En agosto de 1942 la pacífica, civilizada y neutral Suiza cerraba definitivamente las fronteras a los refugiados provenientes de los países ocupados por Alemania mientras aceptaba con reverencia el oro y las obras de arte robadas por los nazis, e importantes empresarios utilizaban a los judíos ucranianos del campo de concentración de Sengen como mano de obra esclava para sus empresas, al servicio del III Reich.
Desde 1938 el antisemitismo en Alemania y los países ocupados por ella alcanzó unas proporciones dantescas. Esto provocó, especialmente tras la promulgación de las infames leyes racistas de Nuremberg y el pogromo de la Noche de los Cristales Rotos, el éxodo masivo de la población judía hacia el resto de Europa y EEUU, generando una importante crisis de refugiados. Para “resolverla” se convocó ese año en Francia una conferencia en la que participaron 32 países, entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá y Australia. Dicha conferencia concluyó sin que ninguno de ellos, salvo la República Dominicana, aceptara acoger a más refugiados. Lejos de esto, la democracias occidentales blindaron sus fronteras abandonando a su suerte a esa ingente masa de personas, extenuadas, hambrientas y despojadas de todos sus bienes, que vagaban en busca de un destino donde sentirse a salvo.
Al final de la II Guerra Mundial el 80% de la comunidad judía en Europa, junto con otras minorías como la romaní, había sido exterminada. Eran más de seis millones de hombres, mujeres y niños inocentes que, frente a las mentiras de la historiografía oficial, lucharon por su vida hasta el último momento.
Hoy como ayer, el acuerdo de la vergüenza
Han pasado más de 70 años de estos atroces acontecimientos y de nuevo la máscara de las “convicciones democráticas” y de los valores “consustanciales” a la Unión Europea vuelven a saltar por los aires tras la firma del infame tratado entre la UE y Turquía, que permitirá la deportación masiva a este país de refugiados, en su mayoría sirios. Como pago a sus labores de carcelera y gendarme exterior, Turquía recibirá 6.000 millones más de euros, y el compromiso de acelerar su incorporación a la Unión Europea.
También ahora, como en aquellos años, tratan de convencernos de que “la barca está llena” , de que es imposible acoger más refugiados. También ahora, como en aquellos años, las fronteras se cierran a cal y canto y los campos de concentración se abren, y la represión arrecia… Vemos largas colas de hombres, mujeres y niños vagando en el invierno europeo en busca de un lugar donde descansar del horror. Vemos como les golpean, les insultan, les humillan y les atacan ante la pasividad, cuando no la complacencia de los gobiernos “democráticos” europeos, independientemente de su filiación política. Incluso la Grecia de Syriza acepta ser cómplice de esta ignominia, alineándose en un frente común junto a la Alemania de Merkel.
El mecanismo para ejecutar esas deportaciones habla por sí solo. Como ha reconocido la portavoz para temas de migración de la Comisión Europea: “la idea es que, a partir de ahora, todos los migrantes rescatados en aguas griegas sean llevados a alguna isla griega para un primer ‘cribado’”. Los migrantes considerados “económicos” serán luego deportados a Turquía para un nuevo “estudio” de sus casos. Asimismo, todos los migrantes rescatados por la OTAN en aguas turcas serán llevados a Turquía, país que se encargará de “definir su estatus”. Y como si de ganado se tratara, por cada refugiado sirio deportado a Turquía, la UE se compromete a acoger a otro procedente de allí. Los seres humanos tratados como meros objetos que transportamos de un lado para otro. Sin sentimientos, sin familia, sin derechos... Yo te doy un sirio, y me llevo otro. ¿Al final que importa? Todos son… ¿sucios judíos?
En cualquier caso, deportar a los refugiados a Turquía, para que desde allí tramiten de forma individual sus solicitudes de asilo, es una burla cruel que, en la práctica, será imposible de llevar a cabo. El gobierno turco, que se mantiene en el poder gracias al fraude electoral y a la represión sistemática, solo reconoce el estatuto de refugiado a los ciudadanos europeos, mientras lleva a cabo una política concienzuda de violencia sobre la minoría kurda y las organizaciones de izquierdas. La UE sabe perfectamente que el destino de los refugiados en Turquía serán campos de concentración en condiciones inhumanas o la repatriación a los países de origen sin ningún tipo de garantía. Y le parece perfecto. Para eso les pagan. Para que le saquen a esa chusma de Europa.
