30 de enero de 2025

ANÁLISIS DE LA TREGUA EN GAZA.


Después de quince meses de guerra, han callado las armas con esta tregua en GAZA del acuerdo de Alto el Fuego. Por ahora han frenado la implacable matanza genocida en las que han muerto miles de palestinos, dejando una terrible destrucción por el Estado de Israel comandado por Netanyahu, que ha actuado sin piedad.  


El pueblo de Palestina no se ha doblegado ni se ha rendido cuando estaban siendo ametrallados prácticamente indefensos, por esos   brutales ataques bajo la peor máquina militar del mundo, la de Israel con el apoyo de EEUU y demás  cómplices, con aviones, misiles, bombarderos y tanques suministrados por los ejércitos occidentales. 


Ese Alto al Fuego provisional ha provocado una sensación de alivio en el pueblo de Palestina y los millones de jóvenes y trabajadores que en todo el mundo se han manifestado en solidaridad con los palestinos. También muchos israelíes que se habían manifestado contra la guerra han celebrado el fin de las hostilidades y la inestabilidad que significa, junto al retorno de los rehenes. No obstante debemos plantearnos si eso va a servir para acabar con el fin de la opresión que el pueblo palestino ha venido sufriendo durante décadas. 


Tras 15 meses de brutal guerra apoyando, armando y financiando esa maquinaria bélica con material de EEUU y otros apoyos de Europa, ahora se han apresurado a felicitarse y se alegran cínicamente de las perspectivas de PAZ, pero debemos cuestionar qué paz es la que han ayudado a preparar para el futuro del pueblo de Palestina. 


La magnitud de la destrucción en GAZA es una terrible catástrofe, pues la cifra oficial de muertos supera los 47.000, de los cuales, más de 14.000 son niños, con lo que estas cifras subestiman la verdadera magnitud de la matanza, pues un estudio publicado en una revista médica británica, estima que para octubre de 2024, el número de muertos probablemente habían superado ya las 70.000 personas e incluso podrían ser superior a los 186.000 si se pudieran conocer el número de cadáveres que existen bajo el derrumbe de los edificios bombardeados. 


Junto a la pérdida de vidas, la guerra deja profundas heridas en la población de Gaza, pues más del 90 % de la población, con una cifra de cerca de 2 millones de personas, se han visto obligadas  a huir de sus ametrallados hogares y los centros de salud han sido constantemente atacados y destruidos con más de 650 ataques documentados, que causaron la muerte a más de 1.000 trabajadores sanitarios, con el sistema educativo que ha quedado en ruinas con el 95 % de las escuelas y universidades dañadas o destruidas, dejando a más de 660.000 niños sin escuelas. 


En enero de este año, el 96% de los niños menores de dos años, no recibían los nutrientes necesarios y más de 345.000 habitantes de GAZA se enfrentan a una escasez de alimentos brutal y hay  876.000 a niveles de emergencia de inseguridad alimentaria, según informa la ONU. 


Siguiendo el hilo rojo que atraviesa este conflicto, el acuerdo de Alto el Fuego en sí, y la forma en que se produjo, ilustra el cinismo a sangre fría del imperialismo israelí y sus partidarios en Occidente, pues ese acuerdo esboza un proceso en tres fases, destinados a abordar cuestiones clave para restablecer la estabilidad. 


La fase 1) se centra en el intercambio de prisioneros, con la liberación de 33 cautivos israelíes a cambio de 1.700 palestinos y serán liberados más de 1.000 detenidos sin cargos ni juicios del 7 de octubre de 2023. 


La fase 2) marca como objetivo, la retirada completa de Israel de Gaza y la liberación de los rehenes israelíes restantes. 


La fase 3) en la que se devolverán los cuerpos de los cautivos israelíes que hayan muerto y se pondrá en marcha un plan de reconstrucción a largo plazo en Gaza.


