(Recomendable leer la parte 1) de ayer)
EJECUCIONES MASIVAS Y ESCLAVISMO:
…/… Esos eran los mimbres con los que se
formó la dictadura de Franco: el terror y el exterminio. Según Anthony Beevor,
en su libro La guerra civil española, en el bando nacional se produjeron, como
mínimo, 35.000 ejecuciones y “si se hace una proyección matizada, que tenga en
cuenta el mapa político de cada zona que falta por estudiar, (...) “es posible
que la cifra que venía sosteniéndose hasta ahora como probable por la mayoría
de los historiadores, haya que corregirla al alza, hasta el punto de que la
cifra de todos los ejecutados por ‘rebelión militar’ desde el primer día de la
guerra abierta hasta julio de 1948, más los que murieron por abandono, hambre o
epidemia, puede superar en mucho los 200.000 y acercarse a los 250.000. No se
pueden conocer, obviamente, las cifras de los asesinatos arbitrarios, los
‘paseos’ y los ejecutados por la ‘ley de fugas’(…) pero pueden rondar los
30.000.
Una de las prácticas generalizadas de la
dictadura de Franco, y que recientes estudios están cuantificando y sacando a
la luz, es la utilización masiva de la mano de obra esclava, que jugó un papel
determinante en la reconstrucción de la posguerra. Esa práctica empezó al
principio de la guerra civil y duró hasta los años setenta, dándose casos
incluso después de la muerte del dictador.
Según el artículo de Jordi García Soler,
Esclavos del franquismo: “Aunque fue personalmente el propio Francisco Franco
quien puso en marcha este formidable negocio a costa de sus prisioneros
políticos, iniciado ya de hecho en mayo de 1937, al parecer fue el jesuita José
Antonio Pérez del Pulgar quien lo inventó e institucionalizó de forma oficial,
mediante la constitución del llamado Sistema de Redención de Penas.
En su texto de enero de 1939 titulado La
solución que da España al problema de sus presos políticos "para mayor inri,
editado por Publicaciones Redención, dicho sacerdote no defendía ningún tipo de
piedad ni clemencia para con los presos políticos del franquismo" no puede
exigirse a la justicia social que haga tabla rasa de cuanto ha ocurrido, sino
que preconizaba para todos ellos poco menos que la aplicación de la Ley del
Talión: ‘Es muy justo que los presos contribuyan con su trabajo a la reparación
de los daños a los que contribuyeron con su cooperación a la rebelión marxista.
Por supuesto que no se trataba de una
ocurrencia individual, ese criterio era compartido por la jerarquía
eclesiástica que apoyó, desde el principio, la “cruzada nacional” de Franco y
dio su legitimación a una dictadura basada en la más atroz represión.
Si bien el ejército fue el pilar
fundamental del régimen de Franco, el papel de la Iglesia, con su amplísima red
de iglesias, escuelas y demás instituciones, con su pléyade de curas y monjas,
no fue nada secundario para su sostenimiento. En ese sentido, la iglesia no
tuvo nada que envidiar a la Falange y a los Requetés.
Según el artículo citado, a principios
de 1941, esto es un par de años después de finalizada la guerra civil,
constaban en el Fichero Fisiotécnico (en él estaban registrados todo tipo de
datos sobre centenares de miles de prisioneros políticos antifranquistas para
tratarlos como auténticos esclavos) 103.369 penados, de ellos cerca de 10.000
mujeres, una cifra casi coincidente con la de los presos que entonces ya habían
sido juzgados y condenados por los numerosos tribunales civiles y militares
puestos en marcha en toda España durante aquellos años.
Otro dato que da una idea de la
extensión de la represión es que, por esas fechas, son más de 280.000 los
prisioneros políticos encarcelados entonces en todo el estado y que
representaban el 10% del conjunto de la población activa del país.
Los presos siguieron aumentando sin
cesar. Según ha podido documentar recientemente el historiador Antonio Miguel
Bernal, sólo entre los años 1939 y 1943 el número de presos políticos del
franquismo llegó a superar los 550.000, también con una muy clara mayoría de
jóvenes entre ellos.
