12 de julio de 2010

CHINA: La lucha de clases se abre camino.

Los titulares de prensa sobre la espectacularidad del crecimiento económico chino han sido desplazados temporalmente por el estallido de varias huelgas en el país asiático. Un articulista del Financial Times1 escribía al respecto: "Los trabajadores itinerantes de China, conocidos como ‘fábricas sin humo', muestran por fin algo de ardor". Esta velada crítica a la "falta ardor combativo" del proletariado chino, tiene un punto débil, obvia los enormes obstáculos a los que se enfrenta la clase obrera de la llamada fábrica del mundo.

Junto a las embrutecedoras condiciones de explotación, que están llevando a un número significativo de obreros al suicidio, los trabajadores chinos, soportan la losa que supone la burocracia estalinista y procapitalista del PCCh al frente del régimen. No hay que olvidar que todavía hoy, el artículo 1º de la Constitución proclama que: "La República Popular de China es un Estado socialista encabezado por la clase obrera sobre la base de una alianza obrero-campesina".


Un paraíso para los capitalistas, un infierno para los asalariados

Veamos algunos ejemplos de en qué consiste el socialismo para estos supuestos dirigentes "comunistas". La empresa Foxconn, un auténtico gigante, que a pesar de su origen taiwanés es el mayor fabricante mundial de productos electrónicos para multinacionales como Apple, Dell o HP, emplea a 800.000 trabajadores en China. Dirigida con mano firme por Ferry Gou -uno de los hombres más ricos de Asia con una fortuna valorada en 6.000 millones de dólares- ha ocupado más de un titular por el suicidio de once trabajadores en un corto período de tiempo. Detrás de estas muertes se encuentran unas condiciones laborales inhumanas. Los trabajadores de sus factorías de Shenzhen, han denunciado las técnicas militares en las cadenas de montaje así como los salarios base de cien euros mensuales, que les obliga a realizar un sinnúmero de horas extras, hasta el punto de convertir la jornada media en 16 horas diarias seis días a la semana. Coaccionados por el escándalo que ha provocado la publicidad de estos hechos, la empresa ha anunciado subidas salariales de entre el 30 y el 66% los próximos meses.


En las factorías de Honda, los trabajadores han emprendido el camino de la lucha contra sus insoportables condiciones de trabajo. La primera huelga comenzó en una de las fábricas del sur del país, pero rápidamente se extendió a las tres plantas restantes y otras empresas fabricantes de componentes para la multinacional japonesa. El efecto dominó, que supuso la paralización total de la producción en el país, preocupó mucho a los jefes, que finalmente se han comprometido a un aumento salarial del 24%. Otras empresas como Hyundai, KOK, Tsisheng Furniture o Lenzhou Vinylon también han sido escenario de luchas por reivindicaciones salariales.
El comentarista al que anteriormente hacíamos referencia, añadía otra nota interesante: "Los fabricantes del Delta del Río Perla, el centro de exportaciones de China, ya están acostumbrados a la inflación salarial: los sueldos mínimos mensuales se han multiplicado por más del doble desde 2001. Pero esta oleada de activismo parece distinta".


De la lucha salarial a las reivindicaciones políticas

Efectivamente, no se trata sólo de aumentos salariales. Estamos asistiendo al despertar de la conciencia de un sector del proletariado chino compuesto por decenas de millones de jóvenes que huyeron de la miseria de sus aldeas en busca de una vida mejor en la ciudad. Y, es precisamente a través de la lucha por estas modestas y básicas mejoras, como empieza a incubarse la necesidad de avanzar en el grado de organización del movimiento y la extensión de las demandas. Junto a las exigencias económicas, la plantilla de Honda ha reclamado otras reivindicaciones que, empezando por la lucha sindical, se adentran en un terreno más político. Frente al sindicato oficial del régimen2, demandan la elección directa y el control de sus representantes sindicales, a los que exigen una implicación total en la lucha.
Estamos en los primeros compases, es cierto, pero el proceso ya está en marcha. China no es una excepción: capitalismo es lucha de clases. La conciencia puede tardar más o menos en desarrollarse y expresarse pero, finalmente, las condiciones materiales acaban imponiendo su sello en la forma de actuar de las diferentes clases. Es más, la voracidad insaciable de los patronos no dará tregua a los trabajadores chinos, que necesitarán perfeccionar sus métodos y organizaciones de lucha, así como ampliar su programa reivindicativo, para defenderse de nuevos ataques. Si bien muchos empresarios se han visto obligados a aceptar mejoras salariales, al mismo tiempo están diseñando planes para evitar esta tendencia a la reducción de sus beneficios. En diciembre de 2009 la Cámara Norteamericana de Comercio de Shanghai, realizó un estudio entre 2002 multinacionales que concluía que un 28% de éstas consideran la Costa Este demasiado cara por lo que tienen previsto desplazarse hacia el interior del país -zonas en las que las bolsas de miseria pueden garantizarles salarios igualmente miserables-. Otro 14% de las empresas preguntadas respondió que junto a un posible desplazamiento al interior, proyectan procesos de deslocalización orientados a Vietnam, India, Tailandia e Indonesia. Así lo está haciendo ya el grupo de capital alemán Adidas.