Todos los elementos cruciales del acuerdo, son exactamente iguales del que Hamás aceptó en mayo de 2024, pero mientras Israel daba largas al asunto, ambas partes lo acordaron el verano pasado, aunque fue Netanyahu quién lo echó por tierra al insistir en que Israel no podía retirarse del corredor Filadelfia, en la frontera entre Gaza y Egipto.


En la Casa Blanca se anunció una conferencia de prensa para comunicar el acuerdo, pero Biden se negó a reconocer el papel de Donald Trump en el acuerdo, aunque en realidad Biden no tuvo nada que ver con la firma alcanzada en el Alto el Fuego, pues en realidad se consiguió por la intervención de Donald Trump, incluso antes de que éste tomara el poder.  


Representando a Trump, éste envió a Steven Wilkoff, que es promotor inmobiliario y multimillonario, aunque no tenía ningún cargo oficial, pero no sólo había impulsado la firma del acuerdo en Qatar, donde se llevaban a cabo las negociaciones, sino que obligó a Netanyahu, de forma brusca y grosera, a firmarlo sin demora.


Resumiendo, Trump consiguió en cuestión de días, el acuerdo que Biden no pudo conseguir durante ocho meses, lo que indica claramente que Biden no tenía intención ni ganas de hacer un esfuerzo para que Israel firmase el fin de la guerra.  


Esos elementos hablaban de PAZ pero a su vez, armaban a Israel hasta los dientes entregándoles todo  el apoyo que pedía y los datos cantan: “”EEUU gastó 17.900 millones de dólares en ayuda militar a Israel entre octubre de 2023 y octubre de 2024””. También fuerzas Británicas y de EEUU, apoyaron a Israel así como los gobiernos de la OTAN también formaron frente político unidos en defensa de Israel aunque de boquilla, algunos decían apoyar al pueblo de Palestina.   

 

EEUU y sus aliados en Europa formaban parte de esa coalición bélica del Israel de Netanyahu y no tenían intención de obligar a ningún acuerdo, porque esa entente formaba parte de la política exterior que dirigía Biden, con el dictado de que EEUU debía defender cualquier desafío a su dominio o al de sus aliados en cualquier parte del mundo, hasta que Trump les cambió la ruta, porque la consigna de Biden era que EEUU no podía ser vista cediendo o vacilando si era presionado, para redoblar la apuesta para mostrar el Poder del Imperialismo USA que sólo conduciría a mostrar vacilaciones, hasta que llegó Trump y les hizo notar que ahora mandaba él, incluso antes de tomar el Poder. 


Amir Avivi, un general de brigada de Israel, declaró en el periódido The Wall Street Journal: “Nos encontramos en una situación en la que el ritmo al que Hamás se está reconstruyendo, es mayor que el ritmo al que las Fuerzas de Defensa Israeli los están erradicando”· Hamás no sólo NO está destruida, sino que está plenamente al mando de GAZA, de la que Israel ha acordado una retirada completa. 


En otro periódico podemos leer que “Con la retirada del corredor Filadelfia y la reanudación del comercio y la ayuda, la situación, desde el punto de vista de quién gobierna Gaza, está retrocediendo exactamente a como estaba el 6 de octubre de 2023. En otras palabras, un fracaso total de la misión israelí y una humillación del Estado que dirige Netanyahu. En un momento dado, esto debe llevar a que se planteen preguntas críticas dentro de Israel”. 


Por otra parte, Netanyahu afirmó que la guerra era necesaria para traer de vuelta a los rehenes y, sin embargo, podemos ver que la guerra no trajo de vuelta a los rehenes en absoluto. En gran medida, este genocidio contra el pueblo de Palestina se libró y se prolongó continuamente como un medio para que Netanyahu mantuviera su propio control del poder y evitara los casos de corrupción que se estaban incoando bajo su mandato. 