HAMBRE
GENERALIZADA.
En esas condiciones de represión
extrema, las condiciones de la clase obrera bajo el franquismo descendieron a
niveles infrahumanos, hecho que no impidió que una minoría de privilegiados se
beneficiase de una mano de obra prácticamente gratuita, amasando grandes
fortunas. El negocio del estraperlo, muy vinculado a las corruptas redes
falangistas, hizo que unos cuantos se enriqueciesen rápidamente.
“Las carencias provocadas por la
autarquía se exacerbaron debido a la decisión igualmente desastrosa de mantener
la peseta a un tipo de cambio absolutamente sobrevalorado. (…) La escasez de
productos básicos, en especial vestido y calzado, el hambre y un incremento
espectacular de la prostitución y las enfermedades epidémicas, incluidas
algunas que no se conocían en el Mediterráneo desde tiempos bíblicos, se
convirtieron en una realidad cotidiana de los llamados años de hambre” (Paul
Preston. Franco, caudillo de España).
Es interesante señalar que en ese
periodo la prensa lanza una intensa campaña denunciando los chistes contra
Franco como un delito contra el régimen, indicativo de la enorme impopularidad
que había alcanzado la dictadura. En 1950 el consumo de carne per cápita en el
Estado español era la mitad de lo que había sido en 1926 y el consumo de pan
del mismo año sólo la mitad de 1936.
LAS
HUELGAS DE 1946-47.
Tan pronto como en el año 1947 el
movimiento obrero había dado sus primeras muestras de recomposición. Tuñón de
Lara, en su artículo El paro de1947 en Vizcaya, (publicado en 1985 por Cambio 16), describe lo siguiente: “En
Cataluña, el año 1946 había comenzado por la huelga general de Manresa, el 27
de enero. Iniciada por un conflicto en la fábrica textil Bertrand y Sierra,
terminó en un paro, al que se unieron los comercios, los cafés y los cines; la
prensa silenció todo, pero los obreros conquistaron una prima de 75 pesetas al
mes.
Más adelante: “En el primer semestre de
1946 las huelgas se generalizaron en Tarrasa, Manresa, Granollers, Minas de
Potasa de Suria, Maquinistra Terrestre y Marítima, Hispano-Suiza de Mataró y
España Industrial.
En noviembre de 1946 parará casi toda la
industria textil catalana y gran parte de la metalurgia. Allí subsistían
organizaciones cotizantes de la CNT y también de la UGT (que en su rama
catalana de entonces estaba en manos del PSUC).
Más adelante: “Esta visión panorámica
—forzosamente incompleta— nos permite situar la huelga general más importante
que tuvo lugar durante el primer decenio de la dictadura franquista, la de Vizcaya,
el 1 de mayo y siguientes días de 1947. (…) Bilbao y la ría se inundan con
pasquines firmados por la Junta de Resistencia y las tres centrales sindicales
(UGT, STV y CNT). (…)
El gobierno civil quedó enteramente
sorprendido al ver que el día 1 la huelga alcanzaba el 80% de las plantillas de
la Naval, la Babcok, más de la mitad de Altos Hornos y la totalidad de
Astilleros de Nervión, Aurrerá, General Eléctrica, Zorroza, etc.”
Sin embargo, como señala Tuñón de Lara,
la oleada de 1947 no fue un principio, sino un final. Obedeció al ambiente
creado tras el final de la Segunda Guerra Mundial, marcado por las expectativas
de que Franco correría con la misma suerte que Hitler y Mussolini.
Pero ni esas primeras señales de vida
del movimiento obrero tras la guerra civil, ni la heroica y necesariamente
limitada lucha de los maquis en el monte, fueron suficientes para romper una
dictadura que aún se podía asentar en la apatía y desmoralización predominantes
por la derrota de la revolución de los años treinta.
Al terminar el año 1947 la mayoría de
las organizaciones clandestinas de la oposición estaban totalmente
desmanteladas y por supuesto las “democracias occidentales” no tenían ningún
interés en derrocar a Franco.
