“El pueblo que no conoce su historia está
condenado a repetirla”. (Frase atribuida a muchos filósofos,
historiadores y pensadores desde
Confucio al Santayana que no deja de ser verdad).
Hoy 18 de Julio se cumplen 83 años del
inicio del tremendo drama que comenzó con el Golpe de Estado de Franco contra
la “República Democrática de Trabajadores de todas clases” y es preciso recuperar
la Memoria Histórica que sigue siendo
todavía una demanda de Verdad, Justicia y Reparación para todos aquellos que
lucharon contra el fascismo y por la revolución social, ofreciendo con una
generosidad y valor sin precedentes y para sus familiares que buscan los restos
enterrados en cunetas y fosas comunes.
Muchos historiadores y la burguesía cómplice hasta ahora, siguen
tratando una y otra vez de ocultar la verdad de aquellos dramáticos
acontecimientos.
La verdad es que bajo la Dictadura,
cientos de miles fueron asesinados, internados en campos de concentración,
torturados y vejados o arrojados a prisiones o tuvieron que marchar al exilio.
No solo se trata de recuperar la Memoria Històrica, sino que es la obligación
de cualquier persona decente, sea de la ideología que sea, seguir reivindicando
una justicia y una dignidad nunca reconocidas por las Direcciones de las
Derechas, cuyos herederos naturales de PP, C’s y Vox, niegan el golpe y
algunos hacen apología del Golpismo,
pero debemos aprender las lecciones del pasado reatando el nudo de las
tradiciones de toda una generación que se levantó contra el Golpe en defensa de
la Igualdad, la Justicia y la Libertad, para seguir construyendo una sociedad
mejor. Aquí dejamos este resumen de la Historia que nos ofrece el compañero
Jordi:
“La dictadura de Franco abarca un largo
y tétrico periodo de la historia reciente. Situado entre dos puntos de
ebullición del movimiento obrero en el Estado español, la revolución de los
años treinta y la llamada Transición de los años setenta, suele aparecer como
un periodo gris y carente de lecciones políticas y teóricas. Realmente no es
así. De entrada, la dictadura franquista es una prueba evidente de que ni la
más sofisticada, brutal y prolongada maquinaria de represión es capaz de anular
la voluntad de la clase obrera de transformar la sociedad.
El carácter revolucionario de la clase
obrera nace de su papel en la sociedad y eso es una realidad mucho más poderosa
que todo el terror que pueda desatar la burguesía para mantener sus
privilegios.
Un ejército forjado por el odio africano.
El método del terror y el exterminio
empezó inmediatamente después del golpe militar de julio de 1936 y se aplicó a
fondo durante los tres años que duró la guerra civil. El triunfo del ejército
dirigido por Franco, en abril de 1936, inicia un periodo negro en la historia
del Estado español cuya característica fundamental ha sido la represión brutal
y masiva. El carácter marcadamente represivo del ejército español y de Franco
en particular, tenía ya una larga tradición cuando se produce el llamado
alzamiento nacional.
Cuando estalla la huelga general de
1917, que afectó a todo el país, Franco era comandante y estaba destinado en
Asturias, donde dirigió una columna del ejército dedicada a restaurar el
orden. Franco estaba bajo el mando del general Burguete, el gobernador militar
de Asturias, que anunció que cazaría a los huelguistas como bestias salvajes.
Envió tropas regulares y guardias civiles a las cuencas mineras para desatar,
con el toque de queda, una campaña de terror. La represión causó 80 muertos,
150 heridos y 2.000 detenidos, de los cuales muchos fueron cruelmente golpeados
y torturados. El ejército se lanzó contra la población minera con el mismo
odio africano con el que estaban acostumbrados a someter a la población
marroquí, desatando una orgía de violaciones, pillaje, violencia y tortura.
Otro capítulo importante de la escuela
de Franco fue su paso por la Legión en 1920, fundada por Millán Astray, a la
que imprimió una crueldad brutal y una total indiferencia por el sufrimiento
humano. Franco adoptaba un benévolo paternalismo hacia sus subordinados, que
regularmente se dedicaban a realizar salvajes expediciones contra la población.