Es preciso reconocer que,  aunque el apoyo a la guerra había sido alto, el estado de ánimo inicial de histeria bélica había empezado a disiparse. Esto quedó claro cuando el número de reservistas que se presentaron tras ser llamados a filas descendió de casi el 100% al principio de la guerra, al 75-85% el pasado noviembre. Visto eso, Donald Trump ha dado su brazo a torcer visto el cansancio de las tropas en la guerra que se extendía a las Fuerzas de Defensa de Israel, analizando que una derrota podría ser el fracaso y se optó por el Alto al Fuego, pues Haaretz había publicado un informe condenatorio sobre el creciente malestar entre las revistas de base. 



Los rehenes estaban muriendo debido a las acciones de las Fuerzas de Defensa Israelí: «Teníamos la sensación de que no estábamos haciendo nada bueno. Entonces teníamos operaciones [cuyo propósito] no entendíamos, […] la gente moría en estas operaciones, y no entendíamos la táctica ni la estrategia.» Estas son serias señales de advertencia para la clase dirigente israelí, que se basa en el mito de su Estado y, en particular, de su ejército como defensor omnipotente del pueblo judío y ambas afirmaciones se han visto seriamente sacudidas por los últimos 15 meses de conflicto.


También hemos visto que las Fuerzas de Defensa del ejército de Israel no sólo han sido capaces de derrotar a Hamás en Gaza, sino que su agresión abrió las puertas a la represalias de Hezbolá en Líbano, de los Houthis en Yemen, así como en Irán, que arrolló las defensas antimisiles de Israel en una convincente demostración de fuerza en octubre pasado y de hecho, las defensas israelíes ni siquiera pudieron frenar los ataques con cohetes de Hamás. 


La economía de Israel se ha visto gravemente afectada y según el Bando de Israel, los costes relacionados con la guerra de Israel entre 2023 y 2025, podrían terminar ascendiendo a 55.600 millones de dólares (Un coste equivalente al 10 % de su P.I.B. La guerra no ha resuelto nada pues Israel está más expuesto que nunca e incluso es más frágil que antes de la guerra, por lo que el resultado puede calificarse como una derrota, aunque los daños no son meramente material, sino un genocidio de miles de vidas humanas y un desastra colosal. Lo que ha colapsado es la idea reaccionaria de que sólo un Estado altamente militarizado puede garantizar la seguridad y el bienestar de los judíos israelíes. Sin esta mentira, la clase dominante israelí no podría haberse mantenido durante décadas.


Pero como nos está demostrando la realidad, parece ser exactamente lo contrario. La postura agresiva de Israel está invitando a cada vez más a la agresión y al desorden en el propio Israel. Como el periódico Haaretz afirmó siniestramente: “Los vientos en contra de la guerra están trabajando en contra de la moral a largo plazo. Si la guerra termina mañana, Israel necesitará años para reconstruir su propio contrato social y aparentemente militar. Si la guerra se reanuda al día siguiente, el declive de la moral se extenderá». Netanyahu y su ala reaccionaria de la clase dirigente israelí han recibido sin duda una derrota de su propia cosecha. Su proyecto ha sido rechazado y ha sido humillado por Donald Trump, a quien reclamaba como firme aliado.


Podría haber sido así, pero Donald Trump es, él mismo,  su propio aliado y el del imperialismo estadounidense antes que nada, y una guerra continua e interminable en Oriente Próximo no se ajusta a sus propósitos. Por mucho que Netanyahu se retorciera, Trump le demostró quién es el verdadero amo en esta relación. Sin el apoyo militar y económico estadounidense, el Estado israelí se podría desmoronar rápidamente.  Trump ha prometido sin duda una serie de concesiones a cambio de que Netanyahu se trague el acuerdo de alto el fuego, pero eso no cambia el hecho de que se trata de una humillante marcha atrás para el imperialismo israelí.


