Por la defensa de todos los puestos de trabajo!
¡Nacionalización de Fagor bajo control obrero!
¡Nacionalización de Fagor bajo control obrero!
El cierre de Fagor Electrodomésticos, empresa líder de MCC (Grupo Mondragón), supondrá la destrucción de más de cuatro mil empleos directos y miles indirectos en todo el País Vasco. Ni la dirección del Grupo cooperativo Mondragón, ni el Gobierno de Urkullu (PNV) ni el de Rajoy (PP), han sido capaces de ofrecer una solución a los miles de trabajadores que perderán sus empleos y sus ahorros tras la crisis del buque insignia del llamado “cooperativismo vasco”. Como siempre que se produce una noticia de este tipo, sólo en la lucha de la clase trabajadora y sólo rompiendo con la lógica del capitalismo se puede encontrar una auténtica solución en beneficio de los miles de familias trabajadoras afectadas.
En el momento de acabar este artículo, coincidiendo con el anunció el cierre definitivo de Fagor Electrodomésticos cuyas pérdidas acumuladas durante cuatro años suman 960 millones de euros, y de Edesa con planta en la localidad vizcaína de Basauri, miles de manifestantes recorren las calles de Mondragón con la consigna en euskara: ETORKIZUNAREN ALDE (A FAVOR DEL FUTURO), en defensa de sus puestos de trabajo y exigiendo una solución al PNV. La dirección del Grupo dice que recolocará a los excedentes, 1650 socios pero los trabajadores saben que probablemente los únicos con garantías de recolocación serán los mismos directivos que han abocado a la empresa a la catástrofe.
El llamado modelo “cooperativista vasco”: empresas capitalistas con otro nombre
MCC está formada por 289 entidades de las que 110 son cooperativas y 147 sociedades filiales. 68.000 personas trabajan en empresas del grupo Mondragón fuera del País vasco: 4.272 en Galicia, 2.645 en Andalucía, 2.808 en Madrid, 1700 en Valencia, etc. El temor de los trabajadores afectados es que la crisis de Fagor Electrodomésticos con un total de 5.600 empleados repartidos en trece fábricas, produzca un efecto dominó en otras empresas del Grupo MCC. Si se ven afectados gravemente Erosky y la Caja Laboral, el efecto dominó se multiplicará. En el corto plazo, el cierre de Fagor Electrodomésticos acarreará la pérdida de más de 10.000 empleos, de ellos 4.000 en el País Vasco sumando la pérdida de empleo directo y diferido. Su impacto podría arrastrar a decenas de cooperativas y empresas proveedoras que figuran en su listado de acreedores y la caída del grupo impactaría en otros países como Francia, Polonia que ya ha presentado concurso de acreedores. En el caso de Francia, los sindicatos temen el cierre de cuatro de las cinco plantas productivas que el Grupo Fagor-Brandt tiene con cerca de 2000 trabajadores.
Lagun Aro, la aseguradora del grupo que se encarga de cubrir el desempleo de sus socios trabajadores que figuran como autónomos y por tanto sin derecho a desempleo por vía ordinaria, carece de fondos para garantizar el subsidio de 1.630 socios con apenas 35 millones de euros que tienen de colchón. Los socios trabajadores no van a estar mejor que sus compañeros de clase, además del empleo perderían cada uno los 12.000 euros que depositaron para hacerse socios, los ahorros depositados en aportaciones voluntarias y los préstamos de socios inactivos y colaboradores por valor de 87 millones de euros, según la plataforma de afectados Ordaindu.
La dirección del consorcio Mondragón históricamente vinculada al PNV multiplicó por cinco sus empleados desde 1987, pasando de tener 20.818 empleados a contar con 103.731 trabajadores en 2007. Era la época en que el ejemplo del llamado “cooperativismo vasco” se estudiaba como modelo de “producción social” en las universidades norteamericanas y se promovía como alternativa a las ideas del socialismo marxista en Sudáfrica y América Latina. Con la crisis vinieron los sacrificios y los despidos de más de 20.000 trabajadores sin resolver el problema de fondo.
El 1 de diciembre de 2008, el presidente del Grupo MCC, Jose María Aldekoa, pidió a sus 260 cooperativas que llevasen a cabo cierres y ajustes de plantilla ante una crisis que duraría años. La dirección exigió a los trabajadores incrementos de horas de trabajo y de calendarios laborales priorizando la productividad, al tiempo que se reducían los salarios, se eliminaban o congelaban pluses, se perdían pagas extras y se pedía a los socios trabajadores que pusiesen sus ahorros a disposición del Grupo cooperativo. Es decir, que el modelo cooperativo funcionaba exactamente igual que el resto de las empresas capitalistas que competían en una economía de “libre mercado”. Ese mismo año se había producido el abandono de empresas claves en el grupo como Irizar y Ampo con fuertes críticas sobre la falta de participación de los trabajadores en la toma de decisiones.