Entre 1928 y 1932 Franco dirigió la Academia General Militar de Zaragoza,
dejando constancia de forma muy clara y abierta de un acérrimo anticomunismo.
Muchos de los militares que se formaron bajo su supervisión participarían
activamente en el golpe de 1936.
Sin embargo, fue la salvaje represión de
la revolución asturiana de 1934 el precedente más importante en la formación
del futuro golpista y dictador. Franco la dirigió desde el Ministerio del
Ejército, enviando al ejército marroquí. No fue suficiente con la rendición de
los mineros, era necesario el castigo ejemplar a todos los implicados, tarea en
la que se empleó a fondo el comandante de la Guardia Civil, Lisardo Doval.
Desde entonces la prensa de derechas empezó a referirse a Franco como el
salvador de la República. Su papel determinante en la represión de la
revolución asturiana dio a Franco un considerable prestigio en los círculos
militares y de la burguesía.
Un terror premeditado, masivo y organizado.
El enfrentamiento con los mineros
revolucionarios asturianos en octubre de 1934 convenció a los principales
organizadores del golpe, que se puso en marcha tras la victoria del Frente
Popular en febrero de 1936, de la necesidad de una represión masiva y
aniquiladora. El general Mola, principal arquitecto del golpe, teniendo también
presentes las conclusiones del prematuro pronunciamiento del general Sanjurjo
en 1932, daba la siguiente directriz en abril de 1936: ””Se tendrá en cuenta
que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al
enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos
los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al
Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos, para
estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas””.
En el golpe, Franco se encargó del
ejército africano. Igual que en 1934 en Asturias llevó las tropas marroquíes a
la península, donde la Legión y los Regulares pudieron aplicar sus atroces
prácticas durante su avance hacia Madrid en los primeros meses de la guerra
civil. Las matanzas eran útiles desde diversos puntos de vista. Satisfacían el
carácter sanguinario de las columnas africanas; eliminaban gran número de
oponentes potenciales (anarquistas, socialistas y comunistas a quienes Franco
despreciaba como chusma) y, sobre todo, generaban un terror paralizante (Paul
Preston. Franco, caudillo de España.RBA Coleccionables, 2005).
Una de los capítulos más atroces de ese
periodo inicial de la guerra civil fue el paso de las tropas franquistas por
Badajoz, donde los legionarios, comandados por Yagüe cometieron una matanza
salvaje e indiscriminada, en la que fueron fusiladas y asesinadas 7.000
personas. Yagüe declaró a un periodista norteamericano que le acompañó durante
la marcha hacia Madrid: Claro que fusilamos. ¿Qué esperaba? ¿Suponía que iba a
llevar cuatro mil rojos conmigo mientras mi columna avanzaba contrarreloj?
¿Suponía que iba a dejarlos sueltos a mi espalda y dejar que volvieran a
edificar una Badajoz roja? (Ibíd). Esas palabras eran un claro reflejo de la
política general de exterminio que practicó Franco durante la guerra civil, y
revela que la represión sistemática y planificada militarmente, fue un
componente esencial para la consolidación de la dictadura y el aplastamiento
del movimiento obrero.
El odio y la violencia de los militares
golpistas eran un odio y una violencia de clase. Era la reacción de la
burguesía y de los terratenientes contra los trabajadores y los campesinos, que
en los años anteriores y durante la misma guerra civil, desafiaron sus
privilegios ancestrales. Son significativas las declaraciones del capitán
Gonzalo de Aguilera Conde de Alba y Yeltes, encargado de la prensa en la zona
nacional del norte del país, que reflejaban las creencias comunes de muchos
oficiales del bando nacional. Alegando que las masas españolas eran como
animales, declaró ante responsables extranjeros: Tenemos que matar, matar y
matar, jactándose ante ellos de haber fusilado a seis de sus trabajadores el
día que estalló la guerra civil, para animar a los otros. Solía explicar que:
De no haber alcantarillas en Madrid, Barcelona y Bilbao, todos esos jefes
rojos habrían muerto en su infancia en lugar de incitar a la chusma y hacer que
se vierta la buena sangre española. (
) Las alcantarillas son un lujo que se
reservará a quienes lo merezcan, a los jefes de España, no a la masa de
esclavos.
