17 de febrero de 2014

La Conferencia de Ginebra, la guerra civil siria y los manejos del imperialismo.

obama_putin_assadDesde el 22 de enero se celebra en Ginebra la Conferencia de Paz sobre Siria, un intento por parte del imperialismo norteamericano y del ruso, así como de sus aliados regionales, para salvaguardar sus intereses en la zona ante la desestabilización que ha provocado en Oriente Medio la guerra civil siria, consecuencia de todo el proceso revolucionario que estalló con la revolución tunecina y egipcia.
La revolución siria comenzó como un genuino levantamiento de las masas de la clase obrera contra el régimen de Al Assad, en el que se llegaron a formar comités de lucha coordinados en todo el país para enfrentar al régimen. La estrategia desesperada de Al Assad para frenar la revolución fue combinar una represión feroz con el intento de apoyarse en las minorías nacionales —alauí sobre todo, a la cual pertenece—, tratando de dividir a la población en líneas étnicas y religiosas. Desde finales de 2012 a principios de 2013, el régimen estuvo contra las cuerdas. Buena parte del país estaba en manos insurrectas; la rebelión se instaló en Alepo, la ciudad más importante del país con más de cuatro millones de habitantes, y en barrios enteros de Damasco.
La amenaza de la intervención imperialista
Sin embargo, entre los meses de mayo y agosto de 2013, el gobierno sirio con el apoyo de tropas foráneas (Hezbolá e Irán) toma la iniciativa y consigue recuperar terreno. La ofensiva tiene su clímax en  agosto, coincidiendo con el ataque con armas químicas en Damasco, lo que supuso un serio desafío para el prestigio como policía mundial del imperialismo norteamericano, llevándole a amenazar con una intervención militar. Pero cuando Obama quiso poner en marcha su plan surgieron varios obstáculos que hicieron la tarea complicada: el principal fue la oposición interna dentro de los propios Estados Unidos donde, fruto de la crisis económica y la experiencia de las masas en las últimas décadas por las guerras en Iraq y Afganistán, se ha mermado la base social para una nueva intervención. Además, la dificultad de agrupar a sus antiguos aliados europeos en una nueva aventura alimentó la falta de entusiasmo para una nueva intervención imperialista. Bombardear Siria significaba atacar a un aliado histórico de Rusia e Irán, abriendo nuevos frentes de conflicto. Así que se crearon las condiciones para que la propuesta rusa de desarme químico de Siria fuera rápidamente aceptada por EEUU como una salida “airosa” al atolladero donde se estaban metiendo.
Durante la segunda mitad de 2013 todas las potencias de la zona intervienen en el país. El imperialismo norteamericano y sus aliados introducen armas a los insurrectos, a través de la ayuda humanitaria. Arabia Saudí, Qatar y Kuwait (que es el segundo donante de ayuda humanitaria tras EEUU) también apoyan a los insurrectos, aunque con su propia agenda, para golpear a un enemigo histórico como es el régimen de Al Assad, aliado de Irán. Estos países envían mercenarios yihadistas que se hacen con el control del país de diversas zonas. A comienzos de 2014 los combates se recrudecen por todo Siria, sin que ni la oposición ni el régimen consigan imponerse.
La guerra desestabiliza Oriente Medio
La guerra siria afecta al resto de países de la zona de un modo severo. Líbano, con una población de cuatro millones de habitantes, recibe más de un millón de refugiados sirios, exacerbando las contradicciones internas del país. La guerra siria se ha traslado al noreste del país donde el ejército libanés ha tenido que intervenir para frenar los choques entre suníes y chiíes en la población fronteriza. El gobierno turco ha mantenido enfrentamientos con grupos yihadistas en su frontera con Siria y está construyendo un muro de 900 kilómetros y cuatro metros de alto para controlar el paso de refugiados, que ya suman 600.000. A esto se añade que los kurdos sirios se han declarado como estado independiente conformando su gobierno, dando nuevo brío al separatismo kurdo dentro de Turquía. En Iraq, el primer ministro, Al Maliki, ha declarado que entregar armas a los insurgentes sirios es apoyar al terrorismo. Esta negativa a ayudar a la oposición a Al Assad proviene de los problemas internos iraquíes. El frente islámico de Siria y Levante recientemente ocupó en Iraq las localidades de Faluya y Ramadi y opera en el interior de Siria abogando por un estado islámico suní, tomando territorio iraquí y sirio. Este nuevo frente insurgente alarmó al imperialismo, obligando a EEUU a incrementar el apoyo al régimen iraquí. Esto coincide con que el peso de las operaciones militares de la oposición siria se ha ido desplazando del Ejército Libre Sirio (ELS) hacia los grupos yihadistas (dándose enfrentamientos armados entre ellos por el control de zonas) de tal modo que EEUU sopesó retirar temporalmente la entrega de armas a los insurgentes a finales de 2013.
Por la revolución socialista  en Oriente Medio, por una política de independencia de clase
La guerra está actualmente en un impasse, que han aprovechado los imperialistas para presionar a Al Assad con el fin de llegar a algún tipo de acuerdo favorable a sus intereses, este es el marco en el que se convoca la Conferencia de paz de Ginebra. Tanto si se consigue un acuerdo como si no, del imperialismo no puede venir ninguna salida que beneficie a los pueblos de la zona. La única salida para la barbarie de la guerra proviene de la clase obrera y de que ésta se dote de una auténtica dirección revolucionaria. La clase obrera siria ha carecido de ella en estos años. El Partido Comunista sirio ha apoyado a Al Assad mientras que los Comités de Coordinación Local, que surgieron al inicio de la revolución y que estaban ligados al Comité de Coordinación Nacional Sirio (CCNS), han quedado impotentes ante la política de su dirección que, a finales de 2011, abogaba por la negociación con los sectores moderados del partido Baaz, para intentar llegar a un acuerdo si cesaba la represión*. Ante la arremetida brutal del ejército sirio, de Hezbolá y de las milicias iraníes no es de extrañar que la política de este sector de la oposición (formado por laicos y sectores de la izquierda) perdiera el apoyo de las masas. Así se han conformado claramente dos sectores: el proimperialista del CCNS y su brazo el ELS, financiado por EEUU y Turquía y, por otro lado, los grupos islamistas más o menos radicales sustentados con el apoyo económico y militar de las monarquías árabes.
La única manera de reanudar la lucha por un cambio social profundo y superar el callejón sin salida que para las masas significa tanto el imperialismo como la reacción islamista, es con la adopción, por parte de los sectores más conscientes de los trabajadores sirios, de un programa socialista e internacionalista.
CARLOS RODRIGUEZ. 

* La fragmentada oposición siria: goo.gl/r7JbG9.

No hay comentarios:

Publicar un comentario