(Recomendable
leer la parte 1 de ayer)
El dominio de la economía
mundial por un puñado de grandes monopolios, ya sea en la actividad minera,
petrolera, gasista o agro alimentaria, coloca el máximo lucro siempre por
encima de las necesidades humanas y medioambientales.
No hay salida a esta
barbarie bajo el orden actual. Las cumbres climáticas han fracasado y se han
convertido en un escaparate para que las empresas más contaminantes se laven la
cara ante la opinión pública.
El capitalismo verde es
una completa farsa pero ayuda a aumentar la tasa de benéfico de estos poderes
económicos que además reciben jugosas subvenciones públicas.
La lucha por la
supervivencia ecológica es también la lucha por el socialismo, por establecer
un régimen social y económico basado en una planificación democrática y
respetuosa con la naturaleza de las fuerzas productivas.
“Se nos recuerda así a
cada paso que en modo alguno dominamos la naturaleza como domina un
conquistador a un pueblo extraño, como alguien que estuviese fuera de la
naturaleza; sino que, con nuestra carne, sangre y cerebro pertenecemos a la
naturaleza, existimos en medio de ella, y toda nuestra supremacía consiste en
el hecho de que tenemos la ventaja, respecto a todas las demás criaturas, de
ser capaces de aprender sus leyes y aplicarlas correctamente”. (Engels)
El cambio climático se ha
convertido en una realidad que amenaza el futuro de la vida en el planeta. A
pesar de las abrumadoras pruebas científicas, la situación no solo no ha
mejorado sino que nos encontramos en el peor de los escenarios posibles, y los
datos de esta degradación medioambiental se suceden confirmando las previsiones
más catastróficas.
El aumento de la
temperatura por las emisiones de gases de efecto invernadero es superior a lo
previsto, habiéndose alcanzado un nuevo récord de concentración de CO2 en
la atmósfera en el año 2018 sin precedentes desde hace tres millones de años, y
sin que se haya logrado cumplir ni uno solo de los objetivos de reducción
acordados en las distintas cumbres climáticas.
El derretimiento de los
polos se acelera hasta el punto de que los expertos climáticos de la ONU ya han
confirmado que la subida del nivel del mar es imparable, amenazando a una gran
parte de la población mundial que vive en ciudades costeras.
Lo mismo ocurre con el
retroceso de los principales glaciares montañosos, en los Andes o en el
Himalaya, poniendo en peligro el suministro de agua para el consumo y la
agricultura de 2.000 millones de personas. Decenas de especies de animales y
plantas han desaparecido y muchas otras van en camino de hacerlo, en lo que ya
se conoce como “la sexta gran extinción”.
Todos los ecosistemas,
algunos tan esenciales para la vida como las selvas tropicales, se encuentran
contaminados y degradados, mientras avanza la desertificación y la pérdida de
tierras fértiles. El aumento de las temperaturas incrementa el riesgo de
incendios e impulsa dicha desertificación en un ciclo que se retroalimenta.
Esta situación, si no se revierte, implicará que el 80% del territorio del
Estado español se convertirá en desierto a finales de este siglo.
El ejemplo de los masivos
y virulentos incendios que han asolado el sureste de Australia ha puesto encima
de la mesa lo lejos que se ha llegado. Se han quemado más de diez millones de
hectáreas, una superficie superior a la de Andalucía, y han muerto mil millones
de animales, entre ellos un tercio de la población de koalas. Miles de
viviendas han sido arrasadas, casi treinta personas han muerto y más de 300.000
han sido evacuadas. También se han destruido ecosistemas únicos, como el de la
Isla Canguro que se ha quemado en una tercera parte. Camberra se ha
transformado en la ciudad más contaminada del mundo, con 5.000 microgramos de
partículas tóxicas por metro cúbico de aire (más allá de 200 microgramos es
nocivo para la salud).
Los océanos se mueren
fruto de la acidificación por absorción de CO2, acelerando la
desaparición del plancton, los corales y de gran parte de la fauna marina.
Esto,
junto a la sobreexplotación de la industria pesquera, puede llevar al colapso
de los hábitats marinos para el año 2050 según diversos estudios científicos.
Incluso se ha determinado que hemos entrado ya en una nueva era geológica, el
antropocentro, fruto de la huella ecológica dejada por la civilización
industrial durante los últimos doscientos años.
La paradoja actual es que
los avances científicos no solo nos permiten conocer con exactitud qué está
pasando y cómo está pasando, sino también contar con los conocimientos, la
técnica y los medios para poder frenar esta hecatombe. Algo que nos da una
enorme ventaja respecto a otros períodos históricos, cuando el ser humano
estaba sometido a los dictados de la naturaleza, ciego ante sus leyes y sus
procesos.
El fracaso de las cumbres por el clima.
Los cambios en el medio
ambiente no son exclusivos de nuestra época. Fenómenos como la desertificación,
la degradación de la tierra, la tala masiva de bosques, o la contaminación por
la extracción de minerales, los encontramos desde la aparición de las primeras
civilizaciones. Como efecto de la acción del hombre sobre la naturaleza se han
producido migraciones masivas en busca de nuevos recursos tras agotarlos en una
determinada región, e incluso el colapso o la decadencia de civilizaciones
enteras. Así lo señalaba el propio Engels en Dialéctica de la Naturaleza…/…
“Quienes desmontaron los
bosques de Mesopotamia, Grecia, el Asia Menor y otras regiones para obtener
tierras roturables no soñaban con que, al hacerlo, echaban las bases para el
estado de desolación en que actualmente se hallan dichos países, ya que, al
talar los bosques, acababan con los centros de condensación y almacenamiento
de la humedad. Los italianos de los Alpes que destrozaron en la vertiente
meridional los bosques de pinos tan bien cuidados en la vertiente septentrional
no sospechaban que, con ello, mataban de raíz la industria lechera en sus
valles, y aún menos podían sospechar que, al proceder así, privaban a sus
arroyos de montaña de agua durante la mayor parte del año, para que en la época
de lluvias se precipitasen sobre la llanura convertidos en turbulentos ríos”…/…
Tal y como explicaron Marx
y Engels en La
ideología alemana, “los seres humanos mismos empiezan a
distinguirse de los animales tan pronto como producen sus medios de subsistencia”
y, al hacerlo, “producen indirectamente su vida material”. Este hecho marca la
relación de los seres humanos con la naturaleza, ya que “lo que son coincide,
en consecuencia, con su producción, con lo que producen y con cómo lo
producen”. El ser humano existe transformando permanentemente la
naturaleza que le rodea de cara a producir su propia existencia.
Aunque el desarrollo de la
ciencia nos permite comprender en detalle los procesos que se dan en la
naturaleza y el efecto de nuestra acción sobre la misma, el sistema capitalista
y sus leyes impiden establecer una planificación racional y sostenible sobre la
producción de mercancías, los transportes y la energía. El conjunto de la
economía mundial gira en torno a un solo principio: la maximización de los
beneficios privados —especialmente del gran capital financiero que domina la
industria y la agricultura a gran escala— cualquiera que sea su coste ecológico
y humano.
Por supuesto, esto no es
el resultado de una maldición bíblica o de la inclinación de la humanidad por
destruir la naturaleza, sino del desarrollo del modo de producción capitalista
en su fase de decadencia imperialista. Tal y como señalaba Engels, “los
capitalistas producen o cambian con el único fin de obtener beneficios inmediatos
(…) Cuando un industrial o un comerciante vende la mercancía producida o
comprada por él y obtiene la ganancia habitual, se da por satisfecho y no le
interesa lo más mínimo lo que pueda ocurrir después con esa mercancía y su
comprador. Igual ocurre con las consecuencias naturales de esas mismas
acciones”…/…
La negativa a ir a la raíz
del problema es lo que está detrás del fracaso de todos los encuentros,
conferencias y cumbres climáticas que se han celebrado desde hace más de tres
décadas. En la Cumbre de Río (1992), y luego en la de Kioto (1997), se establecieron
planes para comenzar a frenar la emisión de gases de efecto invernadero. Sin
embargo, en 2013 dichas emisiones se habían incrementado un 61% respecto a
1990. Durante los últimos treinta años, cuando comenzaron las cumbres
climáticas, se han lanzado a la atmósfera el 50% de todas las emisiones de CO2 desde
el inicio de la era industrial en 1750, y solo en los últimos siete años, el
10%. Tras la Cumbre de París en 2015, que en los medios de comunicación se
presentó como un paso histórico, en 2017 y 2018 se ha registrado el mayor
incremento de las emisiones de CO2 de la historia…/…
Los propios objetivos de
la Cumbre de París, como en otras
anteriores, estaban condicionados a los planes que voluntariamente cada país
propondría a posteriori. Tras la presentación de los mismos, el resultado es un
aumento crítico de la temperatura de entre 3 y 3,5º. A pesar de que EEUU se ha
retirado finalmente del acuerdo de París de la mano de Trump, la ONU ya ha
señalado en un informe de 2018 que menos de una tercera parte de los países
firmantes están en camino de limitar sus emisiones siguiendo los objetivos
fijados. Incluso esas modestas metas requerirían medidas drásticas y
contundentes, empezando por la reducción de las emisiones en un 40%. Al ritmo actual, el Banco Mundial prevé un
incremento de las temperaturas de cuatro grados para finales de siglo, lo que
supondría un auténtico apocalipsis medioambiental…/…
Si la situación es tan
crítica, ¿por qué la reacción de los Gobiernos, las instituciones y las grandes
empresas capitalistas es tan negativa? ¿Acaso el destino del planeta no nos
afecta a todos, incluso a las élites? ¿Es que se niegan a escuchar a la
comunidad científica? No, esa no es la cuestión. Saben muy bien la magnitud del
problema desde hace mucho tiempo. Si el Gobierno norteamericano se ha retirado
del acuerdo de París, no es porque no sepa que el cambio climático es una
realidad, sino porque quiere que las multinacionales de su país sean más
competitivas. Es una dinámica impuesta por la lógica del capitalismo…/…
El Departamento de Defensa
de los EEUU y el Ejército son plenamente conscientes de la realidad del cambio
climático ya bajo la Administración Trump. En él se afirma que en base a las
pruebas disponibles “ya se han producido cambios significativos en el clima,
que probablemente empeorarán en los próximos años”.
Otro memorándum de 2015
señalaba que el “cambio climático es una amenaza creciente y urgente para
nuestra seguridad nacional, contribuyendo a incrementar los desastres
naturales, la corrientes de refugiados y los conflictos sobre recursos básicos
como la comida y el agua”.
Otro ejemplo de lo que decimos lo ilustra la
actuación de Exxon Mobil, la cuarta mayor petrolera del planeta, que ya hace
cuarenta años, en 1979, conocía con precisión las consecuencias de la emisión
de combustibles fósiles. A finales de los 70 sus estudios señalaron que, al
ritmo de producción existente en aquel momento, se llegaría en el año 2010 a
una concentración de CO2 en la atmósfera de 400 partes por
millón. En 2019 se alcanzó oficialmente la cifra de 415 partes por millón. A
pesar de todo, Exxon, igual que otras multinacionales petroleras, decidió
conscientemente ocultar dichos estudios, e invertir miles de millones en
campañas negando su responsabilidad y la de la industria petrolera en el
calentamiento global.
La farsa de estas cumbres
y cómo son dominadas y manipuladas por las grandes multinacionales capitalistas
se ha puesto en evidencia una vez más en la Cumbre del Clima de Madrid (COP25)
de 2019, patrocinada por Iberdrola y Endesa../…
El caso de Iberdrola
resulta sangrante, no solo porque es la octava compañía que más CO2 emitió
en 2018 en el Estado español, sino porque fue condenada por la Audiencia
Nacional por el uso fraudulento de subvenciones públicas —doce millones de
euros— destinadas a potenciar energías renovables y que acabaron invirtiéndose
a la quema de gas, es decir, a energías fósiles.
Por otro lado, Endesa fue
en 2018 la empresa más contaminante del Estado español, emitiendo treinta
millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, señalando el
Observatorio de la Sostenibilidad que “es y será el primer emisor durante
muchos años hasta que no realice una profunda transformación de sus métodos de
generación eléctrica”…/…
El capitalismo no puede ser ecológico.