Franco contaba con multitud de
colaboradores, destacadamente falangistas y todo tipo de elementos
desequilibrados, deseosos de participar en las tareas concretas de represión.
El dictador era consciente de que algunos subordinados disfrutaban de las
labores más sanguinarias, como era el caso del director general de prisiones
Joaquín del Moral, que se deleitaba con los fusilamientos del día. Dar rienda
suelta a los sectores más putrefactos de la sociedad, lo que da una idea del
tipo de régimen que consolidó Franco tras la guerra civil, también tenía su
sentido. La represión no sólo aterrorizaba al enemigo sino que también ligaba,
inexorablemente, a quienes la cometían con su propia supervivencia: la
complicidad de estas personas garantizaba que se aferrarían a él como el único
baluarte contra la posible venganza de sus víctimas.
En gran medida, la táctica militar de
Franco durante la guerra estuvo determinada por un objetivo político claro. En
sus mismas palabras: Debemos realizar la tarea, necesariamente lenta, de
redención y pacificación, sin la cual la ocupación militar sería totalmente
inútil. La redención moral de las zonas ocupadas será larga y difícil, porque en
España las raíces del anarquismo son antiguas y profundas (
) La reconquista
del territorio es el medio, la redención de los habitantes, el fin (Ibíd).
Los bombardeos devastadores contra la
población civil, como el de Gernika, satisfaciendo las ansias experimentales de
la aviación alemana de Hitler, eran otra manera de redención.
Ejecuciones masivas y esclavismo.
Estos eran los mimbres con los que se
formó la dictadura de Franco: el terror y el exterminio. Según Anthony Beevor,
en su libro La guerra civil española, en el bando nacional se produjeron, como
mínimo, 35.000 ejecuciones y si se hace una proyección matizada, que tenga en
cuenta el mapa político de cada zona que falta por estudiar, (...) es posible
que la cifra que venía sosteniéndose hasta ahora como probable por la mayoría
de los historiadores, haya que corregirla al alza, hasta el punto de que la
cifra de todos los ejecutados por rebelión militar desde el primer día de la
guerra abierta hasta julio de 1948, más los que murieron por abandono, hambre o
epidemia, puede superar en mucho los 200.000 y acercarse a los 250.000. No se
pueden conocer, obviamente, las cifras de los asesinatos arbitrarios, los
paseos y los ejecutados por la ley de fugas (
) pero pueden rondar los
30.000.
Una de las prácticas generalizadas de la
dictadura de Franco, y que recientes estudios están cuantificando y sacando a
la luz, es la utilización masiva de la mano de obra esclava, que jugó un papel
determinante en la reconstrucción de la posguerra. Esa práctica empezó al
principio de la guerra civil y duró hasta los años setenta, dándose casos
incluso después de la muerte del dictador.
Según el artículo de Jordi García Soler,
Esclavos del franquismo: Aunque fue personalmente el propio Francisco Franco
quien puso en marcha este formidable negocio a costa de sus prisioneros
políticos, iniciado ya de hecho en mayo de 1937, al parecer fue el jesuita José
Antonio Pérez del Pulgar quien lo inventó e institucionalizó de forma oficial,
mediante la constitución del llamado Sistema de Redención de Penas. En su texto
de enero de 1939 titulado La solución que da España al problema de sus presos
políticos para mayor inri, editado por Publicaciones Redención, dicho
sacerdote no defendía ningún tipo de piedad ni clemencia para con los presos
políticos del franquismo no puede exigirse a la justicia social que haga tabla
rasa de cuanto ha ocurrido, sino que preconizaba para todos ellos poco menos
que la aplicación de la Ley del Talión: Es muy justo que los presos
contribuyan con su trabajo a la reparación de los daños a los que contribuyeron
con su cooperación a la rebelión marxista. Por supuesto que no se trataba de
una ocurrencia individual, ese criterio era compartido por la jerarquía
eclesiástica que apoyó, desde el principio, la cruzada nacional de Franco y
dio su legitimación a una dictadura basada en la más atroz represión. Si bien
el ejército fue el pilar fundamental del régimen de Franco, el papel de la
Iglesia, con su amplísima red de iglesias, escuelas y demás instituciones, con
su pléyade de curas y monjas, no fue nada secundario para su sostenimiento. En
ese sentido, la iglesia no tuvo nada que envidiar a la Falange y a los
Requetés.