Mientras alientan y toleran a los grupos xenófobos que actúan impunemente contra los refugiados en el norte de Europa, no han escatimado esfuerzos en ahogar la marea de solidaridad desatada en el mes de septiembre, donde miles de ciudadanos europeos ofrecieron sus casas, su tiempo y sus recursos para acoger a las familias que pedían asilo. El grito de “Bienvenidos Refugiados” provocó el pánico entre la burguesía europea, para quien mantener la división entre los trabajadores nativos y extranjeros es uno de los pilares fundamentales de su política de recortes.
En aquel momento, Angela Merkel y el resto de mandatarios europeos derramaban lágrimas de cocodrilo sobre el cadáver del pequeño Ailan, tendido en la arena, mientras maniobraban para frenar en seco la oleada de solidaridad que comenzaba a recorrer Europa. Con este acuerdo infame se liquida también el compromiso de realojar a 160.000 refugiados alcanzado por la UE en aquel momento, y de los cuales sólo se han acogido poco más de 800. En la España de la corrupción y del expolio del erario público, el Estado solo ha podido hacerse cargo de ¡16 personas!
De la misma manera, ahora pretenden estar horrorizados por el rosario de muertes que se producen cada día en el Egeo, y se declaran dispuestos a acabar con las mafias que introducen a los refugiados en Europa. Sin embargo, la forma de evitar esta sangría sería habilitar pasos seguros y los medios para atender adecuadamente a los refugiados en cada etapa de su viaje. Lejos de esto, lo que se ha hecho es aumentar el presupuesto de la Frontex (la policía de fronteras europeas), y destinar barcos de la OTAN para interceptar a los refugiados e impedirles el acceso a aguas europeas. Con estas medidas, la Unión Europea es directamente responsable del ahogamiento de miles de personas.
‘No vengáis a Europa’, la UE cómplice y responsable de esta masacre
Frente a esta actitud criminal, cientos de voluntarios, en su mayoría profesionales especializados en salvamento marítimo, con escasos recursos y una voluntad heroica tratan cada día de auxiliar a aquellos que naufragan en torno a las costas griegas. En esa labor ingente, asisten cada día con impotencia a la muerte de muchos de ellos, incapaces de socorrerlos a todos. También en este tema la bancarrota política de Syriza se muestra en toda su crudeza. En el súmmum del cinismo y la hipocresía, las autoridades griegas han detenido a varios de estos voluntarios acusándolos de “tráfico de personas”, entre los que se encontraban varios bomberos sevillanos. El objetivo, por supuesto, es evitar las tareas de auxilio, pues a los ojos del gobierno griego, y del resto de los gobiernos europeos, un muerto es, en todo caso, un problema menos. Con toda seguridad, el nuevo acuerdo con Turquía también pondrá dificultades a la labor de los voluntarios, si es que no declara sus actividades directamente ilegales.
La intención es clara, se trata de hacerles llegar con contundencia el mensaje que lanzó el pasado jueves el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk: “No vengáis a Europa”. De esta manera, se da un paso más en la consolidación del discurso xenófobo de la extrema derecha y del fascismo, en los ámbitos institucionales europeos. Al cierre de fronteras de los meses pasados, la incautación de los bienes de los refugiados o las peticiones de la patronal alemana para que estos trabajen por debajo del salario mínimo, se suma ahora el incumplimiento de la propia legislación europea e internacional, en materia de derechos humanos y se hace saltar por los aires el derecho de asilo.
Desde algunos organismos como ACNUR o la ONU se expresan timoratamente las “dudas” sobre la “ilegalidad” de algunas de las medidas acordadas en relación con las deportaciones de refugiados, aunque por supuesto, sin poner en cuestión la esencia de las mismas. En lo que a esto respecta, no nos cabe ninguna duda de que finalmente todas las medidas se ajustarán escrupulosamente a la legalidad, aunque para ello haya que cambiar radicalmente toda la legislación europea en materia de asilo. La legalidad no suele ser sinónimo de justicia, y hoy en Europa la ley convierte en delito la lucha por sobrevivir de millones de personas. Un delito que es penado con la deportación y la muerte.
Los valores democráticos, la tolerancia, la convivencia… no son para los capitalistas más que palabras bonitas sin ningún tipo de contenido. La historia de Europa está jalonada de momentos donde todos estos respetables caballeros y distinguidas damas han chapoteado en el fango y la sangre para continuar asegurando sus privilegios. Hoy escriben un nuevo capítulo de esta macabra historia, y los trabajadores, dentro y fuera de Europa, somos quienes pagamos las consecuencias. No lo permitiremos.
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