5 de mayo de 2021

Parte 3 de 5). SOBRE EL MATERIALISMO DIALÉCTICO.

    

LA DIALÉCTICA Y LA METAFÍSICA

 Los filósofos griegos anticiparon brillantemente el posterior desarrollo de la Dia­léctica así como el de otras ciencias. Pero no podían llevar ellos mismos esta anticipación a su conclusión lógica, debido al bajo desarrollo de los medios de pro­ducción y a la falta de una adecuada información acerca de los fenómenos del Universo.

 Sus ideas dieron casi una correcta visión del conjunto, pero a menudo no eran más que geniales inspiraciones y no teorías elaboradas científicamente. Para llevar más lejos el pensamiento humano, era necesario abandonar este camino e intentar llegar a una comprensión general del Universo y concentrarse en las pequeñas, más mundanas tareas de coleccionar, elaborar y nivelar un conjunto de hechos indivi­duales, de verificar las teorías particulares mediante la experimentación, la definición...

 Esta aproximación factual, experimental, empírica, permitió un enorme avance del pensamiento humano y la ciencia. Las investigaciones sobre los fenómenos de la naturaleza se podían llevar ahora científicamente, analizando cada problema particular y verificando cada conclusión. Pero en esta evolución, en este nuevo estadio de desarrollo, la vieja habilidad de tratar las cosas en su conexión, y no aisladamente, en su movimiento y no estáticamente, en su vida y no en su muerte, se perdió.

 El estrecho, empírico, modo de pensar que consecuentemente surgió se llamó acercamiento metafísico y es el que todavía domina la moderna filosofía y la cien­cia capitalista. En política está reflejado en el famoso pragmatismo “si funciona, debe ser correcto” y en el constante llamamiento a los hechos, pero siempre aislados.

 Pero los hechos no se seleccionan a si mismos. Deben ser elegidos por los hom­bres. El orden y la secuencia en que se les ordena, así como las conclusiones que se obtienen de ellos, depende de las nociones preconcebidas del individuo. Así, estos llamamientos a los hechos, a los que se supone de acuerdo con una impar­cialidad científica, suelen ser sólo una cortina de humo para ocultar los prejuicios de los que los utilizan.

 La Dialéctica no se ocupa sólo de los hechos, sino de los hechos en su conexión, es decir, de procesos; no sólo de ideas aisladas, sino de leyes; no sólo de lo particu­lar, sino de lo general.

 El pensamiento dialéctico guarda la misma relación con la Metafísica que la que guarda un fotograma de una película con la película en su conjunto. El uno no contradice al otro, sino que lo complementa. De todas maneras, la más certera y completa aproximación a la realidad está en la película.

 Para la vida cotidiana y para cálculos sencillos, el pensamiento metafísico o sen­tido común es suficiente. Pero tiene sus limitaciones y más allá de éstas convierte la verdad en mentira. La principal pega de este tipo de pensamiento es su incapa­cidad para comprender el movimiento y el desarrollo y su repudio de toda contra­dicción. Sea como fuere, el movimiento y el cambio implican contradicciones. 

“Para el metafísico las cosas y sus imágenes en el pensamiento, los conceptos, son objetos dados de una vez para siempre, aislados, uno tras otro y sin necesidad de contemplar el otro, firmes, fijos y rígidos. El metafísico piensa según rudas contraposiciones sin mediación: su lenguaje es ‘sí, sí’, y ‘no, no’, que todo lo que pasa de eso de mal espíritu procede. Para él, toda cosa existe o no existe: una cosa no puede ser al mismo tiempo ella misma y algo diferente. Lo positivo y lo negativo se excluyen lo uno a lo otro de un modo absoluto; la causa y el efecto se encuentran del mismo modo en rígida contraposición. Este modo de pensar nos resulta a prime­ra vista muy plausible porque es el del llamado sano sentido común. Pero el sano sentido común, por apreciable compañero que sea en el doméstico dominio de sus cuatro paredes, experimenta asombrosas aventuras en cuanto que se arriesga por el ancho mundo de la investigación”.

Engels, Anti-Dühring. 

 Para las cuestiones diarias, por ejemplo, es posible decir con un cierto grado de certeza si un individuo, planta o animal está vivo o muerto. Pero es mucho más complicado decir exactamente dónde está el límite a partir del cual se puede ha­blar de vida independiente del feto en el vientre materno, y de igual manera es imposible fijar el momento de la muerte porque la fisiología ha demostrado que la muerte no es un suceso instantáneo, sino un proceso bastante largo.

 Como Heráclito advertía: “La misma cosa en nosotros vive y muere, duerme y está despierta, es joven y vieja; cada una cambia su lugar y deviene la otra. No­sotros entramos y no entramos en el mismo río: estamos y no estamos”.

 Trotsky, en su En defensa del marxismo, caracterizaba la Dialéctica como “una ciencia de las formas de nuestro pensamiento en la medida en que no se reduce a los problemas diarios, sino que intenta llegar a una comprensión de los procesos más complicados y complejos”.

