra la izquierda, con tertulianos a sueldo del sistema y de la derecha, y
nos educan en esas formas y métodos con abundantes dosis de telebasura,
haciendo parecer que el que más grita es el que más razón tiene. Eso tiene su
efecto.
Lamentablemente, como si de una enfermedad contagiosa
se tratase, estos métodos también se practican en el seno de las organizaciones
obreras, son un cáncer que extirpar. No hay que extrañarse de nada. En la obra
“El imperialismo, fase superior del capitalismo” se explica cómo la corrupción,
los métodos y los vicios de las clases dominantes acaban impregnando amplios
sectores de las organizaciones obreras. Forma parte del desarrollo del sistema,
y no es cosa de lamentar, sino de comprender cómo suceden para poder así
evitarlas. Nada que ver ni con la política en general, ni con la condición
humana.
Hoy, las redes sociales pueden ser una gran
herramienta de información si se utilizan correctamente, pero también lo son, y
cada vez más, de desinformación e intoxicación. Es demasiado fácil crear un
perfil falso en una red social con el objetivo de calumniar impunemente. Lo
estamos viendo cada vez más en el terreno político.
Como he dicho anteriormente, son métodos
reaccionarios, destructivos y antiéticos movidos por intereses económicos,
poder, ambición, para obtener prestigio restándoselo al compañero, o por simple
envidia. Sin embargo, partan de dónde partan, consciente o inconscientemente,
siempre cumplen el mismo objetivo, reacción y destrucción contra el movimiento
obrero organizado. En cualquier caso, bajezas y miserias.
Recientemente, he sido testigo de cómo volvía a
planear el falso y antiecológico gabán de pieles sobre los hombros de buenos
amigos míos. No es necesario decir quiénes son los que calumnian y quienes los
calumniados, la propia calumnia los delatan: Ambigüedad, afirmaciones gratuitas
sin pruebas, impunidad tras identidades ocultas en redes sociales, elevadas
dosis de mala leche, y un comportamiento completamente antiético. Suele ocurrir
también que el verdadero gabán, el único que existe, es el que lleva puesto
quien señala con el dedo acusador, por un fenómeno de proyección o de puro
cinismo.
Queda un consuelo: Si un día, al mirar las redes
sociales, ves que alguien ya te ha colocado el dichoso gabán, puedes sentirte
orgulloso, esa prenda ficticia es una herencia de parte de los grandes hombres
y mujeres, luchadoras y luchadores, que a lo largo de la Historia cargaron con
ella, y hay quien te considera merecedor del honor de llevarla.
Licenciado en Historia, miembro del PSC de Sant Cugat,
de la Corriente Esquerra Socialista de Catalunya - PSC y miembro del
Consell Redactor y Coordinador de ESCRITS.
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