Por supuesto, no hay garantías de que los israelíes se atengan a sus palabras. El reaccionario movimiento de colonos y sus partidos, que han sido aliados clave de Nenanyahu, presionarán para que se reanude la guerra en un momento dado.


Uno de sus principales representantes, el ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha, Itamar Ben-Gvir, ya ha dimitido del gobierno de coalición de Benjamin Netanyahu. Esto le deja sólo con la más estrecha de las mayorías parlamentarias, aumentando así la influencia que tienen otros partidos de la coalición. 


El ministro de Finanzas de extrema derecha, Bezalel Smotrich, ha permanecido en el gobierno, pero ha amenazado con dimitir si la guerra no se reanuda tras la fase inicial de 42 días del alto el fuego. Sin embargo, si continúan con esta línea, todas las contradicciones que se han acumulado hasta ahora no harán más que crecer y preparar así una crisis más profunda en el futuro.


Por otro lado, está la actitud de una parte considerable de la población urbana que siempre ha odiado a Netanyahu, a los colonos y a la derecha. Cuando se acabe la polvareda y el frenesí bélico extremo disminuya hasta cierto punto, muchos de estos sectores se verán obligados a enfrentarse a una nueva realidad. En este contexto, algunos empezarán a buscar un camino alternativo, distinto del militarismo y el imperialismo y entrarán así en conflicto con las normas establecidas del sionismo israelí y la lucha entre clases se podría activar y las luchas se agudizarán.


Aquí vemos las líneas divisorias de la lucha social, que se ampliarán en el futuro y que en un momento dado podrían adquirir también una naturaleza de clase, pues desde el comienzo de esta guerra, hemos afirmado una y otra vez que Occidente es cómplice y partícipe directo de los crímenes del imperialismo israelí. Apoyaron la guerra contra Gaza financiándola militar y políticamente. Respaldaron con todas sus fuerzas a Israel para mostrar al mundo entero el poderío del imperialismo occidental y sin embargo, el resultado fue exactamente el contrario. Lo que consiguieron es una derrota, no sólo para Israel, sino para el imperialismo estadounidense, para Occidente, así como para el establishment político liberal.


A pesar de todos los intentos, la maquinaria militar israelí, apoyada por sus poderosos aliados, no pudo derrotar a la resistencia palestina. Esto es un duro golpe recordatorio de las limitaciones del imperialismo occidental, que sufrió un destino similar en Irak y Afganistán, y que se enfrenta a una derrota aún mayor en Ucrania.


La guerra ha provocado un descontento generalizado en Estados Unidos, donde millones de trabajadores y jóvenes dieron la espalda a los demócratas por el belicismo de Biden y su banda.  Este fue un factor significativo en el colapso del apoyo a los demócratas y la elección de Trump, que prometió poner fin a las guerras interminables. Por supuesto, si realmente lo hace, será otro asunto completamente distinto.


La política exterior de Trump es un reconocimiento de las limitaciones del imperialismo estadounidense. En lugar de redoblar la apuesta en una contraproducente demostración de fuerza militar, se inclina por retroceder, hacer concesiones y proteger los intereses centrales del capitalismo estadounidense. Una guerra imposible de ganar contra Gaza y la desestabilización de Oriente Próximo no es uno de ellos. Trump insiste en lo de:  “Estados Unidos Primero”... el resto del mundo después... Al menos, ése parece ser su objetivo. Que lo consiga o no es otra cuestión.


Esto, en esencia, equivale a una retirada parcial del imperialismo estadounidense que tendrá consecuencias de largo alcance. Lo más importante es que afectará a la conciencia de millones de personas en Estados Unidos y Occidente. Todas las ideas de superioridad moral y poderío occidentales quedan cada vez más expuestas con cada revés. Esto se suma a la crisis del establishment liberal que ha controlado Washington y las capitales europeas durante todo el periodo de posguerra.


