La clase trabajadora británica está protagonizando
un levantamiento huelguístico y social. Años de precariedad y salarios de
miseria, de recortes y privatizaciones de los servicios públicos, de
degradación y abandono de ciudades y barrios obreros, de aventuras
imperialistas, como en Iraq o ahora en Ucrania, que terminan pagando en vidas y
en recortes las familias trabajadoras, han generado un profundo descontento que
amenaza con convertirse en una rebelión social generalizada.
Crisis y
decadencia del capitalismo británico.
Reino Unido se enfrenta a una crisis
económica, social y ecológica sin precedentes. Olas de calor que han paralizado
la economía y causado miles de muertes; una sequía sin precedentes que se prevé
continúe hasta octubre; una inflación que ya ha alcanzado el 10,1%, y que
podría llegar hasta el 18% en enero, condenando a la miseria a miles de
familias obreras que tendrán que elegir entre comer o calentarse; unos
servicios públicos, especialmente el NHS[1], al borde del colapso, y una gravísima recesión en el horizonte.
Los sindicatos combativos, como el RTM,
la izquierda laborista, Corbyn y Momentum, deben impulsar ya una campaña para
la convocatoria de esta Huelga General para convertirla en una realidad.
Y todo en medio del caos en los
medios políticos de la clase dominante tras la caída de Boris Johnson, cuyo
furibundo nacionalismo no ha sido capaz de esconder el completo fracaso del
Brexit y la profunda e irreversible decadencia de la que fue una de las
principales potencias imperialistas del planeta. Una situación que supone un
duro golpe también para el imperialismo norteamericano, que ve como a su
principal aliado en la guerra de Ucrania le crecen los problemas con
consecuencias cada vez más imprevisibles.
Una crisis que de nuevo, como en 2008,
supone sangre, sudor y lágrimas para las y los trabajadores británicos pero
beneficios estratosféricos para la City de Londres, los bancos y los grandes
monopolios capitalistas. Solo los directivos de las 100 mayores empresas
británicas que cotizan en la Bolsa de Londres han visto incrementados sus
ingresos en 2021 ¡¡en un 39%!! Desde el Gobierno conservador se afirma que no
hay recursos para el NHS y otros servicios públicos, pero al mismo tiempo se
destinan miles de millones de euros para la guerra de Ucrania llenando los
bolsillos de la industria militar.
Una oleadas de
huelgas que amenaza con convertirse en una rebelión social
En este contexto, la clase obrera
británica ha dicho “enough is enough” (¡ya basta!), extendiéndose
los conflictos obreros y las huelgas, legales e ilegales, a lo largo y ancho de
todo el país. La negativa de la patronal a ofrecer subidas salariales acordes
con la inflación, ofreciendo incrementos ridículos del 4,5 o 6% en el mejor de
los casos, que suponen un empobrecimiento salvaje, está desatando la ira de la
clase trabajadora.
En este mes de agosto, de nuevo, las y los
trabajadores de los ferrocarriles británicos, liderados por el sindicato RMT,
han vuelto a paralizar el país con una huelga de 3 días que se ha extendido al
Metro de Londres, y a la que también se han sumado los trabajadores de los
autobuses de Londres. Una huelga que ha paralizado Reino Unido y ha provocado
una campaña de calumnias y criminalización por parte de los Tories y
los medios de comunicación del gran capital.
La favorita en las primarias del Partido
Conservador, Liz Truss, una reaccionaria que intenta emular a Thatcher, no ha
dudado en acusar a los trabajadores británicos de vagos, cuestionando
abiertamente su derecho de huelga, y amenazando con endurecer aún más la
legislación antisindical elevando del 40 al 50% el margen de aprobación para
poder convocar legalmente una huelga y permitiendo que se puedan contratar
esquiroles. Es decir, suprimir en la práctica el derecho de huelga, volviendo,
tal y como ha señalado el Secretario General del RTM, Mick Lynch, a la “época
victoriana”.
Para el Gobierno conservador no hay
recursos para el NHS y otros servicios públicos, pero se destinan miles de
millones de euros para la guerra de Ucrania llenando los bolsillos de la
industria militar.