Los dirigentes chinos mantienen una actitud cautelosa, con declaraciones -e incluso algunas reformas legislativas- favorables al aumento de los salarios mínimos y la protección laboral. La cúspide de la burocracia del PCCh es consciente del polvorín social sobre el que se sienta, del profundo sentimiento de injusticia existente entre las masas que comprueban en sus carnes como las cifras de crecimiento de dos dígitos no suponen una mejora sensible en sus duras condiciones de existencia.
La ecuación que debe resolver el régimen se vuelve cada vez más complicada. A la perspectiva de un incremento de la tensión social, se suman también otros elementos de incertidumbre en la economía del país. Paradójicamente, la impactante cifra del 11,9% de crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2010 lejos de ser celebrada, fue analizada de la siguiente manera por el portavoz de la Oficina Nacional de Estadística: "La tendencia alcista se moderará a lo largo de los próximos meses y el crecimiento se quedará en un 8% este año, ya que el incremento del segundo trimestre será mucho menor que en el ejercicio anterior."


Claroscuros del crecimiento chino

En este panorama, cobra relevancia un asunto extraordinariamente conflictivo: el valor de la moneda china, y la intensificación de las presiones de EEUU para su rápida apreciación. A mediados del pasado junio, el Banco Central anunció un proceso de revalorización del yuan que pocos días después alcanzó su cotización más alta respecto al dólar desde 1993. Teóricamente, y sin entrar en las nada descabelladas consideraciones de los sectores más escépticos3, un yuan más fuerte, abarataría el precio de las importaciones para China y aumentaría el poder adquisitivo de su población con el consiguiente y ansiado incremento del consumo doméstico. Al mismo tiempo, también beneficiaría a economías nacionales de Europa y EEUU, puesto que aliviaría el déficit comercial que estas mantienen en sus intercambios con el dragón rojo, alimentado a su vez la recuperación del conjunto de la economía mundial. Sin embargo, esta fórmula, aparentemente mágica por sus múltiples efectos benéficos, está lejos de ser perfecta. Y, es que, esta revalorización de la divisa china provocará a su vez el encarecimiento de las mercancías del gigante asiático y, por tanto, su pérdida de competitividad en el mercado mundial.4

Para complicar más la situación, están empezando a sonar las alarmas ante un posible estallido de la burbuja inmobiliaria. La preocupación proviene del crecimiento exagerado del precio de las propiedades que a su vez es una expresión del incremento de las tendencias especulativas del capitalismo chino. La inseguridad sobre la evolución de las exportaciones debido al retroceso del comercio mundial, alimenta la inversión en sectores como el inmobiliario, que prometen ganancias más rápidas y sustanciosas5 que las que se pueden obtener en las industrias más directamente vinculadas a la manufactura. Pero el crecimiento del sector inmobiliario tiene otras implicaciones; de hecho, el arrendamiento de terreno a largo plazo a las constructoras se ha convertido en una necesidad vital para las endeudadas administraciones locales6, que en 2009 obtuvieron ingresos por valor de 150.000 millones de euros por este concepto. Una parte considerable del crecimiento del PIB del primer trimestre de este año ha sido determinada por la inversión en propiedades, que en ese mismo período de tiempo creció un 25%.

Parece evidente que el capitalismo chino se enfrenta a nuevos desarrollos tanto en el terreno de la lucha de clases como en el económico -sin olvidar que ambos aspectos están interrelacionados y se influyen mutuamente-, sobre los que podemos trazar las tendencias generales. El método de análisis marxista analiza la realidad tal y como es, en sus múltiples facetas, sin prejuicios preestablecidos, estudiando los procesos en su desarrollo, en su movimiento. Por ello, nunca hemos negado el espectacular desarrollo de las fuerzas productivas en China, aunque fuera al calor de la restauración capitalista, ni, tampoco, dudamos en constatar la persistencia del crecimiento chino a pesar del estallido de la crisis económica mundial. Lo que afirmamos es que el capitalismo no ha conseguido superar sus contradicciones, tampoco en Asia. Y, es precisamente el desarrollo de esas contradicciones, que se están haciendo cada vez más visibles para las masas chinas, lo que alimenta el proceso de toma de conciencia de la clase obrera.

BÁRBARE AREAL.

1. La inflación salarial en China, Lex Column, publicado en expansión.com (2/6/2010).
2. Es una práctica generalizada que los representantes del sindicato oficial, vinculados a las administraciones locales, sean un instrumento más para justificar y ratificar la explotación salvaje del trabajo asalariado con el argumento de atraer y consolidar las inversiones de capitalistas extranjeros.
3. Varios analistas económicos estadounidenses -no olvidemos que EEUU es el país que con mayor déficit comercial con China- consideran esta medida del Banco Central chino un mero movimiento propagandístico destinado tanto a evitar las críticas contra el país asiático en la última cumbre del G-20 como la posible adopción de medidas proteccionistas. Estos sectores argumentan que la infravaloración del yuan se acerca al 40% y que las medidas adoptadas estas últimas semanas permitirán una revalorización que difícilmente superará el 3% anual.
4. En el mes de marzo, antes incluso de la revalorización del yuan, China registró su primer déficit comercial en seis años, por valor de 7.240 millones de dólares.
5. En 2009 la inversión en inmuebles se incrementó en un 75%. Se calcula además que entre una quinta y una cuarta parte del crédito liberado el pasado año se orientó también al mercado inmobiliario.
6. En un artículo titulado Atenas en China, publicado en expansión.com (7/6/10) podíamos leer: "De hecho, el endeudamiento total de las administraciones locales asciende ahora a unos 900.000 millones de dólares, frente a los 150.000 millones de hace un año y al equivalente de casi el 20% del PIB

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