Trump con su equipo de Multimillonarios,  se han presentado como si fuesen los defensores de los principios de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional. Pero para cada vez más gente, lo que está cada día más claro, es que el liberalismo actual es la fuente de la reacción, y que su «orden basado en normas reaccionarias»,  es una cínica farsa destinada a encubrir sus bárbaros intereses imperialistas, cuyos objetivos son la concentración de los capitales cada vez en meno manos, mientras la pobreza se extiende como un reguero de pólvora por todo el planeta. 


Esa gran burguesía capitalista mundial, esos caballeros bien vestidos y a veces incluso bien hablados,  educados en las mejores universidades con sonrisas pulidas y modales refinados, son la fuente de las políticas más reaccionarias tanto en el extranjero como en casa y sus objetivos consisten también en la explotación de las masas trabajadoras allá donde operan. 


Los Capitalistas son los que recortan los subsidios de invierno para combustible a los ancianos pobres, mientras envían miles de millones a guerras en Ucrania y Gaza. Son los que recortan el gasto en sanidad y otras prestaciones sociales mientras gastan billones de dólares en militarización beneficiando al Complejo Militar Industrial USA que marca tope su capacidad de producción. Y esos son los que hablan de democracia mientras persiguen a quienes defienden los derechos de los palestinos. No es de extrañar que en todos los países se esté produciendo una reacción violenta contra estas fuerzas que tienden al neonazifascismo. 


Es precisamente esta reacción violenta, es decir, la creciente lucha de clases en Occidente, lo que presenta una esperanza para la liberación palestina. Las masas palestinas han demostrado una resistencia y un espíritu de lucha extraordinarios. Pero tenemos que mirar la realidad con nuestros propios ojos. La guerra de Israel ha fracasado, pero la lucha de liberación palestina no ha ganado. De hecho, no ha logrado resolver ninguno de los problemas fundamentales que ha planteado.


Los palestinos se han hundido aún más en el abismo de la barbarie del que no puede salir ninguna PAZ real. Han quedado reducidos a pequeños enclaves de masas empobrecidas y ligeramente armadas, enfrentadas a un poderoso Estado Militar de alta Tecnología, en una campaña puramente militar, pero el Estado sionista no puede ser por ahora derrocado.


La mejor manera de golpear a Israel es, por un lado, dividiendo al Estado sionista en líneas de clase con un llamamiento a todos aquellos israelíes que en el próximo periodo empiecen a dudar de la actual dirección de Israel y rompan con su propia clase dominante, y por otro lado golpear contra los suministros israelíes de armas, financiación y cobertura política que fluyen desde Occidente. Por tanto, el destino de los palestinos está hoy más entrelazado que nunca con el de la clase obrera mundial. La lucha para acabar con el Estado sionista israelí y por una Palestina verdaderamente LIBRE es la misma que la lucha contra el capitalismo en Occidente, y en particular en Estados Unidos, por lo que ambas luchas deben estar conectadas.


La crisis del capitalismo mundial aviva las llamas de la lucha de clases en todas partes. En esta lucha, los trabajadores y los pobres sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas solidarias. Sin embargo, si las izquierdas avanzamos unidos, nada podrá detenernos. La lucha por una Palestina libre continuará con la lucha contra el capitalismo y el imperialismo en cada uno de los pueblos del mundo, marchando unidos por la “PAZ,  el Internacionalismo, la Democracia, la Libertad y la Unidad del Movimiento Obrero”. La batalla permanente por un mundo mejor es el único camino, porque bajo el capitalismo y sus guerras no habrá un futuro para la Humanidad. 


COMISIÓN PERMANENTE.

IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA.

PSOE DE ANDALUCÍA.


 (*): La persona que quiera conocer nuestra propuesta de PROGRAMA para el giro a la izquierda, puede solicitarlo  gratuitamente, escribiendo al correo de abajo y poniendo en asunto:   “MANIFIESTO”.  

Ispsoeandalucia.malaga@gmail.com



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