Tanto el Protocolo de Río,
como posteriormente el de Kioto o el de París, nunca plantearon soluciones que
cuestionaran la economía de libre mercado. Sus medidas encajan en la lógica del
lucro capitalista, hasta hacer del cambio climático y la supuesta lucha contra
el mismo nuevas formas de negocio y especulación.
Todas estas medidas solo
se aplican si no afectan significativamente al comercio mundial o a los
negocios de los grandes capitalistas. Numerosas emisiones han quedado excluidas
de dichos protocolos, como las generadas por los grandes buques
portacontenedores.
En la Unión Europea,
supuesto ejemplo de responsabilidad ecológica, han quedado también excluidas
las llamadas industrias vulnerables, que
pueden verse afectadas por deslocalizaciones fruto del incremento de los costes
para cumplir con los límites de emisiones.
Cuando algunos países
europeos han reducido sus emisiones, ha sido a costa de exportar su
contaminación a los denominados países “en vías de desarrollo”, donde la
normativa ambiental es inexistente.
Un estudio de 2011,
publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, señaló que
el incremento de las emisiones a consecuencia de la producción de bienes en los
países menos desarrollados, y luego consumidos en los más industrializados, era
seis veces superior a la cantidad de emisiones “reducidas” en estos últimos.
Tanto los Gobiernos como
las instituciones internacionales frenan cualquier medida si afecta a los
intereses de los grandes monopolios capitalistas. Por tanto, los responsables
de la destrucción ambiental tienen nombre y apellidos.
Según un reciente estudio
de la revista Nature, solo
cien multinacionales son causantes del 70% de los gases efecto invernadero, ya
que concentran en sus manos el grueso de la producción mundial de materias
primas. Este proceso de concentración empresarial, que da lugar a gigantes
económicos más poderosos que los Estados, no ha dejado de agudizarse desde que
surgió el capitalismo.
Los datos son
concluyentes: cuatro multinacionales controlan el 84% del mercado de
pesticidas, diez el 56% del mercado de fertilizantes, otras diez el 83% del mercado
farmacéutico para ganado y solo tres el 60% del mercado de semillas. En el
sector de la minería, cinco acaparan el 91%, 88% y 62% de la producción mundial
de platino, paladio y cobalto, y diez el 64%, 52%, 50% y 45% de la producción
de níquel, hierro, cobre y zinc respectivamente, así como el 34% y 30% de la de
plata y oro. El 72% de las reservas de petróleo y el 51% de las de gas están en
manos de diez grandes compañías, mientras que otras tantas producen el 30% del
cemento mundial. También son diez las que acaparan el 25% de toda la producción
de papel y cartón, y trece las que concentran entre el 11% y el 16% de la pesca
y entre el 20% y el 40% de las reservas pesqueras. Cinco compañías controlan
el 90% del comercio mundial de aceite de palma, otras tres el 60% de la
producción de cacao, diez el 40% de la producción de café, ocho el 54% de la
producción de soja, tres el 42% de la producción de plátano y cinco el 48% de
la producción de salmón.
Solo expropiando y nacionalizando
estas grandes empresas, y adoptando un plan socialista controlado
democráticamente, la economía podría organizarse de manera plenamente ecológica
y sostenible…/…
(Continuará
mañana con la parte 3 FINAL)
Extracto del libro “EL
CAPITALISMO MATA EL PLANETA”, escrito por Víctor Taibo Gómez-Limón.
(La persona interesada puede adquirir el libro editado por la
Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, solicitándolo en algunos de
los siguientes móviles: :
Córdoba:
682.276.436. Granada: 616.893.592.Huelva: 695.618.094. Málaga: 611.477.757.
Sevilla: 600.700.593.Zaragoza: 640.702.406.Asturias: 686.680.720.Castilla-La
Mancha: 949.201.o25.Castilla-León: 653.699.755. Cataluña: 933.248.325. Euskal
Herria: 664.251.844. Extremadura: 638.771.083.Galicia: 678.420.888.Madrid:
914.280.397.País Valenciano: 685.098.482.
libreria@fundacionfedericoengels.net
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