Hemos recibido este correo de uno de nuestros militantes de Izquierda Socialista con el ruego de que sea publicado en este blog. N nos cuenta que la "compañera" vicepresidenta del Congreso, está muy indignada con Pérez-Reverte por un artículo que ha dedicado ese autor en una carta pública y publicada, en la que manifiesta, haciendo uso a la Libertad de Expresión, una posición muy crítica con algunos parlamentarios. La "compañera" Vicepresidenta le pide a Pérez-Reverte "más reflexión" y "menos exabruptos". Reproducimos a continuación el mencionado artículo para que todos juzguen con su propio criterio sobre la polémica suscitada.
"Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.
Van pavoneándose graves, importantes, seguros
de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde
seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No
pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a
medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas
advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están
despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener,
algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida.. Desconociendo lo que
es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la
protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde
jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en
cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo
de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo,
hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo
visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de
acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada.
Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy
de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo
me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un
ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida
resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y
razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al
desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y
la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando
carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto
los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el
panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y
pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que
entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a
quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a
despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas
cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin
distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este
modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades,
sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos.
Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y
su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo
la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y
dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y
los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas
institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes
turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no
hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión
pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo
honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros
tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo
público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación
forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el
cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas
de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que
he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora,
por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo
que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos".
2 de noviembre de 2009
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Es que la señora vicepresidenta segunda es muy suspicaz. Perez Reverte es un literato gran amante del Siglo de Oro español. Ha estudiado a los pillos y sabe mucho de ellos.
ResponderEliminarPosiblemente se ha pasado un tanto, aunque no esta mal el que algunos se pasen un poco viendo la inmensa cantidad de los que no llegan, ven las cosas que pasan normal o la justifican por el simple hecho de que son "uno de los nuestros"