El 16 de noviembre de 1937, más de un
año antes del fin de la guerra, el gobierno británico ya había legitimado de
facto a Franco al nombrar a sir Robert Hodgston agente diplomático británico en
la España nacional.
Durante la Segunda Guerra Mundial, a
pesar del apoyo, sobre todo logístico, que Franco prestó a Hitler, tanto EEUU
como Gran Bretaña suministraron petróleo y créditos al dictador, aunque muy
controlados.
Con el fin de la contienda y el inicio
de la llamada guerra fría, EEUU establecería excelentes relaciones con Franco,
con la consiguiente instalación de bases militares en el “soberano” territorio nacional
y otro tipo de “apoyos.
EL
CRECIMENTO ECONÓMICO DE LOS AÑOS SESENTA.
En marzo del año 1950 se produce la
huelga de los usuarios del transporte en Barcelona, a la que siguieron otras de
diferente alcance en Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona y Madrid.
En febrero de 1956, por primera vez
después del final de la guerra civil, tienen lugar enfrentamientos
estudiantiles en Madrid contra Franco.
Pero es en la década de los sesenta
cuando se producen los cambios decisivos. A finales de la década de los
cincuenta la economía española da síntomas de crecimiento significativo.
Los bajos salarios, las jornadas
laborales extenuantes, la represión brutal, la carencia de derechos, unos
buenos mecanismos de repatriación de beneficios y el severo Plan de
Estabilización, hicieron la España de Franco algo muy atractivo para los inversores
extranjeros.
El crecimiento económico de los sesenta
actuó como un reconstituyente del movimiento obrero, a pesar de que,
paradójicamente, también fue un elemento de estabilidad para el régimen durante
un tiempo.
Se produce una incorporación a las
fábricas de jóvenes trabajadores que, sin haber participado directamente en la
dramática derrota de los años treinta, se fueron galvanizando en la lucha
reivindicativa y alcanzando un altísimo grado de politización.
Ellos acabarían siendo la fuerza
determinante para el fin de la dictadura franquista. La ley de convenios
colectivos de 1958 abría una rendija de participación de los trabajadores en la
negociación.
El PCE, con diferencia la organización
obrera con más implantación en la clandestinidad, se infiltra en los sindicatos
verticales alcanzando un éxito notable.
Muchos curas, influidos por el creciente
malestar obrero y social, giran a la izquierda y apoyan la causa de los
trabajadores.
En 1958 nacen las primeras comisiones
obreras representativas en la mina de La Camocha, en Asturias. Se dan
experiencias similares en La Naval de Sestao en 1960.
En 1962 se produce una huelga general en
la minería asturiana. En 1966 empieza a funcionar la primera comisión
coordinadora de ramas, conocida como la intersindical.
En otoño de 1967 se hace público un
manifiesto con una plataforma reivindicativa que exige un salario mínimo de 300
pesetas, 100% de salario en caso de baja o jubilación, escala móvil de los
salarios, el derecho a huelga. ¡Sólo en Madrid se consiguen 25.000 firmas!
Las elecciones en los sindicatos
verticales en 1968 son un éxito rotundo para Comisiones Obreras. En Sevilla, de
los 66 representantes de la “sección social” 63 pertenecen al sindicato.
En Madrid obtiene el 80% en las grandes
empresas. La extensión y la intensidad del movimiento obrero se acelera, afectando a muchas fábricas en un
periodo relativamente corto de tiempo.
A finales de los años sesenta todas las
fábricas más importantes del país habían participado en movimientos
huelguísticos, con un alto grado de politización.
La inercia ya se había roto, la
dictadura estaba ya sentenciada. Ni la represión, ni la tortura, ni las
detenciones de los dirigentes de las fábricas, pudieron frenar la lucha. Al
torrente principal del movimiento obrero se sumaron otras capas sociales.
A lo largo de toda la década de los
sesenta se produjeron conflictos en la universidad. La lucha contra la opresión
nacional, especialmente brutal bajo el franquismo, jugó un poderoso papel en el
movimiento contra la dictadura, particularmente en Euskal Herria y Catalunya,
arrastrando a sectores importantes de las capas medias y de la juventud
estudiantil a la lucha revolucionaria.