Según el artículo citado, a principios
de 1941, esto es un par de años después de finalizada la guerra civil,
constaban en el Fichero Fisiotécnico (en él estaban registrados todo tipo de
datos sobre centenares de miles de prisioneros políticos antifranquistas para
tratarlos como auténticos esclavos) 103.369 penados, de ellos cerca de 10.000
mujeres, una cifra casi coincidente con la de los presos que entonces ya habían
sido juzgados y condenados por los numerosos tribunales civiles y militares
puestos en marcha en toda España durante aquellos años.
Otro dato que da una idea de la extensión
de la represión es que, por esas fechas, son más de 280.000 los prisioneros
políticos encarcelados entonces en todo el estado y que representaban el 10%
del conjunto de la población activa del país. Los presos siguieron aumentando
sin cesar. Según ha podido documentar recientemente el historiador Antonio
Miguel Bernal, sólo entre los años 1939 y 1943 el número de presos políticos
del franquismo llegó a superar los 550.000, también con una muy clara mayoría
de jóvenes entre ellos.
Hambre generalizada.
En esas condiciones de represión
extrema, las condiciones de la clase obrera bajo el franquismo descendieron a
niveles infrahumanos, hecho que no impidió que una minoría de privilegiados se
beneficiase de una mano de obra prácticamente gratuita, amasando grandes
fortunas. El negocio del estraperlo, muy vinculado a las corruptas redes
falangistas, hizo que unos cuantos se enriqueciesen rápidamente.
Las carencias provocadas por la
autarquía se exacerbaron debido a la decisión igualmente desastrosa de mantener
la peseta a un tipo de cambio absolutamente sobrevalorado. (
) La escasez de
productos básicos, en especial vestido y calzado, el hambre y un incremento
espectacular de la prostitución y las enfermedades epidémicas, incluidas
algunas que no se conocían en el Mediterráneo desde tiempos bíblicos, se
convirtieron en una realidad cotidiana de los llamados años de hambre (Paul
Preston. Franco, caudillo de España). Es interesante señalar que en ese periodo
la prensa lanza una intensa campaña denunciando los chistes contra Franco como
un delito contra el régimen, indicativo de la enorme impopularidad que había
alcanzado la dictadura. En 1950 el consumo de carne per cápita en el Estado
español era la mitad de lo que había sido en 1926 y el consumo de pan del mismo
año sólo la mitad de 1936.
Las huelgas de 1946-47.
Tan pronto como en el año 1947 el
movimiento obrero había dado sus primeras muestras de recomposición. Tuñón de
Lara, en su artículo El paro de1947 en Vizcaya, (publicado en 1985 por Cambio 16), describe lo siguiente: En
Cataluña, el año 1946 había comenzado por la huelga general de Manresa, el 27
de enero. Iniciada por un conflicto en la fábrica textil Bertrand y Sierra,
terminó en un paro, al que se unieron los comercios, los cafés y los cines; la
prensa silenció todo, pero los obreros conquistaron una prima de 75 pesetas al mes.
Más adelante: En el primer semestre de
1946 las huelgas se generalizaron en Tarrasa, Manresa, Granollers, Minas de
Potasa de Suria, Maquinistra Terrestre y Marítima, Hispano-Suiza de Mataró y
España Industrial. En noviembre de 1946 parará casi toda la industria textil
catalana y gran parte de la metalurgia. Allí subsistían organizaciones
cotizantes de la CNT y también de la UGT (que en su rama catalana de entonces
estaba en manos del PSUC).
Más adelante: Esta visión panorámica
forzosamente incompleta nos permite situar la huelga general más importante
que tuvo lugar durante el primer decenio de la dictadura franquista, la de
Vizcaya, el 1 de mayo y siguientes días de 1947. (
) Bilbao y la ría se inundan
con pasquines firmados por la Junta de Resistencia y las tres centrales
sindicales (UGT, STV y CNT). (
) El gobierno civil quedó enteramente
sorprendido al ver que el día 1 la huelga alcanzaba el 80% de las plantillas de
la Naval, la Babcok, más de la mitad de Altos Hornos y la totalidad de Astilleros
de Nervión, Aurrerá, General Eléctrica, Zorroza, etc.
