(Recomendable leer antes Parte 1 y 2
anteriores)
Pablo
Iglesias, unos de los máximos responsables ideológicos de esta debacle, no hace
autocrítica, ni ningún balance serio sobre su presencia en el Gobierno. Tampoco
hace ninguna mención a recuperar la lucha, a volver a llenar las calles.
Aquellos que ahora claman contra la clase
trabajadora, que la acusan de no tener conciencia, entre los que se encuentran
estos dirigentes, olvidan rápidamente el impresionante movimiento de masas que
vivió el Estado español: las marchas de la dignidad, las huelgas generales, las
mareas en defensa de la sanidad y la educación públicas, el levantamiento
del pueblo de Catalunya, las grandes huelgas feministas, las impresionantes
manifestaciones pensionistas… Un movimiento de masas que les aupó con millones
de votos, ¡pero para cambiar las cosas! Y sin embargo ellos solos decidieron
renunciar a continuar la batalla en las calles, renunciaron a organizar a la
clase trabajadora en un partido militante, de combate y con un programa
revolucionario para hacer avanzar la conciencia de clase, y renunciaron a
romper con una lógica capitalista que les ha condenado a la completa impotencia
y a administrar la miseria.
No somos sectarios, es más, hemos sido
criticados innumerables veces por las sectas por apoyar críticamente en las
urnas a Podemos, por negarnos a defender la abstención o el voto nulo, una
posición completamente alejada del marxismo y el leninismo consecuente. Por eso
tenemos el derecho para señalar que esta estrepitosa derrota es la constatación
del fracaso del Gobierno de coalición, y especialmente del fracaso de esa
política “realista” de los dirigentes de Podemos con la que pretendían frenar a
la extrema derecha y obligar al PSOE a girar a la izquierda.
Hay
que levantar una izquierda combativa y revolucionaria
Como hemos señalado siempre desde
Izquierda Revolucionaria no se puede acabar con las lacras que padece nuestra
sociedad sin acabar con el capitalismo, y no se puede acabar con el capitalismo
sin primar la lucha en las calles, en las fábricas y empresas, en los centros
de estudio y barrios, y la organización consciente de la clase trabajadora y la
juventud defendiendo un programa de transformación socialista.
Es una completa utopía, y además
reaccionaria, pretender modificar la correlación de fuerzas entre las clases a
través de la actividad parlamentaria, en un parlamento burgués controlado por
la banca y los grandes monopolios, o en el aparato del Estado, dominado por
franquistas y reaccionarios, y pretender hacerlo moviendo fichas en el CGPJ
mediante acuerdos espurios, o enfrentar el poder de los medios de comunicación
montando un podcast o una cadena de televisión. Esta estrategia, que renuncia a
la lucha de clases consciente, que renuncia a organizar un partido revolucionario
militante, ha demostrado su completa bancarrota. No solo no se ha cambiado la
correlación de fuerzas, sino que se ha empeorado notablemente abriendo las
compuertas a la reacción.
Recientemente Pablo Iglesias planteaba en
una entrevista con Gabriel Rufián su tesis de por qué fracasó el levantamiento
del pueblo de Catalunya. Explicaba que aunque tengas a la “masa”, si no tienes
al Estado no puedes cambiar las cosas: “ahí vimos lo que implica alguien que
tiene todos los dispositivos estatales y alguien que lo que tiene es mucha
gente”. Es decir, ¡la derrota era inevitable! Qué manera de negar la historia
de las revoluciones y la propia historia del movimiento obrero en el Estado
español. Iglesias olvida interesadamente como la lucha revolucionaria de los
obreros y los campesinos impuso la Segunda República, y como los trabajadores,
con las armas en la mano, combatieron el fascismo durante tres años. Y también
olvida, y esto sí que es lamentable, que los trabajadores y la juventud se
levantaron contra la dictadura franquista, desafiaron a su aparato policial y
militar, y con su lucha abnegada arrancaron las libertades democráticas que hoy
disfrutamos y nos están arrebatando. No fue Juan Carlos I, no fue el Parlamento
el que conquistó la democracia, fue el sacrificio y la sangre de los
trabajadores, luego traicionados en los pactos de la Transición por sus
dirigentes, lo que trajo los derechos democráticos y los avances sociales.
¡Qué despreció al movimiento de masas, que
fue justamente el que elevó a Podemos! ¡Que completa negación de la historia y
de la teoría de la revolución! Justamente la acción independiente de las masas
contra el Estado, contra el poder establecido, ha sido el motor revolucionario
que ha permitido transformar la historia.
No se puede acabar con las lacras que padece esta sociedad sin acabar con el capitalismo, y no se puede acabar con él sin primar la lucha en las calles y la organización de la clase trabajadora defendiendo un programa de transformación socialista.
Los acontecimientos nos están
interpelando. Necesitamos levantar una izquierda revolucionaria que no se
arredre antes las dificultades, que construya un sindicalismo de lucha, que
confronte con la burocracia sindical de CCOO y UGT, también responsable de esta
situación. Una izquierda revolucionaria que señale no solo de palabra, sino en
los hechos, mediante la acción, a los grandes capitalistas, a los Amancio
Ortega, los Florentino Pérez, las Ana Patricia Botín… y que plantee sin
complejos que el único camino para resolver los problemas y necesidades
acuciantes de la mayoría oprimida y explotada pasa por expropiar la riqueza
obscena que acumulan estos parásitos a costa del sudor y el trabajo de la clase
obrera.
Nunca antes en la historia de la humanidad
ha sido más necesario defender la idea del socialismo, como demuestra la grave
crisis económica, social y ecológica que padecemos y que amenaza nuestro futuro
y supervivencia.
A pesar del duro golpe que han supuesto
estos resultados, los trabajadores con conciencia de clase no nos resignamos,
no abandonamos la pelea porque tenemos que seguir sobreviviendo, porque no
podemos disfrutar de un agradable retiro como tertulianos, comentaristas o
profesores universitarios. La única alternativa que nos queda es la
organización y la lucha.
Las elecciones del 23 de julio serán una
nueva prueba, y obviamente nos movilizaremos para frenar a la extrema derecha y
a la reacción. Pero el camino para transformar radicalmente las cosas, para
construir una sociedad justa y humana, para “tomar el cielo por asalto”, como
señaló Marx homenajeando a los heroicos obreros de la Comuna de París, pasa por
la revolución socialista y por construir un partido revolucionario a la altura
de las circunstancias históricas. En esa tarea estamos los marxistas de
Izquierda Revolucionaria. ¡Únete a nosotros y lucha por la transformación
socialista de la sociedad!
(*) EDITORIAL DEL PERIÓDICO “EL MILITANTE” NÚMERO
371 DE JUNIO DE 2023.
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