Escrito por María Castro.
"Esta noche en Iowa ha comenzado una revolución política. Cuando los jóvenes, los trabajadores y los mayores comienzan a ponerse en pie, a decir alto y claro que ya es suficiente… que el gobierno de nuestro gran país nos pertenece a todos y no sólo a los millonarios, cuando eso ocurra, transformaremos este país”.
Barnie Sanders dirigiéndose a la multitud tras conocer los resultados en Iowa 1
La carrera electoral que culminará el martes 8 de noviembre con las elecciones presidenciales en EEUU ya ha empezado. El arrollador triunfo de Obama en 2008 reflejó el inicio de un proceso de polarización política y de giro a la izquierda de la sociedad. La actual campaña electoral expresa la profundización de este proceso: en el campo republicano con candidatos ultraderechistas y en el demócrata con la candidatura de Bernie Sanders. Efectivamente, la clase dominante norteamericana está conmocionada ante la posibilidad de que Bernie Sanders, que se reivindica como un “socialista democrático”, pueda conseguir un triunfo histórico y convertirse en candidato a la presidencia, como hizo Eugene Debs hace un siglo.
Las primarias en Iowa
El proceso de primarias empezó el 1 de febrero en Iowa y el resultado en el campo demócrata ha sido un empate técnico, con una mínima ventaja de tres décimas a favor de Clinton. Sanders consigue 695 delegados para la convención nacional de junio que elegirá al candidato y Clinton 699. El resultado es significativo si tenemos en cuenta que se trata de un pequeño estado agrícola de tendencia conservadora. En las primarias demócratas han participado 171.109 personas y Sanders ha conseguido 30.000 votos más que Cruz, el candidato ganador de las primarias republicanas, y casi el doble que el ultraderechista Donald Trump. Sanders ha arrasado entre los jóvenes menores de 30 años, con un 86% de los votos, frente al 11% de Clinton; y entre los que tienen ingresos más bajos gana con una diferencia de 16 puntos. Por su parte Clinton gana entre los negros y latinos con 18 puntos de ventaja, entre los que tienen ingresos más altos y sobre todo, entre los mayores de 65 años, con un 70% del voto.
Triunfo histórico en New Hampshire
El 9 de febrero se celebraron las elecciones primarias en el estado de New Hampshire. El resultado ha sido contundente, Sanders ha logrado el 60% de los votos frente al 39% de Clinton, 20 puntos de ventaja, la mayor diferencia de votos en unas primarias demócratas en sesenta años. Como en Iowa la participación también ha sido la más alta de las últimas décadas y, una vez más, Sanders ha arrasado entre los menores de 30 años, con un 85% de los votos y entre los votantes de la clase obrera, con un 65%, ganando con mayor diferencia en los distritos obreros. La derrota para Clinton es aún más sangrante si se tiene en cuenta que hasta hace poco era la favorita y en las primarias de 2008 venció a Obama en este estado. Cada avance de Bernie Sanders provoca sudores fríos en espina dorsal de los representantes del capitalismo norteamericano que ya barajan seriamente la posibilidad de que Sanders pueda convertirse en el candidato del Partido Demócrata, aunque todavía queda mucho camino por recorrer.
En el bando republicano, también la participación ha sido elevada, en este caso el responsable ha sido Donald Trump, que ha ganado con un 34% de los votos, el segundo ha sido el actual gobernador de Ohio, John Kasich, y por detrás Ted Cruz y Marcos Rubio, con aproximadamente un 11% de los votos cada uno. Este resultado es un varapalo para el aparato del Partido Republicano que tras la derrota de Trump en Iowa rápidamente anunciaron que Trump sería derrotado con facilidad en New Hampshire. Los resultados de las primarias en New Hampshire revelan una vez la extrema polarización política de la sociedad estadounidense, que se expresa a la derecha con los resultados de Donald Trump, y a la izquierda con el avance arrollador de Sanders.
Cuando el senador Bernie Sanders anunció su candidatura muchos pensaron que no tendría mucho recorrido, ya que durante décadas en EEUU la palabra socialismo y sus derivados no sólo era similar a invocar a Satanás, sino que estuvieron criminalizadas. La clase dominante norteamericana creía que había conseguido desterrar de por vida todo lo relacionado con socialismo y comunismo. Nadie esperaba el impacto de la campaña de Sanders. En menos de un año ha logrado el respaldo de 3,25 millones de personas, más que el resto de candidatos de ambos partidos. Rechazó aceptar dinero procedente de las empresas para su campaña y sólo en el último trimestre de 2015 recaudó 33,6 millones de dólares y en enero otros 20 millones, más del 70% a través de pequeñas aportaciones. Ha movilizado a miles en comités de apoyo a su campaña por todo el territorio: reparten hojas, visitan casas, recaudan dinero y con su trabajo voluntario hacen posible la organización de la campaña. Sus mítines son masivos y el sábado 23 de enero miles de personas participaron en manifestaciones convocadas por los comités para apoyar su candidatura.