Sin embargo, como señala Tuñón de Lara,
la oleada de 1947 no fue un principio, sino un final. Obedeció al ambiente
creado tras el final de la Segunda Guerra Mundial, marcado por las expectativas
de que Franco correría con la misma suerte que Hitler y Mussolini. Pero ni esas
primeras señales de vida del movimiento obrero tras la guerra civil, ni la
heroica y necesariamente limitada lucha de los maquis en el monte, fueron
suficientes para romper una dictadura que aún se podía asentar en la apatía y
desmoralización predominantes por la derrota de la revolución de los años
treinta. Al terminar el año 1947 la mayoría de las organizaciones clandestinas
de la oposición estaban totalmente desmanteladas y por supuesto las
democracias occidentales no tenían ningún interés en derrocar a Franco. El 16
de noviembre de 1937, más de un año antes del fin de la guerra, el gobierno
británico ya había legitimado de facto a Franco al nombrar a sir Robert
Hodgston agente diplomático británico en la España nacional. Durante la Segunda
Guerra Mundial, a pesar del apoyo, sobre todo logístico, que Franco prestó a
Hitler, tanto EEUU como Gran Bretaña suministraron petróleo y créditos al
dictador, aunque muy controlados. Con el fin de la contienda y el inicio de la
llamada guerra fría, EEUU establecería excelentes relaciones con Franco, con la
consiguiente instalación de bases militares en el soberano territorio nacional
y otro tipo de apoyos.
El crecimiento económico de los años sesenta.
En marzo del año 1950 se produce la
huelga de los usuarios del transporte en Barcelona, a la que siguieron otras de
diferente alcance en Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona y Madrid. En
febrero de 1956, por primera vez después del final de la guerra civil, tienen
lugar enfrentamientos estudiantiles en Madrid contra Franco.
Pero es en la década de los sesenta
cuando se producen los cambios decisivos. A finales de la década de los
cincuenta la economía española da síntomas de crecimiento significativo. Los
bajos salarios, las jornadas laborales extenuantes, la represión brutal, la
carencia de derechos, unos buenos mecanismos de repatriación de beneficios y el
severo Plan de Estabilización, hicieron la España de Franco algo muy atractivo
para los inversores extranjeros.
El crecimiento económico de los sesenta
actuó como un reconstituyente del movimiento obrero, a pesar de que,
paradójicamente, también fue un elemento de estabilidad para el régimen durante
un tiempo. Se produce una incorporaron a las fábricas de jóvenes trabajadores
que, sin haber participado directamente en la dramática derrota de los años
treinta, se fueron galvanizando en la lucha reivindicativa y alcanzando un
altísimo grado de politización. Ellos acabarían siendo la fuerza determinante
para el fin de la dictadura franquista. La ley de convenios colectivos de 1958
abría una rendija de participación de los trabajadores en la negociación. El
PCE, con diferencia la organización obrera con más implantación en la
clandestinidad, se infiltra en los sindicatos verticales alcanzando un éxito
notable. Muchos curas, influidos por el creciente malestar obrero y social,
giran a la izquierda y apoyan la causa de los trabajadores.
En 1958 nacen las primeras comisiones
obreras representativas en la mina de La Camocha, en Asturias. Se dan
experiencias similares en La Naval de Sestao en 1960. En 1962 se produce una
huelga general en la minería asturiana. En 1966 empieza a funcionar la primera
comisión coordinadora de ramas, conocida como la intersindical. En otoño de
1967 se hace público un manifiesto con una plataforma reivindicativa que exige
un salario mínimo de 300 pesetas, 100% de salario en caso de baja o jubilación,
escala móvil de los salarios, el derecho a huelga. ¡Sólo en Madrid se consiguen
25.000 firmas! Las elecciones en los sindicatos verticales en 1968 son un éxito
rotundo para Comisiones Obreras. En Sevilla, de los 66 representantes de la
sección social 63 pertenecen al sindicato. En Madrid obtiene el 80% en las
grandes empresas. La extensión y la intensidad del movimiento obrero se
acelera, afectando a muchas fábricas en un periodo relativamente corto de
tiempo.