Los responsables directivos de Erosky, Fagor y Caja Laboral, igualmente vinculados al PNV, no tuvieron escrúpulos a la hora de solicitar ahorros a familias trabajadoras vascas, abusando de la buena voluntad, simpatía y apoyo al “modelo cooperativo” que vendían, lo que más tarde es conocido como el caso de las preferentes vascas. Cientos de ahorradores estafados por Erosky (660 millones de euros) y Fagor (185 millones) luchan por recuperar su dinero. Los cooperativistas perderán los 84 millones que prestaron a la empresa, y algunos trabajadores de Fagor Electrodomésticos piensan que las sucesivas rebajas salariales, que no han servido para sacar a flote la empresa, escondían un plan premeditado para abaratar el despido anticipado de los afectados por el cese forzoso de la actividad de Fagor.
Erosky amplió en 2012 nada menos que en 3.695 los nuevos socios cooperativistas. Para ser socio cooperativista se pedía estar seis meses trabajando en período de prueba; ha habido trabajadoras que han trabajado gratis durante meses pasando por los distintos puestos y después han tenido que pagar 12.000 euros para comprar su empleo. Parece evidente que esta ampliación repentina del número de socios respondía a un afán claramente recaudatorio con el fin de financiar las operaciones del grupo y enjuagar pérdidas aplazando y acumulando futuros problemas. Más recientemente, ante las crecientes dificultades de Fagor electrodomésticos, el Gobierno Vasco prestó 40 millones de euros que ahora el Lehendakari del PNV Urkullu reclama; y las cooperativas del Grupo en mayo de 2013 aportaron 70 millones de euros más el Fondo de Reestructuración y Empleo Societario (FRES). En total la deuda de Fagor Electrodomésticos alcanza como hemos señalado los 960 millones de euros y la preocupación de los socios trabajadores, además de perder su trabajo, las aportaciones que realizaron y los fondos que aportaron, es tener que responder con su propio patrimonio a las deudas pendientes de saldar.
Un drama para miles de familias obreras
Esta situación representa un drama para miles de familias trabajadoras que probablemente jamás pensaron que esta situación pudiese llegar a pasar. A este drama hay que añadir el de los miles de trabajadores eventuales y contratados y a los que les está llegando todavía mucha menos información y apoyo. La anunciada recolocación de los socios no cuenta los cientos de eventuales, si bien en el conjunto de la Corporación Mondragón el número de eventuales contratados en la actualidad es un dato que la dirección guarda con celo. Entre todos los trabajadores del Grupo, este sector es el más explotado y perjudicado.
Mientras la dirección peneuvista del Grupo Mondragón clamaba a los cuatro vientos las ventajas del cooperativismo como modelo de economía social, desde sectores de la dirección de la izquierda abertzale se fue incluso más allá, defendiéndolo como modelo del “socialismo identitario vasco”, un modelo de solidaridad y co-participación en la empresa, pero donde la realidad era bien diferente: los sindicatos obreros no pintaban nada, mientras que los dirigentes de las cooperativas abrían empresas con bajos salarios y condiciones de trabajo extenuantes en el propio País Vasco y en otros lugares como por ejemplo en India, China, Polonia, Brasil etc., aprovechándose de la mano de obra barata. Uno de los secretos que mejor ha escondido la dirección de MCC es la cuantía de esta mano de obra y sus condiciones de explotación.
La crisis en la construcción ha tenido evidentemente una fuerte incidencia en el sector de electrodomésticos, pero la respuesta de la dirección de Mondragón ha sido cargar la crisis sobre los trabajadores y practicar una huida hacia adelante depositando su confianza en una mayor penetración en los llamados mercados emergentes, Brasil, India, China y Rusia. La extensión de la crisis a estas economías también ha echado por los suelos los planes de la dirección y una vez más se pide a los trabajadores que carguen con las consecuencias.
Si bien la expansión internacional del Grupo Mondragón se produce ya en los años 90, es en 2008, en el momento en que se toman drásticas medidas de ajustes salariales y de empleo, cuando la dirección de la corporación Mondragón anuncia la apertura de un parque industrial en la India, concretamente en Maharstra, cuya capital es Bombay similar al instalado ya en Kunshan, cerca de Shangai en China. En esos momentos, el 37% de los 103.731 empleados del Grupo estaba en el País Vasco, en el resto del Estado trabajaba el 47% y el 16% restante en otros países. La dirección del Grupo siempre planteó que aunque cada cooperativa es independiente y funciona por su cuenta, aporta una parte de sus beneficios a un fondo común que representa el colchón solidario para apoyar a las cooperativas con problemas. Sin embargo el llamado “fondo de solidaridad” parece que se ha agotado. La dimensión de Fagor electrodomésticos se ha convertido en un problema para todo el Grupo MCC, que se ha negado a aportar los 170 millones de euros que pedía Fagor para presentar un plan de viabilidad y no cerrar. MCC nunca se había enfrentado a un conflicto interno de tal magnitud y se ha mostrado incapaz de ofrecerle ninguna solución.