Un discurso contra Wall Street
“En este país necesitamos una revolución política en la que millones de personas estén preparadas para ponerse en pie y decir ‘basta ya’ (…) una revolución contra los multimillonarios y oligarcas que han secuestrado el sistema político (…) Lo que decimos a Wall Street es que la clase obrera de este país está enferma y cansada de trabajar largas jornadas a cambio de bajos salarios”. Con esta clase de mensajes, el discurso de Bernie Sanders ha conectado con el descontento social, con la oposición generalizada a la política de recortes salvajes y con el giro a la izquierda de los jóvenes y de una capa cada vez más amplia de trabajadores. Lo más importante desde el punto de vista de la lucha de clases es que, a pesar de los límites de su programa —no defiende la nacionalización de las industrias estratégicas o la banca, un punto imprescindible en un programa socialista— ha situado las reivindicaciones de la clase trabajadora en el primer punto del debate político. Este es el gran mérito de la campaña de Sanders, Además, al presentarse como “socialista” ha provocado que toda una generación de jóvenes y trabajadores estén abiertos a estas ideas y quieran profundizar en el significado de ser socialista.
Los resultados de Iowa son un duro varapalo para los planes de la clase dominante. Consciente de la debilidad del Partido Republicano, fragmentado y que cuenta con unos candidatos que alejan al sector más moderado de su electorado, Hillary Clinton se había convertido en la apuesta segura. Es una de los suyos, una firme defensora de la política imperialista norteamericana, como demostró en los cuatro años que estuvo al frente de la política exterior del país. La fuerza con la que ha irrumpido Sanders es un gran contratiempo para la burguesía; aún quedan cinco meses de campaña, y probablemente veremos todo tipo de maniobras, legales o ilegales, para impedir el triunfo de Sanders. Un sector de la burguesía norteamericana está presionando al empresario Michael Bloomberg para que se presente como independiente y así intentar movilizar el voto conservador.
Por su parte, los republicanos, desde el nacimiento del Tea Party en 2008, han experimentado un continuo proceso de derechización y ahora el partido está dominado por distintas fracciones a cada cual más ultraderechista. El candidato más conocido es el empresario hotelero Donald Trump que al margen de su figura estrafalaria y polémica, refleja las tendencias totalitarias que existen en la clase dominante, es un intento clásico de atraer a los sectores más atrasados de las zonas rurales y de la pequeña burguesía arruinada azuzando todos los prejuicios religiosos, el odio racial y la persecución de las ideas izquierdistas para canalizar la frustración de estos sectores hacia el camino de la reacción.
La clase obrera llama a la puerta
En el 2015 se dio un cambio en la marea de la lucha social y sindical en EEUU. El año empezó con la primera huelga en las refinerías desde 1982. Expiraban los convenios en la industria y la negociación ha sido la causa de numerosos conflictos laborales. El cambio de ambiente se ha expresado en huelgas duras y prolongadas, y en el rechazo de los trabajadores a los convenios presentados como hechos consumados por las direcciones sindicales del automóvil, acero o enseñanza. El apoyo de las direcciones de algunos sindicatos a Clinton ha provocado enfrentamientos abiertos con los afiliados que prefieren a Sanders y han llegado a manifestarse frente a las sedes sindicales para protestar por la decisión. El arranque de 2016 ha sido similar, con el anuncio de huelga del profesorado de Chicago o las protestas en los puertos.
El otro acontecimiento sindical importante ha sido la campaña Fight for 15$, para reivindicar un salario mínimo de 15 dólares la hora. El movimiento se extendió rápidamente porque conectó con la situación que viven millones de norteamericanos al borde de la asfixia económica. Ha servido para incorporar a la lucha sindical a miles de trabajadores de los sectores más explotados y sin derechos, con presencia abrumadora de mujeres, negros e hispanos.
La amenaza en el horizonte de una nueva crisis económica aleja la perspectiva de conseguir mejorar las condiciones de vida. Han pasado cinco años desde los acontecimientos de Wisconsin que dejaron vislumbrar el futuro de la lucha de clases en EEUU. Desde entonces la combatividad de la clase obrera se ha fortalecido, y se ha acrecentado el sentimiento anticapitalista que desembocó en el movimiento Ocupa Wall Street. El éxito de la campaña de Bernie Sanders es un reflejo de esta poderosa corriente de fondo y que mañana dará lugar a nuevas explosiones sociales.
1. The Guardian, 2/02/16
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