 Comparaba la dialéctica y la lógica formal (la metafísica) con las matemáticas superiores y las básicas. Aristóteles fue el primero que desarrolló las leyes de la lógica formal, y su sistema lógico ha sido aceptado siempre desde entonces por los metafísicos como el único método posible de pensamiento científico: 

“La lógica aristotélica del silogismo simple parte de la premisa de que es igual a A. Este postulado se acepta como un axioma para una cantidad de acciones huma­nas prácticas y de generalizaciones elementales. Pero en realidad no es igual a A. Esto es fácil de demostrar si observamos estas dos letras bajo una lente: son comple­tamente diferentes. Pero, se podrá objetar, no se trata del tamaño o de la forma de las letras, dado que ellas son solamente símbolos de cantidades iguales, por ejemplo de un kilo de azúcar. La objeción no es válida; en realidad un kilo de azúcar nunca es igual a un kilo de azúcar: una balanza delicada descubriría siempre la diferencia. Nuevamente se podría objetar: sin embargo un kilo de azúcar es igual a sí mismo. Tampoco esto es verdad: todos los cuerpos cambian constantemente de peso, color, etc. Nunca son iguales a sí mismos. Un sofista contestará que un kilo de azúcar es igual a sí mismo ‘en un momento dado’. Fuera del valor práctico extremadamente dudoso de este axioma, tampoco soporta una crítica teórica. ¿Cómo concebimos real­mente la palabra ‘momento’? Si se trata de un intervalo infinitesimal de tiempo, en­tonces un kilo de azúcar está sometido durante el transcurso de ese ‘momento’ a cam­bios inevitables. ¿O este ‘momento’ es una abstracción puramente matemática, es decir, cero tiempo? Pero todo existe en el tiempo y la existencia misma es un proceso ininterrumpido de transformación; el tiempo es en consecuencia un elemento fun­damental de la existencia. De este modo el axioma es igual a A, significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe.

 A primera vista, podría parecer que estas sutilezas son inútiles: En realidad tienen decisiva importancia. El axioma es igual a A, es a un mismo tiempo punto de partida de todos nuestros conocimientos y punto de partida de todos los errores de nuestros conocimientos. Sólo dentro de ciertos límites se lo puede utilizar con uni­formidad. Si los cambios cualitativos que se producen en carecen de importancia para la cuestión que tenemos entre manos, entonces podremos presumir que es igual a A. Este es, por ejemplo, el modo con que vendedor y comprador consideran un kilo de azúcar. De la misma manera consideramos la temperatura del sol. Hasta hace poco considerábamos de la misma manera el valor adquisitivo del dólar. Pero cuando los cambios cuantitativos sobrepasan ciertos límites se convierten en cam­bios cualitativos. Un kilo de azúcar sometido a la acción del agua o del queroseno deja de ser un kilo de azúcar. Un dólar en manos de un presidente deja de ser un dólar. Determinar el momento preciso, el punto crítico, en que la cantidad se trans­forma en calidad, es una de las tareas más difíciles e importantes en todas las esferas del conocimiento, incluso de la sociología”.

Trotsky, En defensa del marxismo.

 HEGEL

 El viejo método dialéctico de razonar, que había caído en desuso desde los tiem­pos medievales, fue revivido a principios del siglo XIX por el gran filósofo alemán Hegel. Hegel, una de las más enciclopédicas mentes de su tiempo, sometió las afir­maciones de la lógica formal a una detallada crítica, y demostró sus limitaciones y su manera estrecha y unilateral de ver las cosas. Hegel realizó el primer análisis completo de las leyes de la Dialéctica. 

 “La idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado actualmente casi en su integri­dad en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como la formularon Marx y Engels, arrancando de Hegel, es mucho más vasta, más rica de contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta (la ‘negación de la negación’); un desarrollo que no dis­curre en línea recta, sino en espiral, por decirlo así; un desarrollo a saltos, a través de catástrofes y de revoluciones, que son otras tantas ‘interrupciones en el proceso gradual’, otras tantas transformaciones de la cantidad en calidad; impulsos internos del desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias que actúan sobre un determinado cuerpo o en los límites de un fenóme­no en concreto, o en el seno de una sociedad dada; interdependencia e íntima e inse­parable concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particulari­dad de que la historia pone constantemente de manifiesto aspectos nuevos), conca­tenación que ofrece un proceso único y mundial del movimiento, con sus leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, doctrina del desarrollo mucho más compleja y rica que la teoría corriente”.

 Lenin, Carlos Marx.

“Esta nueva filosofía alemana tuvo su culminación en el sistema hegeliano, en el que por vez primera —y esto es su gran mérito— se exponía conceptualmente todo el mundo natural, histórico y espiritual como un proceso, es decir, como algo en cons­tante movimiento, modificación, transformación y evolución, al mismo tiempo que se hacía el intento de descubrir en ese movimiento y esa evolución la conexión inter­na del todo. Desde este punto de vista, la historia de la humanidad dejó de parecer una intrincada confusión de violencias sin sentido, todas igualmente recusables por el tribunal de la razón filosófica ya madura, y cuyo más digno destino es ser olvida­das lo antes posible, para presentarse como el proceso evolutivo de la humanidad misma, convirtiéndose en la tarea del pensamiento el seguir la marcha gradual, pro­gresiva, de ese proceso por todos sus retorcidos caminos, y mostrar su interna legali­dad a través de todas las aparentes casualidades”. Engels, Anti-Dühring.


(CONTINUARÁ MAÑANA CON PARTE 4). 

Fuente:  Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels.  Extracto del Cuaderno de Formación Marxista número 1.  Materialismo Dialéctico.

https://fundacionfedericoengels.net/

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