Pero todas estas amenazas están cayendo en
saco roto. Cada vez más sectores aprueban mayoritariamente convocatorias de huelga
para las próximas semanas: los estibadores del puerto de Felixstowe, por el que
salen y entran un tercio de las mercancías al Reino Unido, de correos, de
universidades, bomberos, trabajadores de los servicios de recogidas de basura e
incluso los abogados, que irán a la huelga indefinida, y los periodistas. El
Secretario General del sindicato ferroviario RTM ha planteado, tras los últimos
paros, que si no se atiende a sus reivindicaciones podrían ir a una huelga
indefinida.
Una oleada huelguística se está
contagiando a sectores desorganizados sindicalmente, como los trabajadores de
Amazon, o a empresas donde los sindicatos firmaron acuerdos salariales
ridículos, del 2 o 2,5%, y las plantillas desbordan a las direcciones sindicales.
Huelgas espontaneas, “salvajes”, según los medios de propaganda burgueses, que
desafían sin contemplaciones la legislación antisindical aprobada en su día por
Margaret Thatcher.
Una situación a la que se suma el temor de
millones de familias británicas por no poder calentarse este invierno ante la
subida desaforada de los precios de la energía, del 110% en el caso de los
combustibles líquidos, del 95% en el caso del gas y del 54% en el caso de la
electricidad. Se espera que para del mes de enero dos tercios de las familias
británicas, 45 millones, caigan en la pobreza energética. Una situación que ha
llevado a diferentes colectivos a impulsar una campaña de desobediencia civil
para no pagar las facturas energéticas, inspirada en la campaña contra el Poll
Tax[2] que
acabo con Thatcher.
Keir Starmer y la dirección laborista
contra los trabajadores.
Los tories, descabezados,
se encuentran sumidos en una profunda crisis, quizás la mayor de su historia.
Una crisis que habría tumbado ya al Gobierno en funciones forzando nuevas
elecciones, si no fuera por la política de colaboración de clases y paz social
de la dirección del Partido Laborista y su actual líder, Keith Starmer, y de la
burocracia sindical de las TUC.
Keir Starmer se está oponiéndo
públicamente a las huelgas, prohibiendo a los dirigentes y militantes del
partido participar en los piquetes: “El Partido Laborista en la oposición debe
ser el Partido Laborista en el poder… Y un gobierno no participa en piquetes,
un gobierno trata de resolver los conflictos”. Toda una declaración de
intenciones por si ganan las elecciones el día de mañana: Si gobernamos, lo haremos
para la patronal y los capitalistas.
eir Starmer se está oponiéndo públicamente a las huelgas, prohibiendo a los dirigentes y militantes del partido participar en los piquetes.
A pesar de todo, diputados y militantes
laboristas se han rebelado contra esta posición abiertamente propatronal y
esquirola, fruto de la enorme presión de la lucha de clases. Incluso uno de los
principales portavoces del equipo de Starmer, Sam Tarry, responsable de
Transportes del Partido Laborista, ha sido cesado poque acudió a un piquete del
RTM en Londres en la huelga de junio.
Una nueva confirmación, tras la caza de
brujas contra Corbyn que acabó con su expulsión del partido, de la
imposibilidad de conciliar los intereses de la clase trabajadora con una
dirección laborista completamente entregada a la gestión de los intereses de
los capitalistas británicos. ¡O con la clase obrera o con la patronal!
La posición de Starmer está abriendo un
serio conflicto con los sindicatos, y especialmente con aquellos aún afiliados
al Partido laborista. La propia Secretaria General del sindicato United, el
segundo mayor de Gran Bretaña y el que más financiación aporta al Partido
Laborista, ha amenazado con abandonar el Partido laborista ya que se está
volviendo “irrelevante para los trabajadores” y bajo la dirección de Keir
Starmer se dedica “a meter los dedos en el ojo” a los trabajadores cuando
deciden ir a la huelga.
Por otro lado, Starmer y la actual
dirección laborista, como buenos lugartenientes del gran capital en el
movimiento obrero, han eliminado del programa cualquier referencia a las
nacionalizaciones, que reintrodujo Corbyn, cuando más del 65% de la población
apoya la nacionalización de las empresas energéticas, de agua[3], de transporte o correos(4).