A finales de los años sesenta todas las
fábricas más importantes del país habían participado en movimientos huelguísticos,
con un alto grado de politización. La inercia ya se había roto, la dictadura
estaba ya sentenciada. Ni la represión, ni la tortura, ni las detenciones de
los dirigentes de las fábricas, pudieron frenar la lucha. Al torrente principal
del movimiento obrero se sumaron otras capas sociales. A lo largo de toda la
década de los sesenta se produjeron conflictos en la universidad. La lucha
contra la opresión nacional, especialmente brutal bajo el franquismo, jugó un
poderoso papel en el movimiento contra la dictadura, particularmente en Euskal
Herria y Catalunya, arrastrando a sectores importantes de las capas medias y de
la juventud estudiantil a la lucha revolucionaria.
El fin de la dictadura y la crisis
prerrevolucionaria.
Es mentira que el franquismo se renovara
a sí mismo y como por un impulso modernizador caído del cielo hiciera
gratuitas concesiones democráticas. En realidad, el empuje del movimiento
obrero cogió a la dictadura por sorpresa y la represión se fue intensificando
cada vez más. Es interesante observar que el odiado Tribunal de Orden Público,
creado en 1963 para reprimir la oposición política a la dictadura, concentra el
60% de sus procedimientos en sus últimos tres años de existencia (1974 a 1977).
En los últimos coletazos de la
dictadura, poco antes de la muerte de Franco, se producen los últimos cinco
fusilamientos que causan una enorme conmoción política (en abril de 1963 se
había ejecutado al dirigente comunista Julián Grimau y en agosto a los anarquistas
Granado y Delgado). Bajo los gobiernos de Arias Navarro y de Suárez, tras la
muerte del dictador en noviembre de 1975, más de cien militantes de la
izquierda fueron asesinados por la Guardia Civil, la Policía o las bandas
ultraderechistas amparadas por el aparato estatal.
La dictadura franquista fue un régimen
de terror del principio hasta el final. En su etapa agonizante muchas ratas
saltaron del barco, pero no fueron las ratas las que lo hundieron. No fue la
monarquía borbónica, durante largo tiempo congelada y domesticada por Franco,
la que puso fin a la dictadura. Los atentados de ETA, incluso el perpetrado
contra Carrero Blanco, el otro yo de Franco, destinado a suceder al dictador,
tampoco influyeron en el desmorone de la dictadura.
En la etapa final de la dictadura no
sólo estaba preocupado el búnker que rodeaba a Franco sino la burguesía en su
conjunto. A partir de 1970 el movimiento obrero gana en profundidad y
extensión, abriendo el periodo prerrevolucionario que marcó el final de la
dictadura y que hemos tratado ampliamente en otros materiales. Los años setenta
fueron años de agitación e inestabilidad en muchas partes del mundo.
La crisis económica de 1973 actúa de
catalizador de procesos larvados durante mucho tiempo. En abril de 1974 estalla
la Revolución de los Claveles en Portugal, en pocos meses se nacionaliza la
banca y los principales medios de producción y el proceso adquiere un tinte
netamente socialista.
En la llamada Transición, aunque el
proceso no llegó tan lejos, el sistema corría un peligro real. Como siempre
sucede en los momentos críticos, ni la represión ni las concesiones cosméticas
son suficientes para frenar un movimiento largo tiempo contenido y con
profundas aspiraciones de cambio social. Como tantas veces hemos apuntado, y
por razones de espacio no profundizaremos ahora, fue el papel de los dirigentes
obreros, especialmente del PSOE y del PCE, los que evitaron que la lucha contra
el franquismo no se transformara en una lucha abierta y victoriosa contra el
sistema capitalista.
Aunque la dictadura cayó, su aparato
represivo no fue depurado y se llegó a un vergonzoso pacto de silencio entre
franquistas trasformados en demócratas de toda la vida y los principales
dirigentes de la izquierda sobre el verdadero significado de los años treinta,
del golpe de julio de 1936, de la revolución que se desató en la España
republicana, de la dictadura franquista y de la llamada Transición. Sacar todas
las lecciones es una necesidad para preparar a la clase obrera y la juventud
para los turbulentos años que nos esperan.
Escrito por Jordi Rosich.
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