EL
FIN DE LA DICTADURA Y LA CRISIS REVOLUCIONARIA.
Es mentira que el franquismo se renovara
a sí mismo y como por un impulso “modernizador” caído del cielo hiciera
gratuitas concesiones democráticas.
En realidad, el empuje del movimiento obrero
cogió a la dictadura por sorpresa y la represión se fue intensificando cada vez
más. Es interesante observar que el odiado Tribunal de Orden Público, creado en
1963 para reprimir la oposición política a la dictadura, concentra el 60% de
sus procedimientos en sus últimos tres años de existencia (1974 a 1977).
En los últimos coletazos de la
dictadura, poco antes de la muerte de Franco, se producen los últimos cinco
fusilamientos que causan una enorme conmoción política (en abril de 1963 se
había ejecutado al dirigente comunista Julián Grimau y en agosto a los
anarquistas Granado y Delgado).
Bajo los gobiernos de Arias Navarro y de
Suárez, tras la muerte del dictador en noviembre de 1975, más de cien
militantes de la izquierda fueron asesinados por la Guardia Civil, la Policía o
las bandas ultraderechistas amparadas por el aparato estatal.
La dictadura franquista fue un régimen
de terror del principio hasta el final. En su etapa agonizante muchas ratas
saltaron del barco, pero no fueron las ratas las que lo hundieron.
No fue la monarquía borbónica, durante
largo tiempo congelada y domesticada por Franco, la que puso fin a la
dictadura. Los atentados de ETA, incluso el perpetrado contra Carrero Blanco,
el “otro yo” de Franco, destinado a suceder al dictador, tampoco influyeron en
el desmorone de la dictadura.
En la etapa final de la dictadura no
sólo estaba preocupado el búnker que rodeaba a Franco sino la burguesía en su
conjunto.
A partir de 1970 el movimiento obrero
gana en profundidad y extensión, abriendo el periodo prerrevolucionario que
marcó el final de la dictadura y que hemos tratado ampliamente en otros
materiales. Los años setenta fueron años de agitación e inestabilidad en muchas
partes del mundo.
La crisis económica de 1973 actúa de
catalizador de procesos larvados durante mucho tiempo. En abril de 1974 estalla
la Revolución de los Claveles en Portugal, en pocos meses se nacionaliza la
banca y los principales medios de producción y el proceso adquiere un tinte
netamente socialista.
En la llamada Transición, aunque el
proceso no llegó tan lejos, el sistema corría un peligro real. Como siempre
sucede en los momentos críticos, ni la represión ni las concesiones cosméticas
son suficientes para frenar un movimiento largo tiempo contenido y con
profundas aspiraciones de cambio social.
Como tantas veces hemos apuntado, y por
razones de espacio no profundizaremos ahora, fue el papel de los dirigentes
obreros, especialmente del PSOE y del PCE, los que evitaron que la lucha contra
el franquismo no se transformara en una lucha abierta y victoriosa contra el
sistema capitalista.
Aunque la dictadura cayó, su aparato
represivo no fue depurado y se llegó a un vergonzoso pacto de silencio entre
franquistas trasformados en “demócratas de toda la vida” y los principales
dirigentes de la izquierda sobre el verdadero significado de los años treinta,
del golpe de julio de 1936, de la revolución que se desató en la España
republicana, de la dictadura franquista y de la llamada Transición.
Sacar todas las lecciones es una
necesidad para preparar a la clase obrera y la juventud para los turbulentos
años que nos esperan../…
Continuará mañana con la parte 3 final.
Extracto de Libros de la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels:
1.- La revolución inconclusa. El movimiento anarcosindicalista (Autor:
Victor Taibo)
2.- Poder Obrero y
Contrarrevolución. (Autor: Juan Ignacio Ramos.
3.- Revoluciòn y Contrarrevolución en España. (Autor: Felix Morrow).
4.- Rusia: De la revolución a la
Contrarrevolución. (Autor: Ted Grant)
NOTA: Cualquier persona interesada en adquirir
algún libro pude dirigirse al siguiente link:
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