El cooperativismo no es la alternativa al capitalismo, ni a la crisis, ni al paro
La crisis de Fagor ha puesto en cuestión la viabilidad del cooperativismo. La realidad es que ante la crisis del capitalismo y el cierre de miles de empresas, muchos trabajadores se ven abocados a ir al paro o a tratar de mantener sus empleos constituyéndose en cooperativas o sociedades anónimas laborales. En 2012 se constituyeron 733 cooperativas, el mayor número de sociedades nuevas desde el 2006 con 8.436 socios iniciales, si bien casi la mitad de estos nuevos socios corresponden a empresas participadas por Erosky que se transformaron en cooperativas en 2012.
El cooperativismo, su nacimiento, evolución y crisis hay que enmarcarlo en el contexto real de desarrollo del capitalismo y de la lucha de clases. Lo que más tarde sería el Grupo Mondragón nació en plena dictadura franquista. En febrero de 1941, el obispo de Vitoria envió a dicha villa al joven párroco José María Arizmendiarrieta, creador del grupo y vinculado al PNV con la misión de impulsar la obra de la Acción Católica en esta localidad y más concretamente acercarse a la juventud del municipio y liberarla de las ideologías de origen marxista presentes en la zona, con una fuerte presencia de obreros socialistas y comunistas en la Unión Cerrajera.
La dirección del PNV potenció el cooperativismo como una forma de convertir en “capitalistas” propietarios a los trabajadores y alentar el antisindicalismo y apoliticismo. Para el PNV el cooperativismo implica la supresión de la lucha entre las clases a través de la colaboración entre directivos y trabajadores de las cooperativas y en la autoexplotación voluntaria de los cooperativistas. Además, la burguesía vasca presentaba ante el mundo el modelo cooperativista como un elemento más de la identidad nacional vasca. En realidad, el Grupo Mondragón en manos del PNV ha sido con su universidad, un arma ideológica de primer orden para extender las ideas neoliberales.
La lucha de clases existía fuera de las cooperativas y también dentro. En el pueblo de Mondragón conocen bien las polémicas que se desatan ante cada convocatoria de huelga general. Los trabajadores de las cooperativas durante años estuvieron al margen de luchas como la del convenio del Metal provincial y de otras luchas laborales; sin embargo es importante destacar que apoyaron la huelga general unitaria del 29 de marzo del 2012 contra el Gobierno del PP. En el interior de las cooperativas también existe la lucha de clases. Permanentemente ha habido una confrontación entre los directivos y los socios trabajadores por ampliar el abanico salarial, esto es, la diferencia entre quienes más cobran y los puestos peor remunerados. Los directivos de Fagor viven como los directivos de muchas empresas capitalistas y los trabajadores socios en su mayoría sobreviven con salarios incluso menores de los que se cobran en empresas capitalistas.
La cuestión del cooperativismo y las empresas autogestionadas por los trabajadores ha estado presente en la historia del movimiento obrero desde sus inicios. Engels describió su papel en su obra Del socialismo utópico al socialismo científico, cuando rindió homenaje a los grandes utopistas como Fourier y especialmente Roberto Owen, que en 1800 se hizo cargo de la empresa de New Lanark en Escocia, una fábrica de hilado de algodón que llegó a dar empleo a 2.500 personas convirtiéndose en una colonia modelo donde no existía la embriaguez, la policía, los jueces de paz, los procesos, los asilos para pobres ni la beneficencia pública, y lo logró ofreciendo a sus trabajadores unas condiciones de vida más humanas, consagrando un cuidado especial a la educación de los niños. Pero Owen fracasó y se arruinó tras sucesivas crisis del algodón (no pudo escapara a las crisis de sobreproducción del capitalismo), aunque su intento permanecería en la memoria colectiva de la clase trabajadora como un pionero en la lucha por la liberación social de los trabajadores.