Las condiciones están maduras para una
Huelga General.
A pesar de los ataques del Partido
Conservador y de la actual dirección laborista, y de la campaña de calumnias de
los medios de comunicación burgueses, los trabajadores en lucha está
demostrando una fuerza extraordinaria, y cuentan además con la simpatía de la
mayoría de la población que padece en carnes propias el empobrecimiento
imparable.
En vez de escribir cartas de súplica como
hicieron en julio a la patronal y al Gobierno tory para que se
avengan a negociar, o lanzar campañas impotentes para pedir un salario mínimo
de 15 libras al tiempo que por la vía de los hechos rechazan generalizar las
huelgas, la dirección de las TUC y de los principales sindicatos en su seno
deben convocar ya una huelga general. Millones en las calles paralizando la
economía y la actividad del país sería un golpe demoledor contra la patronal y
acabaría definitivamente con un Gobierno conservador moribundo.
Una huelga general que unifique los
conflictos que día tras día se extienden y multiplican, que se construya desde
abajo conformando Comités de Huelga en todos los sectores y centros de trabajo,
que confluya con los movimientos de desobediencia civil que ya se están
organizando, y que se dote de un programa revolucionario, socialista, que
plantee las expropiación de la banca y los grandes monopolios británicos para
dedicar eso recursos a garantizar salarios dignos, vivienda, sanidad y
educación públicas, y que nadie tenga que elegir entre comer y calentarse.
Los sindicatos combativos, como el RTM, la
izquierda laborista, Corbyn y Momentum, deben impulsar ya una campaña para la
convocatoria de esta Huelga General para convertirla en una realidad. El
desarrollo de la nueva Plataforma “Enough is enough”, que se
presentó en Londres en un acto multitudinario y que ya ha recogido la adhesión
de medio millón de personas, es un paso adelante. Pero hay que convertir las
palabras en hechos, y aprender de los errores que se cometieron durante la
experiencia Corbyn, confiándolo todo a la vía institucional y parlamentaria, y
renunciando a la batalla militante en las calles.
Hay fuerza para tumbar al Partido
Conservador y para expulsar de los sindicatos a todos aquellos dirigentes
corrompidos que han renunciado a defender a la clase trabajadora y a los
oprimidos. Pero para ello hay que construir una izquierda revolucionaria de
masas, marxista e internacionalista, que defienda el programa del socialismo.
La clase obrera británica no está sola,
cuenta con la simpatía, la solidaridad y el apoyo del resto de la clase obrera
europea, que enfrenta una situación igual de catastrófica. No es posible un
capitalismo de rostro humano. ¡Hay que levantar la bandera del socialismo
internacionalista y revolucionario! ¡Es el único camino!
ESCRITO POR VICTOR TAIBO.
COMISION EJECUTIVA.
I.R.I.
[1] Sistema nacional de Salud
[2] El Community Charge –literalmente «impuesto a la comunidad»–
también conocido como poll tax, fue un impuesto que obligaba
al pago de un importe igual a cada ciudadano con independencia de su renta o
cualquier otra circunstancia personal o social, afectando especialmente a la
clase trabajadora y los sectores más empobrecidos. Desde Militant impulsaron
una campaña de desobediencia civil para no pagarlo a la que se sumaron millones
de personas, que no pagaron. Finalmente la campaña de desobediencia civil y
cientos de manifestaciones masivas y combativas llevaron a la retirada de la
Poll Tax y a la caída de Margaret Thatcher.
[3] En el caso del agua, por ejemplo, privatizada por Thatcher en
1989, a la gravedad de la sequía se ha sumado unas infraestructuras obsoletas,
fruto de la nula inversión por parte de las empresas concesionarias, que supone
que se pierda una quinta parte del agua fruto de fugas y roturas, y que no se
hayan construido nuevos embalses desde hace décadas. Y lo mismo podríamos decir
respecto a los ferrocarriles, privatizados por Thatcher y su sucesor John
Major. Privatizaciones nunca revertidas por el Partido Laborista bajo Tony
Blair y Gordon Brown.
[4] New poll: Public strongly backing
public ownership of energy and key utilities
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