La economía mundial ha quedado anclada en un ciclo recesivo de difícil salida. La Unión Europea no encuentra el camino que muestre un signo claro de reactivación, sino que sufre una nueva recaída persistente en la crisis. No se trata solo de la periferia sureña europea, sino que afecta también a los países centrales como Alemania y Francia, este último país inmerso en convulsiones sociales y huelgas generales empujadas por la juventud estudiantil y la clase trabajadora, que rechazan los recortes y ataques del Gobierno Hollande. Eso expresa que la política de austeridad de la Troika sufre un cuadro de agotamiento y retrocesos sociales brutales e inadmisible por los pueblos, con tasas de desempleos crecientes y empobrecimiento generalizado de las masas que empieza el resurgir del movimiento obrero clásico.
La destrucción brutal de las fuerzas productivas y el paro crónico creciente de los últimos años, en la que se incluye una terrible devastación del Estado de Bienestar sin precedentes, incluyendo también al Medio Ambiente con la clara aceleración del Cambio Climático, señala la decadencia del modelo de producción capitalista, que marca un punto de inflexión en la historia moderna.
En los momentos actuales la economía capitalista no funciona porque tras la crisis estructural de sobreproducción que estalló en 2007 se ha producido una recesión brutal. Los dos factores principales que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas son la propiedad privada de los grandes medios de producción y la existencia de los Estados nacionales.
El capitalismo no produce para satisfacer las necesidades de la humanidad, sino que los empresarios producen con el único objetivo de vender las mercancías y obtener ganancias. Si una industria produce zapatos no es para que los ciudadanos no anden descalzos, sino para obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible. El fin del dueño de la fábrica no es producir mercancías, sino dinero: Como decía Henry Ford: “Yo no hago coches, yo hago dinero”.
Como la obtención del beneficio capitalista va ligado a la venta en el mercado, ya que el valor de las mismas incluye la plusvalía que es el valor del trabajo excedente no pagado al asalariado, cada capitalista particular se ve inclinado, obligado y estimulado por la competencia a vender cuanto más mejor. Por eso la producción capitalista tiende irresistiblemente a la producción en masa, para así obtener el máximo posible de beneficio y también con la intención de arrebatar la mayor proporción posible del mercado al resto de los competidores capitalistas.
De esta manera, la anarquía del mercado capitalista, donde la única regla es la obtención de beneficios, hace que en un momento dado, se produzcan más mercancías de las que el mercado (los consumidores) puede absorber. Esto es consecuencia, por un lado, de la tendencia ilimitada a la producción que se da en la economía capitalista y, por el otro lado, por el consumo necesariamente limitado de las masas. Llegado un cierto punto, “sobran” productos de todo tipo y aumentan los stocks sin vender. La caída de las ventas y la disminución de precios por la competencia que se da en un mercado saturado, hacen que los beneficios de los capitalistas desciendan: La inversión productiva también desciende para ajustar la producción a las ventas, se cierran plantas industriales y se despiden trabajadores. Los bancos dejan de dar créditos, y todo entra en una espiral descendente que conduce a una parálisis de la economía y a la entrada en la crisis o recesión (contracción).
Así pues, la crisis económica es consecuencia de la tendencia de la economía capitalista a la sobreproducción de mercancías. Pero esto no quiere decir que sobre producción porque las necesidades sociales ya estén satisfechas. Nada de eso. Sigue habiendo millones de personas que no pueden acceder a una vivienda, a la alimentación, a productos de primera necesidad, por no decir a servicios públicos dignos. Al haber demasiadas mercancías en las tiendas, los precios tenderían a bajar. La gente podría comprar más barato. Pero el capitalista dice: “¡Alto¡ Ésta es mi propiedad y con precios tan bajos no obtengo suficientes beneficios”. De manera que el capitalista prefiere dejar de fabricar.
Vemos así la paradoja y la sinrazón del sistema capitalista: La producción “en exceso” en el sistema capitalista es lo que provoca la crisis y con ella el empobrecimiento, las penurias y la escasez para las familias trabajadoras. De esta manera vemos cómo la propiedad privada de los medios de producción (la propiedad capitalista) basada en la búsqueda de beneficios individuales, conduce directamente a la crisis y, por lo tanto, se convierte en un obstáculo para desarrollar las fuerzas productivas, mientras empobrece al conjunto de la sociedad.
La existencia de enormes empresas y monopolios multinacionales no pueden prevenir la crisis mediante algún tipo de “planificación” de la economía capitalista. La historia del último siglo así lo atestigua. Al contrario, dan a estas crisis un carácter universal y más destructor. La economía capitalista es una economía mundial y todos los países están interrelacionados unos con otros, por medio del comercio y el mercado mundial, siendo los agentes principales estas multinacionales y monopolios. Como mucho, estos monopolios, utilizando estadísticas y ordenadores, pueden detectar con cierta anticipación la caída de las ventas y reducir la producción para no saturar el mercado con una sobreproducción de mercancías invendibles, dejando una parte de las fábricas sin funcionar o trabajando a un ritmo menor. Pero en cualquier caso, eso provoca una sobrecapacidad instalada en sus fábricas, que no es sino, otra manera en que se manifiesta la tendencia a la sobreproducción en la economía capitalista.(…)
ÁREA DE COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A
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Próximo artículo… “LA AGONÍA LENTA DEL CAPITALISMO RECLAMA UNA ALTERNATIVA: EL SOCIALISMO”. (Parte 4 de 5)
(Recomendable leer artículo 1 y 2 anteriores).
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