Más tarde, Rosa Luxemburgo en su obra polémica contra el reformismo de Berstein, Reforma o revolución, señaló con claridad los límites del cooperativismo bajo el capitalismo: “Las cooperativas y sobre todo las cooperativas de producción, suponen, por su misma naturaleza, la presencia de un elemento híbrido en el seno de la economía capitalista: una producción socializada en pequeño que se combina con un cambio capitalista. En la economía capitalista, sin embargo, el cambio domina la producción y, como funciona la concurrencia, hace de la explotación sin miramientos, es decir del dominio pleno del proceso de producción por los intereses del capital, condición de existencia de la empresa. En la práctica esto se traduce en la necesidad de hacer el trabajo tan intensivo como sea posible, acortarlo o alargarlo según la situación del mercado, emplear fuerza de trabajo en función de las exigencias del mercado o despedirla y ponerla en la calle, en una palabra: poner en práctica todos los conocidos métodos que hacen competitiva a una empresa capitalista. En las cooperativas de producción se da, por tanto, la altamente contradictoria necesidad de que los trabajadores se rijan a sí mismos con todo el absolutismo requerido, de que jueguen frente a sí mismos el papel del empresario capitalista. En esta contradicción acaba naufragando también la cooperativa de producción bien convirtiéndose en empresa capitalista bien, en el caso de que los intereses de los trabajadores sean más fuertes disolviéndose”.
¡Defender todos los puestos de trabajo!
¡Nacionalización de Fagor bajo control obrero!
La lucha de los trabajadores de las cooperativas, eventuales, socios y no socios por defender sus puestos de trabajo, es la misma lucha del conjunto de la clase trabajadora contra la crisis capitalista, contra los recortes y los ataques a nuestras condiciones laborales y de vida, por acabar con este régimen capitalista de injusticia social. La alternativa a la explotación capitalista no pasa como defienden los reformistas, también los que hay en sectores de la dirección de la izquierda abertzale, por ir construyendo cooperativas comiéndole poco a poco el terreno a las empresas capitalistas, porque como hemos visto las empresas privadas capitalistas, muchas de ellas asociadas con la banca, cuentan con recursos muy superiores a los de las cooperativas. El Grupo Mondragón en realidad no es sino la suma de empresas individuales con sus propios problemas e intereses luchando por sobrevivir en el marco de una economía capitalista anárquica. La burguesía puede temporalmente apoyar el cooperativismo como un arma para dividir al movimiento obrero más consciente y organizado, pero la alternativa del capital monopolista y el capital financiero que domina cada vez más el mundo son las empresas capitalistas privadas, sin partidos ni sindicatos obreros, sin derechos ni libertades y con salarios miserables.
El PNV y el PP no han estado dispuestos a apoyar a los trabajadores de Fagor electrodomésticos. Eso es una realidad que queda en evidencia al comparar las cifras astronómicas empleadas para salvar a los banqueros. La crisis del Grupo Mondragón es un episodio más de la crisis de sobreproducción del capitalismo. Es evidente que miles de familias, por no decir millones necesitamos los electrodomésticos que Fagor va a dejar de producir, pero el capitalismo es un sistema anárquico que funciona en base a la ley de conseguir el máximo beneficio y no para satisfacer necesidades sociales. Sin poder adquisitivo por parte de la clase trabajadora para poder adquirir dichas mercancías, las fábricas cierran despidiendo a miles de trabajadores agudizando la crisis. La destrucción de fuerzas productivas crea las bases para posteriores recuperaciones y este ciclo que lleva a la miseria a miles de familias obreras, se repetirá bajo el capitalismo hasta que la clase obrera expropie a los expropiadores en palabras de Carlos Marx.
Las cooperativas han demostrado en teoría que las fábricas pueden producir sin patronos, pero la alternativa no es convertir en patronos a todos los obreros como ha pretendido el PNV, aniquilar las organizaciones sindicales y políticas de la clase trabajadora y separarlos de sus hermanos de clase. La experiencia cooperativa cobra sentido cuando da confianza a los trabajadores en sus propias fuerzas, los prepara en el control y dirección de la producción y eleva su nivel de conciencia para comprender que el modelo de economía socialista por el que lucha la clase trabajadora excluye la explotación de unos trabajadores por otros y también la competencia entre distintas cooperativas privadas como ocurre en la actualidad. De lo que se trata es que los medios de producción social sean propiedad colectiva mediante la nacionalización de las cooperativas, de la banca, los grandes monopolios y latifundios bajo control democrático de la clase trabajadora que representamos la mayoría de la sociedad. Con las principales palancas de la economía en manos de la clase trabajadora sería posible llevar a cabo la planificación democrática de la economía acabando con la anarquía y las crisis del capitalismo y con las lacras que éste produce: paro masivo, pobreza, miseria y violencia.
Si hay dinero, y mucho, pero sólo para los banqueros y especuladores. Por eso la lucha en defensa de los puestos de trabajo de Fagor y Edesa, del futuro de miles de familias trabajadoras, debe ser planteada de manera concreta: salvar a las personas y no a los bancos ¡Nacionalización bajo control obrero de Fagor y de Edesa, salvar todos los puestos de trabajo, y acabar con el latrocinio de los directivos y gerentes!
Eloy Val. Militante, Vitoria-Gasteiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario