El colapso del sistema financiero mundial es un hecho de tal magnitud, con tantas repercusiones en el plano económico, político, social, ecológico y militar, que es difícil predecir todas sus consecuencias que todavía pueden presentarse, aunque el aparato de propaganda de la burguesía quieren hacernos creer que todo irá bien, pero como clase trabajadora, tenemos la necesidad de luchar para evitar la catástrofe a la que nos lleva el capitalismo.
La realidad concreta es que la economía del conjunto del planeta se encuentra al borde del abismo, precipitándose hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Ese colapso económico está desvelando el auténtico funcionamiento de la llamada "democracia burguesa”, que en realidad es la dictadura del gran capital aplicada con firmeza por los cuatro bloques del sistema, como son China y Rusia por una parte y EEUU y Europa por otro, aunque este último bloque tiene grandes dificultades desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con su Gobierno de Grandes Capitalistas.
Ese modelo de tendencia despótica y Bonapartista en la que el Gobierno de EEUU está formado, con individuos de las élites que dominan la economía con sus potentes Monopolios del que extraen enormes plusvalías de sus asalariados, velan por los intereses de la clase dominante, continúan conspirando para que los costes de esta brutal recesión que se avecina la paguemos las familias trabajadoras de todo el mundo, metiéndonos impunemente la mano en los bolsillos de la ciudadanía, lo que representa robar a los más pobres para acumular las ganancias de los ricos banqueros y especuladores que son los auténticos responsables de las guerras y de las recesiones
Toda la caterva de analistas liberales, con los miles de asesores económicos del mundo de las finanzas que cobran enormes fortunas, han conseguido con sus errores y directrices enfocadas a favor del lucro privado de los capitalistas, que la mayoría de los bancos de inversión, aseguradoras y cajas de ahorros puedan terminar en la bancarrota o podrían ser colocados al borde de la suspensión de pagos.
Para constatar algo semejante hay que remontarse al crac de 1929. Para evitar un colapso, el gobierno de EEUU obligó a todas las naciones a realizar una gigantesca operación de rescate, inyectando dinero público para salvar la economía privada, que no evitó el desplome de los mercados durante todo el mes de septiembre de 2007 y 2008.
Ese tremendo desplome como era inevitable en una economía globalizada y con unos mercados financieros integrados a una escala nunca vista, debemos entenderlos como los efectos de la crisis cíclica estructural del sistema capitalista y no la causa.
Las causas fundamentales de las crisis cíclicas, son la apropiación individual de las plusvalías que ejerce la propiedad privada de los grandes medios de producción, las fronteras nacionales, la acumulación de riqueza en un polo y el empobrecimiento generalizado de las masas en el otro polo, el recurso al crédito de forma especulativa, entre otras que son las contradicciones insalvables del capitalismo y los activos tóxicos de enormes masas de capital fiduciario, que contagian también a los mercados financieros de Europa y resto del mundo, que sigue siendo un lastre que nos arrastra hacia el precipicio.
En la recesión anterior, en el primer año de la crisis, hasta septiembre de 2008, la administración norteamericana había gastado más de 900.000 millones de dólares en rescates y apoyos al sistema financiero que se les venía abajo. Los resultados para la recuperación fueron más bien escasos. A esta cantidad descomunal se sumaron las inyecciones de liquidez en el mercado interbancario por parte de la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra o el Banco Central de Japón, que habían superado generosamente el billón de euros. Según algunos cálculos, ese terrible agujero negro se tragó en torno a 20 billones de dólares.
Todas estas aportaciones de capital no consiguieron ni restaurar la confianza ni evitar el estrangulamiento del crédito después de más de cinco años. Por un lado, las montañas de deudas bancarias y empresariales acumuladas en estos años de orgía especulativa fueron muy difíciles de recuperar en un momento en que la economía real, productiva, se deslizaba con fuerza hacia la depresión, la guerra comercial y de divisas.
Luego vimos una contradicción más, porque mientras las carreras de armamentos con sus amenazas bélicas, produjeron los conflictos recientes, hasta llegar a la invasión de Ucrania por orden de Putin y la terrible masacre de la guerra de Israel contra el pueblo Palestino, que incluso con la amenaza nuclear entre los contendientes, junto con las guerras de Siria, Afganistán, Oriente Medio, Mali, Centro de África, etc, se enconan, la recesión se recrudece y la economía real sigue lanzando a los trabajadores al paro, con la destrucción de países y el genocidio de niños, mujeres y hombres.
Está claro que refinanciar la deuda de empresas en dificultades, y de los propios Estados al borde de la bancarrota, cuyas expectativas de negocio iban hacia abajo, no es una operación muy rentable. Éste es el caso de todas las grandes multinacionales de la construcción y las inmobiliarias cuyos activos se devaluaron a un ritmo de vértigo y sus valores se derrumbaron en la bolsa.
Al mismo tiempo los grandes bancos de todo el mundo, que quedaron anclados en el apalancamiento generalizado de las últimas décadas. Sus pasivos aumentaron y la capacidad de obtener liquidez en el mercado interbancario menguó, porque nadie se fía de nadie. El atesoramiento de enormes sumas en Paraísos Fiscales drenaron la recuperación y los ladrones no se fían de los ladrones, porque se conocen y podría volver a suceder.
Los valores bursátiles de las empresas financieras, bancos de inversión, bancos comerciales, inmobiliarias, constructoras, eléctricas, telecomunicaciones, aeronáuticas, automoción, o sea el conjunto de la economía, se han construido sobre una montaña de créditos que fueron impagables muchos de ellos, mientras los beneficios de los más ricos, seguían creciendo.
El frenazo de la economía productiva, el descenso en las ventas, el crecimiento del desempleo y de la morosidad y, por supuesto, el crac financiero, supuso un brusco punto y final a la festival de ganancias. Tan sólo en un año (de agosto de 2007 a septiembre de 2008), las bolsas mundiales perdieron el 22% de su valor, una caída equivalente a 12,4 billones de dólares. Si se suma el desplome acumulado en septiembre la pérdida se acerca a los quince billones.
En las bolsas estadounidenses se volatilizaron billones de dólares, valorados en esa fecha en una cantidad que superó el PIB de toda la América Latina y el Caribe juntos. Por más que intenten transmitir confianza, el sistema capitalista estaba inmerso en un crac de proporciones difícilmente cuantificables, que puede que se repita en la nueva recesión en la que podemos entrar.
En aquella época, tras el derrumbe provocado por el colapso del estalinismo en la URSS y en Europa del Este, la euforia de la burguesía mundial era colosal y se frotaban las manos de contentos. Intoxicados por sus éxitos aparentes, los imperialistas norteamericanos se lanzaron en tromba para imponer su doctrina en todos los rincones del mundo: globalización, liberalización económica, privatizaciones, desregulación de los mercados financieros, saqueo de los países pobres, extensión de la precariedad laboral y aumento de la explotación, caída de los salarios, intervenciones militares con “guerras preventivas contra el terrorismo", que eran organizadas como una mentira colosal y asesina por el despreciado “complejo bélico” a través de su mercenario aparato de propaganda burguesa.
Luego utilizaron el aparato de propaganda burgués, para intentar contrarrestar la “depresión de la población” y en un contexto semejante, los "teóricos" de la economía y la sociología burguesas se apresuraron a decretar el fin de todas las crisis y de la historia; los políticos y los gobernadores de los bancos centrales hablaban sin recato de un "círculo virtuoso" de crecimiento sin fin; y los premios Nobel de economía eran contratados por los grandes bancos de inversión para que aplicaran sus fórmulas matemáticas al negocio del dinero.
La OCDE en su documento de Perspectivas Económicas Mundiales de 1999 afirmaba: "Estamos en el umbral de una atractiva oportunidad: la posibilidad de un sostenido y largo boom de la economía mundial que se prolongará en las primeras décadas del próximo milenio” (...) “Una confluencia de factores podrían unirse para propulsar importantes mejoras en la capacidad de creación de riqueza y bienestar a escala mundial...".
Han transcurrido poco más de 25 años desde ese informe, un suspiro en la historia de la lucha de clases, y todas las expectativas se han transformado violentamente en su contrario arrasando con todas las certezas que parecían inexpugnables y barriendo la confianza de la clase dominante.
El pesimismo y la incertidumbre vuelven otra vez, no solamente entre la juventud y los pobres del mundo, que ven cómo nos siguen robando el futuro, sino incluso entre los estrategas de la clase dominante que se han quedado sin un modelo claro para salir del atolladero, porque en realidad, bajo el capitalismo corrupto y mafioso no hay salida para la humanidad.
En medio de aquella euforia, los defensores del materialismo dialéctico denunciamos las enormes contradicciones que el boom económico estaba creando en los cimientos del sistema. Nuestros análisis eran considerados con desprecio y altanería por los burgueses pero también por los “sabihondos social-liberales·, que marchaban coaligados con los “socialdemócratas”, hipnotizados por los magníficos "resultados" de las cuentas de beneficios, que vergonzosamente cedieron ante las presiones de la burguesía y comenzaron las contra-reformas.
También éramos criticados por algunos “marxistas estalinianos”, que todavía pululan por los intersticios del movimiento obrero, esos escépticos desmoralizados que se impresionaron por los brillos del boom y que achacaban a los trabajadores de su "bajo nivel de conciencia". Los hechos han respondido con claridad a todos estos elementos que abandonaron un punto de vista de clase, abandonando el socialismo, el comunismo e incluso el anarquismo.
Por otra parte, desde 1945 hasta 1970 los países capitalistas avanzados, especialmente EEUU y Europa Occidental, registraron tasas de crecimiento asombrosas, impulsando un desarrollo espectacular de las fuerzas productivas, del comercio mundial y de la división internacional del trabajo sin parangón en ningún otro periodo de la historia del capitalismo.
El motor de este crecimiento fue, sin lugar a dudas, las grandes inversiones en capital que hicieron aparecer nuevas ramas de la producción y multiplicaron la capacidad de crear manufacturas en masa. La extracción de las plusvalías, tanto relativas como absolutas fue en aumento, haciendo crecer vertiginosamente la tasa de ganancia de los grandes capitalistas, estancando los niveles salariales a la baja a la vez que se alargaban las hipotecas hasta dos vidas laborales y más.
A diferencia de lo que plantean ahora los defensores de la "regulación", no fue la intervención del Estado en la economía lo que movió el sistema hacia adelante, sino la reinversión masiva en el proceso productivo de la plusvalía acumulada y la especulación.
Pero esta fase de ascenso también fue liquidada por las contradicciones insalvables del capitalismo, dando paso a la recesión de los años setenta y sus consecuencias revolucionarias en todo el mundo, secundada por aquella segunda crisis de onda larga que comenzó en 2007/2008 en EEUU con el colapso de la economía.
El descrédito de las teorías keynesianas, teorías que por otro lado no ponían en riesgo la propiedad capitalista, fueron reemplazadas por las viejas ideas del “liberalismo y el monetarismo”, para salir de la primera gran ola, pero esta segunda fase no ha respondido a las medidas, ni a las keynesianas ni a las liberales.
Aunque no disponemos de espacio para analizar en detalle la historia económica de estos últimos años, un hecho sobresalía por encima de todos. En contraste con los años dorados de la posguerra, la rentabilidad que ofrecía la inversión productiva durante las últimas décadas se hacía cada vez menos atractiva para el capital, abandonando las inversiones productivas y dedicándose masivamente a la especulación salvaje.
A pesar de la aparición de mercados como China, que atrajeron fuertes inversiones occidentales y suavizaron los efectos negativos de la recesión del sudeste asiático a mediados de los años noventa, la acumulación chocaba con los límites de un mercado mundial que reflejaba la tendencia a la sobreproducción.
El fortalecimiento de China como potencia exportadora de manufacturas baratas agudizaba esta tendencia y lo que en un principio fue un respiro, dialécticamente ahora se convierte en su contrario, sobre todo, forzando a los BRICS a tomar medidas en busca de un nuevo polo, incluso con las nuevas monedas, como el Bitcoin y las Criptomonedas que perdieron éstas más de 120.000 millones de $ en 2 días, que están desatando “la guerra de las divisas” que es similar a una guerra comercial aguda, como la declarada ahora por Donald Trump y su asesor financiero Elon Musk, con su ataque con los “Aranceles a placer”, lo que se puede repetir la sobre-acumulación de capitales fortaleciendo los movimientos ascendente hacia la especulación, que podría forzar una desregulación absoluta del mercado financiero.
De nuevo el capitalismo camina hacia la catástrofe porque el paro, la miseria y las guerras se extienden como una mancha de aceite, por lo que es preciso preguntarse si esta sinrazón es necesaria.
El capitalismo se está convirtiendo en inviable y solo se explican esas sinrazones como consecuencia de la miopía y pusilanimidad de los dirigentes de las principales fuerzas políticas y sindicales de las izquierdas y el agotamiento de este sistema capitalista decrépito, corrupto, senil y reaccionario, que basa su política en someter a los trabajadores a una brutal dictadura de un puñado de banqueros y multinacionales que se dedican a la especulación en vez de a la inversión productiva y en crear puestos de trabajo.
Pero la clase trabajadora está entendiendo ya en la dura escuela de la lucha social, que es una necesidad el volver a levantar con fuerzas la bandera de la lucha por el genuino Socialismo Científico (*), ejercida desde abajo hacia arriba, donde se contemple un programa que contenga medidas como la expropiación de los banqueros corruptos, de los monopolios explotadores, de los latifundios ociosos, de los estafadores, especuladores y mafiosos, que son todos defensores de la dictadura financiera, por lo que, como clase trabajadora, debemos luchar por poner la economía democrática y científicamente planificada bajo control y al servicio de la clase trabajadora porque somos la “mayoría” democrática de la sociedad y es injusto que controlen la minoría de los Capitalistas que son la “minoría” del conjunto de la sociedad y encima se llevan las plusvalías que produce la clase trabajadora.
Con esas palancas fundamentales de la economía, bajo control de la clase obrera, sería totalmente posible utilizar toda la capacidad productiva de la sociedad para crear riqueza y poner a toda la fuerza obrera a trabajar.
En una situación así, con una verdadera democracia, la auténtica democracia obrera y socialista, toda la situación de penuria y crisis, de apatía y desgana, de depresión y frustración, se transformaría en su contrario, porque se lograría suprimir la lacra del paro y de la falta de futuro que agobia a la juventud y a la clase trabajadora.
A través de la planificación socialista de la producción, bajo control social y democrático para evitar la corrupción y el despilfarro, en una economía socializada sería factible reorganizar e incrementar la producción global, incluso reduciendo la jornada laboral, para repartir el trabajo como el bien fundamental, sin recortar los salarios, permitiendo a la población participar activamente en la gestión y el control de la economía y la vida social, en la política, en los sindicatos, en los movimientos ciudadanos, en la cultura, etc, que dejarían de ser cotos privados de una minoría de privilegiados para ser compartidos de forma rotativa e igualitaria por el pueblo trabajador organizado y activo, eliminando los monopolios del poder de esa minoría de corruptos que nos han llevado a la situación actual en la que no encuentran salida.
Ni técnica ni científicamente existe ningún impedimento para garantizar todos los Derechos Civiles a todos los ciudadanos, empezando por el trabajo, una vivienda digna decente y asequible, una Enseñanza y una Sanidad Públicas y gratuitas y unos servicios sociales universales con un salario justo y también uno social de subsistencia para los impedidos y enfermos.
Los ideales del socialismo genuino, se encargan de silenciarlo los grandes medios de comunicación al servicio de la burguesía porque están cautivos y censurados para la clase trabajadora y los trabajadores que luchamos por ese verdadero socialismo, que por supuesto, no cabe dentro del capitalismo mafioso de casino que es preciso derrotar y superar, poniendo en su lugar valores éticos y medidas “anti-fraude y anti-corrupción”, con TOLERANCIA CERO, con con una amplia firmeza ejercida por la democracia de los trabajadores.
El socialismo es ya una necesidad para la humanidad, pero no puede venir otorgado por los poderosos, sino que debe ser una conquista social producto de la acción organizada y unitaria de las masas de la clase trabajadora, en una lucha masiva y no violenta, de forma consciente, en defensa de un programa que represente una verdadera transformación de la sociedad.
Nuestra corriente Izquierda Socialista ha venido defendiendo durante años estas ideas socialistas, esa táctica unitaria y esa estrategia global, basadas en el análisis y el programa del socialismo marxista que nos legaron Pablo Iglesias Posse y los fundadores del socialismo histórico, por lo que hacemos un llamamiento a la juventud y a la clase trabajadora en general, para que nos activemos y luchemos en pro de la unidad, en los sindicatos y partidos de izquierdas, codo a codo con el resto de organizaciones sociales, en el movimiento de las mareas, en el ecologismo, entre los estudiantes y la juventud, en los sindicatos y demás colectivos sociales, del feminismo y otros, para participar todos juntos en la tarea más importante que merece ser llevada a cabo.
Invitamos a la juventud y la clase trabajadora en general a que se organize en nuestra corriente Izquierda Socialista, o en otras, para avanzar en la transformación socialista de la sociedad, porque otro mundo tiene que ser posible, pero basado en el Socialismo Científico y la Democracia Participativa y Ética(*) porque bajo el capitalismo no hay futuro para la Humanidad.
COMISIÓN PERMANENTE.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA.
PSOE DE ANDALUCÍA.
(*) Cualquier aportación, crítica o comentario, serán siempre bien recibidos y pueden enviarlo al correo siguiente:
ispsoeandalucia.malaga@gmail.com